urgencia? Sí, ya sabemos, la edad y todo eso, pero ¿no era que iba a
hacer las cosas diferentes? No, no me refiero solo a Siria. El mes
pasado su ejército bombardeó Mosul y murieron casi doscientas personas.
El mundo apenas se conmovió, pero muchos niños murieron en ese ataque.
Sí, ya sé que ustedes no tenían intención de matar ningún niño inocente.
Tal vez su colega, ese otro enamorado del poder que preside Siria
tampoco quería matar niños. Será malo pero no tan estúpido. Su objetivo
era el mismo que el de ustedes: los terroristas del Estado Islámico.
Pero a ellos (si fueron ellos, claro) no les importó que entre las
cincuenta o sesenta victimas hubiesen niños, como no les importó a
ustedes en Mosul. ¿Sabía que los pobres también tienen niños? Hasta en
la base militar que acaba usted de bombardear en Siria murieron niños.
Cierto, no tantos, y probablemente eran hijos de militares. Pero niños
al fin, ¿no?
Su portavoz ha dicho que ni Hitler usó armas químicas como el dictador
de Siria. Eran las preferidas de Churchill, ¿recuerda? No, no lo sabe.
Supongo que al menos sabrá que ustedes las usaron sistemáticamente en
Vietnam, por mencionar un solo caso. ¿No? El famoso Agente Naranja no se
llamó así peor el color de su pelo. No murieron cincuenta ni cien
personas. Probablemente murió un millón de personas y otro millón nació
y sigue naciendo con malformaciones. Bueno, supongamos que los malditos
profesores exageran las cifras. Digamos que solo murieron mil o dos mil,
para no ofender a nadie.
¿Pero usted? ¿No era que iba a hacer las cosas diferentes? No, yo no. No
soy tan ingenuo. Yo no le creo a ningún político, ni al más malo. Es un
defecto que me quedó de la dictadura militar en la que crecí. Lo sé, lo
sé. Todos dicen lo mismo antes de ganar las elecciones. Pero uno tampoco
puede dejar de anotarlo. Faltaba más, que además de acusarnos de
radicales peligrosos por usar palabras y no armas ni dinero, además nos
dedicáramos al silencio cómplice.
No hace mucho, usted dijo que la Guerra en Irak había sido producto de
mentiras. Cuando nosotros lo dijimos antes de que se lanzara esa
aventurita, resultamos que éramos infantiles, poetas desvinculados de la
realidad. Claro, porque un billonario como usted sí sabe lo que es la
realidad… Mejor dicho, eso era antes. Ahora es prácticamente imposible
ocultarla, por lo cual la moda es la indiferencia o la difamación.
Vayamos a lo que importa. ¿Es usted realmente honesto sobre sus
intenciones de salvar vidas alrededor del mundo, vidas de inocentes como
conmovedoramente dijo antes de bombardear Siria? ¿De verdad? Por favor,
dígamelo con la mano en el pecho. ¿Sí? Bueno, ¿entonces, por qué no
bombardea el mundo con alimentos, con medicinas, con libros, en lugar de
arrojar doscientos millones de dólares diarios solo en bombas como se ha
venido haciendo desde hace ya muchos años? De esa forma ahorrará usted
millones. Millones de vidas y millones de dólares.
Claro, la seguridad nacional y todo eso. Siempre habrá gente que insista
en lo mismo. No le conviene a la seguridad nacional alimentar a los
enemigos. Son los mismos que han creado gran parte del problema, sino
todo el problema. Pero considere por un segundo que los enemigos se
crean por millones cada vez que una bomba que cuesta un millón de
dólares cae sobre un grupo de casas que no llegan siquiera a la cuarta
parte de ese valor, cargada de buenas intenciones pero matando inocentes
como resultado tradicional e inevitable. ¿Qué libertades perdieron
ustedes cuando fueron derrotados en Vietnam, aparte de millones dólares
y millones de vidas humanas? ¿O el mundo está mejor hoy que antes de la
invasión a Irak? ¿Estamos mejor luego de trillones de dólares invertidos
en guerras que han dejado millones de muertos? ¿Está usted mejor? ¿Se
siente usted hoy más seguro que antes? Qué pregunta tonta, ¿no? Tal vez
usted sí, pero no el resto. Entonces ¿es por eso que usted también
insiste con un método tan absurdo?
Claro, hay que vender, la economía debe ser reactivada, debe crecer sin
pausa o todo se va al diablo. ¿Pero qué es lo que se iría al diablo?
¿Los buenos negocios? Si, obvio, la muerte es un gran negocio desde hace
siglos. Pero es probable que la vida sea un mejor negocio, no a corto
plazo, sino a largo plazo. Imagine todos esos miserables sobreviviendo
en esos países tan horribles que ustedes suelen bombardear de vez en
cuando, en lugar de hambrientos y moribundos tendrían algo de dinero
para comprar sus cachivaches. Es más, muchos de ellos, sino casi todos,
no vendrían a joder a estos países tan pulcros y bien organizados y
muchos menos tendrían el concepto que tienen de ustedes, los
salvaguardas de la libertad y la civilización.
¿No sabe usted que en toda sociedad, en toda la historia, la tercera ley
de Newton se aplica mejor que a los cuerpos inertes? ¿Cómo? ¿Qué le
gustó las dos últimas palabras? ¿Pero, en serio, se acuerda de la
tercera ley de Newton? Toda acción produce una reacción. Usted no puede
jugar al ta-te-ti sin siquiera considerar que el otro también juega.
Usted no puede orinar sobre México y pensar que los mexicanos van a
festejar. Lo mismo cuando cree que ganar significa aplastar o marginar a
otros seres humanos. Eso que usted confunde con la competencia, como
buen zar de los negocios.
¿Cuál es la próxima aventura, Sr. Presidente? ¿Asia? ¿África? ¿América
Latina? ¿Los hielos antes eternos del Ártico y del Antártico? Porque de
eso estamos seguros, Sr. Presidente. Habrá muchas otras nuevas aventuras
y muchos más muertos. No, no, sus hijos no. Bueno, no creo. Los hijos de
los otros, de esa gente que ni siquiera parece gente. Porque no se vaya
a creer, como todos los políticos se creen, que usted va a hacer algo
diferente. La sangre no lo va a sacar de su puesto sino todo lo
contrario. Sólo la próxima crisis económica pondrá en duda sus
capacidades éticas y morales.
Mientras tanto, diviértase, porque, salve, Cesar, los que van a morir
te saludan.
/Jorge Majfud
Escritor uruguayo estadounidense, autor de Crisis y otras novelas./
Jorge Majfud
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