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jueves, 7 de enero de 2016

PRESIDENTE VAZQUEZ: YO ESTOY DE ACUERDO CON TODOS (DE LA BOCA PARA AFUERA)

El Semanario Búsqueda envió un cuestionario al presidente de la república, el Doctor Tabaré Vázquez, quien señala entre otras cosas que en el año 2015 vivió los meses más complejos al frente del gobierno nacional. Sin embargo, asegura que no se siente “víctima del 2015”, como tampoco pretende encarar el 2016 con “exitismo”. Al responder el martes 28, vía correo electrónico, a un cuestionario preparado por Búsqueda, el presidente dijo que no le preocupan las discusiones internas en el Frente Amplio, porque, si son adecuadamente tramitadas, pueden enriquecer al partido de gobierno. Luego de una pregunta sobre las fuertes diferencias que hicieron públicas el ex presidente José Mujica y el ministro de Economía, Danilo Astori, sobre la situación de la empresa estatal Ancap, Vázquez dijo preocuparse cuando los debates se gestionan “mal”, pues eso los “desvirtúa y no benefician a nadie excepto a quienes, vaya a saber por qué razón, confunden política con espectáculo, debate con gritería e información con chismografía”. El presidente adelantó que los ministros de su gabinete que pretendan realizar carrera electoral tienen claro que deberán dejar sus cargos. Además sostuvo que a pesar de los cambios y problemas políticos regionales de los últimos meses (Argentina, Brasil y Venezuela), “quienes ya le estén extendiendo partida de defunción (a la izquierda en América Latina) confunden deseos con realidad”. —Teniendo en cuenta que usted ha definido estos primeros nueve meses de su segundo mandato como los más complicados en el cargo de presidente de la República, ¿puede inferirse que el año 2016 será clave para su mandato? Si es así, ¿por qué? —En materia de gobierno no hay años trascendentes o intrascendentes. Más allá del “paisaje” de cada uno, todos, por diferentes razones, son igualmente importantes. En tal sentido, ni nos sentimos víctimas del 2015 ni encaramos el 2016 con exitismo. Trabajaremos con el entusiasmo y la perseverancia de siempre para el cumplimiento del Programa de Gobierno que propusimos a la ciudadanía y que esta mayoritariamente respaldó. —¿Cuáles son las razones por las cuales usted estima que estos primeros nueve meses de su gobierno han sido tan complicados? ¿A qué se debió? ¿Hubo demasiada presión de intereses corporativos? ¿Hubo disfuncionalidades en su fuerza política? ¿Hubo errores propios del gobierno? ¿O hubo un poco de todas esas cosas? —En la política y en los gobiernos nada es casual y todo es consecuencia de una conjunción de factores. En tal sentido, podría responder a su pregunta con una de las opciones que usted plantea en la misma: “un poco de todas esas cosas”. Pero aún así no sería una respuesta suficiente, pues seguramente hubo otros factores que también incidieron. Algunos de ellos exógenos, otros no; algunos previstos, otros un tanto sorpresivos. Pero así es la realidad y de nada sirve negarla, quejarse o pelearse con ella. Hay que asumirla y gestionarla con el sentido y la dirección de nuestros objetivos. Los objetivos de este gobierno y de la sociedad uruguaya en su conjunto son razonables pero ambiciosos y por lo tanto el camino hacia ellos no es fácil. Pero mejor tener objetivos ambiciosos que no tener objetivos y conformarse con la comodidad de lo fácil. —Cuando usted fue Intendente de Montevideo entre 1990 y 1995, las diferencias entre el gobierno y el sindicato Adeom se discutían duramente con su entonces líder, Eduardo Platero, pero al final usted y Platero llegaban a un acuerdo, usted convencía a su gabinete, Platero convencía a la asamblea sindical y los acuerdos se cumplían. ¿Falta eso hoy en el sindicalismo uruguayo? Para decirlo claramente, ¿faltan líderes con la capacidad que tenía Platero? —A veces el paso del tiempo presenta una visión muy simplificada del pasado y no totalmente coincidente con la realidad del mismo. Platero y yo (aclaro que no me refiero al título de la obra de Juan Ramón Jiménez) no negociábamos en el vacío. Él representaba al gremio de los trabajadores municipales y yo al gobierno municipal. No “arreglábamos a solas y luego cada uno convencía a su gente”. Dialogábamos, consultábamos, acordábamos y gobernábamos los acuerdos y los desacuerdos (porque los desacuerdos también se gobiernan) en las instancias y por los canales correspondientes. Más de veinte años han pasado desde entonces, mi buen amigo Platero se jubiló y yo no me jubilé pero tampoco me compete juzgar al movimiento sindical uruguayo o indicarle lo que tiene que hacer. Es un movimiento sindical autónomo y maduro. —Durante su primer mandato el movimiento sindical se vigorizó. Muchas de sus decisiones como presidente les reconocieron a los sindicatos derechos que no existían antes y muchas de sus leyes fueron en la dirección de defender los derechos laborales de los trabajadores. ¿Esperaba que en este segundo mandato suyo (tercero del Frente Amplio) los sindicatos le plantearan una batalla tan fuerte casi desde el principio? (Se llegó al nivel máximo desde que existen registros en cuanto a conflictividad) —¿“Cría cuervos y te arrancarán los ojos”? No, contundentemente no. Lo que hicimos durante el primer gobierno no fue una dádiva ni una forma de comprar paz sindical. Había que hacerlo por el bien de los trabajadores y de la sociedad uruguaya en su conjunto. Y lo hicimos entre todos. Ahora estamos en otra etapa. “Superior”, podría decirse, pues ya no se trata de reconocer lo elemental ni de superar emergencias, sino de consolidar lo alcanzado y de continuar avanzando en derechos y en oportunidades sin que nadie quede atrás. —¿Considera que los sindicatos deben actuar con mayor responsabilidad o, si lo prefiere, respetando la realidad que suele ser mucho más fuerte que las utopías? —Reitero: no me compete juzgar al movimiento sindical ni corresponde que le indique cómo actuar. Lo que como presidente de la República tenía que decirle al PIT-CNT lo dije en el acto inaugural de su 12º Congreso, realizado el 15 de junio próximo pasado (si no me equivoco, esa participación fue la primera de un presidente de la República en ese ámbito). También dije algo, pero no solamente al PIT-CNT, el 18 de noviembre pasado, en ocasión del inicio del proceso de “diálogo social”. ¿Recuerda? Sucede que en el afán de producir noticias se cae en el error de priorizar lo efímero y subvalorar lo permanente. Pero en la historia —y la construcción de las naciones es una tarea histórica— lo importante no son las noticias sino los procesos y las tendencias. ¿No le parece? Ahora bien, si me pregunta si además he mantenido o mantengo diálogo con dirigentes del PIT-CNT cuando las circunstancias lo ameritan, la respuesta es positiva. Para gobernar hay que dialogar; para gobernar para todos los uruguayos hay que dialogar con sus organizaciones representativas; y para un gobierno con la identidad del nuestro, dialogar con los trabajadores es fundamental. ¿Que el diálogo no siempre es fácil? ¿Que algunos temas son especialmente problemáticos? ¡Vaya novedad! Pero a nosotros no nos espantan los problemas, tampoco nos gustan, pero los asumimos como expresión de asuntos a mejorar entre todos (cada quien desde su respectiva identidad) y por el bien de la sociedad uruguaya en su conjunto. —¿Usted esperaba más apoyo de su partido político, el Frente Amplio, durante el año que termina? —Yo al Frente Amplio le exijo mucho no solamente porque es la fuerza política a la que pertenezco (y en ese sentido también es bueno que el Frente Amplio me exija a mí), sino también porque estoy plenamente convencido de que el del Frente Amplio es el mejor proyecto de país que existe en el Uruguay actual. —¿Le sorprendió la alta exposición que adoptó el ex presidente José Mujica? Pregunto esto porque todo el Uruguay sabe que cuando usted abandonó la Presidencia el 1º de marzo de 2010, usted no solo no habló públicamente sobre la marcha del gobierno sino que tampoco actuó para torcer o discrepar con decisiones del anterior gobierno. Ahí, evidentemente, hay una diferencia notoria entre su conducta y la de su antecesor. ¿Cree saludable que los ex presidentes tengan un papel tan protagónico en los gobiernos que los suceden, aunque sean de su mismo partido? —No; Pepe es como es. Tiene su estilo como yo tengo el mío. Dicho sea de paso: creo que es más acertado hablar de “estilos” que de “conducta”. Pero ha de quedar claro que tanto Pepe como yo y como tantos otros compañeros, somos irremediablemente frenteamplistas. Frenteamplistas por convicción, pasión, experiencia y esperanza. —En el marco de ese papel protagónico del ex presidente Mujica, este ha tenido fuertes intercambios públicos con su actual ministro de Economía, Danilo Astori, quien a su vez fue vicepresidente de la República durante la gestión de Mujica. ¿Cómo evalúa esos intercambios? ¿Cree que si continúan pueden perjudicar la imagen y aun la propia gestión del gobierno? —No le temo a las discrepancias ni a las polémicas. Por el contrario, creo que, adecuadamente tramitadas, son enriquecedoras para todos. Pero me preocupa la mala gestión de las mismas, porque las desvirtúa y no benefician a nadie excepto a quienes, vaya a saber por qué razón, confunden política con espectáculo, debate con gritería e información con chismografía. —Usted ya resolvió que de aquí en adelante se enfocará en solucionar la crisis de Ancap para que la empresa pueda volver a funcionar con normalidad. ¿Qué pasa con lo ocurrido en los años anteriores? —La resolución adoptada responde a lo que es y debe ser desde la perspectiva de mis competencias y responsabilidades. Sobre lo ocurrido en el pasado viene trabajando, nada menos que a nivel del Poder Legislativo, una Comisión Investigadora —cuya creación fue aprobada por la bancada del Frente Amplio, que además ha facilitado y sostenido su funcionamiento— para analizar la gestión económica y financiera del ente durante el período 2000-2015. Esperemos a conocer sus conclusiones, lo que según parece, ocurrirá a la brevedad. —¿Cómo viene analizando el funcionamiento de su gabinete ministerial? Recuerdo que en Cerro Largo dijo que había observado algunos roces producto de la pasión con que trabajan. —Todo equipo es una construcción colectiva y permanente en circunstancias cambiantes. Sobre determinadas bases y con objetivos también preestablecidos, obviamente. Nuestro equipo no es una excepción. Trabaja bien. Y con sostenida pasión. —En el último Consejo de Ministros usted les pidió a sus colaboradores que a partir de 2016 se enfoquen en el trabajo y dejen de lado las carreras y pujas electorales. ¿Piensa pedirles lo mismo que les solicitó en el anterior mandato? Esto es, ¿que quienes tengan aspiraciones electorales o se dediquen a la actividad político partidaria dejen el cargo para dedicarse a la campaña? —Reitero: el equipo viene funcionando bien. ¿Que siempre es posible mejorar? Por cierto y a eso aspiramos todos. Respecto a la segunda parte de su pregunta: no será necesario que yo lo solicite. Los compañeros lo saben. Dado el caso y llegado el momento, actuarán en consecuencia. —Las encuestas de opinión pública han reflejado una caída en la aprobación de la gestión de su gobierno. ¿Cree que al gobierno le ha costado comunicar lo realizado? ¿O considera que el equipo necesita apretar el acelerador en materia de gestión? —Valoro las encuestas como herramientas de trabajo y a los encuestadores en tanto profesionales, pero como científico que trabaja con “screenings” y estadísticas permítame decirle: no hay profesionales infalibles ni muestras exactas. Sin perjuicio de lo anterior, creo que como gobierno debemos continuar mejorando nuestra comunicación política y que para ello no basta con campañas publicitarias, actividades puntuales o entrevistas de prensa. Ellas, siendo herramientas importantes, no son suficientes. Lo fundamental, y en lo que debemos desplegar un especial esfuerzo, es en “relatar políticamente” dónde estamos, hacia dónde vamos, cómo lo estamos haciendo, según qué prioridades, a qué ritmo, etc. Y más allá del relato político, demostrarlo con hechos concretos, tangibles y consistentes, según el programa de gobierno que la ciudadanía nos encomendó cumplir. Porque la comunicación política, más que decir es hacer y la forma de hacer. Y porque la realidad, en política, es lo que la gente vive cotidianamente. —La ley de marihuana fue planteada como un paliativo para combatir el narcotráfico. Sin embargo, no se observa una reducción de esa actividad ilícita. ¿Cómo analiza eso? Y, si finalmente se reglamenta y aplica la ley que permite vender marihuana para fines recreativos en farmacias, ¿cómo protegerá el gobierno a los farmacéuticos de eventuales ataques o amenazas de los delincuentes que venden marihuana en los mismos barrios donde están las farmacias? —No tengo datos actualizados sobre aumento o reducción del narcotráfico en Uruguay, pero sí tengo un informe del Observatorio de Violencia y Criminalidad del Ministerio del Interior correspondiente al primer semestre de 2015. Según el mismo, en el año 2014 hubo 534 procesamientos por delitos vinculados al mismo, mientras que en el primer semestre del 2015 se procesaron 696 personas por los mismos delitos. Un incremento de casi el 30%. ¿Soluciona el problema de fondo? No, pero lo acota. Mis reservas sobre la ley 19.172 referida a la regulación de la producción, distribución y comercialización del cannabis no son sorpresivas ni desconocidas. Pero la ley es la ley y en tanto presidente de la República soy responsable de que se cumpla de la mejor manera posible. A tales efectos, en marzo pasado decidí aplazar la venta de cannabis en farmacias y darnos un tiempo para mejorar la propuesta. Lo hicimos y en octubre pasado la anunciamos reafirmando lo que habíamos expresado en un reportaje que nos hiciera Búsqueda en octubre de 2014: que seguiremos de cerca la instrumentación de la medida, que la evaluaremos permanente y sistemáticamente, y que si constatamos insuficiencias, fallas o errores, no dudaremos en hacer las correcciones que correspondan. ¿Proteger a las farmacias de los delincuentes? Sí; ¡cómo no! ¡Pero sobre todo hay que proteger a la sociedad del flagelo de las drogas! —¿Las cuestiones comerciales se deben analizar desde el punto de vista ideológico? Usted marcó fuerte la necesidad de salir a buscar mercados afuera, de abrir el Uruguay al mundo y de procurar tratados de libre comercio con países o bloques de países. ¿Por qué cree que eso es necesario? ¿Y cómo piensa lidiar con las resistencias que existen tanto en grupos de la izquierda política y sindical que reaccionan como si les mentaran al diablo cuando se les plantea la necesidad de la apertura comercial del Uruguay? —No; en el abordaje de las cuestiones comerciales no debe predominar lo ideológico. Pero tampoco seamos tan ingenuos y creamos que en las relaciones comerciales está totalmente ausente el factor ideológico. Basta asomarse al mundo para constatar que en esta materia “ni tanto ni tan poco”. No crea que quienes proclaman el fin de las ideologías no tienen ideología. La tienen, y bastante cavernícola por cierto. Pero volviendo a su pregunta: entendemos que haya resistencias, y no solamente por parte de lo que usted llama “izquierda política y sindical”. También hay otros sectores que tienen reservas y nosotros mismos no queremos cualquier apertura comercial a cualquier costo. —El canciller Rodolfo Nin Novoa declaró el miércoles pasado en Búsqueda, que el Frente Amplio precisa una actualización ideológica en materia de política exterior para tener una visión más pragmática en temas vinculados con el comercio. ¿Comparte esa opinión? ¿Por qué? —Sí. Todas las fuerzas políticas —y no solamente el Frente Amplio— necesitan actualizarse en forma integral y permanente, porque el futuro de todo proyecto político que se precie de ser tal radica en conjugar la permanencia de su identidad con la capacidad de renovarse en interacción con las circunstancias. Marx sostenía que para cambiar la realidad hay que estar en ella. Creo que en eso no se equivocó. —También ha dicho el canciller, en esas mismas declaraciones, que la “calidad democrática” de Venezuela “deja mucho que desear”. Venezuela integra el Mercosur y usted es actualmente su presidente pro témpore. ¿Cómo debe el Mercosur lidiar con el problema de la democracia en Venezuela? —En materia de calidad no hay democracia perfecta. Todas, absolutamente todas, son perfectibles. Algunas más, otras menos, pero todas admiten mejoras. Incluida la nuestra. El Mercosur no es un tribunal calificador de la democracia en los Estados que lo integran. Tampoco interviene en los asuntos internos de cada uno de ellos. Tiene sí normas democráticas que todos deben cumplir. No es un equilibrio fácil, pero es el único posible. La clave de ese equilibro radica en el respeto al derecho internacional, que es la mayor garantía para la soberanía de los pueblos y su convivencia pacífica. —¿Observa algún hilo conductor en las grandes situaciones políticas que se dieron en las últimas semanas en América del Sur? Me refiero al triunfo del presidente Mauricio Macri y la derrota del kirchnerismo en Argentina, la amplia victoria de la oposición en Venezuela y los graves problemas económicos, políticos e institucionales que atraviesa el gobierno de la presidenta Dilma Rouseff en Brasil. ¿Cree, como dicen algunos, que “la ola de las izquierdas” paró en la región para dar paso a otro tipo de gobiernos? —Como hilo conductor señalaría la democracia electoral y la institucionalidad. Hace cuatro décadas era imposible que los gobiernos perdieran elecciones o los presidentes fueran cuestionados. Los resultados electorales podrán gustar o disgustar, los procesos de enjuiciamiento podrán ser justificados u obedecer a intereses mezquinos, pero la democracia electoral y la institucionalidad funcionan. Es verdad que la historia no es un camino rectilíneo y que en su desarrollo hay impulsos y frenos, pero aún no tengo elementos suficientes para aseverar que el ciclo progresista en América Latina está llegando a su fin. Sin subvalorar los acontecimientos que usted señala y sin desconocer ciertas limitaciones e insuficiencias del progresismo en nuestra región, creo que quienes ya le están extendiendo partida de defunción confunden deseos con realidad. Por otra parte, si el progresismo está agotado, ¿existe o está emergiendo alguna propuesta alternativa consistente y sostenible? —¿Cómo evalúa el hecho de que un empresario llegue a la Presidencia de la República en un país, como ocurrió con Macri en Argentina? ¿Eso es bueno, neutro o malo? —Ni Mauricio Macri es el primer empresario, ni Dilma Rousseff es la única mujer y economista, ni yo soy el único médico en acceder a la Presidencia de un país de la región. Y como ni la historia ni la política son “Record Guinness”, no creo que estos datos personales sean los más relevantes; lo importante es cómo y para qué llegamos. Todos nosotros fuimos electos en el marco de procesos democráticos y por decisión soberana de la ciudadanía. Y eso es bueno, sin duda alguna. —En el Mercosur, Uruguay logró instalar la idea del “sinceramiento” que era tan reclamado. ¿Le sorprende que se diera una salida del bloque de un jugador de la aparentemente misma “familia ideológica” de las izquierdas, y la entrada de otro que teóricamente no está en ese mismo posicionamiento ideológico? —Una precisión previa: tengo mis reservas respecto a la teoría de las familias ideológicas. No porque sea el ex presidente Julio María Sanguinetti —a quien mucho respeto, por cierto— su principal exponente en Uruguay, sino por lo que es como teoría en sí. Pero más allá de ello, no me sorprendió que tal propuesta fuera aceptada. La realidad la impuso. Ahora bien: no basta con que el sinceramiento sea aceptado. Tiene que ser gestionado políticamente —o gobernado, si se prefiere esta expresión— y tiene que expresarse en resultados favorables y tangibles en el funcionamiento del Mercosur y en la vida cotidiana de la gente. Si la gente no percibe que el Mercosur sirve para algo, el Mercosur está condenado a ser una sigla. —Hablando de cercanías políticas e ideológicas, ¿se puede hablar de que hay “una” izquierda en América Latina? ¿O cree que hay izquierdas y aun gobiernos de izquierda que, aunque se autodefinan así, mantienen diferencias importantes en asuntos nada menores? —Las visiones monolíticas tanto de la izquierda como de la derecha suelen estar alejadas de la realidad. Son visiones, valga la redundancia. Piense por un instante en el más monolítico de los partidos políticos que pueda imaginar. ¿Era o es tan monolítico como parecía o parece? Con esto no estoy diciendo que todo es bueno, armónico y cabe en cualquier lado; pero tampoco dramaticemos las diferencias entre realidades que no son iguales. —Si tuviera que decir con quién tiene mayores similitudes el proyecto político de la izquierda en Uruguay, ¿sería con la propuesta de Lula y Rousseff en Brasil, la de Chávez y Maduro en Venezuela, la de los Kirchner en Argentina o la de Lagos y Bachelet en Chile? —Con la del Frente Amplio de la República Oriental del Uruguay. Y la República somos todos los ciudadanos uruguayos. Fuente: Semanario Búsqueda

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