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miércoles, 12 de marzo de 2014

RUSIA: EL RETORNO DEL MUNDO IMPERIAL DEL ZARISMO

La crisis en Ucrania ha sido interpretada entre nosotros con lentes de la Guerra Fría. Sin embargo, a poco que se analice la estrategia rusa, se verá que su perspectiva histórica y geopolítica es diferente: Moscú despliega su influencia más allá de lo estrictamente territorial-soberano- estatal, y luego del período soviético, su referencia histórica pasó a ser el viejo imperio zarista.


Una dimensión de esa influencia imperial pasa por la diseminación de minorías rusas en el amplio espacio que va de Estonia a Kirguistán, y que conforma la frontera cercana en la que Moscú cree debe ejercer asegurada influencia. El número de personas rusoparlantes en Estonia, Letonia, Lituania, Bielorrusia, Ucrania, Georgia, Azerbaiyán, Turkmenistán, Uzbekistán, Tayikistán, Kirguistán y Kazakstán, supera la cifra de 17 millones (en la Federación Rusa viven unos 143 millones de habitantes en más de 17 millones de kilómetros cuadrados). Frente al conocido proceso de declive demográfico ruso, esta extensión poblacional se asemeja a un "soft power" moscovita que importa tener presente para valorar su posición en la región. Es el que, justamente, está activo en los reclamos actuales de la población de Crimea, que mayoritariamente es rusa, y en la estrategia de Putin hoy en esta zona.

Otra dimensión relevante es la presencia militar rusa. En esta década Moscú prevé gastar unos 750.000 millones de dólares en defensa. En 2022, representará 6% de su PBI, cuando en 2005 fue de 3,7%. Aquí el objetivo no es simplemente la frontera cercana como en el caso del "soft power" cultural-lingüístico. Aquí se trata de mantener vigencia en la zona de Europa del Este y de enfrentar la política de seguridad estadounidense que pasa por hacer partícipes de la OTAN a países otrora vinculados a Rusia. En este sentido, el golpe a la soberanía y unidad territorial de Georgia de 2008 puede leerse como una reacción, desde los códigos tradicionales de potencia imperial rusa, a la persistente voluntad estadounidense de inmiscuirse en su espacio geopolítico.

Con estos lentes, la reacción rusa en Ucrania-Crimea puede interpretarse como defensiva. Fue notoria la influencia alemana en el proceso de protestas en Kiev desde fines de 2013. También es evidente que, en su esquema, Putin no puede dejar que florezcan primaveras de los pueblos en su cercana frontera. Porque hoy es Ucrania, mañana Bielorrusia, pasado Tayikistán, y traspasado será en la propia Rusia en donde los pueblos reclamarán por sus derechos democráticos completamente desconocidos por esos gobiernos. La realpolitik de Putin no puede permitir pues que por exigencias de democratización, caiga como castillo de naipes su zona de influencia imperial.

Además de lo cultural y lo militar, Moscú hila fino en diplomacia. El año pasado, a iniciativa de Putin, avanzó en normalizar sus relaciones con Polonia. Antes, en 2010, sus acuerdos nucleares con Washington mejoraron sustancialmente su relación bilateral. Mirando a Asia, coopera con China comercialmente y en materia de seguridad. En temas relevantes, con repercusiones mundiales, Rusia colabora estrechamente con Estados Unidos: en Afganistán y también en las negociaciones nucleares con Irán. En la tragedia siria es imprescindible entender que Moscú no dejará de ninguna forma librado a los intereses de las potencias rivales su estratégico lugar portuario en el Mediterráneo vinculado a ese país.

Así las cosas, la actual estrategia rusa en Ucrania no puede entenderse si el análisis se refugia en una crítica moral y pierde de vista la convencida cooperación internacional de Moscú en temas claves. En realidad, lo que la gran Rusia busca en este siglo XXI y desde el ejercicio de su realpolitik internacional es conservar su lugar como actor relevante del sistema mundial. Con los medios a su alcance, consciente de sus tremendas limitaciones y con inteligencia estratégica, haciendo valer sus fortalezas, Putin despliega su juego también en su frontera cercana.

El problema para esta forma rusa de ver las cosas, es que esta segunda década del siglo XXI ha llegado con fuertes demandas de libertad y democracia de los pueblos, tanto en el norte de África como en el este de Europa. Al Moscú ignorarlas o reprimirlas, está dando razón a Obama cuando señaló con claridad que Rusia se ubica así del lado errado de la Historia.

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