El Frente Amplio es una formidable fuerza política que lleva 46 años
de existencia. Va en la mitad de su tercer gobierno nacional consecutivo
y lleva 26 años de gobierno departamental de Montevideo. Tiene logros
sustantivos en el plano nacional, como el descenso de la pobreza de casi
40 % en 2004 a menos de 10 % en la actualidad. Es el país de la América
Latina con mejor distribución del ingreso, aunque lejos de los buenos
registros de los países desarrollados de Occidente. Los salarios reales
mejoraron más del 50 % desde 2005 con la negociación colectiva y el
mayor poder alcanzado por el movimiento sindical. Los gobiernos del FA
han colocado al Uruguay en la mira del mundo con sus leyes que otorgan
derechos a los ciudadanos, como el consumo reglamentado de la cocaína,
la despenalización del aborto y el matrimonio igualitario, entre otros
beneficios a los ciudadanos.
Con
un alto crecimiento económico, con la ayuda de mejoras en los precios
internacionales de los productos de exportación, se obtuvo un descenso
significativo de la desocupación abierta, aunque en la actualidad se
mantiene en niveles preocupantes. Son todos indicadores con resultados
muy positivos para la sociedad uruguaya. En el plano internacional al
Frente Amplio se le observa en términos paradigmáticos, especialmente
por su extraordinaria capacidad de unidad de acción de todos sus
componentes, desde el centro izquierda hacia la izquierda.
Me
considero un frentista antes que nada. Me siento fundador del FA por
trabajar en el grupo asesor de Seregni desde enero de 1971, junto a
Alberto Methol Ferré, Germán Wettstein, Pedro Seré, Julio Rossiello,
Samuel Lichtensztejn y el Coronel Zufriategui. Allí aporté mis
conocimientos pero también aprendí mucho. Desde esta posición hoy siento
una enorme preocupación por la realidad del FA, por sus dificultades,
por sus controversias, por sus conflictos internos, que los grandes
medios de comunicación profundizan y hasta terminan inventándolos.
Estamos viviendo además una coyuntura donde se pone en tela de juicio la
credibilidad de los partidos políticos y de la propia política que
puede terminar afectando la propia democracia. El Uruguay tiene una
democracia consolidada y un sistema de partidos relativamente fuertes,
pero que no se encuentran en su mejor momento.
La
orgánica del FA no tiene dirección, no tiene debates internos, los
grandes temas no pasan por sus organismos. Probablemente los sectores
políticos pasan por una coyuntura donde primero están interesados en
resolver sus problemas internos. Además hoy alcanzan a 35 sectores
políticos lo que sin duda requiere una revisión. Los comités de base han
cumplido una labor excepcional, pero los jóvenes no se integran a los
mismos lo que limita su futuro. Hay que reestructurar la coalición y el
movimiento. El FA debiera apoyar, orientar y controlar las acciones del
gobierno. Pero no tiene fuerza para ello. A veces siento que hay temor a
debatir. Concurrí a una reunión con el Canciller Nin Novoa para
conversar sobre la política internacional de este gobierno del FA.
Entendíamos que interesaba la inserción internacional, los tratados
comerciales, las dificultades del Mercosur, porque a veces surgen
declaraciones que pareciera que lo consideran como enemigo, la situación
de Venezuela y las relaciones con China. Pero la representación del
Secretariado del FA solo quería discutir sobre Venezuela porque había
una interpelación en marcha.
Sin duda manda el Poder
Ejecutivo, donde el equipo económico goza de muy elevado poder y no es
muy adicto ni al diálogo con los parlamentarios frentistas ni con la
fuerza política. Hay un hecho muy especial en la interna frentista: los
cabezas de lista, los líderes de cada uno de los sectores no concurren a
ningún espacio de la orgánica del FA. Son los que salen en los medios
de comunicación. No se ven entre ellos, no se encuentran, no dialogan,
no negocian, no acuerdan. No van a la mesa política, ni al secretariado,
ni a los plenarios. No debe existir partido político donde sus
principales figuras no participan en las decisiones de la fuerza
política. Esto dificulta los debates, la toma de decisiones y sin duda
le quita poder al FA. El sábado en el Plenario sobre la estrategia
política del FA hacia el 2020 no estaban presentes estas figuras
principales y había solamente 2 senadoras de 16.
Una
de mis grandes preocupaciones es el momento que vivimos de descontentos y
desencantos, especialmente entre los frentistas. Para continuar con el
proceso de transformaciones es indispensable analizar, estudiar e
investigar las causas de este descontento. Derivan de la situación
internacional o de los procesos internos. Son la consecuencia de
acciones del Poder Ejecutivo, como los problemas que aparecen en los
medios de comunicación como la inseguridad, la educación, los impuestos,
el atraso cambiario, los problemas de Ancap o son nuevas exigencias y
aspiraciones de la sociedad. Los descontentos son de los jóvenes o de
los viejos. Derivan de la falta de acción de la fuerza política que no
tiene la cercanía necesaria ni con las organizaciones sociales ni con la
masa frentista. Son la consecuencia de los enfrentamientos y conflictos
internos entre figuras del FA con gran ampliación en los grandes medios
de comunicación. Son todas interrogantes que es imprescindible conocer.
Nos llamó la atención que presentamos una moción en el Plenario del
sábado para estudiar estos temas y fue aprobada por una muy leve
mayoría.
Quedan prácticamente dos años de gobierno. Es
imprescindible contar con una estrategia de desarrollo, que nos permita
visualizar la continuidad del proceso de desarrollo y de
transformaciones para avanzar hacia la igualdad. Ello requiere también
avanzar en una política que permita visualizar las relaciones de poder,
los cambios necesarios de dicha estructura y las alianzas sociales y
políticas requeridas, temas que no están contemplados en el documento de
estrategia que se aprobó en el Plenario del sábado pasado.
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