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viernes, 23 de julio de 2021

MOVIMIENTO DE LOS TRABAJADORES RURALES SIN TIERRA (MST) : SINDICALISMO INTELIGENTE

El mayor movimiento social del mundo quiere plantar su bandera en la meca del capitalismo: el mercado de capitales. El estandarte rojo del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), con la bandera brasileña sobre un fondo blanco, ondeará ahora en las carteras de inversiones. El MST tiene previsto recaudar 3,5 millones de dólares con la emisión de un Certificado de Recibibles de la Agroindustria (CRA), un tipo de título de renta fija utilizado para financiar al productor o a la cooperativa agrícola y que está respaldado por la economía real, es decir, la propia producción. 


En la práctica, quien esté interesado en financiar las actividades del movimiento puede 
comprar títulos y tendrá, como retorno, una remuneración prefijada que 
ronda el 5,5% anual, pagada con el beneficio de la venta de los productos 
agrícolas. El interés es superior al de las cuentas de ahorro, por ejemplo, que 
de enero a diciembre de 2020 fue del 2,11%.

En todo el mundo, las iniciativas a favor de un capitalismo consciente están 
ganando fuerza como aliados en la lucha contra la pobreza y la desigualdad 
social. Democratizar y diversificar las inversiones es una de las formas de 
combatir la concentración de dinero en manos de unos pocos, justifican 
quienes creen en la iniciativa. La oferta pública del MST aceptará inversiones 
a partir de 100 reales (20 dólares). Se trata de bonos a cinco años, exentos 
de tributar al IRPF y que incluso pueden negociarse en el mercado 
secundario de la Bolsa de Valores de São Paulo, en función de su liquidez.

No es la primera vez que el movimiento explora esta alternativa de 
financiación, considerada más atractiva que los tradicionales (y burocráticos) 
préstamos bancarios, pero hasta hace poco era un privilegio de los grandes 
productores. El año pasado, el MST recaudó 294 millones de dólares en una 
oferta privada para finalizar una fábrica de procesamiento de productos 
agrícolas de la Cooperativa de Producción Agropecuaria Nova Santa Rita 
(Coopan), en el estado de Río Grande del Sur. La cooperativa se fundó 
legalmente en junio de 1995 y hoy cuenta con 29 familias y 80 socios (40 
veteranos y 40 jóvenes), que trabajan principalmente en la producción de 
arroz ecológico y carne de cerdo, pero también de leche, pan y otros 
productos para el consumo doméstico.

Ahora el objetivo es más ambicioso: financiar la producción, casi 
mayoritariamente ecológica, de arroz, maíz, leche, soja, zumo de uva y azúcar 
moreno de siete cooperativas: Coana, con 231 familias implicadas en la 
producción; Coapar, con 455 familias; Coopaceres, con 39; Cooperoeste, con 
1.700; Cootap, con 609; Copacon, con 350; y Copavi, con 138. El MST no 
pudo ofrecer una entrevista a EL PAÍS porque se encuentra en período de 
silencio, durante el cual están prohibidas las manifestaciones en los medios 
de comunicación que puedan influir en posibles inversores.

La emisión de CRA la llevará a cabo la sociedad gestora de fondos de 
titulización Gaia Impacto, encargada de transformar los pagarés de productos 
rurales, emitidos por las cooperativas, en valores mobiliarios. La estrategia, 
sin embargo, forma parte de un movimiento más amplio de recaudación de 
fondos llamado Finapop: Programa de Financiación Popular de la Agricultura 
Familiar para la Producción de Alimentos Sanos. Concebido en colaboración 
con el economista y exbanquero Eduardo Moreira, declaradamente de 
izquierdas, el programa Finapop se inspira en iniciativas internacionales 
alineadas con una economía ética y sostenible. Los interesados podrán 
reservar sus acciones a partir del 26 de julio en la web de la empresa de 
corretaje Terra o registrándose en la web de Finapop. “La página ya ha 
recibido casi 4.000 mensajes de personas que quieren que se les avise 
cuando se lancen nuevas operaciones”, dice Moreira.

“Finapop es una idea, un deseo, que se basa en el principio de saber qué 
financian nuestros ahorros. Puede ser que estemos financiando a Taurus 
cuando somos pacifistas, la cárnica JBS cuando somos veganos o la minera 
Vale cuando somos ecologistas. ¿Por qué no financiar el mundo en el que 
creemos?”, argumenta Moreira. El economista también cree que la emisión 
tendrá una función educativa: mostrar a la gente que las cooperativas 
agrícolas del MST cumplen con todos los requisitos legales para satisfacer la 
demanda del mercado financiero. “En este mundo capitalista, donde el 
mercado es una entidad casi sagrada, la gente verá que no tiene motivos 
para odiar al MST”, dice.

Moreira es un crítico del modelo de capitalismo que cobró impulso a partir 
de los años 80 con la desregulación de los mercados y que hoy vive un 
momento de revisión. “La experiencia de los años 80 mostró una secuencia 
de crisis sin precedentes. No soy un entusiasta del sistema capitalista actual, 
pero será difícil deshacerse de él. Por eso hay que limitar la codicia, que roba 
la productividad y concentra el poder político en manos de unos pocos”, dice 
el economista, que no está solo en esta cruzada. Cabe recordar la famosa 
frase que Nicolas Sarkozy, entonces presidente de Francia, dijo en plena crisis 
financiera internacional de 2008 sobre el fin de la autorregulación: “Hay que 
refundar el capitalismo (...) porque estamos a dos dedos de la catástrofe”.

En función de la acogida que tenga el MST entre los inversores, existe todo 
un universo potencial de agricultores familiares que podrían estar 
interesados en estrechar lazos con el mercado de capitales. El MST cuenta 
con 160 cooperativas y más de 1.000 asociaciones que agrupan a 450.000 
familias en 24 Estados. Desde los años 90, muchas de estas cooperativas han 
exportado productos como arroz, zumos, frijoles, café y derivados de la caña 
de azúcar a países de América Latina, Europa y Asia. También en esa época, 
las cooperativas comenzaron a desarrollar productos agroindustriales a gran 
escala, que hoy se venden en mercadillos y mercados municipales, 
especialmente en el sur del país y en São Paulo. Las cooperativas también 
abastecen a más de 200 municipios a través del Programa Nacional de 
Alimentación Escolar, así como a cuarteles, prisiones y hospitales. Y han 
desarrollado su propia red de distribución, las tiendas Armazém do Campo, 
que atienden a una media de 21.000 personas al mes, como forma de 
sortear la resistencia de las grandes marcas de supermercados.
Violencia en el campo

La incursión del MST en el mercado financiero se produce en un momento 
de extrema hostilidad en Brasil hacia los movimientos sociales del campo. 
Jair Bolsonaro fue elegido en 2019 repitiendo el discurso de que trataría al 
movimiento que defiende la reforma agraria como una “organización 
terrorista”. Y eso es lo que ha ocurrido en la práctica. Los datos de la 
Comisión Pastoral de la Tierra muestran que en el año 2020 los asesinatos a 
sueldo, expulsiones, desahucios, amenazas de expulsión, amenazas de 
desahucio, invasiones, destrucciones de campos, casas y propiedades en el 
campo batieron el récord de la serie histórica iniciada en 1985. Hubo 2.054 
sucesos de violencia, un aumento del 8% en comparación con 2019, de los 
cuales 1.576 fueron conflictos por la tierra, lo que representa una media 
diaria de 4,31 conflictos y un aumento del 25% en comparación con 2019. 
Estos conflictos afectaron a 171.625 familias en plena pandemia de 
coronavirus. Solo entre los pueblos indígenas hubo 656 sucesos (41,6% del 
total), con 96.931 familias (56,5%) implicadas.

“A la virulencia mortal de la peste se sumó la violencia del capital, avalada 
por la omisión y la connivencia del Estado”, informa la Comisión Pastoral de 
la Tierra en su informe anual. Del total de conflictos, el 62,5% se produjeron 
en la Amazonia Legal, que comprende todos los estados de la región norte, 
más parte de Maranhão y todo el Estado de Mato Grosso. La región vive un 
desmantelamiento de las políticas públicas en un momento en que los datos 
de deforestación acumulan récords. El mes pasado fue el junio con mayor 
número de incendios de los últimos 14 años en la Amazonia: 2.308, según el 
Instituto Nacional de Estudios Espaciales. La Comisión Pastoral de la Tierra 
también registró el asesinato de 18 personas en conflictos rurales el año 
pasado, entre ellos siete indígenas. Otras 35 personas sufrieron intentos de 
asesinato (12 indígenas) y 159 fueron amenazadas de muerte (25 indígenas).

“El informe sobre los conflictos de 2020 de la Comisión Pastoral de la Tierra 
revela que el Brasil de hoy está más cerca de 1500 que de 1988 [año de la 
Constitución]. En varias regiones del país, los indígenas, los trabajadores 
rurales sin tierra, los quilombolas [descendientes de esclavos rebeldes], los 
ribereños [de la Amazonia], los geraizeiros [pueblo tradicional del norte del 
estado de Minas Gerais], los pescadores artesanales, los vazanteiros 
[ribereños del cerrado] y los campesinos de fundo e fecho de pasto [que 
cultivan y pastorean en tierras comunes] son víctimas de procesos de 
criminalización por sus luchas, especialmente por la tierra y el agua”, afirma 
Deborah Duprat, abogada y subfiscal general de la República jubilada, en una 
declaración para el informe. La Comisión Pastoral de la Tierra registró 84 
casos de criminalización de los movimientos en 2020, que tuvieron como 
objetivo a los sin tierra (40), los ocupantes ilegales (24) y los quilombolas (9).

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