-- --

Buscar información

Facebook y Twitter

viernes, 24 de mayo de 2013

ADIOS CINE EN PELICULA DE 35 MMS, HOLA CINE DIGITAL


El famosos Quentin Tarantino, a fines de noviembre 2012, cuando le preguntaron qué pensaba de la progresiva digitalización del negocio fílmico dijo: 'Detesto el digital. No me metí en este negocio para esto: el cine no es ir a ver televisión en público; por eso, a veces me dan ganas de retirarme'. Pero en lo que a él respecta, ya ni siquiera hay batalla que pelear:


Un mes después, cuando su película Django sin cadenas llegó a salas, menos de la mitad de las copias fueron proyectadas en el formato que el director eligió para rodarla -35 milímetros-; y Tarantino, pese a todo su poder en la industria, no tuvo nada que decir.

Quien hace quince años fuera la punta de lanza de una discutida "renovación" en la industria, hoy está en la retaguardia, arrinconado junto a otros cineastas igual de influyentes -como Christopher Nolan (Batman el caballero de la noche) y Paul Thomas Anderson (The master)- que todavía utilizan y confían en la pureza del proceso fotoquímico para crear sus productos. Pero es dudoso que a estas alturas hagan escuela, si incluso los maestros que ellos mismos reverencian, gente tan respetable como Spielberg, Herzog o Eastwood, han digitalizado sus rodajes y acabado por aceptar algo que hoy parece inevitable: la idea del filme como un artefacto físico, una tira de material semitransparente que lleva impresa una serie de imágenes, es cosa del pasado.

No hay vuelta atrás. La segunda gran revolución del audiovisual -después de la introducción del sonido en 1927- se puso en marcha hace rato y lo que ahora cuenta -y contará por un tiempo- son archivos de imagen almacenados en discos duros o memorias sólidas. Ceros y unos que se convierten en luz.

Y pensar que todo empezó con una batalla perdida.

A fines de los 90, cuando George Lucas pretendía volver a dominar el mundo con su segunda trilogía de Star Wars, apostó por digitalizar progresivamente la filmación de los tres nuevos episodios. No era el primer cineasta en abandonar los métodos análogos, pero nadie lo había intentado en tal escala: según él, la decisión no solo integraba el material grabado y los efectos especiales como nunca antes, sino que además abarataba los costos de rodaje y eventualmente permitiría prescindir del soporte físico a la hora de la proyección.

En lugar de los tradicionales rollos cargados en la máquina, Lucas adelantó que en el futuro los filmes llegarían a las salas contenidos en archivos, y más aún: se emitirían por vía remota desde una locación única.

Los exhibidores se rieron en su cara. ¿Qué se creía este tipo? Nadie iba a cambiar una infraestructura de salas que llevaba décadas perfeccionándose para jugarse por un sistema de proyección donde no había filme de por medio. Arrinconada, Lucasfilm no tuvo más remedio que distribuir su Guerra de las galaxias en 35 mm, pero reiría al último: Hoy, cuando Lucas ya va camino de la jubilación, su "sueño" está en vías de realizarse, y sin protesta alguna de quienes exhiben: reunida a principios de abril pasado en la CinemaCon 2013, en Las Vegas, la Asociación Nacional de Dueños de Teatros dio por hecho que la conversión de filme a digital llegará -en Estados Unidos- al 100% para fines de año.

La noticia llega tras una década de lenta y progresiva digitalización, una revolución harto menos radical que la imaginada por Lucas, pero que quizás llegará más lejos que sus propias predicciones. Si a principios de la década pasada medio mundo se escandalizaba porque Soderbergh decidía estrenar Bubble, una película grabada en cinta digital y luego procesada a filme -"ni siquiera parece película", era una de las críticas-, en la actualidad opciones como esa forman parte de un proceso que se instauró el día en que el montaje de audio y video comenzó a correr por cuenta de softwares.

Asociado por años a la moviola, el acto de 'cortar y pegar imágenes' en pantalla se volvió algo común en la primera mitad de los 2000, casi al tiempo que Sony y Panavision introducían sus primeros prototipos de cámaras digitales. Directores de primer nivel como Michael Mann comenzaron a utilizarlas para ciertas escenas en sus películas (Ali, Colateral), hasta por fin convencerse de rodar en 2006 una al completo en el nuevo formato (Miami Vice).

Meses después, cuando Soderbergh se llevaba a la selva la recién lanzada cámara RED One, para filmar Che, la conversión era algo que no podía detenerse; menos todavía con el inmenso éxito en 3D de Avatar(2009), un filme concebido en digital de principio a fin. Le gustase o no a uno, verla proyectada en 35 milímetros y en dos dimensiones era perderse la mitad de la experiencia.

El siguiente trío de golpes llegaron casi juntos: en julio de 2011, servicios de posproducción como Deluxe y Technicolor fijaron un plan de digitalización a tres años; en octubre, ARRI, Panavision y Aaton -los tres principales fabricantes de cámaras análogas del mundo- anunciaron que, ante la falta de demanda, dejarían de producir nuevos modelos, concentrándose exclusivamente en sus ramas digitales.

En enero de 2012, Kodak se declaró en bancarrota, dejando a Fuji como el gran proveedor de filme de 35 milímetros del mercado, pero no por mucho tiempo: a principios de abril pasado, la empresa japonesa declaró que dejaría de producir ese material.

Futuro. Ahora, ¿qué significa todo esto exactamente? ¿Las películas serán diferentes si en vez de ser fotografiadas en 35mm son grabadas en discos duros o tarjetas de memoria?

Desde el punto de vista de la imagen, la respuesta es sí. Mirado en pantalla, el material digital carece del 'grano' que producen las partículas de plata presentes en la película fotográfica y que le proporcionan al filme una textura única que el digital puede imitar pero no igualar. Y ojo, que no es una pura discusión de nostálgicos.

Incluso el corazón demuestra algo de inseguridad: seis de las nueve nominadas al Oscar a Mejor Película en 2013 fueron fotografiadas en 35 milímetros. ¿Cuál será ese porcentaje el próximo año? Claro que la misma discusión puede tenerse a la inversa: al mirar con cuidado los últimos trabajos de directores cien por ciento digitalizados, se advierte que lo que siempre se ha entendido por cinematográfico está cambiando, mutando y ampliándose.

Las expresiones de los rostros, la visibilidad nocturna y la intensidad de la luz, transmitidas por trabajos tan distintos como Enemigos públicos(2009), La Red Social(2010) o Magic Mike(2012), poseen códigos muy distintos a los filmes que Michael Mann, David Fincher y Steven Soderbergh realizaron en el pasado en forma analógica. Es claro que los desafíos impuestos por la puesta en escena en el nuevo formato serán otros. Como si de golpe la paleta de trabajo de los directores hubiera aumentado en muchas direcciones.
La distribución y la exhibición sufrirán profundos cambios

Lo que cambiará drásticamente es el negocio de la distribución y exhibición. Tal como insinuó en su momento Lucas, producir y despachar copias digitales será mucho más fácil para los estudios: adiós al costoso flete de miles de rollos a través del mundo. Los archivos codificados no se rayan, ni se ensucian, ni dañan como los de celuloide; son fáciles de almacenar y si se corrompen, pueden reemplazarse por otros.

Los exhibidores, por su parte, no tendrán otra solución que plegarse al cambio, porque eventualmente se quedarán sin material nuevo que poner en cartelera. Claro que eso quizás se tarde todavía un par de años: según el Hollywood Reporter, si bien Estados Unidos está cerca del 100% de cobertura digital, zonas como América Latina todavía no llegan al 50% de salas digitales.

Donde el tema todavía está pendiente es en el terreno de la conservación. Porque los archivos digitales se deterioran o quedan obsoletos en la medida que la tecnología cambia; en cambio, la vida útil de los filmes almacenados en celuloide puede ser hasta de 200 y más años.
Los cambios en la región tienen otro ritmo pero se aceleran

La zona sur del continente cumplirá con los imperativos tecnológicos con otros plazos. Ocurre que los mercados más importantes (Brasil, Argentina) tienen cierto atraso al respecto. Por ejemplo, en Argentina solamente hay un 27 % de salas con proyección digital. Y en Chile el proceso está igualmente atrasado, aunque también deberá acusar mejor los cambios. Eso determina que por un par de años más sigan circulando las copias en soporte 35 mm. Más allá del empuje determinante desde la central de la industria (USA), hay una realidad a cambiar. En Uruguay, la principal empresa exhibidora, MovieCenter, tiene hasta ahora 7 salas digitales (3 en Montevideo Shopping, 3 en Portones y 2 en Punta Carretas) sobre un total de 26. Pero desde allí se asegura que pronto serán unas cuantas más.

No hay comentarios: