Viajar a un país que queda a miles de kilómetros sólo para alistarse en un ejército extranjero no es algo habitual. Pero para Daniel, un típico uruguayo con el termo y el mate, es una cuestión importante. Él es parte de los miles de jóvenes con antepasados judíos, de todas partes del mundo, que viajan cada año a enrolarse voluntariamente en las Fuerzas de Defensa de Israel.
Son conocidos como “soldados solitarios”, porque dejan su país de origen y su familia para servir al Estado de Israel. Daniel está hace cuatro años en territorio israelí, pero vivió toda su vida en Uruguay. Tiene 25 años. En estos momentos está en reserva en territorio de Haifa, al norte de Israel. En diálogo con un cronista del diario El Observador, Daniel aseguró que se voluntarizó en su condición de judío. “Como todos sabemos, el pueblo judío estuvo sufriendo durante muchísimos años de jodeofobia. Hoy en día, cuando tenemos el Estado y como parte de él, sentía necesario venir y ser voluntario”.
Comparte amistad con jóvenes de varios países que están en la misma situación que él. “Tengo amigos de Estados Unidos (de América), de India, pero también tengo amigos árabes que estuvieron conmigo defendiendo”. Cuenta que, al principio, sólo los unía la religión, pero que luego se dio cuenta de que la cuestión era más compleja. “Con mis amigos árabes, de religión no tenemos nada en común, pero nos unía el amor por el país. Es como a los uruguayos, que los une el amor al país, pero no la religión. En el mundial estamos todos juntos porque amamos el país”.
En cuanto a la percepción que se tiene en el Uruguay sobre el conflicto, Daniel considera que los medios, a veces, se inclinan a favor de una parte u otra. “A veces los títulos no muestran en serio lo que pasa”. Para él, los uruguayos no entienden completamente el problema: “Es un conflicto que viene desde hace muchos años (...), no creo que una persona que se informe de lo que está pasando ahora lo vaya a entender”.
Daniel asegura que morir por Uruguay no es lo mismo que morir por Israel.
“Yo vine acá por el tema de la judeofobia que hay en el mundo, que se vivió. Tuve un abuelo que estuvo en el holocausto y ahora tengo un país y el judío no está solo en el mundo. Tiene un lugar, un refugio por primera vez. Son dos cosas distintas. Amo el Uruguay con toda mi alma, tomo mate todas las mañanas acá, leo siempre las noticias, soy uruguayo, pero es distinto. Cuando no teníamos un refugio, 6 millones de personas murieron y entre esas estaba mi familia, entonces no quiero que pase de vuelta”.
Terminó su instrucción hace un año y medio. Fue parte de la brigada de infantería Golani, una brigada que lucha en Gaza y que hace algunos días perdió varios soldados en la Franja.
A pesar de estar en reserva, la distancia entre Daniel y Gaza es sólo un llamado de algún comandante que lo cite para el campo de batalla. “Tengo amigos que están ahora combatiendo (...), están incomunicados totalmente, es imposible saber nada hasta que termine todo esto”.
Para Daniel, la única solución posible al conflicto es apostar por la convivencia.
“Árabes e israelíes pueden vivir en paz dentro del territorio. Yo estoy yendo a la Universidad y estudio con ellos. La convivencia es posible. En el momento en que aprendamos a convivir, se va a llegar a una solución. Ahora, vivir bajo el dominio de Hamas, un grupo terrorista, no se puede. En ninguna parte del mundo se puede”.
En cuanto a los jóvenes que luchan en Gaza por el ejército de Israel, Daniel sostiene que hay un único motivo: “La gente que estuvo conmigo siente que la población es una familia. Y ellos dejarían la vida por su familia”.
Un sargento uruguayo en Israel
Diego tiene 24 años y es montevideano. Hoy está en Israel, el mismo suelo de donde sus antepasados fueron expulsados por los romanos 2.000 años atrás. En 2005, cuando tenía 15 años de edad, se fue con su familia.
Aunque nació en Uruguay, tiene también la ciudanía israelí por haber nacido de familia judía, pues así lo garantiza la Ley del Retorno para todos los judíos y descendientes de judíos del mundo. La Ley del Estado también obliga a los ciudadanos israelíes mayores de 18 años a ingresar en el ejército para entrenamiento.
Los hombres realizan un servicio militar de tres años y las mujeres, uno de 21 meses. Luego de terminar el entrenamiento de la conscripción y hasta los 38 años, son “reservistas” y están a disposición de llamados de emergencia. También realizan entrenamientos esporádicos para reforzar habilidades.
El holocausto también estuvo presente en la historia de Diego. Al igual que la familia de Daniel, habían llegado a Uruguay desde Europa huyendo de las persecuciones de mediados del siglo XX. Según comenta, siempre pensó en “volver” a Israel. “Siempre estuvo en mi educación volver a Israel. Era realizar el ideal que todos pensamos. Es el hogar del pueblo judío”, aseguró.
Su adaptación a la sociedad israelí “fue difícil”. “Es una sociedad nueva, aunque por suerte ya sabía hebreo porque estudié en un colegio judío, el colegio Ariel. Pero era una cultura diferente. Tuve que dejar mis amigos, siempre se extraña, pero me acostumbré”. A los 18 años se enroló y entró en las Fuerzas de Ingeniería de Combate. Al principio la “conscripción” no le resultaba muy atractiva, pero luego él lo vio “desde otro punto de vista”.
“No es un objetivo cualquiera que me obligan. Me enrolo en un ejército que defiende mi país. No sólo dentro de fronteras, sino a los judíos del mundo”, aseguró. “Nunca pensé que iba a tener un arma conmigo. Al principio fue difícil. También el idioma militar acá es muy diferente al hebreo del día a día, pero el Ejército de Israel tiene algo diferente a todos los ejércitos del mundo. Te hacés 50 amigos en un día”.
Diego vive en el norte del país, en la frontera con el Líbano. Su función, al igual que la de todos los soldados que viven allí, es “proteger a Israel” de los ataques del Hezbolá, grupo armado del extremismo islámico que opera la zona sur libanés. Tiene el grado de sargento. Ahora, espera por un nuevo llamado para entrar en combate. Todavía no sabe cuándo ni dónde, pero la única certeza es que irá.
Fuente: El Observador
No hay comentarios:
Publicar un comentario