viernes, 21 de agosto de 2015
M. KOGAN: EL EMPRESARIO SECUESTRADO TIEMPO ATRAS VIO LA MUERTE MUY CERCA
El empresario Mauro Kogan (43) nunca pensó que iba a ser secuestrado por delincuentes uruguayos y dominicanos. Durante su secuestro ocurrido entre las 8:30 y las 10:00 horas del 11 de junio de este año, Kogan fue baleado, casi ejecutado de un tiro; las ruedas de un auto le rozaron la cabeza, fue sofocado debajo de un colchón y le colocaron una pistola en la cabeza dentro de un rancho del barrio Marconi. Vio pasar la muerte delante suyo.
En los minutos que duró el cautiverio a manos de secuestradores poco profesionales y supuestamente drogados, Kogan estuvo al borde de morir ahogado cuando uno de sus captores le cubrió la boca y la nariz con ropas mientras tenía una mano atada, un brazo inutilizado de un balazo y las piernas amarradas a una silla. Poco después, la Policía capturó a los secuestradores, quienes fueron procesados con prisión por la Justicia. Un delincuente dominicano continúa prófugo.
—¿Cómo fue su secuestro a manos de delincuentes uruguayos y dominicanos?
—A las 8:30 horas del 11 de junio de este año fui a trabajar en mi empresa como todos los días. Estacioné mi auto en la calle Felipe Contucci, a unos metros de la avenida San Martín. Cuando puse el primer pie en San Martín en dirección a mi empresa, me interceptó una furgoneta china. Derrapó al igual que una película de narcos. De ella salió un uruguayo que tiró un tiro hacia arriba para que la gente no se metiera. Un dominicano se bajó a los gritos.
— ¿Tenía un arma en la mano?
— Si. Intentó tirar de mi campera hacia la camioneta. En forma instintiva,me eché atrás. Enseguida vi que el tipo me disparó. Yo trastabillé y me caí en el medio de la avenida San Martín. El tipo tenía los ojos llenos de droga. Cuando estaba en el suelo, me tiró otro tiro para matarme. Por un efecto instintivo giré la pierna y vi cómo la bala impactó en el cemento. Desde el suelo giré la cabeza y vi a los autos bajar por San Martín a 80 kilómetros por hora. Las ruedas de un auto pasaron a centímetros de mi cabeza. No me mató por poco. El auto no estacionó. El conductor no podía saber si era yo el delincuente o era el otro; si era un hurto o no. Siguió de largo.
—¿Pensó que iba a morir en ese momento?
— Lo pensé. Cuando observé venir el auto pensé que me mataba. Nunca me pasó algo así en mi vida. Mucho antes de que ocurriera el secuestro, mi señora me advertía que yo debía cuidarme. Yo le replicaba que no me iba a pasar nada porque no le debo un peso a nadie. Tampoco tuve problemas con nadie. Si miro la noticia de un secuestro en la televisión le comentaría a mi esposa: ese empresario anda en algo raro. Y también le diría: a mi no me va a pasar porque a ese tipo le pasó porque presta plata, descuenta cheques o anda en el negocio de drogas. Y yo no ando en nada de eso.
—Sin embargo, le tocó a usted ser secuestrado.
—Sí. Me tocó. Aparentemente uno de mis empleados dominicanos estaba vinculado con delincuentes en el República Dominicana y les debía dinero. Pensó que si me secuestraba resolvía su problema. De alguna manera, tuve mala suerte.
—Después que pasó el auto, ¿qué ocurrió?
—Me levantaron entre dos y me colocaron dentro de la camioneta FAW. Yo había perdido algo el conocimiento. En la parte de atrás de la camioneta había uno que me vendó. Y dos adelante, más los otros dos que me cargaron. Calculé que los secuestradores eran cinco. Yo estaba dolorido y sangrando del brazo izquierdo baleado. Pero la peor parte encima de la camioneta fue que, después de que me vendaron, los secuestradores colocaron encima mío un colchón con una sábana asquerosa, húmeda. Y escuchaba a los tipos a los gritos entre ellos. Yo no podía respirar por el colchón. Con mi mano derecha y con miedo de que cometieran una locura, levanté el colchón para respirar.
—Casi lo sofocaron dentro de la camioneta.
—Claro. De un segundo para otro estaba en shock. Percibí que los tipos no tenían nada planificado, que me podía pasar cualquier cosa.
—¿En ese momento pensó por qué había sido secuestrado?
—El que me tiró me gritaba: Vos tenés una deuda con el jefe y la vas a pagar. Entonces le dije que no debía nada a nadie. Como el hombre me seguía insultando con un acento dominicano, me acordé de un muchacho que trabajó en mi empresa. Esa persona quería que yo viajara con él a República Dominicana a vender las máquinas que importo de Austria para trabajar la madera. Yo le decía que no porque no lo conocía y me imaginé que allá sí podía pasarme algo. Ese tema me vino a la cabeza. A su vez pensé que ellos se hubieran equivocado de persona. Y también estuvo en mi cabeza que secuestraron al primero que encontraron en la calle.
—¿Cómo fue su arribo al rancho del barrio Marconi?
—Me bajaron entre tres: uno atrás y dos a mis costados. Y me tiraron en una silla. Mi brazo sano lo ataron a algo en la pared. También amarraron mis piernas. Les dije que buscaran a un doctor porque el dolor del brazo había comenzado a agudizarse. Uno me puso un arma en la cabeza y me dijo: Callate, pelado, que te la vamos a dar. Un menor me dijo que me iban a violar. Al rato dejé de sentir el brazo y la mano. Y dentro del rancho hacía mucho frío.
—¿En ese instante pensó otra vez lo peor?
—Pensé que dejaría solas a mi señora y a mis dos hijas. Que no salía con vida del secuestro. Mis estrategias con los secuestradores no estaban dando resultados. A todos mis planteos, ellos reaccionaban con violencia. Ya me habían pegado un balazo, lo único que quedaba era matarme. Yo les ofrecí teléfonos de familiares para que ellos hicieran una llamada. En todo momento pensé que nadie sabía que yo había sido secuestrado. Ellos, primero, no me pedían dinero, lo cual me quitaba posibilidades de negociación.
—¿Qué lo salvó?
—Me salvaron US$ 1.400 que me había entregado un cliente y yo no había tenido tiempo de depositar. Ellos estuvieron entre 15 y 20 minutos discutiendo entre los cinco cómo se repartían la plata. Ese tiempo quizás me salvó.
—¿Fueron claves esos minutos?
—Fueron importantísimos. Permitieron a la Policía rescatarme. Yo sentí una sirena y tiros.
—¿Ocurrió otro incidente de gravedad dentro del rancho?
—Sí. Alguien grita: estamos rodeados por la Metro. Viene una persona y agarra un buzo para taparme la boca para que no gritara. Sin embargo, me tapó también la nariz y yo no podía respirar. Dejé pasar unos segundos. Entonces entre morirme asfixiado y que me peguen un tiro, decidí por lo segundo. Sacudí varias veces la cabeza y el buzo se cayó y pude respirar. Yo no sabía que estaba solo en el rancho. Ese fue otro momento crítico.
—¿Cómo se dio su rescate?
—Fue de película. El rancho estaba a oscuras. Un policía pateó la puerta y entraron 14 efectivos. Un comisario se acercó y me sacó la venda. Me dijo: Quédese tranquilo. Ya lo estamos agarrando.
"Queremos ahora mismo US$ 350.000".
"Cuando estaba dentro del rancho, me di cuenta que mis secuestradores no eran profesionales y que yo debía hacer todo perfecto para que no cometieran locuras". Esta fue la estrategia utilizada por el empresario Mauro Kogan para salir de una díficil situación en la mañana del 11 de junio de este año. "Si ellos me pedían $ 10, yo les iba a dar 12 para que todo terminara bien", dijo. Uno de los secuestradores dominicanos le dijo dos veces: "Queremos
US$ 350.000 ahora. Nos dan US$ 100.000 para matarte". Kogan les respondió: "Primero tomen las llaves y vayan a buscar mi auto. Les doy el número del gerente del banco y le voy a decir que les entregue lo que quieran. Y llamen a mi empresa que les voy a decir que entreguen todo". Sin embargo, la estrategia no funcionó. Los secuestradores reaccionaron con violencia e insultos.
Operativo rápido y eficiente.
"Quiero agradecer al Comando, a Investigaciones y a la Unidad de Respuesta de la Zona III por el nivel de su actuación; me salvaron la vida", dijo Mauro Kogan.
Pese a la extrema violencia utilizada por los captores, el secuestro de Mauro Kogan fue muy corto. Uno de los testigos llamó al Servicio 911 y avisó a la Policía sobre lo que había ocurrido en la esquina de Felipe Contucci y la avenida San Martín. Otro testigo persiguió en moto varias cuadras a la camioneta FAW blanca de los captores, quienes se dirigían a gran velocidad hacia el Marconi. No se sabe si este testigo informó a la Policía sobre la dirección que llevaba la camioneta. Autoridades policiales indicaron a El País que el aviso temprano del secuestro fue clave para armar un "operativo pinza" y ubicar a la camioneta en el barrio Marconi. Efectivos de la Zona III hallaron la camioneta frente a un rancho en el pasaje Continuación Alejandro Nogueira.
Fuente: El País
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario