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jueves, 6 de junio de 2019

N. POTHOVEN: AVISO QUE EN 10 DIAS ESTARIA MUERTA Y MURIO

"Voy directa al grano: voy a morir en un máximo de 10 días. Después de años de duelo, mi lucha termina.... Seré liberada porque mi sufrimiento es insoportable". Con estas palabras se despedía del mundo Noa Pothoven. Esta joven holandesa de 17 años fue violada cuando era una niña y ha fallecido en Arnhem (al este del país) tras un suicidio asistido. Luchó durante años por una eutanasia que finalmente no le fue concedida hasta que decidió dejarse morir

Noa compartió su proceso a través de las redes sociales: "Tras años de luchar y pelear, estoy agotada. He dejado de comer y beber por un tiempo y, después de muchas discusiones y evaluaciones, decidí dejarme ir".

La joven holandesa dejó escrita en Ganar o perder, su autobiografía premiada, la lucha que libró contra los problemas psicológicos derivados de su violación. Pothoven reconocía que era víctima de estrés postraumático, depresión y anorexia. El libro se convirtió en un alegato para la sensibilización ante los problemas mentales y una llamada de alerta ante la falta de instituciones en Holanda para atender los casos como el suyo entre los jóvenes.

Noa fue ingresada en tres ocasiones en distintas organizaciones y su madre denunció al diario Gelderlander, las largas listas de espera de los centros psiquiátricos a los que su hija debía acudir para tener posibilidades de mejoría.

Llevaba tiempo planeando su muerte, hace años se acercó a la clínica Levenseinde -que significa "final de vida"-, en la Haya, para preguntar por sus opciones para conseguir la eutanasia. "No es un plan impulsivo. No me intentéis convencer de que no es bueno, es una decisión bien considerada y definitiva. Respiro pero no vivo", escribía en sus redes sociales.

En Países Bajos la eutanasia es legal desde 2002. Según la Ley de Terminación de la Vida que regula el suicidio asistido, los menores de 16 años que quieran acceder a ello deberán tener el consentimiento de sus padres. Noa tenía 17, por lo que no era necesario ningún permiso paterno aunque sí que "formasen parte de la decisión".

Sin embargo tenía que superar una serie de requisitos como ser evaluada por un mínimo de dos médicos que certificasen: que el sufrimiento del paciente es insoportable y sin perspectivas de mejora; que la solicitud para acabar con la vida es voluntaria y persistente en el tiempo; y que el paciente es consciente de su condición y opciones.

Finalmente, según diferentes medios holandeses, Noa no habría conseguido los permisos para someterse a la eutanasia activa, es decir, que un médico le suministrase fármacos letales para acabar con su vida. No obstante, como ella misma afirmaba en Instagram, habría dejado de comer y beber.

La consecución de la muerte a través de la suspensión del tratamiento médico, así como lo necesario para la supervivencia -alimentación e hidratación- es considerado eutanasia pasiva. El problema es que en "Holanda la ley determina que no se puede obligar a nadie a alimentarse, la persona tiene libertad para decidir y que no se puede aplicar de forma artificial", explica a La Vanguardia Isabel Alonso, presidenta de la asociación Dret a Morir Dignament.

Sin embargo, a pesar de que le denegaron el acceso a la eutanasia, su muerte es considerada un gran fallo en el sistema holandés de salud y ha puesto el debate de la eutanasia de nuevo sobre la mesa.
Polémica legislación

Holanda tiene una de las leyes de eutanasia más liberales del mundo, algo que ha provocado polémica. Aunque aseguran que son estrictos a la hora de aceptar a un paciente y que se rechazan dos terceras partes de las solicitudes, un porcentaje de la población considera que normas de este estilo "muestran indicios de decadencia moral".

La discusión sobre la eutanasia está presente en muchos países europeos entre los que se encuentra España, actualmente está permitida la eutanasia pasiva pero casos como el más reciente de Ángel Hernández, que en abril ayudó a su mujer a morir tras años enferma por esclerosis múltiple en fase terminal, reavivó la controversia sobre si se debería facilitar el acceso a la eutanasia. .

Esta modalidad es similar a la de Italia, Suecia, Hungría, Inglatera y Noruega. Por otro lado, en Austria, Finlandia, Alemia y Suiza es legal la muerte asistida bajo, escenarios específicos, que consiste en respetar la voluntad del paciente de dejar de recibir tratamiento ante una enfermedad terminal para morir en su casa o el lugar donde desee.



La adolescente quería dejar de sentir dolor. "No vivo desde hace mucho tiempo, sobrevivo, y ni siquiera eso", explicó antes de morir. “El amor es dejar marchar. En este caso, así es”, añadió, y aprovechó sus últimos días para despedirse de su familia y amigos. Tenía padres, un hermano y una hermana y le gustaba escribir y los conejos de indias como mascota. Ella estaba en una cama, que había sido instalada en el comedor.

El primer abuso sexual se produjo cuando Noa tenía 11 años en una fiesta escolar. Hasta entonces, había sido una niña alegre y con buenas notas que cursaba la secundaria sin problemas. Un año después volvió a ser agredida, esta vez en una fiesta de adolescentes. Cuando cumplió los 14, la violaron dos hombres en un callejón de su ciudad. No lo dijo y tampoco puso una denuncia en ese momento. Luego sí denunció, y su madre, Lisette, ha explicado que revivir el asalto fue demasiado para su hija. Desde entonces tuvo anorexia y su vida se convirtió en un entrar y salir de hospitales y centros especializados. Al comprobar su estado emocional, los jueces la internaron a la fuerza en una institución durante seis meses: allí la inmovilizaron y aislaron para que no se lesionara. “Nunca, nunca más volveré a un sitio así. Es inhumano”, dijo Noa, tiempo después.

Al salir del centro la anorexia empeoró. Su familia denunció la falta de lugares apropiados en Holanda para casos como el de su hija. Tuvo que esperar seis meses para que la admitieran en una clínica para desórdenes alimentarios y acabó hospitalizada y con una sonda nasogástrica. Su caso llegó a los medios de comunicación nacionales en 2018 y posteriormente publicó un libro, Ganar o aprender, donde contaba su historia.

A pesar de la dureza de su caso, porque la eutanasia no la suelen solicitar adolescentes o jóvenes con dolores psíquicos, sus intentos de suicidio y el peregrinaje hasta dar con el tratamiento adecuado han sido una llamada de atención a escala nacional. La madre ha denunciado la falta de centros para jóvenes con los problemas físicos y emocionales de su hija, y ha criticado a los servicios de asistencia social dedicados al menor, “con una burocracia y listas de espera para volverse loco”. Ha dicho también que el libro de su hija “debería ser de lectura obligada para cuidadores, jueces y Ayuntamientos con responsabilidad en este terreno”, porque el dolor psíquico derivado de un trauma así no se reconoce. El libro ganó un premio el pasado marzo, y Noa afirmó entonces: “No sé si seguiré escribiendo”.

Hace unos meses, la adolescente confeccionó listas de cosas que le gustaría hacer, por ejemplo, “ir en moto, fumar un cigarrillo, beber alcohol, pedir un tatuaje y comer una chocolatina". "Hace años que no las pruebo por mi anorexia”. Al mismo tiempo, y sin que nadie de su familia lo supiera, se puso en contacto con la Clínica para Morir (Levenseindekliniek), un centro privado holandés que practica la eutanasia desde 2013, con licencia, pero fuera del circuito de la medicina pública. A ella acuden en particular personas aquejadas de sufrimiento psíquico, el más difícil de evaluar objetivamente, y que figura en la Ley de Eutanasia holandesa (2002) siempre que no tenga su origen inmediato en una afección física. La clínica rechazó a Noa.

La ley holandesa considera eutanasia tanto la practicada por el médico, como la ayuda al suicidio (el paciente toma una sustancia preparada por el doctor), y la combinación de ambas. También contempla el rechazo del facultativo, pero, de acceder, debe asegurarse de que el sufrimiento del paciente es insoportable, que pide la eutanasia de forma consciente y repetida, y debe consultar con otro colega. De no hacerlo bien, la norma incluye penas de hasta 12 años de cárcel.

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