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jueves, 19 de mayo de 2022

NILOFAR BAYAT: ESCAPO JUSTO A TIEMPO DE AFGANISTAN, CUANDO LA HORDAS ULTRADERECHISTAS DE LOS TALIBANES TOMARON NUEVAMENTE EL PODER

Nilofar Bayat tenía dos años cuando un cohete del régimen talibán alcanzó la casa de su familia en Kabul. Uno de sus hermanos murió. A ella la explosión le causó un daño irreparable en la médula espinal que redujo para siempre su movilidad. Hoy, a los 29, las secuelas del horror acompañan tanto sus pasos como sus palabras. “Para los talibanes las mujeres no somos seres humanos”, cuenta Nilofar en Madrid, donde recibió este martes el Premio Optimistas Comprometidos de la revista Anoche tuve un sueño.


El camino ha sido largo. En agosto, cuando el terror tomó el control en Afganistán, Nilofar y su marido, Ramish, pasaron dos días en el aeropuerto de Kabul antes de escapar en un avión militar español rumbo a Bilbao. Volaron con las manos vacías después de perder el equipaje. Sin comida, apenas un poco de agua caliente, sin una baldosa donde dormir y con el gatillo talibán amenazando con la muerte, salir del aeropuerto fue volver a nacer. Atrás quedaba su familia y su vida, la de la capitana de la selección afgana de baloncesto en silla de ruedas, estudiante de Derecho y miembro del Comité Internacional de Cruz Roja. Como futuro, un interrogante. Ante ese interrogante que era su futuro, el club Bidaideak Bilbao BSR le abrió las puertas, una pequeña luz de esperanza.
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“Mi vida es mucho mejor ahora. Me siento segura y bien”, explica Nilofar, “pero siempre hablo de Afganistán y echo mucho de menos a mi país y a mi gente. Las mujeres están encarceladas en casa, no tienen acceso a sus derechos básicos y no se les permite realizar ningún tipo de actividad. Ya no forman parte de la sociedad, no tienen acceso a la educación, la salud, el deporte, el trabajo, los viajes y todos los derechos básicos. Los talibanes no aceptan a las mujeres como seres humanos y se comportan como si ya no existiéramos. Nunca nos aceptarán”.

Los primeros meses en Bilbao se despertaba diciendo a su marido que debían volver, estar con los suyos, resistir juntos. Con el tiempo, intenta “una vida normal”, aunque su cabeza y su corazón siguen en Afganistán. Apenas habla español, aunque cuando puede acude a alguna clase, participa en charlas en colegios y centros sociales, y hace dos meses ya recibió la documentación que le permitirá la próxima temporada jugar oficialmente con el Bidaideak. Mientras, es una más en los entrenamientos y está muy involucrada en el equipo. 

Después de unos meses viviendo con otros ciudadanos afganos en un piso gracias a la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), Nilofar y Ramish viven solos y esperan que los padres y hermanos de ella consigan el visado para llegar a España desde Pakistán, donde huyeron. “Nadie está seguro en Afganistán”, continúa su relato. “Mis amigos y compañeros de equipo no tienen trabajo ni ingresos, ni pueden ir a la universidad, viven en una situación horrible. A las mujeres no se les permite salir de casa solas y ahora es obligatorio llevar el burka, cubrirse todo el cuerpo y la cara”.

Son las dos vidas de Nilofar. En España una sociedad se le abre, pero le inunda la pena por el sufrimiento en su país. Para ayudar a los suyos ha creado la asociación Free Women for Afghanistan. “La mayor parte del tiempo tengo pesadillas con ese horror. Todavía recuerdo el momento en que los talibanes llegaron a Kabul y tomaron el control. Vi cómo destruyeron mi país, mi futuro y mi vida. No puedo dormir fácilmente. Algún día me gustaría volver. Mi país es mi identidad. Estoy orgullosa de ser afgana y amo a mi pueblo. Sé que cuando la gente oye hablar de Afganistán lo primero que piensa es que es un país pobre, pero es un país rico en cultura, tiene belleza natural, gente amable y mujeres fuertes y con talento, y uno de los ejemplos soy yo. Solo espero que no nos dejen solos”.
 

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