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jueves, 6 de agosto de 2020

BEIRUT: CRONICA DE UN TERRIBLE DESASTRE QUE PUDO HABERSE EVITADO

El 23 de julio de 2014, Mikhail Voytenko -periodista especializado en temas marítimos- escribió una escueta crónica acerca de un misterioso barco fantasma de origen ruso al que calificó como una “bomba flotante”. Su nombre era Rhosus. Había amarrado en el puerto de Beirut en octubre del año anterior en busca de ayuda. Había zarpado semanas antes desde Batumi, Georgia, navegaba destartalado y su destino era Mozambique, África. Nunca llegaría. En su interior cargaba con un material inquietante que lo hacía extremadamente peligroso para toda una ciudad: 2.750 toneladas de nitrato de amonio.


Entonces, Rhosus -construido en 1986 y de 87 metros de eslora- fue detenido luego de una inspección de las autoridades portuarias libanesas que encontraron una serie de deficiencias elocuentes que hacían imposible que continuara en esas condiciones por aguas del Mediterráneo. Desde octubre de 2013 hasta julio del año siguiente, el buque carguero quedó varado en Beirut. 
Con él, cuatro tripulantes: el capitán, de nacionalidad rusa y otros tres ucranianos.

El dueño del barco fue identificado como Igor Grechushkin, un empresario ruso de la ciudad de Khabarovsk, hoy radicado en Limassol, Chipre, quien poco después del frustrado viaje a Mozambique declaró a su empresa -Teto Shipping Ltd, radicada en las Islas Marshall- en bancarrota. El buque quedaría varado allí... como destino trágico.
Igor Grechushkin, dueño del barco Rhosus que transportó el nitrato de amonio desde Georgia hasta Beirut en 2013 (The Siberian Times)

“El Rhosus, en realidad, está abandonado: el propietario no se comunica, no paga los salarios, no proporciona suministros. El dueño de la carga también declaró abandono. Las autoridades de Beirut no permiten que la tripulación restante abandone el barco y vuele a casa”, señaló entonces Voytenko en su informe para FleetMon. Las autoridades del puerto no querían que se fueran y dejaran esos potenciales explosivos bajo su cuidado.

Tampoco hicieron algo lógico: reemplazar la tripulación con personal libanés. “Las autoridades rusas y ucranianas no hacen nada, mientras que, al parecer, su participación es imprescindible para lograr algún tipo de acuerdo con las autoridades de Beirut y elaborar un plan conjunto para reemplazar a la tripulación con locales de manera incondicional, o financiar la tripulación y buque hasta que ella sea subastada”.

La tripulación del Rhosus cuando fueron abandonados por Igor Grechushkin, dueño del buque carguero, y las autoridades libanesas no permitían que regresaran a su país (The Siberian Times)s beg for help in Beirut


Pero una firma local terció a favor de los tripulantes. Baroudi & Associates argumentó que dadas las condiciones, la vida de sus representados corría peligro por la delicada carga que debían haber transportado hasta Mozambique. Fue el inicio de la tragedia que tendría lugar cinco años después. “Debido a los riesgos asociados con la retención del nitrato de amonio a bordo del buque, las autoridades portuarias descargaron la carga en los depósitos del puerto. El buque y la carga permanecen hasta la fecha en puerto a la espera de subasta y/o disposición adecuada“, señaló en aquel momento por medio de un comunicado el bufete de abogados basado en Beirut. 


El traspaso se realizó en octubre de 2015.
El buque Rhosus en una fotografía de julio de 2012, en Sanlucar de Barrameda, navegando en el río Guadalquivir, hacia Sevilla (Gentileza: FleetMon)

Uno de sus tripulantes se quejó en foros de internet sobre el estado del carguero. “Está destrozado”, rezongó sumando además cuestionamientos sobre la empresa por la poca paga y las condiciones laborales. El barco no tenía baños en los camarotes, por lo que todos debían compartir uno. No contaba con cámara refrigeradora, motivo por el que los vegetales y los alimentos no tenían el frío suficiente para mantenerse en condiciones. Ni siquiera tenían dónde lavar sus ropas.

Luego, el cargamento fue trasladado desde la destartalada nave hasta el depósito donde durmió hasta este martes, cuando un incendio desató una terrible explosión que provocó la muerte de al menos 100 personas e hirió a 4.000 víctimas. Las detonaciones tuvieron tal potencia que fueron registradas por los sensores del Instituto Geológico de los Estados Unidos de América como un terremoto de magnitud 3,3 grados en la escala Ritcher.
Imagen del supuesto depósito de nitrato de amonio que explotó en el puerto de Beirut (Michael A. Horowitz/Twitter)

Luego de la confusión inicial, cuando se hablaba de sabotajes, presencia de armas y fuegos artificiales, el director de Aduanas del Líbano, Badri Dahar, anunció que la explosión había ocurrido en el Almacén 12 del puerto de Beirut, luego de un incendio. Dahar Indicó a su vez que el área contenía materiales altamente explosivos.

Las autoridades libanesas revelaron poco después que entre estos había 2.750 toneladas de nitrato de amonio, un compuesto químico altamente inflamable que se utiliza para fabricar fertilizantes y explosivos (como por ejemplo el poderosísimo Amatol, creado mediante la mezcla de TNT y nitrato de amonio). De hecho, este es el ingrediente preferido de los grupos terroristas al momento de construir bombas caseras.

Una ciudad en ruinas

El Gobernador de Beirut, Maruan Abboud, afirmó este miércoles que aún hay más de 100 desaparecidos y más de 200.000 personas se han quedado sin casa tras la explosión que el martes causó más de un centenar de muertos y de 4.000 heridos en la capital libanesa. En declaraciones a medios locales, Abboud señaló que hay al menos un centenar de personas a las que no se ha podido ubicar y que los daños en Beirut son enormes, en torno a los 3.000 o 5.000 millones de dólares.

“Alrededor de 200 o 250.000 personas se han quedado sin hogar y estamos trabajando para proveer comida, agua y vivienda”, indicó en declaraciones que recogen diversos medios locales. La deflagración provocó una enorme onda expansiva que afectó a miles de viviendas y edificios destruyendo vidrios y muros, lo que ha llevado a gran parte de la población de esa zona de la ciudad a buscar un techo en otros lugares.

Además, la explosión destruyó al principal silo de granos de la nación, dejando a la nación con reservas tan escasas que podrían durar menos de un mes, según dijo el miércoles el ministro de economía del país. Así el Líbano, una pequeña nación que alberga a más de un millón de sirios que huyeron de la guerra en su país, tiene ahora un problema de seguridad alimentaria.

En declaraciones publicadas por la agencia noticiosa estatal, el ministro de Economía y Comercio, Raoul Nehme, dijo que todo el trigo almacenado en el depósito estaba “contaminado” y no podía usarse. Sin embargo, insistió en que hay suficiente para cubrir las necesidades inmediatas del país. Según Nehme, Líbano importará más trigo. El funcionario agregó que el país ahora tenía reservas para “un poco menos de un mes”.

La explosión fue la más poderosa que se haya visto en Beirut, dejando a mitad de la ciudad afectada e inhabilitando el principal puerto de entrada para las importaciones de alimentos en la nación de más de 6 millones de personas.



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