Para ello es importante que les marquemos el camino". El descubrimiento de este "primo" de nuestro planeta generó entusiasmo a nivel internacional sobre si en realidad podría ser posible que seres humanos se trasladaran en algún momento a este cuerpo celeste que está a miles de millones de kilómetros del planeta Tierra. Para la NASA la posibilidad de viajes tripulados a cualquier sitio en el exterior de la atmósfera no es al- go irreal; realizan pruebas y simulaciones, pero aún tienen serias dificultades para resolver.
Las nuevas fronteras de la exploración espacial, que vuelven a la mente tras el hallazgo de "el primo de la Tierra" esta semana, tienen un enorme reto por vencer: lograr que el cuerpo humano se adapte a las difíciles condiciones extraterrestres.
Aunque para muchos la referencia astronómica inmediata sea la ciencia ficción, lo cierto es que la propia NASA ya echó a andar sus planes de llevar seres humanos a un asteroide, para empezar. Con eso en mente la agencia estadounidense lanzó la nave Orión (que en el futuro cercano transportará a los osados astronautas), en un vuelo de prueba de alto riesgo.
Si las cosas se dan hacia ese asteroide, la ciencia ya deberá haber resuelto el problema de que la tripulación aguante una travesía cuya sola ida tardará 500 días, en condiciones de ingravidez.
No es un problema menor. Durante sus misiones los astronautas pierden masa ósea y muscular, se sienten mareados permanentemente, su circulación se concentra en la parte superior del cuerpo y se exponen a radiaciones (particularmente las ionizantes) que, además de aumentar el riesgo de cánceres, pueden afectar su fertilidad.
Los astronautas flotan por doquier, sienten la cabeza pesada y tienen la sensación de "estar colgados de los pies". A causa de la ingravidez, se da un conflicto sensorial de los órganos de la orientación y se produce un desajuste que provoca síntomas como mareo, malestar estomacal y vómito, que cesa con el tiempo.
Músculos se atrofian.
La teniente coronel Rocío Garzón, subdirectora científica del Centro de Medicina Aeroespacial de la Fuerza Aérea Colombiana, explica que en condiciones de microgravedad el cuerpo humano no requiere toda la fuerza de su sistema esquelético y muscular, pues no necesita estar en posición vertical, razón por la cual los músculos se atrofian.
Los especialistas en medicina aeroespacial han establecido que la masa muscular de los astronautas puede reducirse hasta 20% después de las dos primeras semanas de misión, e incluso puede llegar a ser del 30% luego del primer mes de estar en el espacio.
Los huesos pierden calcio y se vuelven débiles. Vale la pena aclarar que estos mantienen un equilibrio entre la formación y destrucción de tejido; en ese proceso es vital la acción muscular, cuya fuerza está mediada por la gravedad.
Cuando esta es menor, la fuerza del músculo se reduce y, por ende, su acción reparadora del hueso. Se estima que por estos factores la densidad mineral ósea se pierde en un porcentaje del uno por ciento por mes. Además, como aumenta la expulsión de calcio por la pérdida ósea, se eleva el riesgo de formación de cálculos renales y fracturas.
La medicina aeroespacial ha intentado amortiguar dichos efectos con acciones antes, durante y después de las misiones espaciales. Con planes de ejercicios (en piscinas, bicicleta estática) y modificaciones de la dieta.
¿Qué retos vienen?
Los retos en salud que se asumen al viajar al espacio incluyen no solo adaptarse a la microgravedad, sino también readaptarse a la gravedad una vez se retorne a la Tierra.
Según la mayor Sonia Jaimes, coordinadora académica del Centro de Medicina Aeroespacial de la Fuerza Aérea, si el viaje espacial es corto, los efectos secundarios derivados de exponerse de nuevo a la gravedad terrestre, como el mareo, la sensación de pesadez y de desvanecimiento al ponerse de pie, al igual que la dificultad para calcular los movimientos para caminar y subir escaleras, van disminuyendo con el tiempo.
La pérdida ósea y muscular, así como los cambios en el tamaño del corazón (se vuelve más pequeño en misión por la pérdida de líquidos que hay en la sangre) irán corrigiéndose poco a poco, hasta llegar casi a la normalidad. Sin embargo, si se hace un viaje espacial de larga duración (como el que sería para ir al planeta Kepler-425b), la pérdida ósea y muscular sería tan grande, que le impediría al viajero caminar al regresar.
Hoy, un viajero espacial que durara mucho tiempo en una misión quizá no podría retornar a la Tierra o tendría que utilizar exoesqueletos (estructuras artificiales) para caminar. Viajar y colonizar astros, implica construir naves espaciales nuevas, garantizar condiciones mínimas de supervivencia, como aporte de oxígeno, agua y alimentos.
Los científicos tendrán que diseñar mecanismos que permitan proteger a los viajeros espaciales de la gran exposición a la radiación proveniente de estallidos de estrellas y las tormentas solares a las que se expondrían al salir de la atmósfera terrestre. En base a El Tiempo/GDA
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