Uruguay importa más de 34 millones de kilos de yerba mate al año. Cebadura tras cebadura, el residuo de yerba triplica su peso, por lo que se calcula que solo en Montevideo se desechan 125 toneladas al día. Todo el volumen tiene el potencial de ser reciclado pero solo una ínfima parte es recuperada: 2 toneladas al mes.
El Proyecto de Reutilización de Yerba de la Intendencia Municipal de Montevideo (IMM) y el Centro Uruguay Independiente (CUI), implementado hace cuatro años, está lejos de alcanzar su objetivo inicial de recolectar doce toneladas mensuales y emplear a cien discapacitados para su transformación en compost. Sólo se recolectan dos toneladas por mes.
En este tiempo no se logró “sintonía” con el Poder Ejecutivo ni con el Palacio Legislativo ni con empresas públicas para extender la iniciativa. De los cien esperados, actualmente solo trabajan ocho jóvenes.
“No hubo involucramiento ni responsabilidad sobre sus residuos. No hubo inversión. Solo pedimos que se encarguen de la infraestructura. ¿Cuántas camionetas de esos organismos pueden estar disponibles dos horas, una vez a la semana, para hacer una recolección?”, dijo a El Observador el coordinador ejecutivo de la Secretaría de Gestión Social para la Discapacidad de la IMM, Federico Lezama.
El flete es lo más caro de la cadena de revalorización de cualquier residuo y lo que, en gran parte, puede significar el fracaso.
Obstáculos
Las dos toneladas de yerba usada provienen de recipientes especiales colocados en la IMM, en el Ministerio de Educación y Cultura (MEC) −única cartera que se adhirió al convenio−, en la Junta Departamental de Montevideo y en algunas empresas y centros educativos. “Nuestra aspiración es que pase de ser un proyecto de algunas dependencias a un proyecto generalizado. Tiene un potencial de impacto muy importante en la medida en que se lo vincule a personas con discapacidad”, señaló Lezama.
La iniciativa fue diseñada para emplear a personas con discapacidad intelectual y en tratamiento psiquiátrico, quienes tienen más dificultades tienen para insertarse en el mercado laboral.
El convenio suscrito con CUI en diciembre de 2010 fue para emplear a 15 jóvenes. Solo se pudo mantener trabajando a ocho, aunque la semana pasada trabajaron seis. “Hemos llegado a 15 y hemos ido en retroceso por problemas de caja y la rotación de la gente”, explicó a El Observador Jorge Solari, coordinador de la institución.
Algunos integrantes participan de la recolección de la yerba, otros se encargan del manejo de los lombricarios −la descomposición de la materia orgánica es obra de miles de lombrices de tierra roja− y otros de la venta del abono y de plantas. Los depósitos se encuentran en el local del CUI y en el Parque de Actividades Agropecuarias. El producto final se vende en ferias.
“Tenemos una ‘traba-país’”, afirmó Solari. Y enumeró las razones: “Estamos trabados por la falta del Estado que no quiere hacer convenios para recoger la yerba, por la falta de lugares de venta y por el circuito comercial. Ni siquiera tenemos vehículos propios”.
El traslado del residuo es el eslabón más delicado de la cadena. Por esto fallaron, a juicio de Solari, todas las campañas conocidas de recolección y reciclaje: desde la bolsa de leche hasta las pilas.
La supervivencia del proyecto depende de los acuerdos que se alcancen en el próximo gobierno. Aunque hasta ahora no se logró la “sintonía” suficiente, Solari apuesta a que si gana la presidencia Tabaré Vázquez, repare en el Proyecto de Reutilización de Yerba, dado que ha manifestado que priorizará la atención de las personas con discapacidad.
“La idea de los cien puestos de trabajo es realista. Se llega incorporando a los organismos públicos”, apuntó.
Por su parte, el coordinador ejecutivo de la Secretaría de Gestión Social para la Discapacidad de la IMM exhortó a que la gestión de los residuos sea parte de la discusión presupuestal de cada dependencia.
Habitante del jardín
La lombricultura es una alternativa de reciclaje rápida y barata que puede aplicarse a pequeñas huertas o viveros.
De acuerdo al estudio La yerba no es basura: lombricultura y producción de vermicompost a partir de residuos de yerba mate en Uruguay, publicado por el Laboratorio Tecnológico del Uruguay (LATU) en 2009, el humus de lombriz es un abono orgánico natural que mejora la porosidad y la retención de humedad en el suelo.
La lombriz hace lo suyo: chupa la yerba usada y digiere las partículas vegetales o animales en descomposición, expulsando los elementos no digeribles y los residuos metabólicos, que son los que forman el humus.
Cada animal consume diariamente una cantidad de residuos equivalente, prácticamente, a su propio peso. Por lo general pesan 11 gramos y miden 7 u 8 centímetros pero pueden alargarse hasta los 35 centímetros.
Sus excrementos contienen cinco veces más nitrógeno, siete veces más fósforo, cinco veces más potasio y dos veces más calcio que su alimento.
Otra aspiración de la IMM y de CUI es instalar este tipo de reciclaje a nivel escolar y que la práctica se extienda a nivel doméstico. Esto no solo reducirá la contaminación ambiental (Lezama recordó que si la yerba se entrevera con papeles y cartones, estos no podrán ser reciclados), sino que permitirá la instalación de un circuito comercial.
El CUI posee “cientos de miles” de lombrices que pueden ser vendidas a $ 1 cada una.
Incluso se pueden exportar. Países de África, Asia y Arabia son demandantes de estos animales. Allí no precisan deshacerse de la yerba usada, sino que las necesitan para restaurar tierras erosionadas.
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