Ese es el contexto general del fútbol costarricense. Ese cuya selección ha sorprendido en el Mundial de Brasil, de la mano del colombiano Jorge Luis Pinto, al mando de 23 jugadores, de los que solo siete juegan en el país, de 4,5 millones de habitantes. Son 14 los legionarios. Una cifra muy distinta a la de Italia 90. Entonces, ni uno solo jugaba en el extranjero, pero el buen resultados esa Copa catapultó el fútbol. Ahí brillaron el delantero Hernán Medford y el arquero Luis Gabelo Conejo, antes de que despuntase Paulo César Wanchope. Estos dos últimos son miembros del cuerpo técnico de Pinto en el sorprendente acceso a cuartos de final, contra Holanda.
Hoy día el fútbol costarricense se sitúa a medio camino entre la informalidad y el profesionalismo. La calidad de los futbolistas supera la infraestructura, cuyos rezagos debió remendar la Federación para evitar que la FIFA no le quitara la organización del reciente Mundial Femenino Sub 17, celebrado este año. Los aficionados llenaron los estadios y demostraron su gusto por el buen fútbol, el único deporte seguido de manera masiva en el país que le llama mejenga a un partido informal, tacos a las botas y pepinos a los goles.
Sus jugadores se consideran profesionales y ya aspiran a entrar en clubes de las mejores ligas europeas. No son brasileños ni argentinos, pero se les reconoce la técnica más que el tamaño de su cuerpo. Todos recuerdan al volante Bryan Ruiz (anotador contra Italia y Grecia) irse flaco a jugar a Bélgica y verlo fornido a su regreso, dos años después. “Los que han salido han hecho bien y eso abre puertas a otros. A algunos equipos europeos les gusta mucho su técnica y su nivel educativo", explica un importante agente del mercado local.
Fundada en 1921, la Primera División del fútbol tico se ha disputado desde entonces de forma ininterrumpida y estable, como la mayoría de instituciones en este país de pocos sobresaltos. El Club Sport Herediano y el Liga Deportiva Alajuelense son los clubes que han disputado todos los torneos en estos 93 años, aunque el más exitoso es el Deportivo Saprissa, bautizado así en homenaje al futbolista de origen catalán Ricardo Saprissa Aymá, antigua figura del Espanyol que recaló en Costa Rica en los años 30.
Nombrado equipo de Siglo XX de la zona Concacaf y tercero en el Mundial de Clubes 2005, el Saprissa acumula 30 títulos de Liga. El último lo celebró en mayo ante su archirrival, el Alajuelense. En él se formaron jugadores como Keylor Navas, Joel Campbell y Celso Borges, figuras de la Tricolor que está haciendo historia en Brasil, además de Yeltsin Tejeda y Óscar Duarte. En Alajuelense crecieron el volante Ruiz y el defensor Johnny Acosta, entre otros. Del Herediano (el tercer equipo en trofeos) procede José Miguel Cubero y del Cartaginés, Randall Brenes, representante del club "maldito".
La radiografía del fútbol ‘tico’
Duelo clásico
El clásico del fútbol costarricense lo disputan Alajuelense y Saprissa, los equipos con mayor afición del país y más títulos. Son los representantes de las dos provincias más importantes de Costa Rica: San José y Alajuela.
Regionalismo
Los cuatro grandes representan a las cuatro provincias del Valle Central: San José, Alajuela, Heredia y Cartago. Los clubes de provincias costeras, como Guanacaste, Limón y Puntarenas, y de zonas fronterizas como San Carlos -este último semillero de buenos jugadores-, son huéspedes itinerantes de la Primera División.
'Maldición'
Con más de 100 años de existencia, el Club Sport Cartaginés es el decano del fútbol costarricense. Sin embargo, arrastra lo que muchos consideran una auténtica maldición. Desde 1943 no gana un título nacional. La leyenda atribuye la sequía a un sacerdote español que maldijo al equipo por los desmanes ocurridos en su iglesia durante la celebración del último trofeo.
Con 12 es suficiente
Durante décadas, la liga costarricense fue disputada por entre ocho y 10 equipos. A partir de 1991, se conformó el torneo de 12 clubes que se disputa actualmente. A pesar de las críticas de aquellos que consideran que el número es elevado, el torneo se desarrolla de forma estable, con un descendido por año y un equipo que sube de la Liga de Ascenso, disputada por 18 equipos.
Del barrio y la universidad
En la liga mayor tica participan clubes de diferentes estatus: desde Carmelita, el equipo de un barrio alajuelense con menos de 5.000 habitantes, hasta UCR, el club de la principal universidad pública del país, que aunque ha regresado a decenas de miles de estudiantes, menos de mil asisten al estadio a apoyar a sus jugadores.
Césped de plástico
El clima tropical de Costa Rica, con siete meses de época lluviosa , ha pasado factura a los campos de juego. De ahí que solo tres de los 12 estadios en los que disputa la Primera División tengan césped natural. El resto, además de las ventajas que ofrece para la práctica del fútbol bajo cualquier clima, ofrece un ingreso adicional a los clubes por el alquiler para conciertos, ferias y partidos de aficionados.
Costa Rica, este domingo, ha explotado en júbilo en dimensiones nunca vistas. Su selección de fútbol, que representa mucho más que el mero deporte, alcanzó el mayor triunfo de su historia al calificar a los cuartos de final en Brasil tras sobreponerse después de que Grecia anotase un gol de último minuto y obligara al encuentro a irse a la prórroga y a los penaltis. Un partido para el cual la palabra “sufrimiento” es solo un eufemismo.
Las casas se vaciaron sobre las calles porque la fiesta fue (y lo será por un buen rato) pública y explícita. Las camionetas transportaban gente eufórica y, en las aceras, los desconocidos se abrazaban. El buen fantasma de Italia 90 se rindió también al desempeño de los buenos alumnos del colombiano Jorge Luis Pinto. Esta es una fiesta como nunca.
Ya pocos recuerdan las sensaciones de un mes atrás, cuando las expectativas para la Sele eran más que conservadoras. Este domingo no cabían ya las cautelas por los excampeones del “grupo de la muerte” ni las incógnitas por el equipo griego. Los fanáticos llevan dos semanas celebrando la sorpresa, pero nunca como este domingo.
Su equipo es una colección de “maes pulseadores” (muchachos luchadores) que pasaron encima a sus ídolos de Italia o Inglaterra, por encima de sus admirados uruguayos y también sobre esos griegos a quienes algunos encaraban como desconocidos.
Los héroes son todos, pero hay nombres que deslumbran a los fanáticos. Es el caso del volante Bryan Ruiz, anotador del gol de esta tarde, el ariete Joel Campbell (incansable luchador en solitario en un equipo diezmado por la expulsión de Óscar Duarte) y el arquero Keylor Navas, héroe indiscuble contra la metralla de Grecia y autor de una parada vital en la tanda de penales. Ellos encargaron de jalonear la carreta un paso más y colocarla en un sitio alto desde donde todo se ve mejor, cuartos de final. Impensable, inaudito e increíble.
Los símiles son hoy infinitos entre el fútbol y la vida o la fuerza de un país, más cuando se trata de una nación pequeña y centroamericana que vive enzarzada entre sus ambiciones y su conformismo, entre el “sí-se-puede” y el “no-estamos-tan-mal”. Las redes sociales eran un hervidero de patriotismo y de alabanzas para sus nuevos héroes, pero también eran una espera ansiosa por ver qué dice el mundo “sobre nosotros”.
Otros, enfiestados desde la mañana con alcohol, quizá no logren recordar este domingo inolvidable. Colmaron las calles sostenidos por la muchedumbre. Todos, aficionados del futbol y fanáticos de ocasión acudieron el rito de celebración gritando “oé-oé-oé, ticos-ticooos”, besando el escudo de Costa Rica estampado en las camisetas rojas. La fuente de la Hispanidad, en una rotonda al este del casco capitalino, donde este sábado también celebró lo suyo una parte de la colonia colombiana, volvió a ser la caja toráxica del corazón acelerado por el fútbol.
De nuevo se sumó el presidente Luis Guillermo Solís se sumó. “Aquí no se puede disimular. Es una sensación hermosa. Hemos logrado impensable y es un momento especial en nuestra historia. Lo mejor es que la gente sienta que sí se pueden hacer grandes cosas”.
Otros saltaban aún en la plaza de la Democracia, símbolo de una de las banderas de Costa Rica ante el mundo, junto al antiguo cuartel donde en 1948 derrocaron el ejército. “Todo enorgullece hoy a este país. Todo, todo”, decía Jorge en medio de la algarabía. Es un hombre maduro que antes de ver el partido participó en la marcha de la diversidad sexual.
Antes celebró la ventaja con la anotación del 10 “tico”, lamentó la expulsión del defensor de origen nicaragüense, sufrió la embestida de Grecia y se derrumbó con su gol en el epílogo. Y como él, la mayoría de los 4,5 millones costarricenses, una población poco acostumbrada a los sufrimientos, aunque sí a las desilusiones de su futbol de ajeno a las glorias internacionales.
En Alajuela, la segunda ciudad del país, miles festejaban en el parque Juan Santamaría, el nombre del héroe nacional al que la historia oficial le acredita el triunfo en una guerra contra los filibusteros de Estados Unidos, en 1856. En el alma de la pequeña Costa Rica vive siempre el deseo de vencer a los grandes y esto también valía ayer para el futbol. “El rival ahora es Holanda y la FIFA”, gritaba una mujer con su bebé en brazos, en medio de la multitud.
En Cartago, la primera capital que tuvo Costa Rica y sede del abolengo poscolonial, la fiesta se armó junto a “Las ruinas”, un edificio religioso medio destruido, a poca distancia de la Basílica de los Ángeles. Esta es la casa de la Virgen de los Ángeles, patrona de los católicos costarricenses. Su imagen se vio también en las manos de algunos aficionados en la Fuente de la Hispanidad.
Algunos le agradecían ayer y le hacían promesas porque viene un partido contra el cuadro de Robben y Van Persie, un equipo que no cumple con ser excampeón mundial y tampoco ser desconocido. Un desafío nuevo en cuartos de final, un lugar que los “ticos” no conocen, pero que disfrutarán este sábado. “Nos ganamos el derecho a seguir sufriendo”, reflexionaba un vendedor de cornetas.
Keylor Navas mantuvo el pulso sereno hasta en la misma tanda de penaltis, convencido de su papel estelar en la clasificación de Costa Rica para los cuartos de final, iluminado. Paró el penalti decisivo, el cuarto, el de su excompañero levantinista Gekas, después de sacar la manopla izquierda, a mano cambiada, mientras caía hacia su costado derecho y desviaba el tiro a media altura del delantero griego. Sus compañeros, tan tranquilos de contar con semejante arquero, se encargaron de anotar todos sus penaltis con una frialdad sobrecogedora. Costa Rica había disputado casi una hora con uno menos por la expulsión de Duarte en el minuto 65. De ahí hasta la prórroga propiciada por el tanto de Sokratis, que neutralizaba el gol inicial de Bryan Ruiz. En su cuarta participación en un Mundial, el pequeño país centroamericano, de 4,8 millones de habitantes, alcanza por primera vez unos cuartos de final. Se encontrará con la efervescente Holanda.
Costa Rica sobrevivió gracias a la magia de su portero y a las magníficas zurdas de Ruiz y Campbell. Grecia, cuyos jugadores habían renunciado días antes a las primas para construir una escuela de fútbol, fue tan irreductible como se esperaba, pero le faltó talento para burlar al gigante Keylor Navas.
En un grupo en el que estaban Italia, Inglaterra y Uruguay, tres campeones del mundo, el único que ha avanzado ha sido Costa Rica, un equipo supeditado al arquero y a dos piernas izquierdas fulgurantes. Keylor Navas sigue en vena como toda la temporada en el Levante. En ese estado de inspiración que permite rechazar los disparos con cualquier parte del cuerpo. Esta vez fue la tibia derecha ante el remate de volea a bocajarro de Salpingidis. El centro combado al segundo palo del lateral Holebas había resultado un regalo imposible de despreciar. El portero granota solo había encajado un gol en lo que iba de torneo, el de Cavani, y de penalti. Sokratis le marcaría al final del tiempo reglamentario.
Los ticos estuvieron pendientes de la clase de Bryan Ruiz en el enganche y de la potencia de Campbell en la punta de ataque, desconectados hasta el arranque del segundo tiempo. Entonces se produjo el chispazo. Campbell impuso su zancada para abrir al extremo izquierdo. El centro raso de Bolaños aterrizó suavemente en la frontal del área. Allí estaba Bryan Ruiz, que disparó de primeras raso y un tanto mordido. El portero griego, Karnezis, del Granada, no vio cómo salía el balón de la zurda de Ruiz, tapado por la espalda de Sokratis. Solo observó cómo entraba en su portería pegado a su palo izquierdo. No movió ni un músculo para alcanzarlo. Habría resultado imposible.
La inercia costarricense le llevó a lanzar un nuevo ataque un minuto después. El centro desde la derecha fue cortado por la mano derecha del central heleno Torosidis, inadvertida por los árbitros a pesar de la claridad de la acción.
La torpeza del defensa Duarte, en un hachazo sin sentido a Holebas, le costó la segunda amarilla al central tico y, por tanto, la inferioridad numérica para la selección centroamericana en un larguísimo tramo final. Fernando Santos, técnico portugués de Grecia, tiró la casa por la ventana al juntar en el ataque a Gekas, Samaras y Mitroglou.
Entró para el último cuarto el centrocampista Katsouranis, de 35 años, de manera que allí estaban los dos últimos supervivientes de la Eurocopa de 2004, junto a Karagounis, de 37, aquella conquistada en Portugal a las órdenes de Otto Rehhagel y contra todo pronóstico. Aunque el dominio de Grecia se tornara estéril, lastrado por la mala puntería de Karagounis, cuyo lanzamiento de falta desde la frontal se fue a la grada.
La constancia de Grecia tuvo su premio pasado el minuto 90. El rechazo de Navas a un remate de Gekas lo recogió el central Sokratis para empatar con una volea también mordida, que salvó al portero tras golpear en el piso y elevarse sobre meta. A ese tiempo extra llegaba mucho más fresco y crecido el conjunto griego. Los ticos parecían exhaustos. La velocidad por el extremo derecho de Lazaros quebró la zaga tica, aliviada por los pésimos centros del volante del Bolonia. Pero se reorganizó la defensa costarricense y le costó entrar a Grecia. Llegó la tanda fatídica y Navas se lo tomó con calma. Saboreó cada momento hasta convertirse en un héroe. La cara y la cruz. Las lágrimas de Gekas eran inconsolables.
Costa Rica
Las calles de Costa Rica se inundaron de seguidores cuando Keylor Navas detuvo el lanzamiento de Gekas en la tanda de penaltis de octavos ante Grecia. La actuación del portero del Levante, impecable durante todo el Mundial, volvió a resultar definitiva en la carrera contra todos los pronósticos que están llevando a cabo Los Ticos en esta Copa del Mundo. Si ya demostraron su falta de complejos en la fase de grupos, donde derrotaron a dos campeonas del mundo como Italia y Uruguay, y solo cedieron un empate ante Inglaterra en la última jornada, cuando ya contaban con el pase a octavos, ante Grecia volvieron a ser ese equipo alegre, bien ordenado y de gran potencia física en ataque. Ahí es donde ha destacado Joel Campbell, delantero del Arsenal, y sobre todo Bryan Ruiz, que suma dos goles en su cuenta particular.
Jorge Luis Pinto plantea un sistema de 5-3-2, en el que Gamboa y Junior Díaz ejercen de carrileros, lo que le da cierta superioridad en el centro del campo, algo capital para manejar el tiempo de los partidos. Bolaños y Campbell tienen mayor presencia en el área rival, a la que llega con asiduidad Bryan Ruiz desde la medular. Sin embargo, cuando las cosas se tuercen aparece Keylor Navas: seguro por alto, con grandes reflejos bajo palos y buen control del juego aéreo. Es una garantía, y por eso, la alegría se traslada al resto de las líneas del campo.
A favor: la total falta de presión, que entre otros jugadores, le proporciona un portero como Navas.
En contra: su falta de experiencia en fases finales de un Campeonato del Mundo.
Fuente: El País de M.
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