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miércoles, 14 de agosto de 2013

MONTEVIDEO: SON UNOS CUANTOS LOS COMERCIOS CERRADOS LUEGO DE GRAVES ASALTOS

A lo largo de los últimos años varios han sido los comercios cerrados en Montevideo luego de asaltos reiterados o de características graves. Ya hace como 6 años uno de los primeros fue el supermercado Super Curras, ubicado en la calle Jackson casi San Salvador. Su propietaria luego de un asalto en donde le amartillaron un revolver en la cabeza, no quizo saber más de arriesgar su vida. Hubo otro caso hace unos 2 años de un quiosco que el propietario, luego que a su esposa también la apuntaron un revolver en la cabeza para llevarle el dinero de la quiniela, lo pensó y cerró, porque certeramente argumentó que arriesgar la vida no compensaba. Los 2 locales siguen cerrados al día de hoy. Pero como se relata en un artículo del diario El País, hay más ejemplos en este rubo de cerrados por robo.


'Después de aquel asalto, el personal ya no quería trabajar', aseguró Daniel Caruso, uno de los principales accionistas de La Pasiva.

Aquella rapiña que conmovió a Montevideo el 12 de mayo de 2012, le costó la vida al planchero Gastón Hernández, de 34 años y padre de cinco hijas, asesinado de un balazo a sangre fría por encargo de una ex empleada. Que además no le habia pedido al menor asesino que matara a Hernández sino al encargado. El menor se equivocó y Hernández murió sin sabe porqué.

Poco más de un año después, la sucursal de La Pasiva de 8 de Octubre y Garibaldi cerró sus puertas. 'El 40 % de los empleados renunció y había más de un trabajador en tratamiento psicológico', contó Caruso al diairo El País.

'La renuncia de esa cantidad de empleados te lleva a que te baje la clientela. El dueño del local quiso aguantarlo un tiempo más, pero llegó un momento en que no se cubrían los gastos fijos y debió cerrar', agregó.

El comercio cerró a mediados de junio, y no es el único caso. Hace ya casi tres años, Jesús Dávila vivió una situación que nunca imaginó y de la que jamás se olvidará. Dos delincuentes ingresaron a su kiosco, en Eduardo Victor Haedo y Acevedo Díaz, con la intención de asaltarlo. Dávila se defendió con un arma y mató a los ladrones que pretendían robarlo.

Meses más tarde, en una conversación informal, Dávila señaló que iba a trabajar un tiempo más y que iba a vender el negocio. Sin embargo, eso no se pudo concretar.

Recién a principios del año pasado, decidió cerrar el kiosco. Hoy está retirado.

'Primero dejé yo el negocio. Lo atendía mi hijo. Pero después él también decidió cerrarlo', comento Dávila. 'El problema que teníamos para mantener el local era el miedo de lo que podía pasar', indicó a El País.

Fabricio Amarelle y su novia se habían instalado a fines del 2008 en un kiosco de Camino Maldonado y Venecia, con los ahorros del despido de su trabajo.
Su anterior propietario había atendido ese mismo local durante 9 años. En ese lapso sufrió 20 asaltos.

El 14 de octubre de 2010, Fabricio y su novia estaban atendiendo el negocio cuando dos delincuentes fueron a asaltarlo.

Las crónicas de la época señalan que le robaron $ 100 y unos chocolates. Cuando los ladrones huían, Fabricio los persiguió. Uno de ellos le pegó un tiro en el pecho y murió a los pocos minutos.

'La novia de Fabricio no quiso seguir con el negocio. Ahora lo está manejando un muchacho desde hace dos años', señaló un vecino de la zona, que prefirió no ser identificado.

El presidente honorario de Cambadu, Mario Menéndez, sostuvo que, ante estas circunstancias, 'cerrar es el último recurso' para un comerciante.

'Puede cerrar algún comercio chico en los barrios más complicados, pero generalmente es el último recurso, cuando no se aguanta más', indicó.

No sólo en los barrios periféricos; también en el Centro se han producido asaltos que dejaron traumas y locales clausurados.

La joyería ubicada en Río Branco y San José optó por bajar la cortina tras el último robo, durante el cual el encargado, además de perder la mercadería y el dinero, sufrió una fuerte golpiza en el asalto.

Hoy, las rejas están bajas y los exhibidores vacíos.

'Y sí, no le dio para más. Cerró. Hacía 35 años que estaba trabajando ahí, todos los días. Lo habían robado una vez pero, esta última fue muy fuerte. Terminó muy golpeado y le robaron todo', dijo con pena otro veterano desde una tienda de ropa, que está sobre la misma esquina.

A pocos metros, en San José y Julio Herrera y Obes, Marcos y Adriana (un matrimonio joven que posee un minimarket) fueron víctimas de dos robos violentos en una semana. El último lo protagonizaron 'tres menores', contó Adriana.

'Mi marido les dio la plata, los cigarros, todo lo que le pidieron; sin embargo, lo agarraron del cogote, le pedían más y cuando se iba le gatillaron, pero la bala no salió'.

Pensaron cerrar el negocio, pero al final, decidieron seguir. Hoy, el local se parece a una celda. Marcos y Adriana atienden desde el interior a los clientes a través de una pequeña abertura en la puerta. Tuvieron que gastar US$ 2.000 para encerrarse allí y estar a salvo.

Horacio: Pese a los robos, se resiste a dejar el negocio

El bar Las Tejas, de Camino Carrasco y 20 de Febrero, fue asaltado 4 veces, pero el dueño dice que su principal preocupación son los deliverys.
'Los han robado varias veces. Hoy, los repartidores andan siempre con un guardia Yo tengo que cuidarlos porque representan el 70 % de los ingresos de
mi negocio', señaló Horacio, dueño del comercio, quien dice que no quiere abandonar el negocio. 'Tras los asaltos que sufrimos pensé en largar todo pero el que se dedica a esto, generalmente no sabe hacer otra cosa, más si pasaste toda tu vida atrás de un mostrador', señaló.

'También pensé en dejar de entregar a domicilio, pero dejaría a un montón de gente en la calle'.

Adriana: 'La verdad que pensamos en dejar todo'

'La realidad es te afecta mucho. Quedás muy perseguido, asustado después de vivir una situación de violencia y robo. Al punto que estuvimos pensando en venderlo y ver otra forma de salir adelante, de subsistir. Pero ta... esto es lo único que tenemos. Aunque me duela decirlo, los robos y la inseguridad están en cada esquina. No creo que haciendo otra cosa estemos más tranquilos', dijo con absoluta resignación Adriana, la dueña de un minimarket ubicado en la céntrica esquina de San José y Julio Herrera y Obes. Fue víctima de dos robos en una semana. Debió invertir casi US$ 2.000 para 'blindar' el acceso a su comercio.

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