En Suecia, con el mayor ratio de muertes de Europa occidental, los tiroteos son ya un problema endémico. Mohammad Elsaka tiene 30 años. Es sueco, hijo de padres palestinos que llegaron al país escandinavo huyendo de la guerra. Nació y ha vivido toda su vida en Seved, uno de los barrios más problemáticos de Malmö, y hasta hace pocos años era uno de los mayores criminales de esta ciudad del sur de Suecia.“Era el líder. Tenía las armas, y con las armas defiendes el territorio”. Mohammad disparó y le dispararon varias veces. A cada muerto, pensaba aliviado: “Esta vez, tampoco he sido yo”.
Pero hubo un momento en el que vio la muerte demasiado cerca. “En el 2012 la gente de mi alrededor empezó a morir. He perdido a más de veinte personas en tiroteos, amigos muy cercanos. Me quedan un par que siguen vivos, pero les miro y pienso: pronto estarán muertos”.
Mohammad era a la vez perpetrador y víctima, como lo son la mayoría de los jóvenes de los entornos delictivos de Suecia. Y es que la violencia armada es ya en un problema endémico en algunas zonas del país, donde el crimen se ha convertido en una forma de vida para muchos de sus vecinos y donde los tiroteos son cada vez más habituales, especialmente entre jóvenes de bandas rivales relacionadas con el tráfico de drogas.
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