Aicha (nombre ficticio), la niña de 14 años detenida el pasado lunes en Melilla cuando intentaba cruzar la frontera con Marruecos para unirse a las filas del terrorismo yihadista en Irak, se presentó ante la juez de menores de la Audiencia Nacional con el cerebro “absolutamente lavado y centrifugado”, según fuentes judiciales. 4 meses de manipulación a través de las redes sociales, y la presencia en su entorno de simpatizantes salafistas —un cuñado suyo fue detenido el pasado junio por su vinculación a una célula de reclutamiento de terroristas— formatearon su mente en tiempo récord.
Una familia desestructurada —dos de sus doce hermanos (ocho mujeres y cuatro varones) han pasado por la cárcel por trapichear con droga— solo contribuyó a hacer más eficaz el proceso de adoctrinamiento.
Tras tomarle declaración, la juez de menores dictó para Aicha una medida de internamiento provisional por seis meses en un centro de menores, acusada de un delito de integración en organización terrorista. El gran reto del sistema de protección de menores consiste ahora en concienciar a la adolescente de la gravedad del delito que estaba cometiendo y en inculcarle una serie de hábitos de disciplina y autoestima que permitan reinsertarla en la sociedad. Una especie de proceso inverso al lavado de cerebro que haga que la niña deje de ser una presa fácil de un grupo organizado.
Fuentes oficiosas sitúan a Aicha en un centro de la Comunidad de Madrid, para que la Audiencia Nacional, donde se instruye su caso, pueda seguir su evolución más de cerca. Aunque ningún organismo oficial confirma este extremo en un afán de proteger a la menor, Regina Otaola, directora de la Agencia para la Reeducación y Reinserción de Menor del gobierno regional madrileño, explica cómo será su vida en un centro cerrado femenino. “Nada más ingresar, el centro evalúa a la menor, con sus factores de riesgo familiar y social y elabora un programa individualizado de tratamiento que debe entregar en unos 20 días al juez para su aprobación. Existe un programa de tratamiento dirigido específicamente a la violencia. Se trata de que la niña interiorice que ha sido manipulada por una ideología rígida”.
Psicólogos y educadores recalcan la importancia de inculcar a los menores internos unos hábitos y disciplinas —higiene, horarios, normas de comportamiento— y capacidades sociales. “Muchos de los niños que ingresan en los centros han hecho de su capa un sayo y necesitan límites”, sostiene Otaola. En el caso de Aicha, las normas del centro impedirán que use el niqab (velo integral) que vestía en los últimos tiempos y que ocultaba su rostro cuando trataba de franquear el paso fronterizo de Beni Enzar acompañada de una amiga de 19 años.
“Es una cuestión de seguridad elemental; la cara se tiene que ver. Podrá llevar un pañuelo en la cabeza y su alimentación estará adaptada a su religión, pero el burka es impensable”, afirma Otaola. Aicha, como el resto de internos, deberá también practicar deporte de forma obligatoria “Forma parte de una educación en un ocio saludable”, argumenta la directora de la Agencia de la que dependen los centros de menores infractores.
En el centro, a los menores se les imparten talleres en los que pueden desarrollar sus principales habilidades. Uno de los cursos tiene que ver con las tecnologías de la información. “Se les enseña el uso de Internet de forma responsable y coherente, para aprender pero no para chatear. En el centro los menores no tienen ni móviles, ni ordenadores personales ni tabletas”.
Un equipo técnico de la Audiencia Nacional formado por un psicólogo, un pedagogo y un trabajador social, evaluarán los progresos de Aicha, cuyo caso, absolutamente excepcional, será seguido muy de cerca por la fiscalía de menores. Los técnicos también pretenden evaluar a las hermanas y a la madre de la menor. Fuentes próximas al caso confían en que, pese a que Aicha se mostró muy fría y muy convencida en su primera declaración ante la juez, su corta edad permita reinsertarla con éxito. “Seis meses en un centro cerrado pueden hacer mucho si la familia pone de su parte”, sostiene Otaola.
El sábado pasado la menor —su nombre es ficticio— iba a realizar el viaje de su vida: Ceuta, Melilla, Marruecos, un vuelo barato hacia Turquía y, finalmente, Irak. En su destino trabajaría, eso debía de pensar, en labores humanitarias que darían sentido a su vida, al lado de los “príncipes barbudos”, esa versión amable de los guerreros de la yihad islámica que se difunde en la Red. Aicha no tenía ordenador en su casa, bastó su móvil para que, a través de las redes sociales, recibiera durante meses una nueva forma de adoctrinamiento. Es el primer caso de una menor reclutada por la yihad islámica registrado en España, pero ni mucho menos es único en Europa. Las redes sociales han dejado atrás a las mezquitas como centros de adiestramiento.
Las nuevas tecnologías permiten el adoctrinamiento en solitario. Esa es su ventaja. Su poder. La menor ceutí vivía en una familia humilde y numerosa del barrio de la Virgen de la Luz, de Ceuta, una familia de 12 hijos, 8 mujeres y cuatro hombres. Salvo un hermano militar y otro aún menor de edad, sus otros dos hermanos y su padre han pasado temporadas en la cárcel por delitos relacionados con robos y trapicheo de droga. Su hermana mayor estaba casada con un joven detenido por terrorismo islamista en la última operación realizada en Ceuta, que se saldó con siete arrestos. Según los expertos policiales, el perfil familiar era el caldo de cultivo perfecto.
Hasta hace un par de meses Aicha era una chica escolarizada, de comportamiento normal pero un día decidió vestir el hiyab y dejar solo visible su rostro sonriente. Residía en una vivienda de tres plantas, no demasiado cuidada, protegida por un pastor alemán que cuida su hermano pequeño. Sus padres no aciertan todavía a explicarse. En la casa, nadie da señales, sólo aparece una hermana de unos 12 años que sabe lo que tiene que hacer: "Mis padres no están y yo no voy a hablar con nadie", dice con firmeza mientras sujeta entre sus brazos a un bebé, el pequeño de la familia.
El padre denunció su desaparición en una comisaría de Ceuta el pasado martes, tres días antes de que la policía la encontrara tratando de cruzar la frontera de Melilla junto a otra joven de 19 años, Fauzia Al-Lal Mohamed, vecina de Melilla, con quien no tenía ninguna relación personal, salvo compartir ese viaje que iba a dar sentido a su vida.
¿Quién la convenció para hacer ese viaje? ¿Quién la reclutó? ¿Quién la puso en contacto con Fauzia Al-Lal? Se sabe por el momento, el cómo, el método, las nuevas técnicas que utiliza el terrorismo islamista para hacerse atractivo entre los adolescentes que viven en Occidente, a través de imágenes idealizadas en Instagram, páginas de Facebook y mensajes en Twitter. La experta francesa Dounia Bouzar, que dirige el Centro para la Prevención de la Deriva Sectaria en relación con el Islam (CPDSI) lo llama “el fantasma del príncipe barbudo”. “Las jóvenes adquieren la ilusión de que van a desempeñar labores humanitarias, o de casarse con el último profeta, con el hombre que va a salvar el planeta”, ha escrito esta experta.
Internet ofrece un relato amable y un trato personalizado con los candidatos
Aicha estaba convencida de que tenía una misión que daba sentido a una vida que hasta hace unos meses estaba repleta de precariedades. No fue reclutada en una mezquita, donde los discursos pueden ser largos y espesos para un menor. Encontró “un refugio virtual”, como lo califica Manuel Torres, experto de la Universidad Pablo de Olavide, de Sevilla.
“Por Intenet se difunde un mensaje más endeble, más superficial, pero también más visual, un mensaje en el que nadie te reprende o te da de lado, en el que hay personas que piensan igual que tu, con los que puedes interactuar, conversar y reafirmar ideas. Tú buceas a través de la Red y si decides ir más allá es fácil encontrar a alguien que te facilite el viaje que da sentido a tu vida”. En el caso de Aicha, su compañera de viaje —también detenida— era Fauzia Al-Lal Mohamed de 19 años, con la que no tenía lazos de amistad ni familiares. Hija de padres separados y con un novio al que su familia, según algunos testigos, no acababa de aceptar, empezó a vestir el burka hace unos meses. Ambas iban a reunirse con otras tres chicas para emprender una nueva vida. La policía desconoce cómo contactaron entre sí y las razones por las que la mayor acogió a la niña Aicha en su casa. La solución está en Internet.
Expertos policiales advierten de que las mezquitas han quedado en un segundo plano dentro de las tácticas de reclutamiento: “Están muy vigiladas, son los mismos musulmanes los que detectan elementos peligrosos y lo denuncian”.
Captura del perfil de Instagram de la menor detenida en Ceuta con propaganda yijadista.
Los métodos online ponen técnicas narrativas amables al servicio de una estrategia militar. Así lo explica otro experto policial: “La captación a través de Internet divide a los candidatos en cuatro niveles. Por un lado, están los hombres. Buscan primero chicos jóvenes que hayan cumplido el servicio militar en su país y superen los 20 años. Estos serán los combatientes. Luego están otros jóvenes, con menos habilidades físicas e intelectuales, que pueden servir para inmolarse. Y luego, está el caso de las mujeres, que en el mundo de la yihad desempeñan unas tareas subordinadas, para intendencia. Están las enfermeras o cocineras de los combatientes y que pueden servir también para actuar en misiones militares aprovechando que su vestimenta, el burka, les permite ocultar explosivos. Y las más jóvenes son utilizadas, a través de matrimonios express, para aliviar sexualmente a los combatientes. Ellas no lo saben, pero esa va a ser su función”. “Una vez que llegan, son secuestradas o forzadas”, escribe Dounia Bouzar.
Todavía no se ha difundido cuál es el idílico papel que la menor ceutí pensaba que iba a desempeñar en Irak, si el de enfermera, cuidadora de niños o ancianos, o esposa de “príncipe barbudo”, uno de esos combatientes de buena presencia cuyas fotos se difunden por Instagram. Pero ella estaba plenamente convencida de que estaba ante el viaje de su vida, según comprobó la fiscal de Menores de Melilla en el interrogatorio.
Aicha descubrió un mundo nuevo a través del móvil, gente que la consideraba útil para la causa, que la invitaba por whatsApp, que le ofrecía un mundo idílico. “No la invitan a realizar acciones ofensivas, sino defensivas, a defender una causa, a colaborar en actividades aparentemente limpias”, añade el experto policial. “Internet gana peso, a través de una estética atractiva, que consigue lo que es difícil a pie de calle, el reclutamiento en solitario, y un mensaje dirigido a audiencias muy numerosas”.
España acaba de conocer el primer caso de una menor. La comisaría de Ceuta actuó con rapidez cuando atendió la denuncia de la desaparición. “Sabíamos que las primeras 72 horas eran fundamentales”, explica un inspector. Estudiando su entorno, se dieron cuenta de hacia dónde podía derivar el caso. Y el olfato no falló: en tres días, la estaban esperando en la frontera. La investigación será más compleja a partir de ahora para determinar quién está detrás de esos mensajes que llegaban al móvil de Aicha. a sus 14 años, quién redactaba esas palabras que le prometían una vida excitante y útil, lejos de sus penurias en Ceuta, y la condujeron a realizar el viaje de su vida.
La menor, que hasta hace apenas cuatro meses era una joven "normal", se ha sometido a un proceso de captación y radicalización, llevado a cabo casi enteramente a través de foros yihadistas y redes sociales. La joven ceutí inició su camino hacia el integrismo terrorista en una mezquita de la ciudad autónoma, donde se sintió atraída, según explicó ella, por los sermones que lanzaba el imán.
La menor, al igual que la joven de 19 años que la acompañaba cuando fue arrestada, es una chica escolarizada y atendida por su familia, según las fuentes consultadas. De hecho, fueron sus padres quienes dieron la voz de alarma a las autoridades cuando dejó de estar localizable y quienes alertaron de sus vínculos yihadistas. En un primer momento, la investigación se inició como un posible caso de secuestro, según fuentes jurídicas, aunque pronto se convirtió en una causa por integración en organización terrorista.
La menor ha admitido también que no era la única joven que había sido captada para viajar desde Marruecos a las zonas en conflicto. Otras tres jóvenes, cuyas identidades ha facilitado, iban a realizar el viaje con ella, ha asegurado. En un momento, la joven se quiso echar atrás, pero sus captadores, según su testimonio, la convencieron, incluso con amenazas, para seguir adelante.
Las mujeres que se integran en la yihad en Siria o Irak se dedican habitualmente a cocinar y a contraer matrimonio con algún combatiente para engendrar hijos, según varios expertos en la materia. Estos no conocen ningún caso de mujer que haya luchado con las armas. Por eso, estas fuentes ponen en duda que las dos jóvenes detenidas en Melilla fueran a pegar tiros. Hasta ahora, se conocía la presencia de decenas de chicas tunecinas en las zonas de combate, aunque únicamente haciendo labores de intendencia. Muchas de las musulmanas radicalizadas sienten fascinación por Fatiha Mejjati, una marroquí de 53 años, apodada La viuda negra. Mejjati estaba en Afganistán con su marido, Karim, y sus dos hijos cuando Al Qaeda derribó, el 11 de septiembre de 2001, las Torres Gemelas y destruyó parte del Pentágono.
La familia Mejjati huyó a Pakistán, a Bangladesh y Arabia Saudí, donde Fatiha fue secuestrada con su hijo Ilyas, con el que pasó un año en cárceles secretas de Riad y, después, de Marruecos. Su marido y su hijo pequeño, Adam, murieron en abril de 2005 en un enfrentamiento con las fuerzas de seguridad saudíes en Al Rass.
Mejjati ha escapado recientemente de Marruecos burlando a los cuatro centinelas que la vigilaban y se ha integrado en el Estado Islámico recién fundado por el autoproclamado califa Abu Bakr al Bagdadi, que abarca una amplia franja de Siria e Irak. Mejjati anunció su exilio voluntario el pasado 9 de julio en una de sus cuentas de Twitter.
Colgó una foto suya posando ante el tribunal islámico de Yarabulus, cerca de Alepo, en manos del Estado Islámico desde hace un semestre. Se la ve vestida con un niqab negro que solo deja sus ojos al descubierto, pero en las páginas yihadistas se asegura que la foto es auténtica. El diario marroquí Annass afirma incluso que al poco de cruzar la frontera contrajo matrimonio con el lugarteniente del califa. Mejjati es un icono entre quienes invocan la religión para practicar la violencia. En un mundo en el que sólo los hombres tienen derecho a la palabra es la única mujer que destaca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario