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jueves, 14 de abril de 2011

COSTA DE MARFIL: BUENOS Y MALOS ? O INTERESES CRUZADOS ?

Desde hace días, las agencias internacionales vienen machacando con noticias provenientes de Africa occidental, concretamente de un pequeño país, ex colonia francesa, que es escenario de una guerra civil. Se llama Costa de Marfil y es escenario de una batalla de intereses cruzados del capitalismo francés.


Los cables presentan la situación en Costa de Marfil de una manera esquemática, maniquea y simplificadora: un presidente electo democráticamente que no puede asumir el cargo porque el presidente saliente, perdedor en esos comicios, se niega a entregar el mando, lo cual provoca una sublevación.

Los sublevados, "mártires de la democracia", apelan a las armas para hacer cumplir el mandato de las urnas, para lo cual cuentan con el "desinteresado" apoyo (moral y bélico) de los guardianes de la democracia, esto es, la ONU y las grandes potencias occidentales.

Laurent Gbagbo, atrincherado en su búnker, es el malo de la película que se niega a entregar el mando al héroe, Alassane Ouattara, ganador de las elecciones y presidente proclamado por la Corte; otro enfrentamiento entre el autoritarismo y la democracia.

Ahora bien. Esa pintura de la situación en Costa de Marfil, ¿es objetiva, se ajusta a la realidad ?

En primer lugar, hay denuncias de fraude en el norte del país, donde en varias ciudades y pueblos hubo tres veces más votos que inscriptos para votar.

La Comisión Electoral Independiente, que proclamó la victoria de Ouattara, está compuesto de 22 miembros, 20 de los cuales responden a Ouattara.

"Pero eso da igual", afirma el periodista José Naranjo. "Toda la comunidad internacional se ha lanzado a dar su apoyo a Ouattara, a quien llaman presidente electo porque la ONU así lo certifica.

La ONU, ese gobierno del mundo que en realidad es el anacrónico gobierno de unos pocos (cinco, los que tienen derecho de veto) sobre el resto de los países; la ONU, que emite resoluciones que Marruecos o Israel no cumplen y no pasa nada, pero que otros incumplen y se desatan los infiernos".

Sylvain Poosson es profesor de Literatura Hispanoamericana y director de Estudios Internacionales de la Universidad de Hampton.

Nació en Costa de Marfil, en donde estudió, ejerció el periodismo y participó de la llegada de la democracia, a principios de la década del '90.

En entrevista de Página 12 ha dicho: "Gbagbo cometió muchos errores. Pero es el padre de la democracia, militó más de veinte años en la política de su país y esperó por un proceso de elecciones democráticas para acceder a la presidencia. No es golpista, respeta los derechos de su pueblo. Ouattara, en cambio, es un asesino sin piedad y codicioso que haría cualquier cosa por sentarse en el sillón del poder".

Estos dos testimonios se contraponen a la "historia oficial" que la prensa francesa se empeña en hacernos creer. Esa prensa (no toda, por supuesto) opera en defensa de los intereses de Francia. Y precisamente esos intereses de la ex metrópoli se veían amenazados por el plan de gobierno de Gbabgo, sobre todo en el rediseño de la política económica.

Según Poosson, hay 2.500 empresas francesas instaladas en Costa de Marfil, y son Francia e Inglaterra los compradores del petróleo y el cacao marfileños, los principales recursos del país.

Gbagbo era, pues, una amenaza para los buenos negocios europeos. Ouattara, en cambio, les brindaba la seguridad de que podrían seguir esquilmando al país. Siendo ministro de Economía (entre 1990 y 1993), Ouattara vendió todas las empresas estatales a capitales privados, en su mayoría extranjeros y sobre todo franceces.


Sylvain Poosson es profesor de Literatura Hispanoamericana y director de Estudios Internacionales de la Universidad de Hampton.

Nació en Costa de Marfil, en donde estudió, ejerció el periodismo y participó de la llegada de la democracia, a principios de la década del ’90.

Aunque esté lejos, sabe analizar y conoce con detalles la realidad de su país, que en los últimos meses le quitó el sueño: “Gbagbo cometió muchos errores.
Pero es el padre de la democracia, militó más de veinte años en la política de su país y esperó por un proceso de elecciones democráticas para acceder a la presidencia. No es golpista, respeta los derechos de su pueblo. Ouattara, en cambio, es un asesino sin piedad y codicioso que haría cualquier cosa por sentarse en el sillón del poder”, comparó en una charla telefónica en la que Página/12 lo consultó sobre su punto de vista respecto de la crisis en el país africano.

–Los medios occidentales muestran a un Laurent Gbagbo acorralado y cuentan las horas para que las tropas de Ouattara, ayudadas por Francia y la ONU, lo arranquen del poder. ¿Qué hay de cierto en esto?

–Se ve que la comunidad internacional no lo conoce. Gbagbo es capaz de morir ahí. No creo que se entregue tan fácilmente a las fuerzas de Ouattara.
El tema es que la información que llega sobre el conflicto está filtrada, en su mayoría, por la prensa francesa, que cuenta la historia oficial. Pero hay que tener cuidado, sobre todo respecto de temas internacionales en los que Francia tiene intereses en juego, la prensa de su país juega para ellos, casi como si fuera su empleada.

–¿Por qué Francia interfirió en Costa de Marfil?

–Uno de los principales puntos de la plataforma de Gbagbo para las elecciones de noviembre se basó en un rediseño de la política económica del país, que indefectiblemente afectaba a Francia y a los negocios que ese país tiene en la nación africana. El 85 % de las divisas que sostienen la economía de Costa de Marfil están depositadas en bancos franceses.

Francia tiene 2.500 empresas en Costa de Marfil y se reparte con Inglaterra la compra de la producción de petróleo y cacao –base de la economía marfileña– de mi país.

Costa de Marfil gana, por la venta de esos productos, el 12 % de las ganancias que genera Francia con su reventa. Esa es la amenaza a la que se enfrenta Francia si Gbagbo sigue en la presidencia.

Cuando fue ministro de Economía –entre 1990 y 1993–, Ouattara se encargó de vender todas las empresas estatales a capitales privados, en su mayoría extranjeros. París se benefició enormemente.

–¿Qué hizo Gbagbo para cambiar esta realidad, durante los diez años que ejerció la presidencia?

–No pudo hacer mucho. Asumió la presidencia en 2000 y tres años después las milicias rebeldes del norte del país, con armas y mercenarios de Burkina Faso y el apoyo escondido de Francia, intentaron culminar su gobierno, matándolo. Ouattara apoyó ese golpe.

Finalmente lo dejaron vivo, pero desataron una guerra civil y vertieron la sangre de centenares de inocentes en las calles. El país quedó dividido en dos: norte, bajo el mando de los rebeldes y sur, con Gbagbo, que acabó negociando el poder completo.

Se quedó en la presidencia, pero nombró al líder de los rebeldes, Guilliame Soro, como primer ministro. Desde entonces, nunca más pudo avanzar dos pasos sin la amenaza de poner en rojo vivo al país. Perdió todo manejo.

–El mandato presidencial de Gbagbo se venció en 2005. ¿Por qué atrasó cinco años las elecciones?

–Cometió miles de errores como presidente. El principal es haber permitido que la corrupción contaminara cada rincón de su gabinete.

Pero no fue él quien no quiso que se realicen elecciones: fue Soro, a través de la amenaza permanente de violencia y sus aportes constantes para mantener al país dividido, que no permitieron la instauración de un ambiente propicio para los comicios.

A Soro y los rebeldes del norte les convenía mantenerse en el poder debido a los negocios ilegales del tráfico de cacao. Incluso en noviembre de 2010, Gbagbo alertó sobre la inconveniencia de llevar a cabo elecciones democráticas, con tanta violencia en las calles.

–¿Por qué no se pudo definir aún el proceso electoral de noviembre?

–Ouattara hubiera ganado la presidencia si no hubiera maltratado tanto a la población. Las tropas de los rebeldes mataron y sembraron el miedo para que él se alce en la presidencia. Mujeres fueron violadas; miles de marfileños fueron asesinados por esas bestias, con la venia de Francia, para atemorizar a otros y ganar votos. Las elecciones no fueron libres ni democráticas.

La Comisión Electoral Independiente, que le dio la victoria a Ouattara, tiene 22 miembros, de los cuales 20 son adictos a Ouattara. Cuando esos resultados preliminares llegaron a la Corte Suprema, esa autoridad consideró que había signos de fraude, pero no ordenó su nulidad y la realización de un nuevo proceso.

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