Luis Guillermo Solís no creyó que pudiera recibir tantos votos y se siente un poco culpable por dudarlo. Con el millón y 300.000 costarricenses, este académico de 56 años se pone al frente de altísimas expectativas de cambio de distintos sectores en este país trabado entre su éxitos, sus ambiciones y sus falencias, tanto económicas como sociales. Se pone también al frente de la política internacional, como mandatario en este año en que Costa Rica ocupa la presidencia pro témpore de la Comunidad de Estados de América Latina y del Caribe (CELAC).
Esta es la especialidad de este ex director regional de la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB), quien se define como “un hombre de diálogo”, aunque advierte que este tiene sus límites con el vecino Nicaragua. Daniel Ortega no será invitado a su acto de toma de poderes, el 8 de mayo.
Pregunta. ¿En qué cambia los planes políticos este resultado tan aplastante?
Respuesta. Me obliga a asumir con mucho más fuerza el compromiso con el cambio. Si antes ya estaba comprometido, ahora tengo hacerlo con más determinación. Recibí un mandato apabullante y no deja márgenes para no hacer lo que me están pidiendo. Es casi un grito lo que estoy recibiendo.
P. ¿Cambia las prioridades o los márgenes políticos?
R. Las prioridades son las mismas y esta votación en cierto sentido está ratificando las prioridades. El cambio sí está en los tiempos. El problema es que algunas de esas decisiones no todas las demandas de la gente, complejas como son, tienen que ver con el Poder Ejecutivo.
P. ¿La ansiedad popular representa un problema para sus primeras decisiones?
R. La gente no está tan ansiosa por los detalles, sino con los resultados y aún no soy el Presidente en funciones. La gente me hizo un encargo con su confianza. Me dijeron ‘¿necesita un millón de votos? Tome un millón y 300.000’. Me están pidiendo que cambie las cosas con contundencia. Por ejemplo, me está pidiendo que baje el precio de la luz (la tarifa industrial triplica la de Estados Unidos de América) y entonces estoy pidiendo opciones, tres o cuatro para hacerlo de entrada.
P. A estas alturas de su proyecto político, ¿no debería saber ya cómo abaratar la energía?
R. Por eso tengo un equipo de economistas y expertos en energía en eso. Nosotros propusimos algo que las organizaciones de consumidores no aceptaron. Entonces estamos buscando otros métodos.
P. Siempre va a encontrar sectores adversos a sus planes.
R. Claro, estamos metidos en nuestras propias lógicas. Los del ICE (Instituto Costarricense de Electricidad) están por mantener cero cogeneración eléctrica y cero exportación de energía, o en términos que no resultan rentables. El sector privado quiere una apertura total y dice que ninguna otra opción es suficiente. Y tengo a consumidores industriales y domésticos pidiendo que bajemos ya las tarifas. Lo que quiero es ver todas las opciones.
P. Caemos aquí en el tema de las altas expectativas que caen sobre sus hombros. Muchos sectores quieren que el nuevo gobierno, ese que logró encantar en la campaña, solucione sus problemas particulares.
R. Eso es cierto en parte, pero hay gente que está pidiendo soluciones con una mirada más amplia y un horizonte de cambio más largo, con acuerdos nacionales que, se sabe, no serán inmediatos y llevarán años, como la reforma necesaria en el sistema de educación. La gente entiende eso.
Lo que no quiere es la inmovilidad.
P. Su estratega de la campaña dijo que el ambiente político, de polarización y desencanto, estaba apto para un outsider y que usted era o más parecido. ¿Se autopercibe usted como un outsider?
R. No, para nada. Sería una exageración decir que soy un outsider, pero sí me considero un político no tradicional, o al menos un político no profesional. No he vivido de la política. Cuando he participado en política ha sido la política la que ha vivido de mí. Cuando estuve en PLN no me endeudé una barbaridad financiando un partido que no me pagaba sueldo como secretario general. Nunca he sido diputado ni he participado en consultorías de esas de partido… más bien quedé mal después de dos años de trabajo ahí.
P. Un político no tradicional que era un candidato inviable y acabó con un apoyo aplastante. ¿Cómo se lo explica?
R. El pueblo atendió los llamados que hicimos de manera totalmente disciplinada. Más bien a veces me siento culpable de haber dudado de si efectivamente iba a hacer lo que finalmente hizo (resultado electoral de 78 % contra 22 % del oficialismo). Lo interesante del pueblo de Costa Rica es que sale a votar con lucidez, sin que nadie lo presione o lo atemorice, con entera conciencia de lo que está haciendo. Me siento muy honrado, muy comprometido y a veces un poco turbado.
El peso de la expectativa es tan grande que a veces me pregunto si podré sobrellevarla.
P. ¿Cómo se aplaca esa pregunta de si podrá sobrellevarla?
R. El equipo me ayudará a hacer las cosas. Entonces me respondo que sí podremos, porque yo no voy a estar solo, yo he insistido en la acción y la participación ciudadanas para llevar la carga de manera creativa y diferente de como se ha hecho hasta ahora, no con un criterio vertical burocrático, sino más horizontal y con acción ciudadana.
P. Será más complejo el proceso de toma de decisiones.
R. No necesariamente. Lo complejo es realizar las consultas, pero las decisiones las toma el Poder Ejecutivo con la autoridad que le corresponde.
P. ¿Puede entender que, por la campaña y el resultado electoral, desde fuera se le vea casi como un Fujimori que se cruza en el camino tradicional del país?
R. Un Fujimori de ninguna manera por varias razones. Aquí no tenemos el fenómeno del terrorismo que explicó en Perú la escogencia de Fujimori, ante la incapacidad de los partidos tradicionales de controlar a Sendero Luminoso. Segundo, había en Perú una corrupción rampante que ahí no tenemos ni de lejos. Tercero, Fujimori no solo no era conocido, sino que tampoco tenía partido. Yo llego con el PAC que es un partido establecido, que ha participado antes en tres ocasiones y se ha convertido en un actos de la política en la última década, con una estructura débil, sí, pero con valores más que conocidos a pesar de su juventud (13 años). Y lo más importante: el talante del candidato. Fujimori era un dictador y siempre lo fue, fue autoritario desde el principio.
P. ¿Cómo es usted entonces?
R. Soy un hombre muchísimo más dialogante. Mi talante es el de un negociador, que busca trabajar en equipo y que escucha antes de resolver. No soy un individuo que se lanza contra las barricadas de primera entrada.
P. ¿Está la gente confiando en usted a ciegas?
R. Uno es lo que puede mostrar. Yo en política no he sido más que secretario general de un partido (PLN) y funcionario dos veces en el Ministerio de Relaciones Exteriores. El track record (trayectoria) mío como dirigente político es bastante corto y no sirve de prueba. Lo que sirve para dar garantías es mi vida, sin acusaciones de actos indebidos, dedicado a la academia, seriedad, rigor… y de ahí se debería derivar la confianza en mí. Como le digo, soy un político no profesional y esto quizás conlleva riesgos, pero el argumento que doy a favor mío es que estos personajes que nos han gobernado tienen todos un track record del carajo; todos pasaron antes por 40 instituciones y dejaron el país como lo dejaron.
P. Esa “acción ciudadana” que quiere impulsar, ¿cómo aplicarla sin ser populista?
R. El populismo parte de un factor que no se concibe en el concepto de “acción ciudadana”, que es transferir el poder de decisión a la gente a cambio de algo. Es un intercambio de decisiones a cambio de favor político, y yo no quiero esto. Quiero un gobierno responsable que escucha a la gente y le devuelve ese apoyo en obras de interés común. Esto no sería populismo, sino un proceso de gobierno que responde a la gente.
P. ¿No teme un efecto como el de Obama, ser el depositario de altas expectativas que acaban, en buena parte, truncadas por el sistema?
R. Podría ser. La administración pública es carnívora y hay una serie de dinámicas burocráticas que pueden acabar convirtiendo en un callejón sin salida algo que era una nueva idea.
Son las 4:12 p. m. y se interrumpe la entrevista. Su asistente le indica que lo llaman del Palacio de Miraflores, en Venezuela. Nicolás Maduro está al otro lado para felicitarlo. Le preguntará la fecha de la ceremonia de traspaso y sobre la aplastante cantidad de votos que lo tienen hoy convertido en el mandatario electo con más apoyo en la historia nacional. Algo mencionaron de la CELAC. Solís se retira de la mesa y se aparta tres metros hacia la ventana. Ve que está lloviendo después de cuatro meses sin lluvia en este país lluvioso. Algo tiene que ver esto con el costo de la electricidad. Fueron cinco minutos de diálogo.
P. Hablábamos de ser absorbido por el sistema…
R. Bueno, estamos creando condiciones institucionales y partidarias para que eso no ocurra. Mucho va a depender del equipo que tenga.
P. Va a asumir la ceremonia en el estadio de futbol donado por China. Usted que dice creer mucho en lo simbólico. ¿No es esto una señal significativa?
R. No, para nada, es un inmueble del gobierno de Costa Rica. Ese estadio se construyó hace años (cuatro). Yo no le vería ningún significación geopolítico al Estadio Nacional.
P. ¿No tienen las donaciones de China ningún significado geopolítico?
R. Mi intención es mantener las mejores relaciones con la República Popular de China, pero no tengo necesidad de estar dentro del estadio para anunciar esto. La toma de posesión, si fuera por otras razones, yo preferiría en el teatro Melico Salazar (centro de San José). Es un asunto de pragmatismo. No tenemos más lugares dónde hacer actividades magnas con la dignidad y la facilidad adecuada para logística y seguridad.
P. Invitará primero a los presidentes de Centroamérica.
R. Sí, voy a visitarlos para hacer las invitaciones de manera personal.
P. Saltándose Nicaragua.
R. Sí, porque el presidente Ortega se ha expresado de Costa Rica en términos que no son aceptables, con pretensiones de soberanía sobre Guanacaste (provincia en el norte) e invadió territorio costarricense y eso no lo hace un amigo. Quiero guardar la distancia hasta tanto no hagamos resoluciones claras de la Corte de Justicia Internacional.
P. Pero usted dice ser un hombre de diálogo.
R. En eso hay límites. Cuando se trata de lesiones a la soberanía, uno no debe pasar ese límite. Mientras sigamos con el riesgo de tener esas reiteradas amenazas, no conviene una relación personal en el nivel de presidentes.
P. ¿No habrá entonces un giro en el manejo del conflicto con Nicaragua?
R. Yo he insistido en que esta es una decisión de talante personal, pero la relación binacional no debería verse afectada por un desencuentro entre el Presidente Ortega y yo. Esa sería una diferencia (con el gobierno actual). Tenemos que mejorar al máximo las relaciones y hacer un manejo inteligente de la agenda binacional.
P. El desarrollo de Costa Rica tiene la apuesta sobre sus exportaciones, atracción de inversión extranjera y de turistas. ¿Cuál marca de país quiere proyectar?
R. Creo que Costa Rica tiene suficiente pedigrí para mostrar en América Latina, siempre y cuando corrijamos algunas de las discusiones que se han convertido en fardos pesados del modelo de desarrollo que estamos aplicando, que tienen en que ver fundamentalmente con pobreza a inequidad, corrupción y con el manejo de la administración pública. Tenemos una administración pública poco eficiente. Si lográramos superar esos baches, Costa Rica seguira siendo ejemplar por su estabilidad del sistema político, en su vocación ambiental y en sus principios habituales en el ámbito internacional. Costa Rica fue durante muchas décadas un modelo relativamente excepcional y no requiere de paradigmas que no sean los propios.
P. Tiene encima el desafío de convencer al sector empresarial.
R. Tengan la seguridad de que un gobierno del PAC encabezado por mí no pondrían en riesgo las inversiones privadas.
P. ¿Se atreve a ponerse una meta de crecimiento de la economía costarricense que sobrepase el 4%?
R. Yo quisiera la cifra mágica que siempre se invoca como el mínimo para garantizar sostenibilidad en la inversión en Costa Rica, que es un 6 %. Mínimo.
P. ¿Lo ve posible?
R. Tenemos una tarea interna pendiente, pero también hay otros factores. Mientras no se recuperen nuestros dos mercados más fuertes (Estados Unidos de América y Europa) y no podamos reactivar el turismo, que está tan ligado a la capacidad de reactivar esas economías, pues va a ser difícil, pero mi aspiración es ese 6%.
P. Costa Rica con su economía pequeña y dependiente de mercados golpeados, creciendo por debajo del 4 % y con un déficit que sí supera el 5 %... ¿por qué pide entrar a la OCDE?
R. El ingreso a la OCDE nos daría un marco de referencia que podría facilitar muchas inversiones mediante la aplicación de buenas prácticas del modelo productivo nacional y ser entonces una economía más moderna y competitiva. El tema es cuánto recurso vamos a invertir en ese ingreso; podríamos estar acelerando demasiado los tiempos para el acceso a la OCDE. Me gustaría analizar con más tiempo los procedimientos y las obligaciones que se asumen para no meterle presión a este país donde hay aún prioridades como atender la pobreza extrema o el de la reactivación económica interna.
P. ¿Se va a integrar su gobierno a la Alianza del Pacífico (con Perú, Colombia, Chile y México)? Usted dijo a EL PAÍS en febrero que el país debería participar en ella.
R. Antes de asumir el gobierno podré conocer con detalle qué conlleva la Alianza del Pacífico en dos temas particulares que son muy sensibles: el de la desgravación arancelaria para ciertos bienes industriales y agropecuarios. Hasta ahora no he podido tener acceso a ello. Si eso lesiona sectores estratégicos intentaremos modificar algunas cláusulas.
P. Ya hay sectores que advierten serán perjudicados, como los empresarios industriales y los agropecuarios y piden un rechazo rotundo a la Alianza del Pacífico.
R. Yo todavía no llegaría hasta ese punto, porque quiero saber en detalle qué dice el tratado y las valoraciones que ha hecho el Ministerio de Comercio Exterior, que lo ha estado negociando.
P. ¿Y el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP), con países asiáticos?
R. Eso ya no. No me veo haciendo esa negociación si no se ha resuelto antes el tema de la Alianza del Pacífico…
De nuevo lo interrumpe su asistente. Ahora el que lo llama es Enrique Peña Nieto para darle la felicitación por México y le pregunta también por la fecha de la ceremonia de traslado de poderes. Ya ha dejado de llover. No parece arriesgado pensar que las altas expectativas sobre Luis Guillermo Solís no vienen solo de los ciudadanos costarricenses, ahora que Costa Rica preside la CELAC.
P. ¿Qué pueden esperar de usted en la CELAC?
R. Para mí, la CELAC es una organización que abre un espacio inédito en América Latina. Le atribuyo la mayor importancia. Es un gran logro haber hallado un espacio para que la región delibere por sí misma con todo tipo de gobiernos; es un espacio plural y tenemos en Costa Rica la responsabilidad de administrarlo como presidencia pro témpore. Ya hay reuniones programadas, algunas de altísma importancia como el encuentro con el BRIC con la CELAC en Recife (Brasil), en julio. Creo que será mi primera intervención como presidente de la Celac en un encuentro que reunirá a Brasil, Sudáfrica, China, Rusia y la troika de la Celac (Cuba, Costa Rica y Ecuador).
P. Sabe de una preocupación de Washington por el curso que vaya tomando la CELAC, como un espacio que pueda quitarle peso a otros donde Estados Unidos de América sí tiene protagonismo, en concreto la Organización de Estados Americanos (OEA).
R. No son mecanismos adversarios, sino complementarios. Yo me atrevo a decir que la OEA es insustituible porque es depositaria del derecho internacional americano con las normas sobre Derechos Humanos, niños, mujeres, la lucha contra las armas nucleares. No se puede comparar con un foro estrictamente político como la CELAC. Para Costa Rica, no son foros excluyentes.
Luis Guillermo Solís presenta este lunes su equipo de gobierno y, por tanto, el ministro de la Presidencia, que será clave para comunicarse con los sectores políticos y sociales, y el de Relaciones Exteriores, aunque se espera que Solís se apropie de las tareas de política exterior. También hay expectativa por su gabinete económico y por el titular de Obras Públicas y Transportes, uno de los sectores que más insatisface a los costarricenses.
No se le ve pinta de político usual. No da palmadas por la espalda. Le gusta más jugar futbol que verlo whisky en mano. No tiene fincas a su nombre ni ascendencia millonaria y trabajó como profesor universitario hasta bien entrada la campaña electoral.
En la familia de Luis Guillermo Solís Rivera, hoy presidente electo de Costa Rica, no hay raigambre de política nacional. La única excepción es el paso de su papá, Freddy, como presidente municipal en Turrialba, un pueblo ubicado entre la capital y el Caribe, igual que el ganador de los comicios de este domingo en segunda ronda. El padre era empresario zapatero y la madre, maestra, hija de una negra nacida en Jamaica, cuyos genes se notan en la nariz ancha de su nieto.
Esta falta de pedigree político lo usó a su favor en un país donde el oficio de político está devaluado. Cuenta con orgullo y sorpresa el éxito que tuvo en esta campaña una foto suya lustrando los zapatos horas antes de uno de los debates presidenciales que le ayudaron a darse a conocer. Dice que uno de sus seis hijos (en un país donde el promedio es menos de dos) le tomó la foto porque sí, la subió a redes sociales porque sí y de repente esa foto se convirtió en un retrato de lo que es: “un costarricense normal”, según este creyente de la política con símbolos.
Este historiador que también hace de politólogo, de 56 años, no debería ser presidente en la lógica tradicional de la política. Se le conoció como “el candidato del margen de error” porque solía aparecer en la parte más baja de las encuestas. No fue favorito para la competencia interna del Partido Acción Ciudadana (PAC), al que se integró hace ocho años. En esas primarias logró la victoria por solo 113 unidades, un 0,5 % de esa votación. Ninguna encuesta lo ubicó antes de las elecciones en febrero siquiera en segundo lugar y acabó con más votos que todos, convertido entonces sí en favorito contra el desgastado oficialista Johnny Araya.
Antes, nadie le veía futuro en este primer intento de optar por un cargo de elección popular, pero la manivela del PAC estaba libre después de que su fundador y único candidato presidencial, Ottón Solís, prometió en 2010 no volver a postularse. Un grupo de dirigentes de mando medio de la agrupación se dio a la tarea de plantearle una candidatura. Entonces era director regional de la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB) y ni siquiera vivía en Costa Rica. En uno de los viajes desde Panamá se lo propusieron y él creyó que le estaban pidiendo apoyo para otra persona. Ni él se lo creía.
La idea se fue cocinando de manera subterránea. Él tenía prohibido participar en política partidaria por su trabajo en la SEGIB, pero el nombre comenzó a rodar en las reuniones partidarias y en los medios de comunicación, que lo conocían bien porque desde años atrás fue uno de los analistas políticos más frecuentados. Tras graduarse de historia en la Universidad de Costa Rica, sacó su posgrado en Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Tulane, en Estados Unidos y se desempeñó como profesor, investigador y consultor. Es, en resumen, un académico y lo deja claro en la forma de hablar. Por ejemplo, cuando su rival Johnny Araya se retiró de la campaña, Solís opinó en radio que era “una estratagema”. Ni dijo “trampa”, “patraña” ni “juego sucio”.
Sus estrategas de esta campaña le insistieron en que era “demasiado profesor” en su discurso.
Él trató de modularse, pero al final les respondía “es que eso es lo que soy”. Eso es, pero no solo eso. Su currículo en lo académico abunda en asuntos de política exterior (“soy un integracionista centroamericano”), pero en lo político resaltan los colores de su rival de turno. Él es un ex liberacionista.
Militó en el Partido Liberación Nacional (PLN) desde antes de 1980 y destacó por sus artes. En 1986 el presidente Óscar Arias lo quiso a su lado y lo hizo parte de las reuniones del proceso de pacificación en Centroamérica que llevó al mandatario a ganar el Nobel de la Paz en 1987.
“Le escribí un discurso y le gustó. Después otro y le gustó. Después otro y otro”, contó en una de las cientos de entrevistas que dio en esta campaña para darse a conocer al electorado acostumbrado más bien a un reciclaje de rostros en los últimos 20 años.
Se quedó en el PLN y fue director de Política Exterior en el gobierno de José María Figueres (1994-1998). Su experiencia en política no es de ensuciarse los zapatos. No fue un operario político en el terreno ni en los barrios; lo suyo era algo más elevado, más acorde a su perfil de intelectual; sencillo, pero intelectual al fin. Llegó a ocupar el cargo de secretario general más por circunstancias del partido que por sus ambiciones o capacidades de gestor político. Lo recuerda ahora 11 años después, uno de sus amigos, haciendo ver la coincidencia con el triunfo electoral de este domingo.
Fue portavoz en 2002 del candidato liberacionistas Rolando Araya y estaba listo para ocupar el cargo de Ministro de Exteriores, pero la derrota fue clara frente Abel Pacheco. Resultó insuficiente el trabajo del equipo que integraban Solís, Laura Chinchilla (ahora presidenta) y el mismo Johnny Araya (rival hasta ayer).
Después se fue del PLN al alegar razones éticas e ideológicas y entró al PAC, con el que ahora llega a gobierno. En 2006 ardía la discusión nacional en torno al Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos. Solís puso entonces su verbo y sus ideas a disposición del movimiento opositor a la causa que lideraba Óscar Arias, su exjefe en las negociaciones de paz centroamericanas. En el 2007 fue el referendo y el “no” perdió por una pequeña ventaja contra el “sí”. Era otra campaña que perdía Solís.
No se le conoció más actividad política hasta finales del 2010, cuando le plantearon ser él el presidente de la República. Le proponían dejar de ocupar las segundas líneas y ponerse al frente de un movimiento de cambio capaz de evitar la continuidad del PLN en el poder después de ocho años. Ahora se puede ver como un acierto apto para electores reacios: tiene las raíces y amigos socialdemócratas del PLN, tiene ideas en apariencia progresistas para complacer a quienes lamentan tendencias neoliberales del país. Tiene entrada para hablar con sectores de distintas banderas y tiene cara de no-político.
En uno de sus primeros spots publicitarios se presentaba así: “tengo un carro, un reloj, cuatro trajes que me quedan y no necesito más”. Después reforzó el concepto en redes sociales, uno de los flancos fuertes de esta campaña del PAC, junto con el impulso juvenil y el voluntariado de los seguidores.
Solís es católico moderado, está divorciado y se esfuerza en dejar claro que es padre. No es bebedor frecuente, pero tampoco abstemio. No fuma, pero a veces, solo a veces, se permite un puro, algo inusual en los hábitos de un tico. Ahora su pareja es la española Mercedes Peñas, su “pepegrillo” y su representante hasta ahora para los preparativos de la ceremonia de toma de posesión del 8 de mayo. Esta madrileña dirige en el país una fundación cooperante especializada en desarrollo local y, aunque al principio no se alegró con la idea de meterse en política, está lista para ejercer de “Primera Dama”, pero con funciones sustantivas más allá del perfil casi machista tradicional en ese cargo. Ella es la madre de la hija menor de Solís, quien sigue llevándola a diario a una escuela privada francesa.
Otra voz al oído de Solís es la de su jefe de campaña y probable Ministro a la Presidencia, Melvin Jiménez. Fue su profesor de ética en el colegio privado cuando pocas familias tenían a sus hijos en colegios privados. Jiménez es un obispo luterano experto en movilizar colectivos sociales por debajo de los cartones formales de los partidos políticos.
Suena conveniente para uno de los propósitos de Solís ante el terreno político fragmentado y devaluado; su objetivo es hacer más política por debajo del sistema formal. Al fin y al cabo, él no se siente un político de sistema, cosa que no todos ven bien en su propio entorno. “Diay, ¿qué se puede esperar de un profesor metido a ser presidente?”, dijo hace tres semanas un colaborador suyo, político de años, creyendo que nadie lo escuchaba.
Pretende seguir viviendo en su casa actual, tercera a la izquierda en un condominio, la forma habitacional cada vez más gustada en Costa Rica por la clase media y hacia arriba. Pretende seguir limpiando sus propios zapatos y dando guerra a los protocolos de seguridad que aplican sus nuevos guardaespaldas. El profesor de la asignatura de Política y Relaciones Internacionales en la Universidad de Costa Rica ya no podrá estar en el aula los martes de 10.00 a 13.00. Estará ocupado intentando gobernar, aunque tiempo atrás nadie lo hubiera creído. Ni él mismo.
Fuente: El País
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