El miércoles 5 asistí a un episodio inaudito que confirma las decisiones políticas, largamente meditadas, que estoy tomando en estos días. Se realizó en ese templo de nuestra democracia que es el Salón de los Pasos Perdidos (donde se veló el cuerpo de Wilson y donde recibió el homenaje de multitudes, y de figuras históricas como el presidente argentino Raúl Alfonsín, y el referente peronista Antonio Cafiero) una actividad académica titulada “Wilson desde la CIDE – De la Planificación para el Desarrollo a la proyección de su pensamiento”, que contó con exposiciones del presidente de la Cámara de Diputados, Jorge Gandini, del diputado Omar Lafluf, del politólogo Adolfo Garcé y del contador Enrique Iglesias.
Confieso que a mí en lo personal me hubiera gustado que, tratándose de un acto institucional en tan magno recinto, la integración del panel hubiera tenido un carácter más plural, incluyendo personalidades de todos los partidos. Precisamente, en el momento en que se conformó el histórico y maravilloso equipo de la CIDE, ese fue el criterio asumido: convocar a los mejores sin tener en cuenta su ideología o bandería partidaria. Y eso fue muy criticado a los tres ministros que llevaron adelante institucionalmente la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (CIDE), que fueron Juan Pivel Devoto, Salvador Ferrer Serra y Wilson Ferreira Aldunate. En particular, Wilson tenía un equipo en el cual estaba el joven contador Danilo Astori, que un día fue a advertirle que no era blanco, y Wilson le dio una palmada en el hombro y le dijo que eso lo tenía sin cuidado, episodio notable que el ministro Astori ha contado en innumerables ocasiones.
Cabe recordar que entre los centenares de técnicos que actuaron en la CIDE estuvieron “pesos pesados” como el batllista contador Luis Faroppa, los entonces jóvenes contadores colorados Ricardo Zerbino y Alberto Bensión, los izquierdistas Juan Pablo Terra, Israel Wonsewer, Alberto Couriel, Danilo Astori, los inolvidables contadores blancos Mario Bucheli y José Pedro el Pelado Laffitte (luego coautores de “Nuestro Compromiso con Usted”), el ing. agrónomo Mario Buxedas, el Dr. José Gimeno, todos bajo la secretaría técnica de Enrique Iglesias, entre muchos otros.
Todos trabajaron -entre ellos el ministro de Ganadería y Agricultura, Wilson, que pedía licencia en el ministerio para trabajar allí, codo a codo, con los técnicos- y emitieron sus planes de desarrollo, que crearon la OPP, el Banco Central, el INE, hicieron el primer censo desde 1908, y que tenía como una de sus propuestas centrales nada menos que la Reforma Agraria, que no fue aprobada por el Parlamento de la época. Nadie duda que los resultados de la CIDE tenían un sesgo progresista en el más amplio sentido del término. Nadie.
Pero ocurrió, también increíblemente, que uno de los expositores dijo que el Plan de Desarrollo 1973-1977, redactado por los contadores Ricardo Zerbino, como ministro de Economía, y Alberto Bensión, como director de OPP, en el gobierno conservador de Juan María Bordaberry (plan que luego fue adoptado por la dictadura, que lo aplicó siempre) era “un hijo liberal de la CIDE”.
Muchas cabezas se movieron negativamente cuando eso se dijo, que no tenía ningún sentido.
Pero más increíble fue lo que vino luego.
Cuando el acto había terminado, muy cerca de donde yo estaba, una persona de larguísima militancia wilsonista, escritor y periodista, se dirigió respetuosamente a Jorge Gandini, que venía saludando a la gente reunida, y le advirtió el evidente error de lo dicho por el expositor.
La reacción del presidente de la Cámara de Diputados (que no es el dueño del Palacio Legislativo, sino su servidor) fue airada, gritona y casi insultante: “Yo pienso lo mismo -le dijo casi gritando-, que el Plan de Desarrollo de 1973 fue el hijo liberal de la CIDE…
Pero vos sabés que es un plan reaccionario, contrario a las ideas de la CIDE, y fue adoptado por la dictadura, le contestó serenamente el interlocutor.
Lo que siguió fue increíble, y aún no termino de creer lo que vi y oí.
“¿Y qué -dijo Jorge Gandini-, fue todo malo lo de la dictadura? Yo creo que la dictadura hizo cosas buenas”.
El azorado interlocutor le respondió: “No, Jorge, no, no podés decir ni pensar eso, la dictadura fue mala en todo… en todo”…
Con gran soberbia y siempre gritando, Gandini le dijo: “No me des consejos, la dictadura hizo cosas muy buenas”, y se dio vuelta llevándose a un grupo de gente, pero siguió gritando expresiones duras, algunas de las cuales fueron insultantes para la persona que correctamente le había hablado.
Reitero, no lo creería si no lo hubiera visto.
Un presidente de la Cámara de Diputados, que se proclama wilsonista, elogió la dictadura y lo sostuvo.
Es un episodio inaudito, increíble, vergonzoso y que a mí me llena de pena.
En países como Estados Unidos o las grandes democracias de la Unión Europea, una manifestación así sería causal de juicio político y destitución inmediata.
Para mí, este desgraciado episodio confirma mis decisiones políticas, muy difíciles, tomadas en estos días.
Y reitero: no hay ya un espacio wilsonista en el Partido Nacional, por lo cual no me queda nada que hacer en esta Colectividad vaciada del progresismo que Wilson le llevó.
Iré a trabajar por mi país en aquellos espacios donde pueda hacerlo en plenitud.
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