-- --

Buscar información

Facebook y Twitter

jueves, 28 de octubre de 2010

NESTOR KIRCHNER: VIDA Y MUERTE DE UN LIDER ARGENTINO

Néstor Carlos Kirchner Ostoic (Río Gallegos, Santa Cruz, 25-02-1950 – El Calafate, Santa Cruz, 27-10- 2010) ya se había levantado cuando lo sorprendió el malestar en el pecho. Estaba parado y se desmayó. A las 7.55, se pidió una ambulancia, a la que le llevó minutos recorrer las 15 cuadras que separan el hospital, del domicilio del matrimonio presidencial en el barrio Las Chacras.


Al llegar, los médicos le hicieron la primera reanimación. Ante la falta de respuesta, no se dudó en subirlo a una camilla y llevarlo al hospital.

El ex presidente ingresó en camilla en estado de paro cardiorrespiratorio, con la Presidenta pegada a él.

"Hicimos trabajo de reanimación cardiopulmonar básica y avanzada por más de una hora", dijo un médico que formó parte del operativo de resucitación. A las 8.30 había ya un gran revuelo en el hospital de El Calafate cuando empezaron a trascender las primeras informaciones de la internación.

Aún no eran las 9 cuando el gobernador Peralta solo, sin custodias ni chofer, partió raudo a El Calafate en su camioneta. Lo mismo hizo el hijo presidencial Máximo Kirchner, que estaba en Río Gallegos.

"Estaba un médico presidencial", aseguró una fuente del hospital de mediana complejidad de El Calafate, que, si bien es sencillo, cuenta con una unidad de emergencia con todos los elementos para hacer una reanimación de esas características.

"Estamos trabajando, tratando de sacarlo", confirmó el jefe de la unidad médica presidencial, Luis Buonomo, desde Buenos Aires, a un funcionario santacruceño. Eran las 9 de la mañana. Las llamadas entre El Calafate y Río Gallegos sólo traían malas noticias.

A las 9.30 la muerte del ex presidente era una versión que nadie se animaba a confirmar desde El Calafate. El sistema de comunicación del gobierno provincial y el nacional estuvo mudo durante varios minutos.

Los nervios invadían la unidad de emergencia del pequeño hospital José Formenti de El Calafate a las 9.15 de ayer.

Desde hacía una hora 15 médicos, entre ellos dos cardiólogos y cuatro terapistas, hacían lo imposible para sacar a Néstor Kirchner del estado de paro cardiorrespiratorio con el que había ingresado a las 8.05. Pero a esa ahora se dieron por vencidos.

En El Calafate la noticia se expandió en minutos. Los vecinos llegaban al hospital en busca de noticias, tal como hizo el diputado Jorge Arabel, que vive a una cuadra.

La sobrina de Kirchner y fiscal de El Calafate, Natalia Mercado -hija de la ministra Alicia Kirchner-, fue el único familiar directo que acompañó a Cristina Kirchner en los minutos trágicos que siguieron al fatal desenlace.

A media mañana ella decidió que el cuerpo de su marido debería regresar a la residencia y allí esperó la llegada de su hijo, Máximo.

FEBRERO DE 1950
El nacimiento, en Río Gallegos


Hijo de Néstor Carlos Kirchner y María Ostoic, el 25 de febrero de 1950 nace Néstor Carlos Kirchner. Es descendiente de inmigrantes alemanes y croatas.

MAYO DE 1975
El casamiento con Cristina Fernández

Tras seis años de noviazgo se casa con Cristina Fernández. Se conocieron en la Federación Universitaria de la Revolución Nacional (FURN), en La Plata.

OCTUBRE DE1976
En La Plata se recibe de abogado

El 1° de octubre de da su último examen en la Universidad Nacional de La Plata. Decide radicarse en Río Gallegos y dedicarse a la profesión.

FINES DE 1976
La génesis de una pequeña fortuna

Abre un estudio jurídico que se convertirá en uno de los más importantes de la provincia. Empieza su contacto con futuros aliados políticos.

MAYO DE 1977
Detenido en Río Gallegos

Después de un incidente con amenazas de bomba en su estudio, es detenido durante algunas horas junto con su amigo y luego opositor, Rafael Flores.

DICIEMBRE DE 1983
Asume en la Caja de Previsión Social

Con la democracia y hasta julio de 1984, preside un cuerpo clave de la provincia, pero renuncia por oponerse al gobernador que lo designó en ese cargo.

SEPTIEMBRE DE1987
El primer éxito electoral en su tierra

Gana la intendencia de su Río Gallegos natal por apenas 111 votos. Ese día se desmayó por el estrés. Empieza su ascenso hasta el poder nacional.

DICIEMBRE DE 1991
De la intendencia a la gobernación

Gana las elecciones a gobernador de Santa Cruz con el 61 % de los votos gracias a la ley de lemas. Sería reelegido otras dos veces.

A PARTIR DE 2003
Estilo confrontativo, el sello de su gestión
Adopta un fuerte antagonismo con los actores de los 90 y el FMI y renueva la Corte Suprema. Se enfrenta con las Fuerzas Armadas, la Iglesia y el campo.

25 DE MAYO DE 2003
La llegada a la Casa Rosada
Tras la renuncia de Carlos Menem a participar del ballottage, es presidente de la Nación. En la primera vuelta, había logrado el 22 % de los votos.

FINES DE 2005
Crisis y la deuda con el FMI
Reemplaza a Lavagna como ministro de Economía por Felisa Miceli. Anuncia la cancelación total de la deuda con el FMI, que era de 9.810 millones de dólares.

SEPTIEMBRE DE 2006
La desaparición de Julio López
Desaparece en La Plata el testigo clave en el juicio contra el ex jefe de la Dirección de Inteligencia de la policía bonaerense, Miguel Etchecolatz.

10 DE DICIEMBRE DE 2007
Un caso inédito:lo sucede su esposa
Decide que su esposa pelee por la Presidencia. Tras ganar en primera vuelta con el 45 %, Cristina Fernández de Kirchner asume como presidenta.

MAYO DE 2008
Asume la conducción del justicialismo
Kirchner asume la conducción del PJ, otro foco de poder. Se convierte en el gran articulador de política del gobierno, después de la pelea con el campo.

28 DE JUNIO DE 2009
Una dura derrota en las urnas
Es elegido diputado nacional, aunque la Casa Rosada pierde la mayoría en el Congreso.
Francisco de Narváez lo supera en Buenos Aires.

2010
Alertas por su estado de salud
En febrero es operado por una obstrucción en la carótida. En septiembre sufre una afección coronaria. En el medio había asumido como jefe de la Unasur.

Kirchner había llegado el sábado a la tarde a El Calafate desde Río Gallegos. Esa mañana había sorprendido a más de un parroquiano que lo encontró en el café del hotel Santa Cruz junto con el secretario legal y técnicp de la Presidencia, Carlos Zannini.

Hacía solo dos semanas que, en un acto en el Boxing Club, había prometido volver a fijar su domicilio aquí.

El sábado tomó un café con Zannini en la mesa de siempre en un rincón de la confitería ubicada a menos de una cuadra de la gobernación.

A la tarde, partió junto con la jefa del Estado a El Calafate sin asistir al acto del 28° aniversario de la unidad básica que catapultó a Zannini y a su ex chofer y amigo entrañable Rudy Ulloa Igor.

A Ulloa lo volvería a ver el martes, en la última noche de su vida, en El Calafate. Junto con el empresario Lázaro Báez compartieron una cena en la residencia de los Kirchner.

La sobremesa incluyó charlas de políticas y también de obra pública, según algunas versiones. Otras dicen que por momentos tuvo un tono más fuerte de lo común. Algunas fuentes indican que había discutido por teléfono con Hugo Moyano.

Mientras tanto, ayer por la tarde, aquí, en su ciudad natal, se vivía un clima de estupor por la noticia. En el cementerio municipal de Río Gallegos se realizaban arreglos y revoques en el panteón de Carlos Arturo Kirchner, el tío del ex presidente.

Su hijo, Carlos Kirchner, actual secretario de Obra Pública de la Nación, ya había dado el visto bueno desde Buenos Aires para que se alojara allí el cuerpo de su primo.

Quien fue el hombre más poderoso de la Argentina de la última década no tiene panteón propio.

Quizá por inquietud, quizá por haber empezado a escuchar las fuertes señales que le dio su cuerpo el último año, después del último episodio que vivió el 11 de septiembre había iniciado el trámite para adquirir un predio propio dentro del cementerio municipal y construir el panteón familiar allí.

El cuerpo de su padre se encuentra en un nicho común y hacia allí lo quería trasladar Kirchner.

La discreción y el respeto que impone la muerte del ex presidente Néstor Kirchner no pueden impedir un breve análisis inicial de la situación política del país ante este penoso hecho.

La consecuencia obvia, imposible de callar, es que se ha producido un sacudón en el corazón del poder. En una tierra poco pródiga en liderazgos, ha desaparecido el principal líder del principal partido (o movimiento), aunque no controlaba todas las ramas de la organización.

De aquí en adelante, nada será igual. No puede garantizarse, tampoco, un ordenado trámite hereditario conyugal.

Afortunadamente la crisis es diferente, si bien bastante simétrica, de la suscitada en 1973-1974, con la fórmula Perón-Perón y la forzosa asunción de Isabel. Hemos dejado atrás la sangrienta violencia de aquellos años.

Cristina Kirchner es una presidenta que fue directamente elegida y su calidad política y de gestión son muy superiores a las de la viuda del general. Esto no le evita amenazas internas, pero le brinda armas para resistirlas.

Si Cristina refuta la fragilidad emocional que algunos le atribuyen y aprovecha la simpatía popular que otorga el sufrimiento, si consigue blindar su gobierno y derrumbar la certidumbre según la cual "el jefe era él", si es capaz de establecer un diálogo razonable y duradero con la oposición y con el peronismo disidente, es posible que termine consiguiendo para sí la candidatura a la reelección, con ciertas posibilidades de éxito.

En cambio, si accediera a esa candidatura en medio del caos y la fragmentación política, su permanencia en la primera magistratura sería, por el castigo del voto popular, inviable.

El peronismo, que tiene la virtud de acomodarse a cien ropajes distintos, bien podría, asimismo, juramentarse frente a la tumba de Néstor Kirchner y buscar, para las próximas elecciones, un candidato de unidad, en torno al cual pudiesen reunirse todos o la gran mayoría de los peronistas.

Hoy por hoy nadie trabaja mejor que Daniel Scioli ese perfil de moderación, de estética conservadora y pausada. Podría aspirarse, así, a retener buena parte de los votantes y las intendencias del conurbano y recrear eficazmente las alianzas con los gobernadores que se despreocupan del rigor ideológico.

En cuanto a los transversales de izquierda, en primer lugar no son muchos y en segundo lugar "nos votan lo mismo, porque somos la mejor opción".

La desaparición física de Néstor Kirchner es lamentable y sustrae de la escena a uno de sus protagonistas.

No hay que olvidar que también se lleva consigo un estilo, un modo de hacer política que con sus más y sus menos, sus asperezas y sus confrontaciones, ha dejado una huella patente en los últimos años.

No vaya a suceder que la oposición, legítima aspirante a conquistar el gobierno en 2011, se dedique ahora a copiar los defectos del ex presidente desaparecido y se olvide de sus virtudes, en las que, como todo individuo, es inimitable.

La muerte, siempre, sorprende y espanta. La de Néstor Kirchner estalló en el vacío de un feriado, espera de la llegada del censista y teléfonos que no pararon de sonar. La muerte ajena espanta porque nos enfrenta al fantasma de la muerte propia.

Esta mañana supimos, otra vez, que no somos inmortales. La sola idea es insoportable, por eso vamos a olvidarla con rapidez. Ni siquiera el poder puede defendernos de ella.

Néstor Kirchner tuvo suerte: murió en su ley y en El Calafate, su lugar en el mundo. Los médicos diagnosticaron "muerte súbita". Súbito: precipitado, impetuoso o violento en las obras o palabras, diagnostica el diccionario. Tuvo, Néstor Kirchner, una muerte que coincidió con su vida.

-Ultimamente estaba sensible y paranoico -dijo Jessica en el chat. Jessica cubre Gobierno para mi programa de televisión.

-Se murió sin que nadie lo conociera -largó Luciana, más temprano, apenas supimos la noticia. Luciana hablaba y hablaba, y yo pensaba que la muerte nos empuja sobre los silencios, que era el miedo de Luciana el que estaba hablando.

-Vos sabés que él era su amigo -siguió Luciana mencionando su conversación con una fuente-. Bueno, estaba muy mal, llorando, y me dice: "Es un tipo que no contaba nada, se guardaba todo adentro. Pero sufría un montón. Este nivel de agresividad fue el que lo mató".

Escuché eso varias veces a lo largo del día: Kirchner fue asesinado por su personalidad.

Néstor Kirchner ha muerto y el pasado, ahora, se convirtió en anécdota: la avidez que lo empujó al precipicio será avaricia o entrega generosa, según la historia y quien la escriba.

Acabo de ver, en el noticiero, que alguien pintó apresurado una tela que dice "Néstor Vive" y la colgó de la reja que separa la mitad de la Plaza de Mayo de la Casa de Gobierno.

Antes, supe que hubo quienes tocaron bocina en la calle, en una miserable actitud de festejo. Nadie puede estar orgulloso de su odio, si es que lo tiene. El odio es una bajeza del espíritu.

Recordé entonces aquella pintada de "Viva el cáncer" durante la agonía de Eva Perón; pesadillas de una Argentina que ojalá haya quedado para siempre atrás.

Néstor Kirchner ha muerto. Que su alma descanse en paz.

¿Existirá el kirchnerismo? Si existe, desde hoy será puesto a una dura prueba: dar los primeros pasos sin su inspirador. Y si existe, ¿de qué kirchnerismo se trata? ¿Del de Moreno o el de Scioli? ¿El de Kunkel o el de Bonafini? ¿Tendrá la disciplina suficiente para organizarse en ausencia de su líder o habrá llegado para muchos el momento de pasar facturas?

¿El kirchnerismo habrá sembrado vientos? Una Presidenta con un vice opositor y el peronismo dividido un año antes de las elecciones: la palabra prohibida es Isabel. No hay duda posible sobre la continuidad institucional, y mucho menos sobre asonada alguna, pero la palabra prohibida remite al vacío de poder o al desborde temperamental de quien lo maneje. La otra palabra es equilibrio.

¿Cristina necesita ayuda? Habrá varios dispuestos a darle el abrazo del oso. ¿Sobre quién sostener el Gobierno más allá de sí misma ?

Julio De Vido tiene problemas de salud y acaba de perder un hijo hace poco más de un mes. Aníbal Fernández es un buen espadachín radial, el hijo de Jacobo un pésimo diplomático, Hugo Moyano el enemigo en casa. La soledad es peligrosa y las compañías de segunda línea tienen intereses propios.

Cristina deberá tomar, en los próximos meses, muchas decisiones: ella es la persona que soportará en su espalda el destino del kirchnerismo.

La inesperada noticia del fallecimiento del ex presidente Néstor Kirchner en El Calafate sorprendió a una ciudadanía que, por entonces, se aprestaba a las obligaciones derivadas del censo y conmovió a la dirigencia toda.

Frente a la muerte de quien indiscutiblemente encarnó un fuerte liderazgo político, que presidió los destinos del país entre 2003 y 2007 y que desde el fin de su mandato hasta el momento de su deceso influyó notablemente en la vida política nacional, no cabe mucho más que el recogimiento, el respeto y las debidas condolencias a la presidenta de la Nación y a sus familiares.

Así lo han entendido prácticamente la totalidad de los dirigentes de la oposición, quienes de distintas formas han expresado su dolor por la desaparición de un colega y comprometido su colaboración con la titular del Poder Ejecutivo Nacional.

Toda muerte impone compasión, congoja y un período de duelo, que bien podría ser aprovechado para una tregua política duradera. Pero también reclama un sincero acto de reflexión sobre el porvenir.

Es probable que a Néstor Kirchner se le deba buena parte del proceso de reconstrucción de la autoridad presidencial, socavada por la gravedad de la crisis política y socioeconómica que signó los últimos días de Fernando de la Rúa en la Casa Rosada, hacia fines de 2001.

También podría destacarse su afán inicial por poner en orden una economía desquiciada y por arribar a un acuerdo con los tenedores de bonos impagos del Estado argentino.

Lamentablemente, la acentuación del presidencialismo y la confusión entre autoridad y autoritarismo fueron características que signaron la gestión gubernamental de Kirchner, que se hicieron extensivas al gobierno de su esposa y sucesora.

Esa confusión terminó desgastando al propio Poder Ejecutivo en sus conflictos con los otros dos poderes del Estado y a sus responsables, inmersos en luchas con fundamentos artificiales, muchas veces tendientes a poner de rodillas a quienes manifestaran una posición reñida con los deseos de lo que hasta ayer funcionó como un matrimonio gobernante.

La gestión kirchnerista, como lo hemos señalado tantas veces desde esta columna editorial, estuvo mucho más asociada a la consolidación de un proyecto de poder que a la edificación de un proyecto de nación para todos los argentinos.

Toda la energía volcada en una suerte de política de sometimiento del adversario, puesta al servicio de la conservación de todos los resortes del poder, terminó consumiendo en elevada medida al gobierno nacional y, sin duda, acentuó el estrés de su principal artífice.

La creciente lucha de Kirchner por controlarlo todo y por extender sus porciones de poder tal vez le haya costado la vida.

Los disgustos son y serán siempre parte del ejercicio de la política. Pero ellos son notoriamente más intensos cuando la intención de sojuzgar al ocasional adversario, al que se convierte en virtual enemigo, en aras de una concepción hegemónica del poder, es puesta por encima de la exploración de los consensos.

El tránsito de la Argentina sin Kirchner no debería ser dramático, aun cuando el Gobierno haya perdido a su más reconocido estratego y a quien probablemente conocía como nadie las fibras más íntimas del aparato gubernamental.

Se inicia una nueva etapa política, en la cual será vital que la presidenta de la Nación se rodee no sólo de quienes exhiban la lealtad esperable de todo colaborador, sino también una inteligencia abierta al sentimiento que subyace en una ciudadanía que reclama seguridad y paz social.

Del mismo modo, será clave que los dirigentes del justicialismo, incluidos quienes están en el Gobierno y quienes están fuera de él, reflexionen profundamente sobre las lecciones que nos han dejado a los argentinos los cruentos enfrentamientos que, en otras épocas, signaron los procesos de sucesión en ese movimiento político.

La sociedad requiere sosiego. Se impone, a partir de ahora, una mayor moderación en todos los actos, tanto del oficialismo como de la oposición.

Urge abandonar las peleas que, como la propia ciudadanía lo advierte mayoritariamente, se libran en un terreno que resulta completamente ajeno al de las verdaderas preocupaciones de la población.

El nuevo camino, vale insistir, no debería ser dramático. Aunque tampoco será sencillo. Es necesario que la Argentina supere la vieja cultura del caudillismo y de la personalización del poder, poniendo por delante la auténtica búsqueda de la institucionalización del país y el apego irrestricto a la ley y a las reglas de juego de la República.

Cuando esto sea una realidad, la desaparición de cualquier líder será vivida sin excesivas tensiones y con la indispensable serenidad que debe esperarse en un país con instituciones sólidas, que funcionen plenamente y sin condicionamientos que vayan más allá de los impuestos por la Constitución nacional.


Ayer murió un hombre poderoso. Para un país que rozó varias veces la línea de la desintegración, que no llegó a la madurez institucional expresión finalmente de la madurez colectiva, la posibilidad de vivir sin padres omnímodos, la noticia trasciende el plano emocional. Otra vez, la Argentina se enfrenta a un dilema histórico.

Porque Néstor Kirchner tuvo la astucia de morirse sin completar el inevitable proceso de decadencia que suele corroer a los jefes de hierro.

Hasta ayer, la política se dirimía entre quienes apostaban a la continuidad de lo que se bautizó "el modelo" en realidad una forma de ejercicio del poder y quienes se oponían, sin mucha imaginación, a ese manejo discrecional de la fuerza.

La proyección de Kirchner, un líder que aborrecía el arte de la sutileza, había simplificado la política argentina: a favor o en contra, ésa era la razón de ser de los aspirantes a heredar la corona.

Salvo honrosas excepciones, la mayoría de los candidatos se dedicaban hasta hace unas horas a construir fórmulas de contención o de degradación de la figura central del poder. Kirchner supo instalar el dramatismo a su favor.

Incluso, logró seducir a una parte de la intelectualidad progresista que lo siguió hasta en aventuras impensadas poco tiempo atrás, como la alianza con la dirigencia sindical ortodoxa.

Por primera vez, un segmento tradicionalmente apegado a las proclamas éticas generó recursos creativos para justificar lo injustificable.

La alianza con un sector de la dirigencia juvenil de los años setenta le dio al ex presidente un rédito extraordinario: dotó de sustento ideológico su prédica de poder.

Kirchner era un hombre valiente, audaz y temible. Quizá ningún hombre sin esas cualidades podría haber ordenado el desquicio posterior a 2001 y el tembladeral social en que se sumergió el país luego de la cirugía mayor realizada por Eduardo Duhalde.

Lo hizo y logró atravesar la transición con crecimiento económico y restituyendo las bases del Estado a un lugar de certidumbre. Permitiendo, además, que los jugadores se volvieran a alinear, aunque fuera en la elemental dicotomía entre buenos y malos.

A partir de ahora se sabrá si, además de amar u odiar al rey, los aspirantes a la corona serán capaces de imaginar una vida sin el rey.

No faltarán los insensatos que celebren su desaparición. Son ciegos y no sólo insensibles. No sólo impermeables al dolor personal; impermeables, además, a las graves consecuencias políticas que esta desaparición abrupta acarrea a la República.

Porque con Néstor Kirchner no murió ante todo un ex presidente, sino el político más poderoso del país. Quiera dios, por otra parte, inspirar a la presidenta de la Nación y a quienes suelen aconsejarla para que, en sus pronunciamientos venideros, no hagan de este episodio tan penoso una fuente de espurias rentabilidades políticas. La moderación que necesitamos desde hace mucho hoy es más indispensable que nunca.

No, la muerte de Néstor Kirchner no beneficia a nadie. Obviamente, no beneficia al oficialismo. Pero tampoco favorece a la oposición. Es, definitivamente, un acontecimiento desgraciado para la democracia argentina.

La magnitud de las incertidumbres que genera no puede, todavía, ser debidamente inventariada. Pero es y será, sin duda, determinante. Y su incidencia puede resultar agravada por quienes no vacilen en hacer de lo sucedido un uso demagógico.

Al igual que en el caso de Juan Perón cuando falleció Eva Duarte o en el de Isabel Martínez cuando murió Juan Perón y en el más reciente de Ricardo Alfonsín cuando falleció su padre, Cristina Fernández se verá investida con los atributos con que la justificada conmiseración pública y la idealización inevitable suelen coronar a quienes, por una u otra razón, se convierten en deudos eminentes de las grandes figuras desaparecidas. Eso es comprensible.

Pero también lo es la inquietud de quienes temen que esa piadosa cercanía y esa solidaridad pasen a ser instrumentadas ideológicamente por quienes suelen valerse del dolor de la gente para afianzar su poder.

La muerte de Néstor Kirchner va a acelerar la fragmentación del Frente para la Victoria.

Provocará, es predecible, tensiones y enfrentamientos entre sectores que se disputarán a brazo partido la condición de cabales representantes del ex presidente difunto. Pero lo cierto es que Néstor Kirchner no deja herederos. Su liderazgo siempre fue excluyente y no inclusivo.

No faltarán, sin embargo, quienes se empecinen en presentar a Cristina Fernández como su legataria. Se equivocarán. La Presidenta fue su aliada. La única persona que estuvo situada en un pie cercano a la igualdad con él. Pero él no la preparó para recibir su herencia imaginaria, sino para preservar su capital político mientras él, en un cono de sombra más que tenue, seguía ejerciendo el poder.

Néstor Kirchner jamás renunció a su liderazgo. Como otras figuras de nuestra historia, fue un dirigente solitario. Defensor avaro y feroz de su protagonismo. El verticalismo fue su norma; la transversalidad, su máscara. Por detrás de la retórica del compañerismo ejerció siempre, rudamente, una implacable hegemonía personal.

Néstor Kirchner murió en su ley. Su muerte impacta, conmociona, pero no sorprende. Fue una muerte anunciada. Jamás retrocedió ante la adversidad ni ante sus adversarios, a los que concibió únicamente como enemigos. Tampoco el riesgo de la muerte lo arredró.

Hacía ya mucho que desdeñaba las advertencias de su cuerpo enfermo. Ellas eran inaceptables para él. En todo, la desmesura fue su norma. Homero supo distinguir entre la osadía y el coraje. Muchos dirán que Néstor Kirchner fue un hombre de coraje. Tal vez.

Como político, lo caracterizó mejor la osadía. Los límites ofendían su omnipotencia. Sobran los ejemplos desde el año en que asumió por primera vez la gobernación de Santa Cruz hasta el aciago día de ayer, empañado para todos los argentinos por su muerte.

Quienes no coincidimos con él hubiéramos preferido que lo derrotara la democracia y no la muerte. Pero acaso no resulte exagerado afirmar que él prefirió la muerte. El desenfreno, repito, fue su rasgo distintivo. Kirchner podría haber sido un personaje elocuente de cualquier tragedia griega.

Y, como en una tragedia griega, su desaparición no resuelve el conflicto, sino que viene a complejizar aún más el significado de la trama que caracteriza la difícil situación argentina.

Se esté a favor o en contra de lo que hizo y significó Néstor Kirchner, su desaparición es una desgracia que nos afecta a todos. La fragilidad institucional de la Argentina recibe, con su muerte, un golpe más y uno de los más hondos desde el retorno del país a la vida constitucional.

El vacío que deja es el que generan los caudillos cuando se van. Mientras gobiernan, aspiran a serlo todo. Cuando pierden el poder y, como en este caso, la vida, ya nadie los representa.

----------------------------------------------------
En este momento tan penoso, quiero hablar del Kirchner que yo conocí. Un mediodía de 2004 me llamó por teléfono y me propuso un encuentro para esa misma tarde.

Fui a su despacho, donde me recibió Alberto Fernández. A los pocos minutos entró Néstor y, simulando un aire solemne, me dijo: "Te ofrecí un par de cargos que no aceptaste. Ahora, como miembro de un movimiento que algunos han tildado de autoritario, te ordeno que me respondas que sí". Adivinando de qué se trataba, contesté: "Sí".

"Entonces, sos el nuevo secretario de Cultura de la Nación, con rango de ministro". Después del abrazo y de mi agradecimiento, agregué: "Si no lo tomás a mal, me gustaría ponerte dos condiciones". "Cómo no ?dijo?. Sentémonos a la mesa."

La primera condición era más o menos obvia: que se aumentara el presupuesto de la Secretaría. Sin vacilar, el presidente dijo que eso iba de suyo y que, de lo contrario, no me hubiese convocado.

Doy testimonio de que tanto él como su jefe de Gabinete hicieron honor a esas palabras, ampliaron los recursos de Cultura y nunca me retacearon su apoyo. "¿Y la segunda condición?", preguntó.

"Que yo tenga total libertad para designar a mis colaboradores." Recuerdo literalmente la respuesta de Kirchner: "Desde luego. ¿Cómo te imaginás que podría ser de otro modo?". Ocupé el cargo durante cuatro años y medio. Rindo aquí un público homenaje a Néstor (y también a Alberto Fernández) declarando que jamás interfirieron en forma alguna en mi labor. Por el contrario, me ayudaron cada vez que lo pedí.

Como deseo mantener esta evocación en el plano personal, me limitaré a unos pocos ejemplos.

Desde 2005, yo lo asediaba a Néstor con un ambicioso plan de actividades preparatorias del Bicentenario, encabezado por mi idea de reconstruir un edificio de la Secretaría para transformarlo en la Casa Nacional del Bicentenario. "¿No te parece que te estás anticipando demasiado?", me preguntó.

Bastó que le explicase por qué pensaba que debíamos trabajar duro para que el período 2010/16 se convirtiera en un momento catártico que uniese a todos los argentinos y nos permitiera superar lo que Joaquín V. González había bautizado en 1910 como la ley histórica de la discordia nacional, para que me diese su autorización.

En otra oportunidad le conté que estaba proyectando el programa Libros y Casas, destinado a que cada vivienda que entregase el gobierno a los sectores de menores recursos contuviera una biblioteca con una veintena de libros. No sólo aprobó la iniciativa, sino que se entusiasmó muchísimo con ella y, junto con su esposa, fue uno de sus mayores propulsores.

Con estos rápidos trazos, intento hacer la semblanza de un político de singular agudeza, dotado de una gran intuición y siempre dispuesto a separar la paja del trigo. También la de un hombre franco, amigable, sin remilgos y con una clara sensibilidad popular.

Le tocó presidir el país en una época muy difícil, con la pesada herencia neoliberal de una industria destruida, de una deuda pública insostenible, de una pobreza y desocupación excepcionales, de una desigualdad en aumento y de los niveles de privatización y de extranjerización de la economía más altos de la posguerra.

Sin embargo, supo sacar la nave a flote y ponerla en un rumbo de crecimiento notable y sostenido, sin créditos externos y mejorando la situación de millones de argentinos.

Quien suponga que el instinto de un político puede ser siempre infalible o es un fundamentalista o es un tonto. En estas tierras de la discordia, por supuesto que, en medio de sus aciertos, Kirchner también cometió errores e incurrió en omisiones.
Mucho de todo esto pudo corregirlo; el resto, queda en manos de sus sucesores lograr superarlo.

De algo no me cabe duda. Ha entrado hoy en la historia un líder de calidad muy infrecuente y hemos perdido, a la vez, a un hombre talentoso y entrañable. Despido con tristeza a un amigo.

José Nun
--------------------------------------------------
Conmovida por la inesperada muerte de su principal y más enconado adversario, la oposición reaccionó ayer con cautela y muestras de dolor al fallecimiento del ex presidente Néstor Kirchner, desaparición física que modifica de forma dramática el mapa político del país.

Las declaraciones de los principales dirigentes opositores tuvieron como lugar común la solidaridad con la presidenta Cristina Kirchner por el fallecimiento de su esposo, apelaciones a la unidad de la Nación y la omisión de cualquier disidencia con el fallecido ex presidente y con el kirchnerismo como partido gobernante. Las interpretaciones y especulaciones políticas, coincidieron, quedarán para más adelante.

"Murió quien fue un gran presidente de la Nación", afirmó el vicepresidente Julio Cobos, para quien Kirchner "nunca paró, estaba al tanto de todo y seguía de cerca la realidad nacional e internacional". Su rival en la interna presidencial radical, el diputado Ricardo Alfonsín, se manifestó "sinceramente conmovido" y sostuvo que "más allá de las diferencias que pudimos haber tenido, quiero destacar su valor como militante". Ambos suspendieron actos proselitistas previstos para los próximos días en señal de duelo y homenaje. El presidente del Comité Nacional de la UCR y senador por Mendoza, Ernesto Sanz, firmó un comunicado partidario en el que mostró "su profundo pesar" por el fallecimiento.

Desde Pro, el jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, expresó sus condolencias a la Presidenta y afirmó: "Hoy es un día de duelo para todos los argentinos". En un comunicado conjunto de todo el gabinete, Macri agregó: "El fallecimiento de Néstor Kirchner ha sido un shock para todos los argentinos. Desde lo personal, le transmito a la Presidenta mis condolencias. En lo político, sepa que cuenta con nuestro compromiso con la democracia y con las instituciones". El bloque de diputados de Pro también expresó su pesar por el fallecimiento. "Se nos fue un militante de la política y un dirigente de sólidas convicciones", consideró el ex diputado nacional y secretario del Partido Demócrata Progresista porteño, Luis Galvalisi.

La líder de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, prefirió transmitir una breve declaración luego de la muerte de su principal adversario político durante los últimos años. "Lo más honesto y respetuoso en este caso es el silencio", afirmó la diputada a LA NACION. En nombre del espacio común, la diputada Patricia Bullrich también expresó sus condolencias, aunque arriesgó que la novedad "desdibuja la idea de un adversario único para la oposición e instala la incógnita sobre la manera en que continúa el proyecto de la Presidenta". La senadora María Eugenia Estenssoro (CC-Capital) también manifestó su pesar. "Este es un momento para acompañar a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y su familia en el dolor, y respaldar al gobierno y a los militantes del Partido Justicialista ante una coyuntura muy difícil. El duelo debe servir para unirnos como sociedad, con más respeto y comprensión", afirmó la dirigente porteña. Desde el peronismo disidente, el senador Carlos Reutemann recordó a Kirchner como "un luchador, con sus ideales, defendiendo sus convicciones". El diputado y candidato presidencial Felipe Solá afirmó: "Lo he defendido y lo he criticado, pero he admirado su capacidad y he pensado que era un fuera de serie".

Para el diputado Francisco de Narváez, que derrotó a Kirchner en las elecciones legislativas de junio de 2009, es éste "un momento de dolor para los argentinos porque se ha ido un ex presidente de la democracia que con tanto esfuerzo estamos consolidando".

En la historia

"Pasará a la historia como un presidente que gobernó con pasión y convicciones", afirmó José "Pepe" Scioli, el hermano del gobernador bonaerense. "Más allá de las diferencias políticas que existían, ésta es una hora de tristeza, dolor por la pérdida y duelo para todos", agregó el legislador porteño Daniel Amoroso.

Desde la centroizquierda, el diputado de Proyecto Sur Fernando "Pino" Solanas elogió a Kirchner y lo consideró "un gran presidente, un político de batalla como pocos".

También calificó como un "gran mandato" la gestión del ex presidente al frente del Poder Ejecutivo, entre mayo de 2003 y diciembre de 2007. "A pesar de nuestras diferencias, manifestamos nuestra férrea decisión de brindar todo el apoyo institucional requerido en este momento que vive el país", afirmó el bloque de Proyecto Sur, que encabeza Solanas y del que forman parte otros diez diputados, entre ellos Claudio Lozano y Miguel Bonasso. Con parecidos argumentos envió sus condolencias Vilma Ripoll (MST).

Los gobernadores de distinto signo político también expresaron su dolor. El neuquino Jorge Sapag (MPN) decretó una semana de duelo, mientras que Hermes Binner, gobernador de Santa Fe, se mostró partidario de "defender a la Presidenta más allá de las coincidencias o no; hay que salvar la institucionalidad y defender los valores de la Constitución", expresó. Otro gobernador antikirchnerista, Alberto Rodríguez Saá, declaró "duelo provincial" en su provincia.

El presidente del Partido Socialista, Rubén Giustiniani, recordó con afecto la participación de Kirchner en el velatorio del ex diputado socialista Alfredo Bravo y señaló como positivas algunas medidas adoptadas por el ex presidente, como "su política de derechos humanos". El senador cordobés Luis Juez (Partido Nuevo), ex aliado del kirchnerismo, aseguró que la muerte de Kirchner le causó "dolor" y pidió "reflexionar antes de hacer análisis político". Margarita Stolbizer (GEN) envió sus condolencias a la Presidenta e hizo "extensivo ese sentimiento a autoridades, afiliados y adherentes del Partido Justicialista ante esta dolorosa pérdida". También el ex jefe de gobierno porteño Jorge Telerman, que en los últimos meses se acercó al ex mandatario y al PJ de ese distrito, dijo encontrarse "entre el dolor y el asombro por el falle>cimiento de Néstor Kirchner" y envió sus condolencias a Cristina Kirchner y toda su familia en este difícil momento.

DIXIT
"Hay que defender a la Presidenta más allá de las coincidencias, hay que salvar la institucionalidady defender los valores de la Constitución"

HERMES BINNER
Gobernador Santa Fe
"Ha sido un shock para todos los argentinos. Desde lo personal, le transmito a la Presidenta mis condolencias"

MAURICIO MACRI
Jefe de Gob. porteño
"Lo he defendido y lo he criticado, pero he admirado su capacidad y he pensado que era un fuera de serie. "

FELIPE SOLA
Peronismo Federal
"Fue un gran presidente, un político de batalla como pocos. Más allá de las diferencias que pudimos tener,el suyo fue un gran mandato. "

FERNANDO SOLANAS
Proyecto Sur
"Nunca paró, estaba al tanto de todo y seguía de cerca la realidad nacional e internacional. Era un hombre de muchas convicciones; un gran trabajador. Murió quien fue un gran presidente"

JULIO COBOS
Vicepresidente de la Nación
"Lo más honesto y respetuoso que podemos hacer en este caso es el silencio y no decir nada más que eso. "

ELISA CARRIO
Coalición Cívica
"Se ha ido un ex presidente de la democracia que con esfuerzo consolidamos. "

FRANCISCO DE NARVAEZ
Peronismo Federal
"Debemos tener respeto ante el dolor. Transmito mis condolencias a la Presidenta"

ALBERTO RODRIGUEZ SAA
Gobernador de San Luis
"Se termina la idea de un adversario único para la oposición e instala la incógnita sobre el futuro del PJ. "

PATRICIA BULLRICH
Coalición Cívica


La noticia corrió, temprano, como reguero de pólvora en el justicialismo no kirchnerista. La primera reacción fue de conmoción generalizada pero, acto seguido, -y fiel a su estirpe peronista- sus principales dirigentes comenzaron a especular sobre cómo será el mapa político futuro tras la desaparición de Néstor Kirchner y de qué manera el PJ disidente podría cuajar en el nuevo escenario.

Todos los ojos del PJ no kirchnerista están puestos en los próximos pasos de la presidenta Cristina Kirchner.

"Tiene dos caminos por delante: puede insistir con profundizar este actual modelo de confrontación y del apriete que instaló Kirchner y se recuesta sobre Hugo Moyano y Guillermo Moreno (secretario de Comercio) o abre una instancia de gestión más moderada, con el aporte de los gobernadores y sin Moyano -razonaba un dirigente cercano a Francisco de Narváez-. Si toma este último camino, el peronismo disidente podría formar parte de la renovación del PJ que se viene."

Lo que suena casi como una certeza en el PJ disidente es que este espacio y el kirchnerismo, como fueron concebidos, tenderán a desaparecer. "Se acaba el Frente para la Victoria, pero también el PJ disidente tal como funciona hoy, porque el tipo de mensaje antikirchnerista que veníamos voceando ya no tiene cabida. Ha muerto nuestro principal rival", susurran cerca de Felipe Solá.

En algunos sectores del peronismo disidente confían en que un escenario posible que podría sobrevenir tras la muerte de Kirchner es una renovación del partido, con una mayor participación de los gobernadores e intendentes, y un desplazamiento de los kirchneristas más radicalizados. "Dirigentes como (Sergio) Massa, (Juan Manuel) Urtubey, (Pablo) Bruera y De Narváez podrían tener un mayor peso específico. Habrá que ver cómo se ubica (Daniel) Scioli", confían algunos voceros.

Todo era incertidumbre en las filas del peronismo disidente. A Eduardo Duhalde la noticia lo sorprendió en San Pablo, Brasil, adonde se encontraba invitado por el presidente Lula Da Silva para presenciar la segunda vuelta electoral en ese país. "Eduardo estaba muy consternado; su intención es asistir al velorio (hoy, en la Casa Rosada). Hay que ver cómo lo reciben", indican en su entorno.

El senador Carlos Reutemann recibió la noticia en Santa Fe, mientras esperaba al censista. "Quedó muy shockeado; está convencido de que ahora cambiará todo el escenario; su principal duda es quién apuntalará, ahora, a Cristina", dicen a su lado.

La comunidad internacional se mostró ayer conmocionada por la sorpresiva muerte de Néstor Kirchner y destacó el papel que tuvo el ex presidente en la vida política argentina y su compromiso con la integración de América latina.

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, el español José Luis Rodríguez Zapatero, el uruguayo José Mujica y el brasileño Lula da Silva enviaron sus condolencias , al igual que otros mandatarios del mundo y representantes de organismos internacionales. Brasil, Venezuela, Colombia, Chile, Paraguay y Perú decretaron tres días de duelo por la muerte del secretario general de la Unasur.

Hoy se aguarda la llegada al país de los mandatarios Hugo Chávez (Venezuela), Lula, Rafael Correa (Ecuador), Fernando Lugo (Paraguay), José Mujica (Uruguay) y Sebastián Piñera (Chile), que participarán del sepelio del Kirchner en la Casa Rosada. "Ay mi querida Cristina... Cuánto dolor! Qué gran pérdida sufre la Argentina y Nuestra América! Viva Kirchner para siempre!!", escribió Chávez en su cuenta de Twitter @chavezcandanga .

Pese a las públicas diferencias que el presidente Sebastián Piñera tuvo en los últimos meses con el gobierno de Cristina Kirchner, el mandatario chileno se mostró "afectado" por la muerte del ex presidente y dijo que constituye "una gran pérdida para la Argentina y para todos los países de América del Sur".

Uruguay reaccionó a la muerte del ex presidente argentino Néstor Kirchner con respeto, pesar y una demostración de unidad política.

Algunos dirigentes políticos, sin embargo, también recordaron los problemas con el ex mandatario y su esposa, la actual presidenta Cristina Kirchner. El actual senador y ex presidente uruguayo Luis Alberto Lacalle, por ejemplo, afirmó que las condolencias no tapan las "serias discrepancias" mantenidas con quien fue el hombre fuerte de la Argentina en los últimos años.

El conflicto por las plantas de celulosa y los puentes bloqueados dejaron huellas dolorosas y una mirada poco complaciente con el gobierno argentino.

En el pico de tensión de ese diferendo, el entonces presidente Tabaré Vázquez vetó expresamente a Néstor Kirchner para el cargo de secretario de la Unasur.

Fue el actual presidente, José Mujica, quien desbloqueó el conflicto, mediante contactos de militantes de izquierda de los años setenta, que hicieron un canal de diálogo con los Kirchner.

Ahí, en lo que Mujica consideraba la antesala de una solución, este año levantó el veto al ex presidente argentino para que asumiera el cargo sudamericano.

"La vida continúa, pero la muerte de Kirchner es un llamado de atención para todos. ¡Cómo se nos va la vida en un santiamén! Si valdrá la pena vivirla", señaló Mujica, que hoy llegó a Argentina a saludar a Cristina.

El presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, decretó tres días de duelo oficial por la muerte del ex presidente Néstor Kirchner, a quien consideraba un "gran aliado y fraternal amigo".

El mandatario brasileño recibió la noticia de parte del embajador de su país en la Argentina, Enio Cordeiro, que lo llamó de urgencia por teléfono cuando Lula estaba en medio de un acto de inauguración de obras públicas en la ciudad de Itajaí, en el estado de Santa Catarina. Interrumpió su discurso y luego él mismo anunció la noticia al público allí reunido.

"Recibimos una noticia triste ahora. Nuestro embajador en la Argentina nos comunicó que acaba de fallecer de un ataque cardíaco el ex presidente de Argentina Néstor Kirchner", dijo a la gente, visiblemente consternado, en el día en que él celebraba su cumpleaños 65. Poco después, cuando volvió a Brasilia, el Palacio del Planalto emitió un comunicado en el que informaba sobre los tres días de duelo y ampliaba las declaraciones del mandatario.

"Siempre tuve en Néstor Kirchner un gran aliado y fraternal amigo. Fueron notables su papel en la reconstrucción económica, social y política de su país y su empeño en la lucha común en la integración sudamericana", destacó la nota del jefe de Estado.

"Transmito, en nombre de mi gobierno y del pueblo brasileño, a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner nuestro inmenso pesar y solidaridad -agregó-. Los brasileños se asocian al dolor de nuestros hermanos argentinos en este momento amargo".

Fuentes de la presidencia no supieron indicar si Lula asistirá personalmente o enviará a un representante al funeral de Kirchner, ya que en estos días se encuentra totalmente abocado a apoyar a su ex jefa de gabinete, Dilma Rousseff, que el domingo disputará la segunda vuelta de las elecciones presidenciales.

La propia Dilma también expresó su tristeza y le envió a la Presidenta una cálida nota de pésame. "Querida amiga, recibí con profunda consternación la noticia de la muerte de nuestro amigo Néstor. Sé que representa una pérdida inestimable para el pueblo argentino, que tuvo en él a uno de sus grandes presidentes. En estos momentos, más que las palabras vale un abrazo amigo. Es lo que te envío con toda mi solidaridad", subrayó.

El canciller, Celso Amorim, resaltó la gran pérdida que supone la muerte de Kirchner para América del Sur. "Fue un jefe de Estado que se empeñó mucho en una buena relación con Brasil, en una buena relación con Lula y en la integración regional", señaló.

La primera reacción oficial en Estados Unidos fue del presidente, Barack Obama, que transmitió "sinceras condolencias" en su nombre y en el de su mujer, Michelle, por la muerte de quien consideró tuvo "un papel importante en la vida política" de la Argentina. Apenas se habían cumplido tres horas de la confirmación de la noticia cuando la Casa Blanca emitió el mensaje del mandatario dirigido al pueblo argentino y a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Con el correr de las horas se sumaron las reacciones. La secretaria de Estado, Hillary Clinton, emitió un cálido comunicado en el que recordó su paso por Buenos Aires, habló de la "amistad" con el país y, en tal condición, afirmó que Estados Unidos "se conduele" con el sentimiento en la Argentina.

También el Fondo Monetario Internacional (FMI), blanco habitual de las iras del extinto, declaró su "profundo pesar" por la muerte de Kirchner, de quien afirmó que será "gratamente añorado" en los escenarios en los que seguía "muy activo".

La "inesperada" -como calificó la OEA- muerte del ex presidente fue el tema del día en los centros de decisión y organismos internacionales donde se sigue la agenda regional.

Por debajo de los comentarios formales de pena y consternación, se detectó una inquietud coincidente sobre el futuro de la Argentina, dado el "considerable papel" de Kirchner en la atípica estructura de poder de nuestro país, con un "matrimonio presidencial" en la cúspide. Las dudas centrales apuntaban a determinar cómo las fuerzas y movimientos sociales argentinos procesarán la desaparición de quien era hombre fuerte en el escenario político.

"El país ha sido uno hasta hoy. La cuestión es cómo será de ahora en adelante", afirmó a La Nacion una de las voces más escuchadas en el elenco demócrata en materia de política exterior hacia la región.

La noticia generó una cadena de llamados de medios internacionales a la embajada en esta ciudad. A partir de hoy se abrirá un libro de condolencias. Ese será el primer gesto del nuevo embajador, Alfredo Chiaradia, que hoy es esperado en esta ciudad, según se informó anoche a La Nacion.

"Lamentamos la inesperada muerte del ex presidente argentino", sostuvo la OEA, en una reunión en la que los embajadores de los países miembro guardaron un minuto de silencio. La silla de la Argentina, curiosamente, aún no tiene reemplazante tras la partida del ex embajador Rodolfo Gil, meses atrás.

Los principales diarios del mundo no tardaron en hacerse eco de la sorpresiva muerte de Néstor Kirchner. A media mañana, la gran mayoría de los medios internacionales anunciaba el fallecimiento del ex presidente, sobre todo en América del Sur y España, donde le dieron un gran despliegue a la noticia.

El diario El País de España empezó a indagar en lo que aún nadie decía en voz alta en la Argentina: "La muerte de Néstor Kirchner abre la lucha por el poder en Argentina. Con la muerte de Kirchner puede morir también el kirchnerismo", decía el texto publicado en su página web. También El Mundo lo tuvo como su noticia principal.

Menos críticos y analíticos, los portales de los principales diarios sudamericanos estuvieron dominados por la noticia.

El Mercurio, de Chile, en un perfil titulado "El político que murió ambicionando la reelección presidencial", mencionó la escena del controversial libro de Sylvina Walger en la que un conmocionado Néstor Kirchner habría agredido a la Presidenta, y dijo: "Esta escena se suele recordar para delinear la carrera política y personal del fallecido ex presidente, marcada por la compleja relación con su esposa y las constantes denuncias de corrupción".

"Con la muerte de Kirchner, su esposa concentrará más poder", rezó una noticia del diario uruguayo El País. Mientras tanto, que el portal del brasileño O Globo anunció: "Gobierno argentino pierde su alma", y afirmó que muchos analistas apuntan a Cristina como la próxima candidata peronista a la presidencia.

Francisco Miranda, editor de opinión del diario El Tiempo, de Colombia, presentó distintos escenarios que quedarían en la política argentina: el fortalecimiento de la actual presidenta, un fortalecimiento de la oposición liderada por Mauricio Macri y Julio Cobos, y una tercera vía, que fortalecería al peronismo opositor, liderado por Carlos Reutemann.

En Ecuador, se evidenció el peso que tuvo Kirchner como sucesor del presidente Rafael Correa en la Unasur: el diario El Comercio desplegaba una fotografía de archivo de Néstor Kirchner con Rafael Correa y el diario La Hora pronosticó que "su muerte deja un hueco difícil de llenar en la política contemporánea".

En Estados Unidos, The Washington Post incluyó la noticia en su blog "Post mortem", dedicado a obituarios de personalidades. En su portal, recordó el rechazo que lideró Kirchner al Fondo Monetario Internacional y dijo que el ex presidente "consolidó su poder y aseguró mayor influencia sobre la justicia". Por el contrario, The New York Times le dio un espacio menor y recordó que "se esperaba que se postulara a la presidencia en 2011".

En Gran Bretaña, el mayor despliegue se lo dio The Financial Times: lo tuvo todo el día en su portada, acompañado por columnas de análisis. Recordó su pelea con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y se centró en la incertidumbre que se abre en el país con su muerte. "Este no es un gobierno de presidentes y ministros. El gobierno era él", señaló en uno de los artículos un consultor de Eurasia.

La revista The Economist tituló: "Caen las cortinas sobre el kirchnerismo".

Los demás diarios británicos presentaron la noticia con espacio más acotado. The Daily Telegraph incluyó una nota corta y la relacionó con un artículo del 10 del actual en el que Cristina Kirchner llamaba "piratas" a los británicos. Un tratamiento similar recibió la noticia en la mayoría de los diarios franceses, que la ubicaron entre la sexta y séptima noticia del día. Uno de los artículos más comentados fue el publicado por Le Monde en su sitio, titulado: "La muerte de Kirchner debilita al poder argentino". En la nota afirma que la sucesión de la Presidenta se ve desestabilizada por la muerte de su esposo.

Como claro síntoma del impacto de la noticia, se extinguieron, casi por completo, las instancias institucionales para recibir las inquietudes de los presidentes y dirigentes extranjeros que se comunicaban para hacer llegar sus condolencias a la presidenta Cristina Kirchner y para interiorizarse sobre los detalles del funeral.

En estado de shock, la Presidenta se excusó, por su parte, de atender en persona a sus pares de otros países, según confiaron a LA NACION altas fuentes oficiales.

La muerte de Kirchner fue tan inesperada que el propio canciller, Héctor Timerman, se enteró a través del piloto del avión en el que viajaba a Colombia. Apenas aterrizó en Bogotá, Timerman emprendió el regreso a Buenos Aires, con lo cual no pudo ser un interlocutor válido para la región en los momentos más intensos de la jornada.

Los presidentes Hugo Chávez, Luiz Inacio Lula da Silva, Rafael Correa, Fernando Lugo y Juan Manuel Santos llamaron a la jefa del Estado temprano, apenas se conoció la noticia, pero no fueron atendidos por la Presidenta, conmocionada por la situación.

Chávez, Lula y Correa hablaron, entonces, por canales informales con sus contactos en el gobierno argentino, y luego hicieron llegar comunicados institucionales, con la intención de que el mensaje llegara a oídos oficiales (ver Pág. 18).

Con Timerman de viaje, quien ofició de nexo con el grueso de los mandatarios extranjeros fue Rafael Folonier, el hombre que llevaba hasta ayer la cotidianeidad de los vínculos de Kirchner con los líderes regionales.

Folonier era la mano derecha de Kirchner en una de sus múltiples ocupaciones: la secretaría general de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), el organismo desde el cual el ex mandatario buscó potenciar su proyección regional.

"El impacto es muy fuerte en la región. Muchos presidentes empezaron a llamar desde temprano, sin mediaciones, porque querían transmitirle a la Presidenta sus condolencias y querían ponerse a disposición para viajar", dijo Folonier a LA NACION, aún conmovido por la muerte de quien hasta ayer era su jefe directo en la Unasur.

La llamada de Chávez fue la primera que atendió Folonier, que tiene vínculos con el grueso de las agrupaciones de la izquierda regional y en particular con el mandatario venezolano.

"Chávez estaba con la voz quebrada. Lo noté muy dolido. Sonó muy afectuoso y expresó el respaldo incondicional a la gestión de la Presidenta", dijo.

Luego, el colaborador de Kirchner en la Unasur recibió las inquietudes del ecuatoriano Correa y de la primera línea del gobierno de Evo Morales.

Interrogante
A nivel institucional, el impacto por la muerte de Kirchner abrió un interrogante también en el escenario político de la región.

El fallecimiento del ex presidente dejó vacante la conducción de la Unasur y al mismo tiempo despertó la inquietud de los líderes de los países vecinos por las consecuencias que podría tener para el proceso de consolidación del nuevo organismo y para la integración regional.

Kirchner tenía dos años de mandato por delante. Ahora, la Unasur deberá elegir un nuevo secretario general. Esto se conversará en la cumbre del organismo el 25 de noviembre en Georgetown, Guyana. De los 12 países miembros, sólo siete adhirieron formalmente por medio de sus parlamentos a la entidad regional.

"Se logró avanzar en la integración en una América del Sur signada por la diversidad; ése es el principal logro. El desafío que viene es consolidar esto", agregó Folonier.

El presidente Luiz Inacio Lula da Silva se enteró por medio del embajador de Brasil en Buenos Aires, Enio Cordeiro, que lo llamó por teléfono. El presidente brasileño se encontraba en un acto en Santa Catarina e interrumpió su discurso para anunciar al público la noticia.


El Foreign Office británico conoció la noticia gracias a la televisión cuando la información fue difundida por la cadena Sky News.


El presidente José Mujica recibió la noticia mientras participaba de un acto en conmemoración de los 123 años de la creación del servicio de bomberos en Uruguay.


El presidente paraguayo, Fernando Lugo, estaba con el comandante en jefe de las fuerzas armadas cuando le informaron.


La candidata oficialista brasileña, Dilma Rousseff, se enteró de la muerte mientras participaba de un acto de campaña en Brasilia.


"Guió a la Argentina hacia un períiodo de firme recuperación económica tras la crisis financiera de 2001"

DOMINIQUE STRAUSS-KHAN
Director gerente del FMI

"Fue un defensor de los ciudadanos de Argentina y una voz destacada de la integración sudamericana"

HILLARY CLINTON
Secretaria de Estado de EE.UU

"Un muy afectuoso saludo al querido pueblo argentino en este día tan triste"

JUAN CARLOS I
Rey de España

"Condolencias y respetos a la Presidenta, a su familia y al gobierno y pueblo de la Argentina"

BAN KI-MOON
Secretario de la ONU

"Ha sido una figura dominante en la vida política y en la recuperación económica de su país"

ENRIQUE IGLESIAS
Secretario General Iberoamericano
-----------------------------------------------------
Es difícil escribir sobre la emoción que produce la muerte de un gran hombre, sobre todo cuando ese gran hombre es un amigo. Y es más difícil todavía cuando el que escribe desempeña una función gubernamental en otro país.

Quiero que esta breve nota sea entendida, antes que nada, como las palabras de un admirador y un amigo de la Argentina, no como las de un funcionario del gobierno brasileño. Néstor Kirchner quedará en la historia de su país como uno de sus grandes presidentes.

Desde 1955, con breves intervalos, la mayoría de los gobiernos argentinos optaron por políticas económicas liberales. Esas políticas, agravadas durante las dictaduras militares y los años del "menemato", provocaron un agudo proceso de desindustrialización del país.

Ni siquiera tuvieron el mérito de alcanzar el equilibrio macroeconómico que, según proclamaban, era su principal objetivo. Por el contrario, pusieron a la Argentina al borde del abismo, como se vio en la grave crisis de 2001-2002.

Kirchner revirtió esa tendencia con perseverancia y fortaleciendo la democracia, como ocurrió en otros países de América del Sur, incluso en Brasil, que habían pasado por experiencias semejantes. Será difícil, después de su gobierno y del de Cristina, volver al pasado.

Conservo de Néstor Kirchner una imagen extremadamente cálida.

Esa clase de imagen que no construimos en los espacios formales de los encuentros diplomáticos, sino en los intervalos de esas reuniones, cuando las discusiones no están sometidas al protocolo, sino que revelan los aspectos humanos de los grandes personajes.

Compartimos la experiencia de una semana pasada en Caracas y en Villavicencio, Colombia, cuando estuvimos allí en carácter de garantes internacionales de la liberación de los rehenes de las FARC.

Junto con sus sensatas apreciaciones políticas, en una situación tensa como aquella que estábamos viviendo, pude disfrutar también de su fina ironía.

Desde mi despacho en el Palacio del Planalto, mientras escribo esta nota, veo por la ventana una bandera brasileña a media asta como manifestación del duelo oficial de tres días que mi gobierno decretó en memoria del ex presidente y secretario general de la Unasur.

Expresa los sentimientos de los brasileños -y de Lula, en particular- que admiran a la Argentina y que tuvieron el privilegio de tener como interlocutor y amigo a un gran argentino: Néstor Kirchner.

Marco Aurelio García
El autor es asesor de Política Exterior de Lula da Silva
-----------------------------------------------------


Los organismos de derechos humanos y los movimientos sociales expresaron ayer su dolor por la muerte de Néstor Kirchner, a quien despidieron con unánime reconocimiento como el presidente que hizo suya la causa de la búsqueda de la justicia en los crímenes cometidos durante la última dictadura militar.

Hubo, además, movilizaciones de adhesión a la figura del ex presidente en distintos puntos del país.

La titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, dijo que se había "perdido un amigo, un hombre que entró en nuestros hogares como uno más". Y agregó: "Nos queda estar unidos como país y ayudar a Cristina [Kirchner]".

También la Asociación Madres de Plaza de Mayo manifestó su profundo pesar. Su titular, Hebe de Bonafini, expresó que la entidad "llora la muerte de Néstor Kirchner lo mismo que la de sus hijos". "Con el mismo compromiso de la promesa que le hicimos a nuestros hijos, no abandonaremos la lucha", expresó Bonafini.

Nora Cortiñas, de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, evocó al ex jefe del Estado como "un hombre lleno de vitalidad y fuerza para luchar y mantener sus ideales". Taty Almeida, de la misma organización, dijo: "No hay consuelo". Y recordó con lágrimas cuando, al asumir la presidencia, en 2003, "Kirchner nos dijo que se sentía un hijo más" de la organización. "Nos repondremos como lo hicimos con nuestros hijos", concluyó la militante por los derechos humanos.

Como otras entidades, la agrupación Hijos, de Córdoba, señaló que Kirchner "marcó un camino sin retorno en materia de derechos humanos, revisión del pasado, justicia, verdad y memoria".

También el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) expresó en un comunicado su "reconocimiento a la figura del ex presidente, quien durante su mandato le dio un lugar central a la agenda de derechos humanos en todos los poderes del Estado". El texto expresa: "A lo largo de su presidencia, Kirchner promovió profundas reformas, entre las cuales valoramos especialmente: el impulso de los juicios a los responsables de crímenes de lesa humanidad cometidos durante el terrorismo de Estado; la renovación de los miembros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación mediante un proceso transparente y participativo que permitió la conformación de un tribunal independiente y con fuerte legitimidad social".

El CELS destacó, también, la depuración de las Fuerzas Armadas y el apartamiento de quienes no estaban dispuestos a subordinarse al poder civil y acatar el mandato democrático, la decisión de no reprimir la protesta social, la implementación de un marco legal respetuoso de los derechos de los migrantes, la consolidación de una política exterior independiente y la preservación de la soberanía económica frente a los organismos financieros internacionales, entre otras medidas políticas del ex presidente.

Organizaciones sociales
También hubo repercusiones entre los movimientos sociales. "Fue un gran compañero y amigo que hizo mucho por este país", señaló Luis D´Elía. "Lo dio todo por el país y la Argentina", agregó.

La dirigente social de Jujuy Milagro Sala se sumó a las voces que evocaron a Kirchner y consideró que con el fallecimiento del ex presidente "muere el líder más grande que tuvo el país", luego de "Juan Domingo y Eva Perón".

"Tras este lamentable hecho, todos tenemos la obligación moral y ética de encolumnarnos en un gran movimiento social y acompañar a la Presidenta en este momento doloroso, y darle la fuerza de todos los argentinos", dijo la dirigente jueña.

Violeta, una nena de diez años de pelo castaño y ojos grandes, se arrodilló sobre un espacio libre que descubrió en el suelo y, con la ayuda de su abuela, Marta, pegó el mensaje que acababa de escribir en una hoja blanca: "Te queremos mucho". La frase de despedida, acompañada de dos pequeños corazones algo desprolijos, enseguida se mezcló entre los cientos de papelitos que cubrían unos 10 metros cuadrados de baldosas de la Plaza de Mayo.

Hacia allí se movilizaron anoche miles de personas para dar el último adiós al ex presidente Néstor Kirchner. Los manifestantes, en su mayoría jóvenes, comenzaron a concentrarse, de manera espontánea, pasado el mediodía, sólo unos instantes después de que se conociera la noticia. En gran parte, llegaron en familia o en pequeños grupos. De a poco fueron poblando las calles del centro porteño, que estaban desiertas por el feriado.

La plaza y las avenidas que la rodean se llenaron a las 20, horario formal de una convocatoria lanzada durante la tarde por agrupaciones kirchneristas. A esa hora, hicieron su aparición las columnas de militantes organizados. A la movilización, que no contó con oradores y que se extendió hasta la medianoche, asistieron también representantes de organizaciones de derechos humanos, senadores, diputados, dirigentes del oficialismo, aliados y simpatizantes del Gobierno. "Ha muerto un gran patriota y un gran argentino. Todos saben lo que ha hecho Kirchner en su paso por la presidencia de la Nación", dijo el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, cerca de las escaleras de la Catedral Metropolitana. También estuvieron sus compañeros de gabinete Nilda Garré (Defensa), Eduardo Sileoni (Educación) y Débora Giorgi (Producción). Sobre la avenida Rivadavia, el diputado Carlos Kunkel lloraba desconsolado, al igual que la actriz Florencia Peña, que caminaba sola. Las diputadas Teresa García y Diana Conti se mezclaban entre los manifestantes, acompañadas por sus respectivas familias.

Las baldosas coloradas, ubicadas al lado de la Pirámide de Mayo, se convirtieron en un anexo obligado del altar que se montó en el vallado que partía la plaza en dos. Las cercas azules estaban atiborradas de flores, banderas, fotos e improvisados mensajes de despedida colocados por los manifestantes. "Nuestro compromiso es sostener y defender aquello que supiste conseguir. Los trabajadores nunca te vamos a olvidar", decía uno de los carteles pintados con un marcador negro, firmado por la familia Ricciotti. El vallado sólo estaba abierto en el centro, por donde, ordenados y en fila, los manifestantes avanzaban hasta la reja de la Casa Rosada, lugar de otro improvisado altar.

Entre las consignas de las agrupaciones políticas, una fue la más repetida: "Gracias, Néstor. Fuerza, Cristina". La fórmula se leía en numerosas banderas colocadas alrededor de la Pirámide de Mayo.

Ese lugar, centro simbólico de la plaza, fue ocupado desde temprano por las organizaciones de militantes jóvenes: La Cámpora, la Juventud Peronista, la Juventud Sindical y la JP Evita.

Esta última agrupación cubrió una de las caras de la pirámide con una gigantografía con la imagen de Kirchner, bajo el traje de El Eternauta.

Por ese lugar ingresaron, a las 19.30, en silencio, las Madres de Plaza de Mayo, encabezadas por Hebe de Bonafini. Después de recibirlas con un aplauso, los manifestantes entonaron el himno nacional.

La canción que más entusiasmo generó entre los presentes no fue ésa, sino una con la que los presentes en la plaza reclamaron, en reiteradas oportunidades, la renuncia del vicepresidente Julio Cobos.

El cantito surgía de pronto y oficiaba casi como un desahogo de bronca, que cortaba el clima de congoja y armonía que predominaba entre los manifestantes.

Lo mismo ocurría con un cantito que apuntaba contra el CEO del Grupo Clarín, Héctor Magnetto.

En la desconcentración, los manifestantes también dejaron plasmados sus mensajes, con pintadas en las paredes del Banco Nación. "Néstor vive en nosotros. Fuerza Cristina", decía una de ellas.

Néstor Kirchner, el hombre que manejó las riendas del país durante los últimos siete años, falleció ayer. Perseverante y obsesivo, recuperó la autoridad presidencial, exánime tras la crisis de 2001/2002 begin_of_the_skype_highlighting 2001/2002 end_of_the_skype_highlighting begin_of_the_skype_highlighting 2001/2002 end_of_the_skype_highlighting, con un estilo confrontativo, basado en la recuperación económica y la selección de enemigos, incluso entre sus viejos aliados.

Nacido el 25 de febrero de 1950 en Santa Cruz, fue el primer presidente patagónico en la historia del país. Militó en la política y ejerció el poder con énfasis, por momentos hasta el desenfreno, lo que repetidas veces afectó su salud.

La primera alerta sonó la noche misma de su despertar político, en septiembre de 1987. Cuando supo que había ganado la intendencia de su Río Gallegos natal por apenas 111 votos, se desmayó, fruto del estrés y del agotamiento.

Para entonces, ya era abogado por la Universidad Nacional de La Plata, donde se recibió en 1976.

De esa ciudad retornó al Sur casado y militante.

En La Plata se sumó a la Federación Universitaria de la Revolución Nacional (FURN) -con Carlos Kunkel y Carlos "Cuto" Moreno como referentes- y conoció a Cristina Fernández, con quien se casó, en mayo de 1975.

Con el golpe de Estado, la pareja se radicó en Río Gallegos, donde abrieron un estudio que se convirtió en uno de los más importantes de la provincia.

En esos años, gracias a las ejecuciones hipotecarias y la circular 1050 del Banco Central, el matrimonio Kirchner acumuló 22 propiedades.

Fue el germen de una polémica alrededor del patrimonio de ambos, que los acompañó en su escalada en el poder.

Kirchner sumó dinero con una convicción: lo mejor para hacer política en serio, solía repetir, era contar con cierta independencia económica y el control de "la caja". Una premisa que aplicó como intendente, gobernador y presidente.

Ungido al frente de la Caja de Previsión Social provincial entre 1983 y 1984, renunció para enfrentarse al gobernador que lo puso allí.

Y tras su primer triunfo electoral -el de 1987, para intendente y con desmayo incluido-, no volvió a perder una elección en los siguientes 22 años.

De aquel amanecer político es también la unidad básica de Río Gallegos donde hizo pie: "Los Muchachos Peronistas", con dos hombres que lo acompañarían siempre: Rudy Ulloa y Carlos Zannini.

En 1991 asumió como gobernador de Santa Cruz, tras vencer por apenas 3.000 votos al segundo candidato peronista. Luego reformó la Constitución provincial, para un segundo mandato en 1995 y después, la reelección indefinida.

Para entonces, ya tenía dos hijos, Máximo (1977), luego creador de la agrupación La Cámpora, y Florencia (1990).

Sus opositores le enrostraron aristas hegemónicas: colonizar el Poder Judicial (con la destitución del entonces procurador Eduardo Sosa, en 1995 o el nombramiento de Zannini como ministro de la Corte), someter a la prensa local y perpetuarse en el poder con reformas que perjudicaron a las minorías.

Su obsesión por el control de "la caja" y la autonomía presupuestaria lo llevó a tomar una de sus decisiones más discutidas. Tras ganarle un juicio al Estado nacional por las regalías petroleras, giró al exterior más de US$ 570 millones, los misteriosos "fondos de Santa Cruz".

Lo cierto es que ese dinero y una administración cauta mantuvieron a su provincia lejos de la dependencia del poder central.

El año 1995 le aportó otro traspié en su salud. Según su esposa, sufrió una úlcera sangrante, lo que desmintió luego su médico. Pero un año después, en 1996, le diagnosticaron colon irritable.

Los tiempos políticos comenzaron a acelerarse a medida que la Alianza enfilaba hacia el abismo. En 1999, Kirchner ganó su tercer mandato como gobernador, mientras que con el Grupo Calafate -que apoyaba la candidatura a presidente de Eduardo Duhalde- trabó relación con quien sería su futuro jefe de Gabinete, Alberto Fernández.

En mayo de 2003, tras acordar con Duhalde, el patagónico llegó a la Casa Rosada con el 22,24% de los votos, después de la deserción de Menem al ballottage. Se puso como objetivo recuperar la autoridad presidencial y controlar la calle, evitando la represión y negociando con piqueteros y gremios, al tiempo que levantaba la bandera de los derechos humanos.

Al frente de la Casa Rosada, se lanzó contra los actores más desgastados de los 90: el propio Menem, el FMI -con el que canceló toda la deuda- y la Corte Suprema de la "mayoría automática", a la que decidió enfrentar en una apuesta de alto riesgo que le aportó crédito social.

Su ejercicio confrontativo del poder -que incluyó diatribas contra las Fuerzas Armadas, el campo, la Iglesia, los empresarios y, por último, la prensa- también desgastó su salud.

En 2004, padeció una gastroduodenitis hemorrágica; en 2005, tras la Cumbre de las Américas de Mar del Plata, que lo enfrentó con el presidente George W. Bush, tuvo dolores en el pecho, y en 2006, se desmayó.

Devenido "mafioso" y "el padrino" al decir de Kirchner, Duhalde resultó profético cuando definió su estilo visceral y personalista. "Kirchner se está inmolando", dijo a mediados de 2004.

Su práctica del poder también incluyó un desafío mayúsculo: intentar diluir al peronismo en un proyecto más amplio que primero tomó la forma de la "transversalidad" y luego, de la "concertación" con el radicalismo, lo que no le impidió retornar -cuando rompió lanzas con Julio Cobos- al PJ más tradicional, con los barones del conurbano, Hugo Moyano y los gobernadores del interior.

Obsesionado por las encuestas, mostró un fuerte pragmatismo. Fue así como vedó la reelección de los gobernadores tras tropezar en las urnas en Misiones, y anunció un "plan de seguridad" luego que 150.000 personas asistieron a un acto de Juan Carlos Blumberg, padre de un chico secuestrado y asesinado.

Su estilo mutó por otro más sanguíneo cuando Cristina Fernández lo sucedió en la Casa Rosada. Pero mantuvo inalterable su ritmo de trabajo, que sus colaboradores definían como "agotador" o hasta "desenfrenado". Por su personalidad y por los desafíos que encaró como candidato a diputado, en 2009, o secretario de la Unasur, en mayo pasado.

En febrero y en septiembre de este año sumó más percances de salud. Pero dos días después del último, participó de otro acto proselitista. Será velado, hoy, en la Casa Rosada, símbolo del poder presidencialista que bregó por reconstruir.

el peronismo vivió la tercera muerte más dramática de toda su historia. De las dos anteriores -la de Eva Duarte, en 1952, y la de Juan Perón, en 1974- conocemos sus complicadas derivaciones.

Ahora se abren varios interrogantes respecto de lo que sucederá con el abrupto e involuntario abandono del centro del escenario por parte de Néstor Kirchner.

Como la historia nunca se repite, habrá que estar muy atentos a los significados singulares de este deceso en el seno del principal partido político de la Argentina, sabiendo que sucederán acontecimientos distintos y seguramente imprevistos para todos.

Sin embargo, es posible establecer algunas similitudes y diferencias entre los fallecimientos de los fundadores del justicialismo y el de quien fue hasta ayer su titular.

¿En qué se parecen? En varias cosas: en que la muerte impacta en la cúspide de un poder bifronte que provoca incertidumbre hacia adelante; en que quien sobrevive ocupa la máxima jerarquía institucional (la presidencia de la Nación) y en que la muerte viene a destruir una sociedad de hecho que trastoca profundamente el tipo de modus operandi que se venía dando.

Veamos: en el primer caso, Juan Domingo Perón acababa de asumir su segundo mandato presidencial y había establecido con su esposa un muy sagaz reparto de tareas.

Perón concentraba el poder formal de la Argentina desde 1946 y Evita, el informal, ya que jamás asumió cargo público alguno (sólo un intento frustrado de ser candidata a vicepresidenta).

La fundación que llevaba su nombre, que tenía una sede más que monumental en lo que hoy es la Facultad de Ingeniería, a metros de la Confederación General del Trabajo, funcionó como un megaente paraestatal de acción social, muy controvertido por ciertos modales ásperos y formas de financiamiento, pero bastante eficaz para resolver las necesidades más urgentes de los humildes.

Tras su muerte, el Gobierno se resintió y perdió esa dualidad ambivalente que marcó los "años felices". En 1955 fue derrocado.

El deceso de Perón, en 1974, dejó a su movimiento huérfano en medio de una embozada guerra civil entre elementos de extrema derecha y extrema izquierda.

La vicepresidenta, a la sazón, su tercera esposa, Isabel Martínez, ocupó el trono vacante, quiso respaldar su poder sólo en el influyente superministro José López Rega, pero la presión sindical terminó desplazándolo en 1975. Acorralada por la violencia, la inflación y las cruentas luchas internas de su partido, fue derrocada en 1976.

El caso de Néstor y Cristina Kirchner es bien distinto: Evita e Isabel fueron, de alguna manera, "discípulas" forjadas por Perón. Aquéllos, en cambio, crecieron y se formaron juntos políticamente. Mientras él se destacó en la labor ejecutiva, ella se inclinó por lo legislativo.

Sin embargo, a partir de la asunción de Kirchner como presidente de la Nación (2003-2007) y luego como jefe partidario, esa paridad de fuerzas que venían teniendo se inclinó a favor de Néstor, que nominó a dedo a su esposa como su continuadora formal en el poder.

Nunca Kirchner perdió el comando, pese a su promesa de irse a un "café literario", que quedó sólo en un amago. Así, siguió dando órdenes y gobernando informalmente con gran visibilidad en actos públicos y se reservaba la última palabra en reuniones clave.

Después de décadas de entender la política de manera simbiótica con su marido, la Presidenta deberá aprender pronto a encontrar nuevos soportes.

En el año que falta hasta las elecciones tendrá que recrear los cimientos de su poder para llegar a buen puerto.

Súbitamente ha muerto el jefe político en funciones; no tenía cargo oficial alguno en el Gobierno ni otro título que el de esposo consorte. ¿Que precedente buscar para entender la situación?

De poco nos sirven los casos de otros presidentes muertos en el cargo, como M. Quintana, R. Sáenz Peña o R. Ortiz: la institucionalidad no se alteró en lo más mínimo.

Los radicales perdieron a algunos de sus grandes jefes, como Alvear, Ricardo Balbín o Raúl Alfonsín. Pero la UCR siempre fue un partido orgánico, que transitó con normalidad esas crisis de liderazgo.

Sólo en el peronismo se encuentran situaciones con alguna semejanza: la muerte de Evita, en 1952 y la de Perón, en 1974. Evita era también consorte y líder.

De ella fluía la veta más plebeya y rebelde del sentimiento peronista.

Administraba dos organizaciones grandes y poderosas, la Fundación Eva Perón y el Partido Peronista Femenino y tenía fuerte influencia en la CGT. Daba órdenes y decidía.

Pero su muerte no afectó en lo inmediato al régimen. Perón administró la herencia de su esposa de manera ordenada y gris, y siguió ganando las elecciones. Es posible que, viviendo Evita, 1955 hubiera sido distinto. Quién lo sabe.

Salvando la distancia entre los personajes, la muerte de Perón, en 1974, tiene mayores similitudes. A ambos los sucedieron sus esposas; pero Cristina no sólo es la presidenta electa, sino que tiene una personalidad política mucho más fuerte que la de Isabel.

Perón se esforzó hasta su último momento por contener y moderar un movimiento peronista cacofónico y violento, que terminó de desatar sus potencialidades destructivas después de su muerte.

De poco sirvieron la reconciliación sellada por Perón con sus antiguos adversarios políticos y el apoyo sin fisura que éstos ofrecieron a Isabel: las instituciones eran demasiado frágiles para poder contener la marea violenta.

Kirchner, en cambio, se ha dedicado a alentar el conflicto interno, a la manera del Perón de los primeros años, y a estimular a algunos grupos más radicalizados y potencialmente violentos. Su férrea jefatura los mantenía, sin embargo, bajo control. A Cristina Fernández le queda seguir adelante con esta tarea, para la que parece menos dotada que su difunto esposo. Allí precisamente reside la gran duda que plantea la coyuntura abierta ayer.

Cristina Fernández puede decidir continuar con la endemoniada espiral de enfrentamientos en la que Néstor Kirchner se sentía tan cómodo.

En este caso, nos preguntamos cómo habremos de transitar el año largo que resta hasta las elecciones y el traspaso del mando. O puede elegir cambiar de rumbo, abandonar la facción y asumir plenamente su papel de presidenta de los argentinos.

Como Isabel en 1974, contará con el respaldo de los partidos opositores y ?más importante? de la ciudadanía independiente, harta de enfrentamientos.

A diferencia de 1974, hoy las instituciones republicanas son fuertes ?pese a lo que se ha hecho por debilitarlas?, de modo que ese apoyo político ?con el que puede contar con seguridad? es de mucho mayor peso.

Por ahora, es ella quien decide hacia dónde va el juego.


Podrán decirse muchas cosas de Néstor Kirchner, pero no que le faltó genio para construir un imperio político desde las ruinas. Nunca, como candidato, pudo ganar una elección nacional. Sin embargo, nunca dejó el poder desde que se encaramó en él.

En 2003 le ganó Carlos Menem y en 2009 lo superó Francisco de Narváez. El kirchnerismo ganó las elecciones de 2005 y de 2007, pero él no fue candidato en ninguno de esos comicios.

El desierto del que venía lo obligó, tal vez, a una vida excepcional. Todo giraba en torno de él, bajo su presidencia o cuando la jefatura del Estado la ejercía su esposa. Su estilo de gobierno convertía a los ministros en meros conserjes sin decisión propia.

Desde que se aferró al poder, fue, al mismo tiempo, gobernador de cualquier provincia, intendente de cualquier municipio del conurbano, ministro de Economía, jefe de los servicios de inteligencia, ministro de Obras y de Defensa, canciller y productor de los programas televisivos que lo adulaban.

"Así, enloquecerá la administración o terminará con su vida", colegía uno de los ministros que a los que echó pocos años después de llegar al gobierno.

Fue, también, más que eso. Hasta marzo de este año, cuando cambió la relación de fuerzas parlamentaria, ejerció de hecho la titularidad del Poder Ejecutivo y del Legislativo, fue el jefe fáctico de los bloques oficialistas y titular de las dos cámaras del Congreso.

De alguna manera, se hizo al mismo tiempo de la dirección de una porción no menor del Poder Judicial, con la excepción de la Corte Suprema.

Siempre cargaba bajo el brazo una carpeta con la información última sobre la marcha del Estado; esos datos no eran a veces certeros y muchas veces, sobresalían más por el error que por el acierto. Su objetivo no era la verdad, sino colocarla a ésta en la dirección en que estaba su sillón.

"Quiero dejar la presidencia, caminar por la calle y que la gente me salude con un «buen día, doctor»", solía decir cuando conversaba con frecuencia con periodistas que lo criticaban. Entonces era presidente. Cerraba ese diálogo y abría otro con sus habituales lugartenientes.

"Mátenlo", les ordenaba de inmediato; les pedía, así, que incendiaran en público a algún adversario o a algún kirchnerista desleal para sus duros conceptos de la fidelidad.

Nunca podrá saberse si aquel era un combate entre el deseo y el carácter, en el que siempre perdía el anhelo, o si el deseo era sólo una expresión fingida ante los oídos de un interlocutor diferente.

"Mátenlo", era una palabra que usaba frecuentemente para ordenar los castigos públicos. La política es cruel y las prácticas políticas son crueles. Kirchner era un exponente cabal de esa estirpe. Los amigos se convertían en enemigos con la rapidez fulminante de un rayo.

Nada les debía a sus ex colaboradores, que habían dejado en el camino partes importantes de su vida para servirlo. Sus afectos estaban reducidos al pequeño núcleo de su familia, a la que realmente quiso con devoción, más allá de las muchas discusiones y discordias con su esposa.

"La familia es lo único que la política no destruye", repetía.

Sabía aprovechar con maestría la debilidad del otro para caerle con la fuerza de un martillo. El caso más emblemático es el de George W. Bush.

Conoció a Bush cuando era un líder muy popular en su país, insistió con que quería acercarse a él, lo visitó en la Casa Blanca y lo tranquilizó diciéndole que era no izquierdista, sino peronista.

Ese romance duró hasta la cumbre de Mar del Plata en 2005, cuando Kirchner vapuleó imprevistamente a un Bush pasmado por la sorpresa. ¿Qué había pasado? La fatídica guerra de Irak había convertido en jirones la popularidad del líder usamericano.

"No es popular estar cerca de él en estos momentos", explicó luego con el pragmatismo desenfadado del que hacía gala. La popularidad del otro era el índice de su simpatía. Por eso, nunca rompió con el colombiano Alvaro Uribe, de quien, además, solía hablar bien.

Uribe se fue del gobierno con el 75% de aceptación. Todo eso ocurrió en un tiempo en el que Kirchner pintó el país del color de la Patagonia: el mundo fue siempre lejano e impenetrable para él.

Ambivalente, como un príncipe del oportunismo, Kirchner nunca terminó de comprender al conjunto de la sociedad argentina. Nunca recibía a nadie cuando andaba en sus tiempos de broncas desmedidas. Sin embargo, era un anfitrión cordial y conversador, un político clásico, cuando ingresaba en los períodos de conciliación.

Eso sí: la información que le trasladaba a un periodista, por ejemplo, no siempre era confiable. Edificaba un océano con una gota de agua que pudiera afectar a un adversario. Y contaba con una buena despensa de información confidencial.

Una vez habló por teléfono con la periodista Magdalena Ruíz Guiñazú para pedirle disculpas porque había borrado la legendaria Conadep de un discurso suyo. Magdalena, sincera y frontal, le reprochó que se dejara llevar por la versión del pasado que le daba Hebe de Bonafini.

"Es muy sectaria, pero yo la tengo cerca sólo para contenerla", le respondió el entonces presidente. Flotaba entre una orilla y otra durante su mandato.

Luego se quedó definitivamente con Bonafini, con D'Elía, Moyano y Kunkel. Esas alianzas demostraron, más que cualquier cosa, no sólo su talante, sino su desconocimiento de la sensibilidad de la sociedad argentina. Esas figuras integran la lista de las personas más rechazas por una inmensa mayoría social.

Compartía con ellos cierto gusto por la arbitrariedad. Al inventarse un pasado personal, debió también acomodar un presente que tampoco era suyo. Convirtió la revisión del pasado en un tema omnipresente, en una divisoria de aguas, en una herramienta para la construcción de su política cotidiana. Ese era un tema que reunía las condiciones épicas que más le agradaban.

No le importaba si tenía que mezclar historias artificiales con personajes imaginarios. Hace algunos años, cuando él era presidente, luego de una de las muchísimas veces que vapuleó a este periodista en la fogata de sus atriles, nos reunimos para tomar un café en la Casa de Gobierno. Se produjo este diálogo que lo pinta de cuerpo entero.

-Usted sabe que lo que me imputó es absolutamente falso ?le dije.

-Sí. Pero usted quiere que otro presidente ocupe este despacho ?me respondió.

-¿No cree que estamos hablando de dos cosas distintas? ?le pregunté.

-No, me contestó y pasó de inmediato a hablar de otro tema.

Otro Kirchner, más implacable y menos amigable, apareció después de la crisis con el campo y del fracaso electoral de 2009. El Kirchner del primer período era más componedor y moderado.

Pero no aceptó ninguna de las dos derrotas. Era un político que no había conocido la derrota y decidió, con envidiable voluntarismo, que no la conocería.

Los culpables no eran sus políticas erradas o los argentinos que votaron por opositores, sino los medios independientes que se habían volcado hacia sus adversarios sociales y políticos.

Emprendió una batalla para él decisiva contra esos medios y contra los periodistas independientes. No se tomó un día de descanso en esa guerra, como él mismo la llamaba, ni concedió tregua alguna. En esos menesteres bélicos lo encontró el estupor de la muerte.

Fue un presidente y un líder político que conocía los manuales básicos de la economía. Era una condición excepcional desde Arturo Frondizi.

Sabía, en algún lugar secreto de su inconsciente, que la inflación y el crecimiento pueden coexistir durante un tiempo, pero no todo el tiempo.

Sabía algo peor: ninguna receta antiinflacionaria carece de algunas medidas impopulares. No quería tomarlas.

Su popularidad y la de su esposa no pasaban por un buen momento como para correr esos riesgos. Esa lucha entre el conocimiento y la conveniencia lo maltrató durante sus meses cercanos.

Tenía últimamente, dicen los que lo oían, una desilusionada percepción de las cosas, que jamás la llevaba a las palabras. Empezó a zigzaguear con un objetivo claro: él y su esposa nunca serían derrotados por el voto.

Debía, por lo tanto, comenzar la escritura del día después, la de una epopeya culminada abruptamente por la maquinación de la "corporación mediática", por el sector rural, por el empresariado y por todo lo que expresara un pensamiento distinto del suyo. Todo eso ya era, no obstante, una fascinante reliquia de un mundo abolido.

Cinco días antes de su muerte, en la noche avanzada del viernes, su encuestador histórico y más eficiente, llamó desesperado a un importante dirigente filokirchnerista.

Acababa de concluir una encuesta nacional (el trabajo de campo se hizo antes del crimen de Mariano Ferreyra) y él había hecho un ejercicio: duplicó la intención de votos de los Kirchner en el interior de Buenos Aires, en la Capital, en Santa Fe y en Córdoba.

Aun con tanta fantasía, el resultado no superaba el tercio de los votos nacionales que el kirchnerismo sacó en las elecciones de 2009.

"Esto está terminado", concluyó el encuestador. ¿Hay alguna posibilidad de cambiar el curso de las cosas ?, averiguó el interlocutor. "Ninguna, hermano. Esto está terminado", repitió el conocido analista.

Una vida sin poder no era vida para Néstor Kirchner. Por eso, quizás, su vida y su poder se apagaron dramáticamente enlazados. El final del poder era, para Kirchner, el final de la vida. O de una forma de vivir tal como él la concibió.


"Llegamos sin rencores, pero con memoria". 25 de mayo de 2003

"Vamos a seguir con un dólar alto y competitivo" 11 de agosto de 2005

"No conozco ningún país democrático del mundo en el que necesariamente para gobernar haya que tener mayoría absoluta y terminante". 20 de octubre de 2005

"El candidato será pingüino o pingüina". 2 de junio de 2006

"Clarín, ¿qué te pasa Clarín? Quiero que todos sepan que, como presidente del Partido Justicialista, voy a ir hasta el último pueblito de la Argentina. Nosotros no lucramos, Clarín. No estamos con los negocios, Clarín? Clarín, ¿por qué estás tan nervioso? Hacé democracia, porque la gente ya se está dando cuenta? Tranquilizate, por Dios, tranquilizate". 9 de marzo de 2009

"No nos amedrentan insultándonos desde la concentración mediática? Nunca le van a perdonar a la Presidenta haber terminado con la manera mediática de pretender manejar el país? Se ufanaban de que con cuatro tapas de diario cambiaban un gobierno y ahora no pueden, por eso están nerviosos". 26 de agosto de 2010

Varios mensajes de texto partieron ayer desde la casa de Héctor Méndez, presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA).

Eran condolencias para el ministro de Planificación, Julio De Vido, enviadas desde una reunión empresaria convocada de urgencia en ese piso de Retiro. Estaban, además del anfitrión, Luis Betnaza, José Ignacio de Mendiguren, Federico Nicholson, Cristiano Rattazzi, Daniel Funes de Rioja y Miguel Acevedo.

Tres horas de charla no alcanzaron para despejar las incógnitas que plantea la muerte de Néstor Kirchner, pero sí para dejar claro dónde ven la amenaza: la posibilidad de que la Presidenta se apoye, de ahora en más, en el camionero Hugo Moyano.

"Muchas opciones no tiene", se lamentó ante LA NACION uno de los presentes. Ese mal presagio, razonan, sólo podría atenuarse si se consigue algo bastante improbable: la vuelta de De Vido a los primeros planos del Gobierno para lograr un final de mandato racional.

Pero el arquitecto, el único funcionario que se ganó la confianza empresarial, no tiene con Cristina Kirchner la misma relación que lo unía con su marido.

La Presidenta tuvo siempre más afinidad con Silvia Rodríguez, la primera mujer de De Vido, que con la actual, Alessandra Minnicelli.

"Estamos reunidos", notificaron ayer los hombres de negocios al ministro.

Por la tarde, los contactos fueron múltiples. Jorge Brito, presidente de la asociación de bancos de capital nacional (Adeba), y Jaime Campos, número 1 de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), se comunicaron con miembros de la UIA.

Todos coinciden en evitar que la partida de Kirchner provoque un desenlace funesto, definido por un empresario con una metáfora fuerte: "El riesgo es que Moyano pase a ser el López Rega de Cristina".

No eran asociaciones caprichosas. Acababa de asustarlos la imagen del líder de la CGT, envalentonado, en el acto con sus pares.

"Quiso mostrarse enseguida como la cara del peronismo -observó un ejecutivo-. ¿Con quién va a construir poder Cristina, si el gabinete es un conjunto de peleles que daban vueltas alrededor de Néstor ?"

La primera impresión indica que, si eso ocurre, la estrategia de "un gobierno contra las corporaciones" tenderá a intensificarse.

La catarsis de la cúpula de AEA será en cambio hoy, a las 18, en el restaurante La Mansión, del hotel Four Seasons. Algunos de sus miembros proyectaban anoche modificaciones que pueden no ser medulares, pero que cambiarán la vida diaria de unos cuantos: Guillermo Moreno, el temible secretario de Comercio Interior, deberá ahora buscar mejores respaldos a sus maltratos.

Otras especulaciones miran al peronismo. El presidente de una cámara apuntó algo que sus pares parecían soslayar: "Daniel Scioli es ahora el número 1 del partido".

Pero el entusiasmo que suscita un eventual fortalecimiento del ex motonauta se atenuó por la tarde, después de un rápido sondeo entre gobernadores que dejó entrever que había varios mandatarios pensando en ahogar ese despegue.

La mayor parte de los hombres de negocios nunca quiso a Kirchner. Aunque ayer proliferaron comunicados y condolencias.

La AEA, la UIA, Endesa, YPF, la Bolsa, la Asociación de Bancos Argentinos, las cámaras de la construcción y el comercio, la Confederación General Empresaria (Cgera), la Federación Económica de Buenos Aires, la Cámara Argentina de la Mediana Empresa (CAME) y la metalúrgica Adimra, entre otras.

Sólo dos empresarios lo hicieron con nombre propio.

Uno fue Paolo Rocca, dueño de Techint, que expresó que Kirchner había creado "las condiciones para volver a una agenda productiva en el país".

El otro, Cristóbal López, el único que reconoció alguna vez que quería la reelección. "Ha muerto -dijo por e-mail - quien fue el mejor presidente que tuvimos en los últimos 50 años."


Néstor Kirchner asumió la presidencia de la Nación en circunstancias de extrema gravedad. Empuñó el timón con firmeza. Más allá de las diferencias, en muchos casos profundas, que nos distancian de su gestión, no pueden desconocerse algunos de sus logros.

Restableció el funcionamiento de la Corte Suprema de Justicia, procuró que la política fuese el instrumento apropiado para articular los conflictos entre intereses económicos y sociales. No se sumó, y cuestionó, la preocupante carrera armamentista que se registra en América latina.

Reivindico en su administración la recuperación de la política de derechos humanos -que se abandonó en la década del 90-, así como el rescate del Estado como factor clave de la economía.

Este es un momento que nos obliga a señalar más las coincidencias que las discrepancias. Pertenecimos ambos al campo del pensamiento nacional, aunque con distintos métodos, banderas y estrategias.

Kirchner fue un hombre público que murió como vivió, sumergido en la lucha política. Tal vez ésta sea la virtud que ningún militante puede dejar de destacar. Sólo la muerte pudo con su fervor militante.

En política, uno se auxilia con la militancia o con el marketing. Compartimos con él lo primero. El marketing nunca fue su preocupación.

Reconocemos en él al militante que todos querríamos encontrar en las filas de nuestros partidos políticos. Su estilo de gestión del todo o nada lo llevó a desoír las advertencias médicas sobre su salud y los ruegos permanentes para que amenguase su tremenda actividad. Se fue peleando.

Para sus simpatizantes se transformó en un símbolo que les permitirá superar la adversidad y mantener las convicciones que los indujeron a ingresar en la militancia política.

Este es su legado: la reivindicación de la militancia política. Muchos argentinos, oficialistas u opositores, hoy lamentamos su partida. A todos ellos los acompañamos en su pena. Muchos compartimos sus deseos de una Argentina enmarcada en un modelo de progreso con inclusión social.


Los inversores parecieron ayer interpretar la muerte del ex presidente Néstor Kirchner como una señal concreta sobre el próximo fin de un estilo de hacer política, que, pese a que les entregó en los últimos tiempos fuertes ganancias, se caracterizó por su tendencia al intervencionismo y la imprevisibilidad.

Apenas se confirmó la noticia del deceso, los precios de las acciones y los bonos de la deuda argentina se dispararon en los mercados del exterior (aquí no hubo operaciones por el feriado del censo) hasta lograr, en muchos casos, robustas mejoras de dos dígitos.

Y aunque las subas fueron mermando con el correr de la rueda, igualmente les alcanzó para mostrar su mejor desempeño en más de dos años en Wall Street, algo que se destacó por la mediocridad que mostraron en la jornada el resto de los papeles públicos y privados de países emergentes y las bolsas en general.

Con su reacción, los mercados mostraron que consideraban a Néstor Kirchner una figura muy fuerte en el Gobierno (aunque formalmente era un lesgislador de escasa actividad) y muy influyente en materia económica.

"Toda muerte es una noticia triste, pero lo vemos en general como algo positivo para los precios de los activos argentinos", le explicó Nick Chamie, jefe global de investigación en mercados emergentes de RBC Capital Markets, a la agencia Reuters.

"Para la Argentina, desde una perspectiva de mercados, no hay nada mejor que saber que Kirchner no estará en la carrera presidencial el año próximo", lo secundó Roberto Sánchez Dahl, que maneja una cartera de US$ 1100 millones en deuda de mercados emergentes para Federated Investment Management.

"Es cierto que no hay garantía de que la siguiente persona será mejor, pero el cambio es lo que ha querido el mercado", señaló por su parte Greg Lesko, que ayuda a administrar una cartera de US$ 750 millones de activos de la administradora Deltec en Nueva York, al interpretar la reacción de los mercados.

Las alzas fueron generalizadas y estuvieron lideradas nítidamente por la mejora del 36,6% (llegó al ser del 49,1%) que registraron los papeles del Grupo Clarín en la Bolsa de Londres. Se trata, vale recordarlo, del grupo económico más abiertamente enfrentado con la actual administración.

Pero el resto de los papeles no se quedaron rezagados. En la Bolsa de Nueva York, por ejemplo, registraron alzas todos los títulos de empresas argentinas que cotizaron. Las encabezaron los de Edenor (+16,5%) y Pampa Energía (+12,3%), pero también registraron fuerte mejoras los ADR del Grupo Galicia (+8,7%), Telecom (+7,42%), Transportadora de Gas del Sur (+9,6%) e IRSA (+7,6%).

La misma tendencia se repitió entre los bonos de la deuda argentina, en especial entre aquellos nominados en dólares y emitidos con legislación neoyorquina, que son los habitualmente más operados en Wall Street.

La suba de los bonos posibilitó un recorte del 8,6% en la tasa de riesgo país, que cayó de 582 a 533 puntos, la mayor baja porcentual para este sensible indicador desde junio de 2009 hasta la fecha.


Un estado de shock invadió el país cuando, sobre la media mañana de ayer, se conoció la triste noticia del fallecimiento del doctor Néstor Kirchner.

El paro cardiorrespiratorio que terminó con su vida fue la culminación de un proceso que tuvo las características propias de la crónica de una muerte anunciada. El estado de las arterias del ex presidente era malo desde hacía tiempo.

El episodio de suboclusión de la carótida derecha de febrero pasado y el de las coronarias de septiembre último fueron una alerta clara y contundente de esa situación.

Los médicos de la Unidad Presidencial tuvieron clara noción de ello y pusieron todo su empeño para hacerle comprender al paciente su delicada condición. Lamentablemente, fueron desoídos.

La personalidad de Kirchner no ayudó y las actitudes de una parte de su entorno político tampoco. Esa idea de que "aquí no ha pasado nada" terminó siendo letal.

Néstor Kirchner sufría de hipertensión desde hacía muchos años. Tenía altos niveles de colesterol y una personalidad de tipo A que lo hacía muy vulnerable al estrés.

Entre otras cosas el estrés produce la liberación de adrenalina, que, a su vez, aumenta la presión arterial y la frecuencia cardíaca, y puede producir cuadros de arritmias que derivan en paros cardíacos muchas veces irreversibles.

El caso del ex presidente expone, una vez más, la real magnitud de la enfermedad de poder. Es un mal que afecta a todos aquellos que se ubican en una posición de poder y que luchan por mantenerlo y aumentarlo.

Es un mal que tiene un componente psicológico muy marcado, que potencia rasgos patológicos que cada uno de nosotros, como personas, tenemos y manifestamos en nuestra vida diaria. El rasgo más dominante es el de la omnipotencia.

En esta hora de dolor de la familia Kirchner seguramente estas reflexiones valdrán poco. Deberían ser, no obstante, un llamado de atención para los habitantes del poder de hoy y para los aspirantes a ocuparlo en el mañana.


A las diez de la mañana, la ciudad estaba desierta por el censo. En ese vacío cayó la noticia. Cuatro personas, en un vagón de subterráneo escuchamos que alguien dijo: "Murió Kirchner".

A partir de ese instante, la ciudad en silencio se convirtió, retrospectivamente, en un ominoso paisaje de vaticinio.

Cuando bajé saludé a quienes habían escuchado conmigo la noticia, quise preguntarles sus nombres porque, como fuera, había vivido con ellos un momento de los que no se olvidan nunca más.

En el quiosco de San José y Rivadavia pregunté si era cierto, con la esperanza alocada de que me dijeran que alguien acababa de inventarlo. Fue poderoso, ahora estaba muerto.

Pensé en quienes lo amaban. Su familia, por supuesto, pero ese círculo privado es, como toda familia, inaccesible y sólo se mide con las propias experiencias de dolor, que habilitan una solidaridad sin condiciones.

Puedo imaginar, en cambio, la muerte del compañero de toda una vida, que la política marcó con una intensidad sin pausa: la Presidenta conoce hoy la fractura más temida.

Con la intensidad de la evocación marcada por una proximidad que comprendo más, pensé en quienes lo admiraron y creyeron que fue el presidente que llegó para darle a la política su sentido.

Recordé a Kirchner en el Chaco, en marzo de este año, y un día después en el acto de Ferro, con la cancha repleta, donde se mezclaban los contingentes de los barrios bonaerenses, las familias completas, las barritas con los bombos, los viejos y los niños, con las clases medias que llegaban sueltas o débilmente organizadas.

Lo recordé abrazándose a los chicos de un barrio pobre del Gran Buenos Aires, donde aterrizó su helicóptero, bajó corriendo y empezó a caminar como si llegara tarde a una cita.

Se movía por las calles de tierra y cascotes como quien siente que la vida verdadera está en esos contactos físicos, abrazos rápidos pero vigorosos, tironeos, gritos; los chicos lo seguían como una nube, jugando; era fácil tocarlo, como si no existiera una custodia que, sin embargo, trataba de rodearlo mientras todo el mundo se sacaba fotos.

A fines del siglo XX nada anunciaba que la disputa por ocupar el lugar del progresismo iba a interesar nuevamente salvo a los intelectuales o a los pequeños partidos de izquierda. Kirchner introdujo una novedad que le daba también su nuevo rostro: se proclamó heredero de los ideales de los años setenta (al principio agregó "no de sus errores").

En 2003, llegó al gobierno marcado por una debilidad electoral que Menem, dañino y enconado, acentuó al retirarse del ballottage y no permitirle una victoria con mayoría en segunda vuelta.

La crisis de 2001, pese al intervalo reparador de Duhalde, no estaba tan lejos en la memoria, mucho menos de la de Kirchner, que encaraba su gobierno con poco más que el 20 % de los votos.

Su gesto inaugural, el mismo día de la asunción, fue hundirse en la masa que lo recibía, como si ese contacto físico provocara una transferencia.

Kirchner ocupaba por primera vez un lugar en la Plaza de Mayo y terminaba, junto a su familia, mirándola desde el balcón histórico; en la frente, una pequeña herida, producida en la marea de fotógrafos.

La escena es un bautismo. Kirchner comenzó su presidencia con un golpe en la frente porque se lanzó a la multitud que estaba en las calles, entre el Congreso y la Plaza de Mayo; se lanzó como quien corre hacia el mar el primer día del verano, con impaciencia y sensualidad, gozando ese cuerpo a cuerpo que es el momento amoroso de la política.

Pensé entonces en las escenas que, pese a ser una opositora, me había tocado vivir. En las escenas de masas, donde no hay sólo acciones que se aprueban o se critican, se percibe un más allá de la política que la convierte en experiencia y en alimento sensible. Kirchner, un duro, gozaba con esa afectividad intensa que a sus ojos seguramente refrendaba el pacto peronista con el pueblo.

Pero no pensé sólo en esos cientos de jornadas en que Kirchner había pisado la tierra o los lodazales de los barrios marginados, donde era recibido con una alegría que superaba la gestión de los caudillos locales, porque alguien, un presidente, llegaba a ese confín donde vivían ellos, unos miserables.

Pensé también en los que formaron el lado intelectual del conglomerado que armó Kirchner. Con ellos he discutido mucho en estos años. Sin embargo, me resulta sencillo ponerme en su lugar.

Muchos vienen de una larga militancia en el peronismo de izquierda; vivieron la humillación del menemismo, que fue para ellos una derrota y una gigantesca anomalía, una enfermedad del movimiento popular.

Cuando los mayores de este contingente representativo ya pensaban que en sus vidas no habría un renacimiento de la política, Kirchner les abrió el escenario donde creyeron encontrar, nuevamente, los viejos ideales. Pensé que se engañaban, pero eso no borronea la imaginación de su dolor.

El furor de Kirchner en el ejercicio del gobierno transmitía la eléctrica tensión de la militancia setentista; para muchos, era posible volver a creer en grandes transformaciones, que no se enredaran en el trámite irritante y lento del paso a paso institucional. Y creyeron.

Entiendo perfectamente esas esperanzas, aunque no haya coincidido con ellas. Conozco a esa gente, que se identifica en Carta Abierta, pero la desborda.

Pensé en ellos porque cuando un líder político ha triunfado con el estilo de la victoria kirchnerista, su muerte abre un capítulo donde los más mezquinos y arrogantes saldrán a cobrar deudas de las que no son titulares, pero otros padecen el dolor de una ausencia que comienza hoy y no se sabe cuándo va a aflojar sus efectos.

La muerte no consagra a nadie ni lo mejora, pero permite ver a quién le resulta más dura. Los que soportamos muchas muertes políticas sabemos que sus consecuencias pueden ser de larga duración.

Imposible pasar por alto la desazón de quienes se entusiasmaron con Kirchner. Sería no comprender la naturaleza del vínculo político.

En las manifestaciones de 1973 marchaban viejitos con fotos de Eva que, amarillas y cuarteadas, probaban su origen de casas populares construidas en 1950. No sabemos si habrá fotos así de Kirchner en movilizaciones futuras.

Pero su impacto en la sensibilidad política quizá se prolongue.

Esto no excluye los balances de su gobierno sino que, precisamente, los volverá indispensables. Kirchner será un capítulo del debate ideológico e histórico.

Una forma de la posteridad, tan duradera como la dimensión afectiva de esa gente de los barrios más pobres y de quienes lo apoyaron con su actividad intelectual. Maestra implacable, la muerte nos hará trabajar durante años.

La muerte de Kirchner fue súbita y filosa. Hay una frase popular: murió con los zapatos puestos, no había nacido para viejo. Hay otra, pronunciada en un pasado lejano donde todavía se decían frases sublimes: "¡Qué bella muerte!".

Bella, aunque injusta y trágica, es la muerte de un hombre que cae en la plenitud de la forma, un hombre a quien no maceró la vejez ni tuvo tiempo de convertirse en patriarca porque murió como guerrero.

Sin haberlo conocido, me atrevo a pensar que Kirchner se identificó siempre con el guerrero y nunca con el patriarca.

La medicina explica con todas sus sabias precisiones que Kirchner debió "cuidarse", que su cuerpo ya no podía soportar los esfuerzos de una batalla concentrada y múltiple.

Pero una decisión, que no llamaría sólo psicológica sino también un ejercicio de la libertad, fue que Kirchner eligió no administrarse ni tratar su cuerpo como si fuera un capital cuya renta había que invertir con cuidado. Gastaba.

Vivió como un iracundo. Ese era justamente el estilo que se le ha criticado. Tenía un temperamento, y los temperamentos no cambian.

Concebía la política como concentración potencialmente ilimitada de poder y de recursos y no estuvo dispuesto a modificar las prácticas que lo constituían como dirigente. Kirchner no podía ser cuidadoso en ningún aspecto. No se aplacaba.

Gobernó sin contemplaciones para los que consideró sus opositores, sus enemigos, sus contradictores.

Tampoco se ocupó de contemplar su debilidad física cuando se lo advirtieron.

Como político no conoció el intervalo de la tregua; sin tregua manejó el conflicto con el campo y con los medios; la tregua es el momento en que se negocia y Kirchner no negociaba, no administraba sus objetivos, los imponía o era derrotado. No delegaba funciones.

Fue, paradójicamente, un calculador que confiaba en sus impulsos, un vitalista y un voluntarista que se pasaba horas haciendo cuentas.

En su primer discurso, cuando juró frente al Congreso, dijo:

"Atrás quedó el tiempo de los líderes predestinados, los fundamentalistas, los mesiánicos.

La Argentina contemporánea se deberá reconocer y refundar en la integración de equipos y grupos orgánicos, con capacidad para la convocatoria transversal, el respeto por la diversidad y el cumplimiento de objetivos comunes".

Sin embargo, esas palabras, que no hay elementos para juzgar insinceras en ese entonces, no le dieron forma a su gobierno.

Kirchner definió un estilo que, como sucede con el liderazgo carismático, es muy difícil de transmitir a otros.

El líder piensa que es él el único que puede bancar los actos necesarios: él garantiza el reparto de los bienes sociales, él garantiza la asistencia a los sumergidos, él sostiene el mercado de trabajo y forcejea con los precios, él enfrenta a las corporaciones, él evita, en solitario, las conspiraciones y los torbellinos. El liderazgo es personalista.

La Argentina tiene, como tuvo Kirchner, una oscilación clásica entre la reivindicación del pluralismo y la concentración del poder. Como presidente, Kirchner eligió no simplemente el liderazgo fuerte (quizás indispensable en 2003) sino la concentración de las decisiones, de las grandes líneas y los más pequeños detalles: tener el gobierno en un puño. Consideró el poder como sustancia indivisible.

Con una excepción que marca con honor el comienzo de su gobierno: la renovación de la Corte Suprema, un acto de gran alcance cuyas consecuencias van más allá de la muerte de quien tuvo el valor de decidirlo.

El poder indivisible es fuerte y débil: su fortaleza está en el presente, mientras se lo ejercite; su debilidad está en el futuro, cuando las circunstancias cambian.

Así como Kirchner no administraba con cautela su resistencia física, tampoco fue cauteloso en el ejercicio de su poder.

Frente a la desaparición de quien concebía el poder como indivisible, se aprestan las fuerzas y los individuos que quieren creer que ese poder pasa intacto a otra parte, lo cual sería una equivocación o los que creen que se acerca un nuevo reparto.

Kirchner murió cuando en el horizonte cercano se insinuaba la posibilidad de un reparto de ese poder indivisible. Las elecciones de 2009 cambiaron las representaciones partidarias en el Congreso. Esa fue una experiencia nueva dentro de los años kirchneristas.

Entre la negociación y el veto, entre retirar un proyecto propio y adoptar el de un aliado, se había empezado a recorrer un camino que mostraba cierto cambio de paisaje, obligado por la relación de fuerzas.

El poder del Ejecutivo tenía una contraparte que no había pesado hasta 2009 y en 2010, vendrán las elecciones nacionales.

El poder indivisible necesitaba victorias, primero dentro del propio movimiento justicialista, batalla que Kirchner ya estaba calibrando.

Kirchner no era sólo un voluntarista sino también un inspirado. Salvo un apresurado que supiera poco, nadie en esa próxima competencia podía estar seguro de que podía desplazarlo. Su inteligencia y su iniciativa causaron siempre la admiración de sus amigos y la expectativa de sus opositores.

Estas últimas semanas de su vida estuvieron bajo el signo de las exploraciones, las encuestas y los pálpitos electorales.

Como cualquier político que había tocado el éxito y la popularidad en muchos momentos, Kirchner no quería alejarse de la cabina de mando. Creía que él era la única garantía, incluso la única garantía de su propio futuro.

Surgido del peronismo, Kirchner no se sentía seguro con las declaraciones de lealtad y desconfiaba de las disidencias que, a sus ojos, encubren traiciones.

Todos, amigos y enemigos, estaban seguros de que algo debía suceder en los próximos tiempos.

Sucedió esta muerte que, como toda muerte inesperada y temprana, cortó el curso de las cosas, pero un destino propicio hizo que Kirchner muriera sin conocer una derrota decisiva.

Kirchner, muchos lo aseguraban, vivía en el límite de las apuestas a cara y ceca, perder todo estuvo siempre inscripto dentro de las posibilidades.

Fue un político de alto riesgo, no un jefe cuya cualidad principal fuera la prudencia. Fue también un político afortunado. Y murió antes de que su imprudencia venciera a la fortuna.

Junto con la renovación de la Corte Suprema hay otro acto de reparación histórica que nadie podrá negarle: después de la derogación de las leyes de impunidad, Kirchner apoyó con su peso personal e institucional la apertura de los juicios a los terroristas de Estado.

Hizo su escudo protector con los organismos de derechos humanos hasta convertirlos en articulaciones simbólicas y reales de su gobierno.

Como sucedió siempre con Kirchner, el apoyo a que las causas obtuvieran sentencia se entreveró con la política que inscribió a las Madres y Abuelas en la trinchera cotidiana.

Kirchner, hasta hoy, ofrece esos balances complicados. Igual que su afirmación latinoamericanista: reivindicó la idea de una nación independiente y soberana, pero dirigió o permitió peleas tan declarativas como inútiles; como secretario de la Unasur, tomó una responsabilidad que cumplió contra muchas predicciones.

Fin de un acto que lleva su marca. Fue la obsesión amada o temida, desconfiada o combatida de muchos.

Pocos políticos tienen la fortuna de marcar la historia de este modo. En la turbulencia que produce la muerte, antes de la claridad que llega con el duelo, no es posible saber si el kirchnerismo será un capítulo cerrado.

La muerte convoca a los herederos, los legítimos y los que piensan que, en realidad, no son herederos sino titulares de un poder perdido o entregado de mala gana.

También falta definir del todo cuál es la herencia y si es posible que pase a otras manos. La memoria de Kirchner puede convertirse en política o en historia. Lo segundo ya lo tiene asegurado con justicia.

La repentina desaparición de Néstor Kirchner no debería provocar grandes cambios en el escenario económico hasta octubre de 2011, excepto algunos matices o altibajos en el gabinete.

El uso del condicional en esta afirmación depende, más que nada, del rumbo político-electoral que adopte la presidenta Cristina Kirchner ante el amplio vacío que genera el fallecimiento de su esposo.

Mucho antes de que le traspasara la banda presidencial a CFK, Kirchner venía actuando como virtual superministro de Economía.

Ninguna decisión relacionada con el manejo de la política económica quedó al margen de su hiperactivismo.

Una de sus premisas fue concentrar poder político a través de la caja fiscal para distribuirla discrecionalmente en el reclutamiento de aliados y la penalización de adversarios.

Por eso fue el presidente que más espectacularmente aumentó el gasto público, pero también el que inventó más recursos extras para financiarlo, sin reparar en los medios ni en la lluvia de ingresos que aportó un marco internacional extraordinariamente favorable.

Su otra premisa fue concebir el manejo de la economía como la base para ganar votos. De ahí que siempre decidiera forzar al máximo el crecimiento del PBI a través del consumo, desentendiéndose de la alta inflación y sus consecuencias sociales.

Para camuflarlas recurrió a los aprietes de Guillermo Moreno, la falsificación de las estadísticas del Indec, los subsidios a granel, las desvalorizadas asignaciones por hijo y últimamente, la hibernación del tipo de cambio.

También formó un equipo incondicional: ningún ministro discutía sus decisiones, sólo se limitaba a acatarlas.
Y, por si fuera poco, pasó a manejar virtualmente el BCRA.

Kirchner deja como herencia todo este andamiaje de poder. Por ahora, CFK podría seguir utilizando a discreción los superpoderes y los DNU, los enormes recursos excedentes del presupuesto, los fondos de la Anses y las reservas del BCRA.

No obstante, resulta aventurado suponer que esta personalizada maquinaria económico-electoral podría funcionar articuladamente sin su principal motor.

La muerte de Kirchner agrega más incertidumbre a un horizonte electoral que ya era incierto y en el que la recuperación de la imagen del matrimonio K no era proporcional al crecimiento a "tasas chinas" de este año, tal vez por su contrapeso inflacionario y la estrategia de atacar a todos quienes no son aliados incondicionales.

Es difícil prever si este rumbo de colisión se mantendrá o habrá variantes de convivencia política, especialmente en el Congreso.

Otro tanto vale para las actuales alianzas del kirchnerismo con sectores sindicales y políticos enfrentados ideológicamente entre sí y para la adhesión de gobernadores más proclives a privilegiar encuestas que lealtades partidarias.

En materia económica y a pesar del favorable contexto internacional, la incertidumbre pasa por un carril paralelo. Néstor era reconocido como un pragmático que no dudaba en sostener el equilibrio fiscal a cualquier costo, apoyarse en Moyano o Moreno para disciplinar a empresarios o en De Vido para reabrir canales de diálogo.

Cristina, en cambio, tiene un enfoque más dogmático: nunca reconoció la inflación y hasta reivindicó la insostenible política económica de José Gelbard.

Ambos contribuyeron a crear lo que suele denominarse "factor K", como sinónimo de desconfianza, intervencionismo, cambio de reglas y desaliento a la inversión privada.

A partir de ahora el gran interrogante es cuáles podrían ser las reacciones de CFK si las encuestas no cubren las expectativas electorales del oficialismo. Sobre todo, cuando, en los hechos, queda vacante la omnipresente función del último superministro de Economía.

Desde que le dieron el alta médica, tras la operación coronaria a la que debió someterse en la noche del 11 de septiembre, Néstor Kirchner continuó desarrollando una actividad política intensa, que incluyó numerosas reuniones con dirigentes, una decena de actos públicos, cinco de ellos en el interior, y un viaje al exterior.

La reaparición después de la intervención quirúrgica se produjo sólo tres días más tarde, en un acto en el estadio Luna Park, organizado por la juventud del kirchnerismo. No habló y dejó que la Presidenta lo hiciera por él. Los médicos le habían pedido un mayor cuidado: cambio de rutina, menos estrés, cuidado con las comidas.

La última aparición pública del ex presidente fue el viernes pasado, al mediodía, durante un acto que encabezó Cristina Fernández en la ciudad de Chivilcoy.

Aunque no habló desde el escenario, al ser abordado por la prensa el ex presidente dijo sentirse "muy acongojado" por la muerte de Mariano Ferreyra, el militante del Partido Obrero asesinado dos días antes en un enfrentamiento con el gremio ferroviario.

"No tengan ninguna duda de que la Presidenta ha impulsado la investigación sobre los autores intelectuales del hecho", dijo Kirchner y prometió que pronto se conocerían "importantes novedades" en la causa judicial.

El mismo viernes, el ex presidente partió, junto con la Presidenta, hacia El Calafate. Era el final de una semana agitada.

Un día antes, Kirchner había participado, en el Chaco, de un acto por la inauguración de un complejo habitacional, acompañado por el gobernador Jorge Capitanich.

En esa oportunidad, también rechazó el asesinato de Ferreyra y exigió "no dejar ningún vestigio de impunidad".

El martes de la semana pasada, se mostró junto con el gobernador bonaerense, Daniel Scioli, en General Lamadrid.

El jefe provincial lo había acompañado el 15 del mes actual en el acto por el día de la lealtad, organizado por el secretario general de la CGT, Hugo Moyano, en la cancha de River.

Justo una semana anterior, Kirchner y Scioli también habían sido protagonistas de un masivo acto en Río Gallegos.

En esa oportunidad, el ex presidente respaldó el rechazo del gobierno de Santa Cruz al fallo de la Corte Suprema que insta a reponer en su cargo al ex procurador general de la provincia Eduardo Sosa, pero frenó la ofensiva de parte del oficialismo contra el máximo tribunal, al que sorpresivamente calificó de "independiente".

Además, anunció que radicaría su domicilio en esa ciudad, en lo que se interpretó como una señal de distensión hacia Scioli, con quien se había reunido dos días antes para limar diferencias que habían surgido entre ellos.

El día anterior al viaje a Santa Cruz, Kirchner había encabezado un acto en Gualeguaychú, en el que criticó con dureza a algunos medios de comunicación nacionales y los dirigentes de la oposición.

Los últimos días del ex presidente fueron tan agitados como los que siguieron a su última operación.

Después de su reaparición en el Luna Park, Kirchner estuvo junto con la Presidenta, el 22 de septiembre, en un acto en La Matanza.

Al día siguiente, viajó a Nueva York para acompañar a su esposa a la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Allí, aprovechó para reencontrarse con su hija, Florencia, que estudia cine en esa ciudad.

A su regreso de Estados Unidos de América, participó de un acto de la agrupación Forja, en la Biblioteca Nacional, donde analizó el fallo de la Corte Suprema sobre la ley de medios.

Fuente: Diarios argentinos y uruguayos

No hay comentarios: