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domingo, 29 de octubre de 2017

H. CABRERA: 14 MESES PRESO POR UNA DENUNCIA ARMADA POR UNA DESEQUILIBRADA MENTAL

Era un jueves de julio en Piriápolis así que, recién levantado y con el mate pronto, Humberto Cabrera avivó el fuego de la estufa. Había tenido sus tres jornadas de 16 horas en la empresa de transporte donde trabajaba y se disponía a disfrutar del primero de tres días libres. Pero en minutos su vida cambió. "Somos policías, tenemos una orden de detención para ti. Te tenemos que allanar la casa, y no podés estar acá", le dijeron tres hombres y una mujer que llegaron en una camioneta. Totalmente confundido, Cabrera atinó solamente a pedirles que no hicieran ruido porque el bebé dormía. No se le ocurrió preguntar por qué lo buscaban, contó al diario El Observador.


A los cinco minutos llegó otra camioneta de la que se bajaron cuatro policías más, todos vestidos de particular. Pasado un rato que le pareció eterno, salió uno y le ofreció traerle un par de championes, ya que –le avisaban– debían llevarlo a la comisaría. No lo dejaron entrar a apagar la estufa ni a ir al baño. Le trajeron el calzado y partieron rumbo a Maldonado. La niñera salió con el bebé en brazos y subió a la otra camioneta. Al llegar a la esquina, Cabrera vio que ese vehículo doblaba en dirección al colegio de su otro hijo, de 6 años. Preguntó por qué y le respondieron que pasarían a buscar al niño. Como todas las mañanas, su pareja lo había dejado allí antes de ir a trabajar en la ciudad de Maldonado

Los 40 kilómetros que separan a Piriápolis de la capital departamental los hicieron a 130 kilómetros por hora, recuerda. En su cabeza buscaba una explicación y se preguntaba qué estaba pasando. Al llegar a la altura de Solanas, uno de los policías le dijo: "Vos estás acá porque le bajaste una mano a tu hijo".

Minutos después declaraba en el Departamento de Homicidios de la Jefatura de Maldonado. De nuevo escuchó: "Le bajaste una mano a tu hijo lascivamente", le dijo el policía que había encabezado el operativo. Cabrera reaccionó: "Es una locura", a lo que le respondió: "Tenemos pruebas". "Quiero que me las muestren", retrucó él.

51 dólares en promedio le cuesta al Estado cada día de prisión injusta, según un estudio realizado por los abogados Fernando Posada y Andrés Ojeda, que analizaron 94 sentencias entre los años 2010 y 2016.

Su niñera lo había denunciado por golpeador, abusador, alcohólico y drogadicto, y a su pareja por cómplice del abuso. La mujer, que había sido contratada poco después del nacimiento de su segundo hijo, había presentado como prueba una conversación con el niño grabada con un celular en la que este contaba: "Yo le decía a papá que me hicieran cosquillas y él me agarraba de los brazos y me metía el dedo en el culo, mientras papá hace eso mamá me toca el pito", según el testimonio del niño transcrito en el expediente judicial.


Como Cabrera negaba las acusaciones, en determinado momento uno de los efectivos le aclaró: "Mira que tu señora está detenida ahí y vas a tener que decir la verdad". El calvario penal apenas había comenzado: del interrogatorio al calabozo, de allí al juzgado –primero para realizarle una pericia psicológica, y declarar ante el juez, lo que finalmente ocurrió al día siguiente–, del juzgado –esposado y a la vista de muchos conocidos– a la mutualista para un chequeo médico y de allí a la cárcel de Las Rosas.

Defensora y hermana

Mientras Cabrera y su pareja declaraban en la seccional policial, Adriana, la hermana de Humberto, que es abogada, recibió una llamada del juzgado. Le informaban que su cuñada Natalia estaba detenida y debía presentarse a la hora 13 para defenderla. Preguntó la causa –pero no se la dijeron– y pidió más tiempo, puesto que eran las 12 y le resultaba imposible trasladarse a Maldonado en una hora. El juez le dio plazo hasta las 15.


En el trayecto intentó comunicarse con su hermano, lo que obviamente no pudo lograr. Como su cuñada es encargada de una empresa de telefonía celular pensó que habría faltado algún celular o plata. Recién al llegar al juzgado supo que su hermano también estaba detenido. "Cuando el juez me informa que ambos estaban detenidos por abuso sexual, me empecé a reír, y le dije: 'Doctor, ¿me hizo perder tiempo por esta pavada?'".

Al entrar al juzgado también había visto a sus sobrinos, quienes le gritaron "tía". Cuando se acercó a saludarlos, una mujer regordeta que los tenía en brazos los apretó contra sí y le gritó: "No se acerque". Cabrera le preguntó quién era y ella respondió: "¡Policía!". Pero no era una policía. Minutos después supo que era la denunciante, la niñera, a quien no conocía personalmente.

A la cárcel

Después de declarar, un policía le comunicó a Cabrera la decisión del juez de procesarlo con prisión. "Se me cayó el mundo, me largué a llorar; le dije 'es un disparate'".

La voz de ese policía todavía resuena en su cabeza: "Quedate tranquilo, esto pasa. Moví a ocho personas para ir a buscar un tipo que salió en pantuflas tomando mate; no sé si sos culpable porque eso no depende de mí", le dijo. Le aconsejó que se pusiera ropa y championes más viejos de los que usaba en ese momento para ir a la cárcel.


En el auto de procesamiento el juez penal de Maldonado, Marcelo Souto, escribió que Cabrera "en reiteradas oportunidades hizo objeto de tocamientos lascivos" a su hijo. "Debe considerarse que según indican las máximas de la experiencia los niños no inventan este tipo de episodios, mientras que los adultos involucrados como presuntos abusadores siempre tienden a negarlos", agregó.

Lo encontró culpable de "reiterados delitos de atentado violento al pudor" y señaló que surgían indicadores específicos relacionados con el abuso sexual infantil. El procesamiento fue pedido por el fiscal Rodrigo Morosoli, quien compartió las apreciaciones del juez.
552 días pasó presa en promedio una persona sin tener que estarlo en los años estudiados, según el trabajo de Posada, abogado de Baker Tilly Uruguay. Eso significó para el Estado US$ 28.000 por reclamante.

Entre esos indicadores, Souto mencionó la pericia psicológica a Cabrera, que detectó "la existencia de vínculo conflictivo con características agresivas de índole verbal, psicológica y puntualmente física hacia su pareja (inclusive en presencia de hijos y niñera)" y que descartó en el niño "un discurso impuesto". Si bien el médico forense determinó que no había "signos físicos de violencia externa genital o anal", para el juez había "elementos de convicción suficiente" para inferir el abuso.

Con respecto a la madre, concluyó que "no se ha logrado reunir los elementos de convicción suficientes que fundamenten un reproche penal", pero aun así la dejó emplazada –significa que puede ser citada y detenida en cualquier momento–, y pasó el caso a un juez de Familia. Ese tribunal le quitó a la mujer la tenencia de sus hijos –uno de ellos en etapa de amamantamiento– y se la dio a sus abuelos maternos, con quienes viven hasta el día de hoy.

Catorce meses y seis días

Cabrera estuvo 14 meses y seis días preso, hasta que el 4 de octubre pasado el Tribunal de apelaciones penal de tercer turno lo absolvió y decretó su inmediata liberación. Por unanimidad los ministros Eduardo Borges, Julio Olivera y Pedro Salazar señalaron que la "prueba fundamental" en la que se basó el juez "flaquea", puesto que el diálogo en el que el niño cuenta el presunto abuso fue "guiado por la niñera".

Argumentaron que las preguntas de la niñera eran "claramente sugestivas: '¿Qué era que me contabas que te hacía tu padre y tu madre?' '¿Y mamá qué te hace?' '¿Y mamá qué te toca?' '¿Y mamá te toca el pito?' '¿Así que te tocan los dos?' '¿Y cómo te toca?', dejando en evidencia que la charla ya venía desarrollándose sin poder establecer cuál era su tenor, en qué condiciones y cuál fue su generador".

Citando a expertos en abuso sexual infantil, el tribunal señaló que para diagnosticarlo "es necesario tener otros indicadores", porque "el testimonio de los niños necesita ser valorado con cuidado".

También consideró que el niño "carece de signos físicos de violencia externa genital ni anal", y desde lo conductual no hay signos que permitieran sospechar que "estuviera siendo víctima de un abuso sexual intrafamiliar".

"Se entiende que solo el relato del menor recabado en primer término en las especiales condiciones expuestas no es suficiente para avalar un enjuiciamiento y menos aun para avizorar que (pueda haber) una sentencia de condena", concluyó la sentencia.

"Te vas"

Esa tarde del 4 de octubre, apenas los ministros firmaron la sentencia, desde el tribunal llamaron a la cárcel a informar que Cabrera debía ser liberado. "Estaba de medias y vino un policía y me dijo: 'Te vas. Yo no reaccionaba y otro preso me dijo: 'Boludo, te vas'", narra.

Semanas después, ahora libre, intenta enfocarse en volver a la normalidad y en disfrutar de sus hijos, a quienes no veía desde esa mañana de julio de 2016.

Decidió además que hará un juicio al Estado por prisión indebida. "No sé el tiempo que va a llevar, pero lo tengo que hacer, por mí y por mi familia. Tengo que hacerlo por mis suegros, que se pusieron esto al hombro y dejaron la vida cuidando a mis hijos", dice. El daño por el pasaje por la cárcel –que define como "tortura psicológica"–, por estar alejado de su familia, por perder el trabajo y sobre todo por ser acusado de un delito que incita al desprecio público.

"En los comentarios en Facebook hasta proponían matarlo. Querían lincharlo", recuerda su hermana. A la niñera la denunciaron penalmente por la falsa denuncia . "Quiero que se sepa que soy inocente porque para muchos soy un violador. Mi hijo quiere que lo vaya a buscar al colegio, pero la mayoría de las veces va mi suegro. Quizá la gente no reaccione pero yo me siento perseguido, no entro al supermercado, me quedo en el auto", confiesa.

En la cárcel: borrón y cuenta nueva

Para un hombre que nunca había pisado una comisaría la experiencia carcelaria es traumática. "Un abogado me aconsejó 'borrá todo de tu cabeza, tus valores, todo, arrancá de cero, cuidá tu vida cada día, desde que te levantás hasta que te acostás, no te metas en nada, no te drogues, evitá los problemas'".

Esas recomendaciones trató de cumplirlas a rajatabla y así pudo "llevarla". "La llevé, entre otras cosas porque soy veterano para estar en la cárcel; me decían 'el viejo hippie'", cuenta Humberto Cabrera, de 43 años. Fue al sector llamado "de seguridad", donde están recluidos los golpeadores y violadores. Allí compartía una celda de 10 metros cuadrados con otros cinco presos, pero agradece que no tuvo mayores problemas. "Tuve un par de entredichos con los pesados del sector", aclara.

20 reclamos se iniciaron en 2015 por prisión indebida, según los últimos datos divulgados por el Poder Judicial y que fueron recogidos por los abogados en su trabajo.

Otro recuerdo imborrable fue el de la primera noche en Las Rosas, cuando escuchó la noticia de su caso en la TV. "Sentado arriba de una lata de pintura con cinco más mirando la tele, quietito, escuché que hablaban de 'otro caso de abuso en Piriápolis'. 'Espero que en la cárcel se ocupen de él', recuerda que dijo el presentador. Me quedé en silencio y me fui a acostar".

Denuncia penal contra la niñera

Luego del procesamiento de Humberto Cabrera, su familia presentó denuncia penal contra la niñera por injurias, manipulación del menor, exposición revictimizándolo, apropiación indebida de las llaves de la casa, entre otros delitos. El caso radicado en el mismo juzgado que procesó a Cabrera aún no se movió y esperan que lo haga ahora que fue absuelto.

La mujer, de 52 años, había realizado varias denuncias a un 0800, pero como le pedían pruebas grabó el audio. En la denuncia la familia planteó que tiene una personalidad querulante (patología que lleva a denunciar), y lo había hecho con 12 personas antes que a la pareja de Piriápolis. La familia presentó testimonios certificados por escribano de testigos que aseguran que es psquiátrica y jamás había cuidado niños.

Según surge de una pericia privada realizada al niño por la psiquiatra infantil Jacqueline Maidana, en la que la profesional descartó el abuso, el niño dijo estar enojado con la niñera porque lo "engañó". "Me prometió regalarme un Ricardito y un paquete de galletitas waffles si yo contaba una historia, un secreto malo de mi mamá y mi papá (... ) me dijo que si no le decía eso a los señores, no me iban a dejar ir".

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