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domingo, 19 de febrero de 2017

DRA. R. KETCHEDJIAN: EJEMPLO DE VIDA, A LOS 60 AÑOS (AHORA TIENE 84) SE PUSO A ESTUDIAR ABOGACIA PARA AYUDAR A PERSONAS DE POCOS RECURSOS

Cuando tenía 13 años, Rosa Ketchedjian, conocida como sor Querubina, ya sabía que quería ser monja. Hoy, a los 84, sigue al pie del cañón y recuerda, como si fuera ayer, los años en que enseñaba astronomía a los liceales, las "chorizadas" que compartía con estudiantes de la facultad de derecho (ella tenía entonces 58 años) y el día en que abrió su estudio jurídico en La Teja.


"Me gustaban las monjas porque siempre estaban alegres y contentas, siempre estaban ayudando a los demás. Yo vengo de una familia muy cristiana. Mis padres eran personas que iban siempre a la misa dominical, y antes de dormir y de comer, rezábamos. Así que la semilla de querer ayudar al prójimo ya estaba en la familia".
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De los ocho hermanos, cinco decidieron ser religiosos: dos son sacerdotes salesianos y tres (incluida Rosa) son monjas de la congregación capuchina de la Madre Rubatto.

Cuando terminó 4° de liceo, Rosa estaba decidida: quería ingresar en el noviciado. Pero también tenía intención de comenzar Magisterio. En su congregación prefirieron que terminara sus estudios antes de que vistiera los hábitos.

A los 19 años, ya como monja, estudió en el IPA y luego comenzó a dar clases. "Enseñaba catequesis, historia, matemática, y también daba algún curso de filosofía, pero sobre todo de astronomía ya que en esa época había pocos docentes de esa materia", recuerda. Aún hoy colabora con varios centros educativo: el Colegio de Lourdes de Malvín (Rivera y Amazonas), el Liceo San José de la Providencia en Belvedere, un colegio de Tala y el liceo de las Capuchinas de Maldonado.

Abogada.

Cuando volvió de un viaje, se encontró con que su sobrino y otros compañeros de generación —que estaban haciendo abogacía— habían abandonado la carrera debido a que los exámenes eran muy exigentes, por lo que decidió ayudarlos para que continuaran con sus estudios. "Como era profesora les enseñé a estudiar, les enseñé cómo hacer resúmenes, y así los ayudé a que continuaran estudiando", indicó.

Fue durante ese tiempo que se le ocurrió a ella misma comenzar a estudiar Derecho.

"Dije ¿por qué no estudio y también doy los exámenes aprovechando que tengo facilidad, que tengo tiempo y que ya estaba estudiando con ellos?". En ese momento, sor Querubina tenía cerca de 60 años.

"Al principio fue complicado. Cuando fui a pedir a la Facultad para dar los exámenes, me dijeron que no podía debido a que no había hecho preparatorio y tenía que hacerlo sí o sí para poder ingresar. A pesar de que había sido profesora de 5° y 6° de liceo", recuerda sor Querubina.

Se anotó en el Liceo Bauzá, dio varios exámenes libres y en un año hizo 5° y 6° de liceo.

"Al año siguiente ingresé a la Facultad de Derecho y me enganché con los compañeros a los que había ayudado, di los exámenes que ya había preparado y seguí con ellos toda la carrera", narró la monja. Se recibió cuatro años después, en 1990.

"Fue una experiencia impresionante. Formamos un grupo muy lindo. Íbamos a la facultad de noche porque la mayoría trabajaba. Con los compañeros de generación hacíamos chorizadas en el Liceo de Lourdes donde yo daba catequesis. Hasta el día de hoy hay personas que cuando me ven se acuerdan de mí y me cuentan que ellos iban a aquellas chorizadas. Muchas personas que eran compañeros de facultad hoy son fiscales", cuenta con una sonrisa.

En la esquina de la casa de sus padres, donde la familia tenía antes una farmacia, sor Querubina decidió abrir un estudio jurídico para atender principalmente casos de Derecho penal. "Era en La Teja, cerca de ahí había un cantegril y estaba la calle Cachimba. De a poco comenzó a llegar gente del barrio y de los alrededores: una mujer que tenía a su marido preso, otra que tenía problemas familiares y se estaba divorciando, y otro por un problema de drogadicción, entre otros casos. Y empecé a frecuentar las cárceles para visitar a esos presos: iba al Comcar, a La Tablada, al penal de Libertad, y también a la comisaría, cuando la policía agarraba a alguno", contó.

Cuando los presos la veían llegar "se acercaban como moscas". Ella, cuaderno en mano, tomaba nota de sus nombres y los delitos por los que estaban acusados. "Siempre me decían lo mismo: que ellos no habían hecho nada, que había sido otro y que estaban cumpliendo pena injustamente. Por lo general eran personas que habían cometido rapiñas, hurtos, algún que otro homicidio, y me pedían que los ayudara. Mi función, principalmente, era hablar con jueces y fiscales para intentar atenuar penas, pedir libertades o salidas condicionales", indicó. Durante su carrera representó a unas 30 o 40 personas privadas de libertad.
Liceo de reclusos.

Su intención de amparar a los presos, y a todo aquel que se acercara a pedirle ayuda, venía de varios años antes de comenzar a ejercer la abogacía. Su congregación fundó, en la década de los 60, el liceo de las Hermanas Capuchinas en Maldonado y Rosa era la encargada de supervisar la obra. "Hablé con un fiscal del departamento y conseguí que 10 presos de la cárcel de Maldonado vinieran a trabajar en la construcción. Eran reclusos sin antecedentes serios y que tenían buena conducta. Almorzaban en el colegio y trabajaban en la obra como peones o albañiles, por lo que la construcción del liceo se hizo toda con las manos de los reclusos", contó.

Hoy sigue ayudando "en la medida de lo posible", pero cada vez se le hace más difícil ir a las cárceles. En cambio, se ha abocado a ayudar a las familias de los reclusos.

"Pedimos a la gente que traigan alimentos para esas familias. Hay personas que llevan muchos años en la cárcel. Y mientras tanto, ¿qué puede hacer la mujer sola con 4 hijos?", se pregunta sor Querubina.

Fuente: El País



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