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lunes, 5 de marzo de 2018

NEBLINA MENTAL: ENFERMEDAD DEL SIGLO XXI

neblina mental
Pequeños olvidos. No encontrar las palabras. Problemas para concentrarse. Sentirse confundido. Estudiar y no lograr aprender. Todos son síntomas de un nuevo trastorno, tratable y prevenible. Más de alguna le preguntó si acaso era alcohólica o estaba consumiendo drogas. Había razones para sospechar: Kirsten Schultz, escritora usamericana y conocida activista en causas relacionadas con las enfermedades crónicas, a veces siente que no puede expresarse. Ella, comunicadora innata, de repente se tropieza en sus propias frases o no puede articularlas. Olvida palabras o escoge las inadecuadas.

"Hay días en los que estoy extremadamente elocuente; otros en los que apenas puedo formar oraciones completas (...) Cuando te pasa esto, la gente intenta averiguar qué anda mal contigo. La intoxicación o el estar bajo la influencia de drogas es lo primero que se les ocurre", cuenta en una columna en su blog personal donde describe cómo es vivir con brain fog, ese conjunto de síntomas que se conoce también como neblina mental. Se trata de una disfunción cognitiva que puede llegar a ser prácticamente invalidante, como en el caso de Kristen, pero que en la mayoría de las personas se expresa de manera más simple, a través de pequeños olvidos, dificultades para concentrarse, poca claridad mental. Síntomas que se sobrellevan con paciencia cuando son esporádicos, pero requieren de atención médica cuando surgen prácticamente a diario o por largos períodos.

"Es un problema que afecta a toda edad y entre los especialistas se describe como una alteración en la función ejecutiva. Los pacientes se quejan por la falta de concentración y por crecientes fallas en su capacidad de recordar", acota la psicóloga Patricia Lecaros, quien se especializó en entrenamiento de la memoria en la Universidad de California.

Por su parte, Schultz señala: "Imagínense ese punto en el que estás quedándote dormido y no puedes porque te preguntas si apagaste el horno o pusiste llave en la puerta. Ahora imagínense que ese es su estado mental normal, todo el día. La neblina mental se trata principalmente de olvidos, de no acordarse de ciertas palabras, citas, cosas que hacer, o simplemente de por qué entraste en la cocina".

La activista señala que siente que el mundo avanza alrededor a un paso que no puede mantener. "Mucha gente me ha contactado para decirme que se sintió validada al leer mi columna. A mí misma me tomó bastante tiempo entender que lo que tengo es brain fog. Pasé por un período de dos años en los que simplemente no me sentía inteligente y me avergonzaba. Pero cuando supe qué era lo que tenía y cómo lidiar con este problema, me sentí muchísimo mejor", explica.

Que Kirsten demorara años en ponerle un nombre a lo que le pasa no es casual: el mundo médico ha comenzado a prestarle atención a este cuadro solo en los últimos años, principalmente en estudios relacionados con trastornos como la fibriomialgia o la fatiga crónica, donde se dan muchos síntomas de neblina mental. Ella misma pasó por muchos doctores antes de llegar a un diagnóstico.

"No es fácil encontrar médicos que reconozcan la existencia del brain fog, porque no es algo que se pueda ver, como una pierna rota, o que se detecte fácilmente con exámenes, como cuando tienes una enfermedad de origen bacterial. El ciclo de ir de especialista en especialista es común en quienes tenemos este problema", sostiene Kirsten.
Aconsejan que lo primero es ir al médico internista.

El término en sí y su uso en la medicina es bastante reciente. La psicóloga Alejandra Rossi, directora del Magíster en Neurociencia de la Universidad Diego Portales de Chile, cuenta que se comenzó a escuchar hablar de brain fogen en los ambientes académicos hace apenas unos cinco años. Mientras cursaba sus estudios de doctorado en Harvard sufría síntomas de fatiga mental y dificultades de concentración, lo que la llevó a interesarse aún más por esta disfunción que describe como "tener mucha dificultad para concentrarse, estudiar sin lograr aprender, no poder rendir".

"Antes esos síntomas se asociaban con la fatiga crónica, pero esta lentitud en el pensamiento, esta cosa mental como pantanosa, es un concepto mucho más amplio y reciente", explica la neuróloga María Paz Astorquiza.

Recién en enero, el doctor Mark Hyman, líder internacional en medicina funcional, conocido por haber puesto en el tapete el tema de la adicción al azúcar, realizó un curso en línea para público general, llamado Broken Brain (cerebro roto), que ayudó a difundir el tema a nivel global y fuera del mundo científico. Lo hizo motivado por su propia experiencia. "Cuando estaba comenzando mi carrera, un día me desperté y pasé súbitamente de ser un joven y saludable médico a una versión disfuncional de mí mismo que no reconocía. Era como depresión, demencia y déficit atencional, todo al mismo tiempo. Y mientras cada doctor que veía tenía buenas intenciones, echándole la culpa de todo al estrés o la depresión, yo sabía que algo real estaba sucediendo, algo físico que ellos no estaban considerando", dice Hyman.

Según el médico, el mundo enfrenta una verdadera epidemia de lo que llama "cerebros rotos". Estima que afecta a más de mil millones de personas en el mundo y lo califica como "el gran problema de salud del siglo XXI". La cara más visible de esta epidemia son las altas cifras de depresión, pero también incluye "otras condiciones que no parecen ser tan serias, pero arruinan muchas vidas". Entre ellas, el estrés crónico, los trastornos de sueño y la neblina mental. Llegar a saber cuántos son los afectados específicamente por brain foges, según explica la doctora Astorquiza, una tarea imposible. No por difícil o por extensa, sino porque su naturaleza no puede cuantificarse.

"No tiene un marcador biológico específico que permita medirlo; en eso se parece a la fibromialgia. Lo que sí sabemos es que hoy es un motivo habitual de consulta que va en aumento, principalmente en relación con casos de estrés o trastornos de sueño", sostiene.

Pensamientos empañados.

Quienes sufren de neblina mental dicen que es como mirar los pensamientos a través de un vidrio empañado. El bajo rendimiento mental genera un alto nivel de angustia: los afectados funcionan a medias, en un mundo cada vez más exigente y acelerado. "Esto suele generar círculos viciosos, al no poder rendir según lo esperado. Si siempre he tenido buenas notas o un buen desempeño en el trabajo y veo que eso decae, me estreso más, me pongo más ansioso, y genero aún más presión sobre el organismo", describe la psicóloga Rossi.

El brain fog que afecta a Kristen es crónico, y es uno de los síntomas de su fibromialgia. El tratamiento médico de ese trastorno con medicamentos, asegura, le ha ayudado a estar mejor. Pero no siempre es así. A veces, la confusión mental se da en períodos específicos de la vida y puede tener múltiples causas. Demasiadas. La mente borrosa puede tener su origen en cambios hormonales, en la depresión, la menopausia, los cuadros de estrés, los trastornos de sueño, la deficiencia de algunas vitaminas (en particular la B 12), la ingesta de ciertos medicamentos, el hipotiroidismo, la deshidratación, la obesidad o enfermedades como el lupus, el cáncer o la esclerosis múltiple. Un estudio publicado en 2015 por la Escuela de Medicina de la Universidad de Michigan encontró que el pensamiento difuso aumenta también en casos de trastornos de ánimo, como la bipolaridad.

Lo primero: consulta con un internista

A veces el problema tiene una sola raíz: así como en Kirsten hay una fibromialgia de base, en el caso de la psicóloga Alejandra Rossi los médicos encontraron deficiencias nutricionales. Pero en otras, el origen es multifactorial. Por esta amplitud de posibles causas, el neurólogo Mario Campero sugiere que el primer médico a visitar sea un internista. "Es un tema que exige una visión global. No puedes tratarlo sin considerar posibles trastornos de sueño o desbalances hormonales", acota la neuróloga María Paz Astorquiza y agrega: "Si luego los exámenes reflejan que está todo en orden, lo que sigue es un manejo psicoterapéutico, que apunte a mejoras en la calidad de vida. Los especialistas coinciden en que tanto para no fundir el cerebro y prevenir la neblina como para atenuar estos molestos síntomas, es vital tener buenos hábitos". Esto significa llevar una alimentación balanceada, dormir 7 a 9 horas todos los días (tampoco más), evitar el consumo de sustancias tóxicas.

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