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martes, 25 de diciembre de 2012

BELEN: ENTRE LA GUERRA Y LA PAZ

Una de las primeras cosas que llama la atención al llegar a la ciudad palestina de Belén, es el muro. Mide casi 9 metros y es tan largo que los ojos no alcanzan a encontrar el final. De este lado es hasta pintoresco: grafitis, mensajes rebeldes y de paz, en inglés y en árabe. Es una especie de lienzo colectivo que sirve de ventana de escape para los que no tienen un pasaporte que les permita cruzar a Jerusalén. Porque Jerusalén está muy cerca. A solo 10 kilómetros, pero desde 2003, la extensa pared de hormigón la apartó de Belén. Pasar el control es cuestión de suerte. Si se es turista hay que mostrar el pasaporte (a veces no lo piden) y también explicar cuál es el propósito del viaje. Los soldados israelíes suben al bus, saludan, observan, hablan una que otra palabra con el conductor. No pidieron documentos ni tampoco cuestionaron. Parecen niños de escuela jugando a la guerra. Tienen entre 18 y 20 años y cierto aire de indefensión que los ubica lejos de los hombres guerreros que el imaginario internacional tiene del poderoso Ejército de Israel. Ya en Belén, la tierra donde según el cristianismo nació Jesús, el cambio se nota. Edificios deteriorados, calles sucias y vías en mal estado. Parece deteriorada por el tiempo. Y son malos tiempos para la ciudad del portal. El gobierno de Benjamín Netanyahu bloqueó las remesas de impuestos a la Autoridad Nacional Palestina. La crisis financiera asfixia a los territorios palestinos y un coletazo le pega a esta población emblemática de la religión católica que hoy 25 de diciembre es más recordada que nunca. 'Belén es pequeña y recorrerla toma poco tiempo', dice el guía, ahora con más optimismo. Hace calor, es agosto y el sol del desierto no tiene piedad en el Medio Oriente. Aparece el punto de referencia de la ciudad: la iglesia de la Natividad. Custodiada por católicos, ortodoxos y armenios, es el destino de peregrinos de todo el mundo; aunque en 2012, según cálculos de la oficina de turismo de la ciudad, las visitas se han reducido por el eco de la guerra en Gaza. Al frente, la mezquita de Omar; en los alrededores la efervescencia de los mercados árabes con sus pesebres elaborados con madera de olivo, (mula y buey incluidos), pañuelos de seda, rosarios en todos los materiales, rostros del Niño Jesús y una variopinta oferta de artefactos. Calles estrechas, edificios de piedra y con arcos. Una arquitectura que parece sacada de un pasaje de la Biblia. La mayoría de la población es musulmana y cristiana ortodoxa; si acaso el 10 % de los 37 mil habitantes de Belén es católico. Adis Urieta, una periodista panameña que vive en Jerusalén desde hace varios años, cuenta que ambos grupos tratan de vivir en armonía, pero que cada tanto hay roces. 'No solo con musulmanes, sino entre cristianos, griegos con armenios o católicos por los lugares santos', expresa. No obstante, cuenta Urieta, los católicos no son los únicos que tienen interés en la ciudad. Para los israelíes Belén es importante por dos razones: es el lugar del nacimiento del rey David y en sus territorios se encuentra la tumba de Raquel, segunda esposa de Jacob y la madre de José y Benjamín. Hay más para ver. Está el mercado antiguo, la Gruta de la Leche, el Convento de los Salesianos, el Museo Old Bethlehem Home, entre otros sitios. Todavía hay pastores en la zona Los autores del tradicional villancico Los pastores de Belén no se sentirían frustrados. En los alrededores de Belén aún hay pastores que cuidan sus rebaños de ovejas como el más grande tesoro. “Viven una vida pastoril, criando ovejas como si el tiempo no hubiera pasado”, narra la periodista Adis Urieta. Y en efecto, hasta usan la tradicional vestimenta con la que se ha imaginado a este particular grupo, que tiene un lugar importante en los pesebres de Occidente. Es que pese a la condición desértica de la zona, la ciudad y sus campos están ubicados en territorio fértil. Pero a ellos también los ha tocado la guerra. No tienen libertad de movimiento, y si lo hacen necesitan un permiso del Ejército de Israel. Algunos sufren para conseguir agua para su rebaño. Israel asegura que los controles son necesarios para mantener la seguridad y la paz en la zona.

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