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miércoles, 18 de marzo de 2015

B. NETANYAHU: ULTRADERECHA ISRAELI NUEVAMENTE EN EL PODER

Con 29 de las 120 bancas del parlamento, el partido ultraderechista derechista Likud dirigido por Benjamin Netanyahu, comienza a negociar para formar un gobierno y elegir al primer ministro. Netanyahu tiene todas las de asumir el cargo por 4ta. vez, lo que implicaría un giro más reaccionario en la democracia israelí. Cuantos muertos costará esta reelección ?



En sus primeras palabras tras reconocer la victoria en las elecciones de ayer, Netanyahu prometió que haría todo lo necesario para garantizar la "prosperidad y la seguridad" de sus conciudadanos.

Ahora tiene que formar una coalición y lo más seguro es que se alíe con los de extrema derecha, que se han mostrado favorables a un gobierno conjunto. Como para seducirlos el mismo líder prometió el pasado lunes que no permitiría la conformación de un Estado Palestino y que habilitaría más construcciones de judíos en Cisjordania, territorios palestinos. Con esto hizo un claro guiño a los israelíes más radicales, que finalmente lo premiaron en las urnas.

El líder del Likud ya comenzó a negociar con el partido Hogar Judío, de Naftalí Bennet, favorable a la colonización de tierras árabes. A diferencia de en la legislatura anterior, en esta hay representantes de los grupos políticos más radicales que apoyarán las medidas más extremas de Netanyahu. Fue justamente la negativa de algunos de sus anteriores ministros a adoptar posturas extremas lo que ocasionó el quiebre del pasado gobierno en diciembre. En este nuevo período el primer ministro tendrá más apoyos para este tipo de medidas.

Es incierto el rumbo que tomará respecto a Estados Unidos, tradicional aliado de Israel pero ahora distanciado porque no coinciden en su política respecto a Irán. Mientras que Washington es más favorable a la negoción de un plan nuclear para ese país, Jerusalén se muestra inflexible y exige ese mismo comportamiento a los estadounidenses.

Política interior

En el terreno interno, gran parte del gobierno dependerá de las coaliciones que se tejan en estos días. Si el centrista Kulanu apoya a Netanyahu, este deberá retribuirle con el ministerio de Finanzas. De ser así, habría más hincapié en los temas sociales (viviendas y costo de vida), que fueron eje de la campaña de los centristas.

Si solicita el apoyo del partido ultraderechista Israel Nuestro Hogar, Netanyahu deberá entregar la cartera de Defensa a Avigdor Lieberman, que la pidió con anticipación.
Los días que siguen, pues, son claves. Pero más allá de los matices que pueda haber, lo cierto es que el giro será hacia una derecha más pronunciada, con el enfrentamiento con los palestinos como seña principal.

Antes de ubicarse como firme candidato a seguir ocupando el cargo de primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu afirmó que si mantiene el poder no habrá ningún estado palestino. Algunos analistas pusieron el énfasis en que esa posición de Netanyahu tenía por objetivo ganar votos de derecha y nacionalistas.

Puede ser. Ahora, más allá de movidas electorales, a nadie escapa que Netanyahu es un duro, un halcón enojado respecto al tema palestino. Sus impulsos guerreros le costaron en el pasado uno de los peores tropiezos diplomáticos en que se haya metido un líder israelí en “tiempos de paz”.

Ese término no funciona así para palestinos y tampoco para la mayoría de los israelíes; los militares y los civiles, los hombres y los niños, los que están por la guerra y los pacifistas. Israelíes de todos estos pelos y características comenzaron a morir por decenas a mediados de la década del 90 cuando la organización terrorista palestina Hamas arreció con atentados suicidas en diversas ciudades de Israel.
El primer ministro que surgió de las elecciones de 1996 fue precisamente el líder del Likud, ya que la gente quería que Netanyahu respondiera con mano dura a tanta sangre derramada.

A sus 47 años y en la cúspide del poder, un día Netanyahu llamó a su amigo y jefe del Mossad (servicio secreto) Danny Yatom, un ex comandante militar de las fuerzas israelíes.

El Mossad le había enviado a Netanyahu un informe completo sobre Jalid Meshal, considerado en los hechos el número uno de Hamas en ese momento, quien vivía en Jordania con su esposa y siete hijos.
“Vayan a Jordania y acaben con él. Cárguenselo. Envíe a su gente a Amman y que lo hagan”, le dijo Netanyahu a Yatom, según cuenta el escritor e investigador Eric Frattini. El episodio, y el desastre en que terminaría esa orden, fue relatado por varios expertos en servicios de Inteligencia que tienen al Mossad como uno de los mejores, sino el mejor y más eficiente cuerpo de inteligencia del mundo.
Yaton no estaba de acuerdo con lo que le ordenaba su jefe y le advirtió que matar a alguien en Jordania ponía en juego las buenas relaciones diplomáticas logradas con el rey Hussein.
Pero Netanyahu no oía. Estaba enceguecido. La falta de firmeza de Yatom terminaría por ser una mancha en su legajo y lo alejaría de la jefatura de Mossad (conocido en la jerga de los servicios como el Instituto).

Yaton ordenó que la operación, como todas las de ese tipo que el Mossad hacía en el exterior, la ejecutara el Kidom, un grupo ultrasecreto de asesinos que aparecen representados en el film Munich, que relata como el Mossad buscó y ejecutó a los 11 palestinos responsables del asesinato de 11 atletas judíos que participaban en los juegos olímpicos de Alemania.

Las normas de acción del Kidom las estableció Meir Amit, mítico exjefe de Mossad: “No habrá matanza de líderes políticos; estos deben ser tratados por medios políticos. No se matará a la familia de los terroristas; si sus miembros se interponen en el camino, ese no es nuestro problema. Cada ejecución tiene que ser autorizada por el primer ministro del momento. Y todo debe hacerse según el reglamento. Hay que redactar un acta de decisión tomada. Todo limpio y claro. Nuestras acciones no deben ser vistas como crímenes patrocinados por el Estado sino como la última acción judicial que el Estado puede ofrecer. No debemos ser diferentes del verdugo o de cualquier ejecutor legamente nombrado”.

Pero por sobre todas las cosas esos crímenes deben quedar impunes. No se debe saber quién o por qué lo hizo y la “Operación venganza” contra Meshal estuvo muy lejos de eso.
En setiembre de 1996, dos miembros del Kidom con pasaportes canadienses falsos llegaron a Amman. Otros integrantes del grupo se encargaban de la seguridad interna de la operación, las comunicaciones y las vías de escape, entre otros detalles.

Se ubicaron cerca de la casa del líder terrorista y lo vieron venir en su Mercedes Benz. Detrás estaba sentado uno de sus hijos. Cuando Meshal bajó del auto, uno de los kidones intentó accionar un aerosol con veneno en el oído del palestino, pero este se movió, dio lucha y permitió que llegara su guardia personal. Los dos israelíes fueron detenidos, el resto del comando regresó a su país en secreto.

Unas horas después, según relata Frattini en “Kidom, los verdugos del Mossad”, el rey Hussein llamó a los gritos a Netanyahu, le pidió el antídoto para tratar a Meshal y la libertad del poderoso jeque Ahmed Yassin a cambio de liberar a los dos espías judíos detenidos en Amman. Canadá, a su vez, llamó en consulta al embajador porque ¿cómo era eso de que los espías del Mossad se hacen pasar por canadienses? Todo un desastre.

Nueve años después de aquella chapuza diplomática, Netanyahu está a punto de volver al poder en un país donde la tensión por un ataque criminal no es mucho menor a la que se vivía en el 96, cuando “Bibi” llegó por primera vez a la cima de una de las regiones más complejas y convulsas del mundo.

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