Desde que China anunció el año pasado que ya no quería ser “el tiradero de basura del planeta” que recicla casi la mitad del plástico y los productos de papel del mundo, los países occidentales estuvieron rascándose la cabeza y tratando de averiguar qué hacer cuando la prohibición entrara en vigor el pasado 1 de enero de 2018. Hasta ahora, por lo menos en Gran Bretaña, no hay una respuesta. Al menos un tiradero de basura en Londres ya está sufriendo la acumulación de productos reciclables de plástico y ha tenido que pagar para deshacerse de una parte.
Se han reportado casos similares en Canadá, Irlanda, Alemania y varios países europeos, mientras toneladas de basura se acumulan en ciudades portuarias como Hong Kong.
Steve Frank, de Pioneer Recycling en Oregon, tiene dos plantas que recolectan y clasifican 220.000 toneladas de materiales reciclables cada año. Hasta hace poco, la mayor parte se exportaba a China.
“Mi inventario está fuera de control”, dijo.
La prohibición de China, dijo Frank, ha provocado “un gran desajuste en el flujo de productos reciclables en todo el mundo”. Ahora, dijo, espera exportar basura a países como Indonesia, India, Vietnam, Malasia —“adonde se pueda”—, pero estos lugares “no pueden compensar la diferencia”.
En Gran Bretaña, Jacqueline O’Donovan, directora general de la firma británica de gestión de residuos O’Donovan Waste Disposal, dijo que “el mercado ha cambiado por completo” desde que la decisión de China entró en vigor. Su empresa recolecta y desecha cerca de 70.000 toneladas de basura plástica cada año, dijo, y espera “enormes cuellos de botella en toda Inglaterra” en los próximos meses.
La primera ministra de Gran Bretaña, Theresa May, se comprometió el jueves a eliminar los residuos que se pueden evitar en un periodo de veinticinco años. En un discurso preparado, instó a los supermercados a introducir pasillos libres de plásticos donde toda la comida se venda sin empaque y a granel.
La Unión Europea, por su parte, planea proponer un impuesto sobre las bolsas y empaques de plástico y ha citado la prohibición de China y la salud de los océanos entre otros motivos.
Esas medidas podrían ayudar a calmar la situación algún día, pero por ahora el Reino Unido enfrenta pilas crecientes de material reciclable sin tener dónde ponerlas. Los expertos dicen que la respuesta inmediata a la crisis bien podría ser recurrir a la incineración o los rellenos sanitarios, ambos nocivos para el medioambiente.
La prohibición de China cubre las importaciones de veinticuatro tipos de desperdicios sólidos, incluyendo residuos no clasificados de papel y el tereftalato de polietileno (PET) de baja calidad que se utiliza en las botellas de plástico, como parte de un amplio esfuerzo de limpieza y una campaña en contra de la llamada yang laji o “basura extranjera”. También establece nuevos límites en los niveles de impurezas en otros reciclables.
China había estado procesando por lo menos la mitad de las exportaciones mundiales de desperdicios de papel, metales y plástico usado: 7,3 millones de toneladas en 2016, de acuerdo con datos de la industria. En julio, China notificó a la Organización Mundial del Comercio (OMC) que pretendía prohibir algunas importaciones de basura, y dijo que la medida era necesaria para proteger el medioambiente y mejorar la salud pública.
“Grandes cantidades de desperdicios contaminados o incluso tóxicos se mezclan con desperdicios sólidos que podrían utilizarse como materia prima”, le escribió Pekín a la OMC. “Esto contamina gravemente el medioambiente en China”.
Los funcionarios chinos también se quejaron de que gran parte del material reciclable que recibió el país del extranjero no se había limpiado adecuadamente o estaba mezclado con materiales no reciclables.
El cambio repentino ha hecho que los países occidentales tengan problemas para lidiar con una acumulación de desperdicios plásticos y de papel mientras buscan nuevos mercados adonde llevar la basura.
“No solo es un problema del Reino Unido”, dijo Simon Ellin, director ejecutivo de la Asociación de Reciclaje en el Reino Unido. “El resto del mundo está pensando: ‘¿Qué podemos hacer?’. Son tiempos difíciles”.Una montaña de basura y bolsas de plástico en un tiradero en Nairobi, KeniaCreditBen Curtis/Associated Press
En Gran Bretaña incluso la clase política pareció haber sido tomada por sorpresa. Cuando le preguntaron enfrente de los legisladores acerca de la prohibición inminente el mes pasado, el secretario del Medioambiente, Michael Gove, titubeó: “No sé qué impacto tendrá. Es algo que —para ser totalmente honesto— no he considerado en detalle”.
La contaminación de plásticos ha capturado la atención mundial los últimos años. Una nueva serie de David Attenborough en la BBC, Planeta azul II, ha mostrado las bolsas y botellas de plástico que obstruyen el océano y matan a peces, tortugas y otras criaturas marinas, lo cual ha hecho que los gobiernos establezcan reglas más estrictas.
Cada año Gran Bretaña enviaba a China suficiente material reciclable para llenar 10.000 piscinas olímpicas, de acuerdo con Greenpeace Reino Unido. Estados Unidos de América exportaba más de 13,2 millones de toneladas de papel de desecho y 1,42 millones de toneladas de plásticos de desecho anualmente a China, según informó el Instituto de Industrias de Reciclaje de Desechos.
Se trataba de la sexta exportación más grande a China.
“Puede haber mercados alternativos, pero aún no están listos”, dijo Emmanuel Katrakis, el secretario general de la Confederación de Industrias Europeas de Reciclaje en Bruselas.
Katrakis negó las declaraciones de China de que todo los desperdicios importados contienen altos niveles de contaminantes, y dijo que los límites de Pekín respecto de la mayoría de los tipos de desecho eran “mucho más exigentes” que en Europa o Estados Unidos. Al mismo tiempo, dijo, Europa se ha enfocado demasiado en recolectar desperdicios plásticos y exportarlos, y no lo suficiente en animar a los fabricantes para que los reutilicen en sus productos.
“Debemos empezar a producir menos y comenzar a fabricar productos reciclables de mejor calidad”, agregó Ellin.
Fuente: The New York Times
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