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sábado, 25 de marzo de 2017

OBAMACARE: TRUMP NO LOGRO DERRIBAR EL PROGRAMA DE SALUD PORQUE LOS ULTRA DERECHISTAS DE SU PARTIDO ADEMAS QUERIAN SANGRE



El presidente Donald Trump ha fracasado. El gran negociador, el dealmaker, el hombre que todo lo puede, ha sufrido de la mano de su propio partido la mayor humillación de su corta presidencia. Su reforma sanitaria ha sido retirada después de que su votación en la Cámara de Representantes fuera suspendida in extremis ante la constatación de que no iba a lograr la mayoría suficiente. De nada han servido sus presiones ni amenazas a los congresistas. Los halcones del Freedom Caucus, 36 indomables herederos del Tea Party, se enrocaron en su rechazo e hicieron sentir al multimillonario el verdadero precio de la política. Enojado,Trump anunció que tardará en reactivar su reforma. "Cuando el Obamacare explote", dijo. Pero el tema es que no perdió porque un sector moderado lo frenara, sino porque para el ala ultraderechista de su partido con esa reforma de Trump eran poco los yanquis que se iban a quedar sin atención médica y querían que fueran muchos millones más.


La derrota es de Trump. Él había asumido el liderazgo de la batalla y él, pese a contar con mayoría en la Cámara de Representantes, ha sido incapaz de torcer la mano a sus correligionarios más radicales. Se reunió con ellos y les ofreció cesiones de enorme calado, incluida la eliminación de prestaciones sanitarias básicas. Pero no pudo convencerles. Y cuando en un gesto de fuerza decidió lanzarles el pulso y adelantar al viernes la votación, perdió.

"Viviremos con el Obamacare en un futuro próximo. No tenemos suficientes apoyos y hemos fallado, nos faltaban entre 10 y 15 votos, pero no es el fin de la historia, quedan muchos proyectos por delante", señaló el líder republicano en la Cámara de Representantes, Paul Ryan.

Ahora, con una valoración por los suelos, tendrá que digerir su fracaso y decidir si abre una nueva y dolorosa negociación. En un principio, el presidente no parece muy dispuesto a hacerlo en el corto plazo. El mismo señaló que prefiere enfocarse en la mucho más popular reforma fiscal. Como ha podido comprobar, la ley sanitaria está llena de espinas y resucitarla requiere un proceso largo y complejo.

La tensión es paradójica. El mismo Obamacare que ahora ha dividido a los republicanos, durante años les ha unido. Desde que en 2010 el presidente demócrata sacara adelante su proyecto, los conservadores lo han considerado un compendio de los males de la izquierda. Da igual que haya extendido la cobertura a 20 millones de personas o que haya puesto veto a la cruel práctica de las aseguradoras de rechazar o esquilmar a pacientes con dolencias previas. Para los republicanos el sistema desarrollado por Obama ataca la raíz de su ideología: amplia la burocracia federal, ahonda el déficit y acaba con la libertad de elección.

Trump, con instinto político, ha sabido monopolizar este malestar. En campaña y como presidente golpeó sin compasión la criatura de Obama y anunció que sería él y nadie más quien la sacrificaría. Y así lo escenificó. A principios de marzo, cuando el líder republicano en la Cámara de Representantes, Paul Ryan, presentó el proyecto alternativo, el presidente se lo apropió. Tras el fracaso judicial de su veto migratorio y con las llamas del escándalo ruso cercándole, la reforma sanitaria se volvió su gran válvula de escape y su primer examen parlamentario.

El proyecto apadrinado por Trump se define por eliminar la obligatoriedad del seguro médico, congelar el programa para los más desfavorecidos y poner fin al aparato impositivo que nutre la red asistencial. La deconstrucción es profunda pero no completa. Sigue prohibiendo a las aseguradoras rechazar a un paciente con enfermedades previas y da plazos para desmantelar la obra de su antecesor. El resultado es un híbrido que no ha satisfecho el ansia liquidacionista de los radicales pero tampoco cumplido la promesa de Trump de garantizar la cobertura universal.

La Oficina Presupuestaria del Congreso, un organismo no partidista y cuyos estudios gozan de reconocimiento general, ha establecido que la aplicación del plan republicano supone dejar sin seguro médico a 14 millones de personas el año próximo y 24 millones en una década, lo que elevaría la población sin cobertura a 52 millones. También implicaría una subida de las pólizas del 15% al 20% para los dos próximos años. Todo ello ha sido desmentido por la Casa Blanca, que ha tomado como única referencia del estudio el ahorro que implica su proyecto: 150.000 millones de dólares en una década.

Para los radicales nada de esto vale. Su obsesión es que se abaraten los seguros médicos y se reduzca el peso estatal en la vida civil. Con este fin exigieron que se eliminase del proyecto las denominadas prestaciones sanitarias esenciales incluidas por ley en las pólizas y que comprenden la medicina preventiva, la atención de urgencias, la estancia hospitalaria, los cuidados mentales y la maternidad.

La petición era prácticamente suicida. Como recordó Paul Ryan, asumirla suponía que la reforma nunca podría superar el filtro del Senado, donde la mayoría republicana es exigua (52 contra 48) y los moderados ya han anunciado que rechazarían una ley deshuesada hasta tal punto.

El intento final de conciliar ambos intereses no dio resultado. Aunque Trump aceptó la impopular rebaja de las prestaciones, los ultraconservadores consideraron que seguía siendo excesivo el intervencionismo estatal en la sanidad. Llegados a este punto, cualquier paso más suponía incendiar el ala moderada. La capacidad de maniobra se había agotado. Con la Cámara de Representantes a punto de votar, el presidente ordenó retirar la propuesta y llamó a varios periodistas para contárselo. “Me siento decepcionado y sorprendido”, dijo Trump. Había fracasado. El pantano que él prometió drenar le ha ganado la primera partida.

El ala más reaccionaria gana terreno e influencia en Estados Unidos de América. Este viernes, el House Freedom Caucus, como se conoce al grupo de 36 congresistas, consiguió bloquear una de las grandes promesas del presidente Donald Trump durante su campaña electoral: el reemplazo del programa sanitario de Barack Obama, conocido como Obamacare. Su victoria es una más en la reciente historia legislativa del país y representa una bofetada para el presidente que durante la campaña prometió ser el mejor negociador, capaz de convencer a todos los políticos de Washington.

Desde su formación en 2015, el Freedom Caucus —compuesto mayoritariamente por congresistas de Estados del sur—, ha desafiado al establishment de Washington y dificultado la agenda general del Partido Republicano, eligiendo cuidadosamente sus batallas y actuando en bloque para oponerse a medidas impulsadas por su propio partido cuando consideran que no son suficientemente conservadoras. Su objetivo original era la reducción del gasto público, pero a día de hoy también se oponen al intervencionismo del Estado en asuntos sociales, como la provisión gubernamental de un sistema de sanidad.

No negocian, o negocian poco. Sus miembros se mantienen muy fieles a sus valores compartidos y una vez que más del 80 % de ellos decide apoyar o rechazar una medida, el resto está forzado a seguir esa decisión, según un estudio del laboratorio de ideas Pew Research Center. Su rocosidad y empeño forzó la destitución del presidente de la Cámara de Representantes (republicano) en 2015, John Boehner, tras numerosos desencuentros y la poca cohesión de los republicanos en el legislativo. Ahora desafían a Trump, el hombre que alegaba poder negociar con cualquiera.

En las últimas horas, estos 36 legisladores han conseguido la doble humillación de retrasar el voto de una medida central de la campaña de Trump y posteriormente bloquearla. Tras una ronda de frenéticas negociaciones a lo largo de toda la semana, Trump y el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, han sido incapaces de seducir a los ultrareaccionarios, que consideran que el proyecto de ley presentado para sustituir Obamacare representa, todavía, demasiada intervención del Estado en un asunto que ellos consideran debería ser una cuestión personal de cada familia.

Pero esta vertiente ultraconservadora no es nueva, sino que es heredera directa del movimiento Tea Party, que en las elecciones legislativas de 2010 ayudó al Partido Republicano a recuperar la mayoría parlamentaria en la Cámara de Representantes. Desde entonces, figuras nuevas con valores radicales como el ahora senador por Texas, Ted Cruz —que también aspiró a la presidencia en 2016— han sido aupados al poder legislativo.



El plan que tenía Trump para dejar a 24 millones yanquis sin asistencia médica




El modelo estadounidense se basa en la sanidad privada. A diferencia de sistemas como el español o el británico, los norteamericanos carecen de acceso universal a la salud, por lo que dependen de un seguro privado para recibir atención médica. Hay tres maneras de conseguir cobertura en EE UU: a través de un empleo —las empresas de más de 50 trabajadores a tiempo completo deben costear una parte de la póliza—, comprándolo de manera individual o, en el caso de personas sin recursos y mayores de 65 años, a través de dos programas públicos.


Repasamos las principales modificaciones al sistema sanitario de USA que quieren aprobar los republicanos:
Cómo se compran los seguros

El sistema actual, debido a la reforma sanitaria de Obama, impone el conocido como “mandato individual”, que obligaba a los ciudadanos a contratar un seguro. Si no, debían pagar una penalización económica cada año. Las grandes empresas también estaban obligadas a proporcionar seguros asequibles a sus empleados. Estas dos condiciones desaparecen en la ley republicana. El nuevo sistema permitiría a las aseguradoras, además, aumentar el precio de las pólizas un 30% para quienes no renueven la cobertura y deban comprar un seguro nuevo.
Qué cubren los seguros

La reforma de Obama impuso a las aseguradoras una decena de cuidados que debían ofrecer en las pólizas de manera obligatoria. En la lista estaban la medicina preventiva y los cuidados por maternidad, por ejemplo, pero los republicanos ultraconservadores han conseguido que Trump retire estas exigencias de la ley a cambio de su voto. Si sale finalmente adelante, a partir de 2018 cada Estado podrá decidir si impone estos requerimientos o no a sus aseguradoras.
Subsidios

Para favorecer el acceso a los seguros, el sistema de Obama ofreció subsidios en forma de desgravaciones de impuestos que favorecía a los más jóvenes y los ciudadanos con menos recursos. Los recortes se basaban en la edad y el nivel de ingresos de la persona, entre otros factores. Los republicanos los han eliminado a partir de 2020 y su nuevo sistema favorecerá a las personas con más recursos.
Programas públicos para mayores de 65 años y personas sin recursos

Obamacare contribuyó a ampliar el número de ciudadanos sin recursos que podían obtener un seguro. El sistema beneficiaba a personas con ingresos equivalentes hasta el 138% del nivel de pobreza —establecido en 22.000 dólares anuales para una familia de cuatro personas con dos hijos menores de 18 años. La ley republicana rebajará el nivel exigido para recibir ayudas a partir de 2020. Los programas públicos tampoco cubrirán atención destinada a tratar la salud mental de estos pacientes ni la adicción al alcohol o las drogas.

El informe de la Oficina de Presupuesto del Congreso asegura que el plan republicano invertirá cerca de 900.000 millones de dólares menos en sanidad. En análisis estimó que 24 millones de ciudadanos perderán la cobertura médica en los próximos 10 años. El coste estimado para una persona de 64 años con ingresos anuales de 20.000 dólares se multiplicará, por ejemplo, un 758%.
Desgravaciones de impuestos

Un estudio del Urban Institute, organización especializada en estudiar el impacto económico de normativas como la reforma sanitaria, ha estimado que las familias cuyos ingresos sean inferiores a 10.000 dólares anuales, pagarán 1.420 dólares al año más por su seguro con la ley republicana. Aquellos que cobran más de 200.000 dólares al año sin embargo, se ahorrarán 5.640 dólares anuales. En total, el recorte de impuestos a las rentas más ricas asciende a 600.000 millones de dólares cada año, según la estimación del Comité para un Presupuesto Federal Responsable.

Una de las claves de la reforma sanitaria de Obama fue la creación de un impuesto sobre las rentas más ricas que ayudaría a financiar los subsidios para las personas con menos recursos y mayores de 65 años. El objetivo era aumentar el número de ciudadanos con acceso a la sanidad y la cantidad de asegurados. Los republicanos han eliminado ese impuesto, sin embargo, y ha creado ayudas para las personas con más recursos. Los subsidios, dice el Urban Institute, son ahora más pequeños para quienes tienen menos y más amplios para quienes más ganan. El 90% de los subsidios creados para acceder a los seguros benefician a las familias con ingresos superiores a los 100.000 dólares al año.

Y estas son las partes del sistema que permanecerían igual: los estadounidenses podrán incluir en sus pólizas a sus hijos hasta los 26 años, una novedad que introdujo la reforma sanitaria de Obama; las aseguradoras no podrán negar la cobertura a una persona con condiciones médicas preexistentes, y queda prohibido imponer límites anuales o vitalicios al gasto por la atención médica que recibe una persona.


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