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domingo, 23 de marzo de 2014

LA OPINION DEL DR. DANIEL CHASQUETTI: UNA LEY MAL ENCARADA

La aprobación en el Senado de Uruguay de la ley de responsabilidad empresarial me trajo a la memoria un fenómeno político poco conocido y casi no estudiado. Hace más de quince años, examinábamos en el Instituto de Ciencia Política el funcionamiento legislativo de los partidos durante el primer período de gobierno del Dr. Sanguinetti, y encontramos que durante el tratamiento de las leyes de rendición de cuenta, los legisladores colorados apoyaban enmiendas que aumentaban el gasto público; pero luego, el presidente vetaba los artículos enmendados y la ley reflejaba las preferencias de gasto del Ejecutivo. 


Eso ocurrió muchas veces y sobre todo en las leyes presupuestales. Cuando consultamos a algunos de aquellos legisladores sobre las razones por las que votaban cambios contarios al Ejecutivo, recibimos una variedad de explicaciones, sin embargo, en casi todas las respuestas se repetía un mismo argumento: “votábamos para no pagar costos políticos”. 

Vale la pena señalar que, como siempre sucede en Uruguay, la sanción de esas normas se desarrollaba en un contexto de movilizaciones sociales y con una cobertura importante de los medios de comunicación.

La jugada era inteligente. Los legisladores aparecían apoyando causas populares, los grupos sociales implicados se desmovilizaban conformes con el resultado, la agenda pública pasaba a otros temas, y el presidente asumía la responsabilidad de regular los resultados presupuestales mediante el uso del veto. En los primeros días de enero, cuando el país ya estaba en otra cosa, la Asamblea General recibía las observaciones presidenciales que en ocasiones eran levantadas, en otras no, y en muchas otras, quedaban firmas por la inexistencia de un quórum para tratarlas. La movida estratégica no tiene nombre pero forma parte de la caja de herramientas legislativas que atesora la tradición política nacional.

Las características que tuvo la votación del pasado martes, me obligó a preguntarme si no estamos ante un episodio bastante parecido. Veamos el siguiente recuento. 

Primero, la mayoría de los senadores del Frente Amplio estaban en desacuerdo con algunos aspectos de la norma pero sin embargo votaron. 

Segundo, el proceso legislativo de desarrolló en el marco de movilizaciones sindicales y con una gran cobertura mediática. Tercero, el Frente Amplio quedó como defensor de las causas sociales y los sectores movilizados marcharon satisfechos con el logro alcanzado. Llegados a este punto, el lector podrá señalar que la diferencia crucial reside en que en este caso no habrá un veto presidencial que corrija el resultado final. Sabido es que Mujica tiene una posición contraria al uso de este instituto por considerarlo inconveniente para el proceso democrático (interpretación equivocada que no discutiré ahora). Sin embargo, es probable que en esta ocasión los senadores del Frente Amplio visualizaran que el veto lo aplicaría la Suprema Corte de Justicia, sobre todo, si se toman seriamente las predicciones lanzadas al viento en los últimos días por un número importante de expertos en Derecho Público. En suma, este episodio presenta rasgos bastante similares al de aquel observado bajo el gobierno del Partido Colorado.

Las conjeturas entonces apuntan a que la mayoría de los senadores del Frente Amplio puede haber decidido votar esa ley para no pagar el costo político de decirle que NO a los trabajadores movilizados bajo el supuesto que serán los ministros de la Corte los que corregirán el entuerto. Resulta difícil probarlo pero repito hay indicios que apuntan a este tipo de razonamiento. Al día siguiente de la aprobación se ha escuchado una larga lista de argumentos, sin embargo, es muy probable que todos los que levantaron la mano hayan analizado el costo que supondría dejar morir la ley con su no-voto. 

Recordemos, que en las próximas elecciones primarias o internas, los uruguayos no solo seleccionaremos los candidatos presidenciales de los partidos, sino también designaremos las convenciones nacionales y departamentales de cada colectividad política y en ese marco medirán fuerzas las grandes fracciones y dentro de ellas, los diferentes grupos. No votar o trabar la ley de responsabilidad empresarial podría suponer para muchos perder votos no con otros partidos, sino en la interna del propio Frente Amplio.

Si las cosas funcionaron de este modo –puedo estar equivocado, claro está-, el resultado alcanzado por los senadores del Frente Amplio no ha sido bueno. 

Si como sugieren los expertos, la Suprema Corte de Justicia declara inconstitucional la ley, es probable que los primeros dictámenes aparezcan en plena campaña electoral rumbo a octubre. Si efectivamente declara la inconstitucionalidad y se emiten en esos plazos, las decisiones judiciales pueden caer como bombas sobre el candidato presidencial, reforzando la idea lanzada por la oposición de que el Frente Amplio abusa de su mayoría legislativa. La decisión de votar la ley con el fin de no pagar costos políticos inmediatos, terminaría transfiriendo costos hacia el futuro que no sabemos qué impacto tendrá.

El Frente Amplio podría haber encontrado una solución mucho más eficiente si hubiese evaluado mejor las alternativas. Si bien la jugada de aprobar la ley y luego esperar que un agente externo corrija el resultado, puede servir para salir de un apuro puntual, su uso en un escenario electoral de alta competencia entraña graves peligros para quien la realiza. Los grupos del Frente Amplio deberían haber comprado tiempo con el fin de negociar una salida consensuada, sobre todo cuando el Presidente y su principal precandidato presidencial habían solicitado cambios. Es probable que hayan existido chantajes de todo tipo –entre grupos y sobre todo, desde el movimiento sindical- pero aún así, debería haber existido valentía para frenar el proceso y encontrar una salida. Mujica, en tanto presidente y capitán de la nave, podría haber salido a la palestra pública a amenazar con el veto como mecanismo disuasorio, pero también cualquiera de los senadores discordes podría haber congelado la situación asumiendo la responsabilidad, tal como lo hizo en su momento el diputado Dardo Pérez con el proyecto de la marihuana.

Salir bien de un dilema de acción colectiva como el que impuso la ley de responsabilidad empresarial exige renuncias y grandezas que parecen no haber existido en esta oportunidad. El fallecido profesor de economía política, Mancur Olson, afirmaba que los “dilemas de acción colectiva” son situaciones donde el desempeño racional pero no organizado de los individuos puede conducir a resultados peores que los que se alcanzan cuando los implicados coordinan la respuesta. La respuesta de la bancada de senadores del Frente Amplio no fue un resultado coordinado y organizado sino un producto de decisiones unilaterales de grupos e individuos. Tal vez el episodio sirva para comprender –y aprender- acerca de los riesgos que generan las conductas cortoplacistas orientadas a la apropiación de pequeños beneficios, llámese votos.

D. Chasquetti: 

Doctor en Ciencia Política. Profesor del Instituto de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República.

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