miércoles, 2 de enero de 2013
1989 - 2012: 23 AÑOS DE LA ECONOMIA MUNDIAL
La caída del muro de Berlín en 1989, no solo era el fin de la guerra fría para los políticos y era vendido al mundo como la conquista de la libertad y la desaparición de la opresión e injusticia de una parte del mismo contra la otra.
Era el fin de un sistema, siempre mal planteado y mucho peor aplicado, que había resultado un completo fracaso frustrando las ilusiones de generaciones en su búsqueda de mayor justicia e igualdad social.
Un mundo terminaba de venirse abajo, dejando a su antagonista todo el protagonismo y razón de ser. Por fin prevalecía, lo mantenido en el otro lado, viva el mercado libre, fuera intervenciones del Estado en sus reglas de juego, las regulaciones solo sirven para desfigurar y entorpecer su funcionamiento, la ley de la oferta y la demanda es el primer mandamiento de la economía y ante ella antepondrás todas las cosas.
A partir de dicho momento volvían a cobrar pleno protagonismo las tesis más liberales en el campo económico; Marx, que nunca fue miembro del club quedaba definitivamente enterrado y Keynes, siempre cuestionado, al límite del juego por sus referencias a la economía mixta, que implica la coexistencia del mercado con la intervención pública, para corregir los problemas económicos.
La explicación del comportamiento económico en función del que adopta la demanda, sea de manera espontánea o condicionada por la referida intervención pública; el descubrimiento de la Macroeconomía, o cuerpo teórico capaz de ofrecer una explicación coherente y global del funcionamiento del sistema económico nacional, sobre la que apoyar las orientaciones que deba adoptar la citada intervención pública o la relación de compatibilidad entre equidad en la distribución de la renta para impulsar el crecimiento económico, volvía al ostracismo, si es que no lo había estado siempre y se imponían, definitivamente, los fundamentos de la llamada escuela de Chicago, rescatando en todo su vigor desde su Biblia (Adam Smith) a sus nuevos evangelios (Milton Friedman), cada vez con mayor fuerza y respaldo a todos los niveles.
Por doquier proliferaban las voces de los nuevos gurú de la economía, reverenciados y admirados por una pléyade de viejos y nuevos conversos, iluminados por verdades absolutas, incapaces de ver más allá de los excelentes resultados cortoplacistas que alimentaban una espiral de beneficios sin ningún tipo de plus valía real productiva.
La banca, que hasta la década de los setenta parecía solo haber evolucionado en desprenderse de los manguitos, la visera y las lentes, olvidaba su máxima de que “el dinero donde más seguro está es conmigo”, “nunca lo pondré en riesgo, yo sé guardarlo”, optó por empezar a relegar las buenas prácticas de banca tradicional por las que veían venir como mucho más lucrativas prácticas de banca industrial.
Que ello conllevaba riesgo, que se rompía su razón de ser con los fondos a guardar, también era evidente, pero a cambio los beneficios se presumían inimaginables, prevaleció la codicia.
¿Por qué contentarnos con obtener un prudente diferencial?; disponemos y accedemos al circulante disponible que entregamos a terceros para que ellos obtengan unas cuentas de resultados altamente rentables, ¿por qué renunciar a hacerlo directamente?, compartamos actividad.
Pronto florecieron viejos y nuevos métodos de ingeniería financiera, cada vez más y más sofisticados de los que se empezaron a cosechar ingentes beneficios, nunca anteriormente contemplados en el sector.
No importaba desconocer el por qué de su funcionamiento, que mas daba, lo real eran sus asombrosos resultados.
Sus creadores fueron idolatrados, sus defensores subidos a los altares. ¿Cómo es posible que no lo hubiéramos visto antes?, debieron plantearse algunos.
La respuesta resulto sencilla, hemos estado casi un siglo con la venda intervencionista, con el miedo al otro lado, por fin se hace la luz. Fuera cualquier regulación del mercado que solo lleva a limitar la creatividad y productividad, si hay que recurrir al Estado será para cubrirnos, para garantizar que el sistema se mantenga, nunca para inmiscuirse, que se dedique a controlar a las masas y al mantenimiento del orden con el menor gasto posible, que deje en manos del sector privado toda actividad productiva, que nos encargaremos de, a su precio correspondiente, cubrir las necesidades de la población, vendiéndole a cada cual su necesidad.
El mundo siempre fue así, siempre hubo ricos y pobres, quien quiera bienestar y progreso personal se lo tendrá que pagar, no podemos permitirnos derroche de medios que tenemos que cubrir con nuestros impuestos.
Como veremos más adelante, este capitalismo libertario, desbocado, sin reglamentación, defendido, entre otros, por Friedman y Hayek es una de las fuentes de nuestros problemas actuales.
Paralelamente a la desaparición del muro se iba conformando lo que hoy ya denominamos globalización, se iban ínter relacionando los procesos productivos, la interdependencia del sistema, cada vez mayor, el fortalecimiento de las multinacionales, con la consiguiente deslocalización de empresas, que si bien se consideraba moneda de cambio y práctica habitual, se había estado haciendo con cierta cautela y compromiso al que llevaba, no el sentido común y mucho menos justicia social, sino mas bien el miedo al conflicto ideológico de las masas, que seguían teniendo una referencia de sistema diferente y alternativo, aunque tuvieran que modificarlo y adaptarlo.
Desaparecida la alternativa, desaparece el miedo, desaparece la referencia a lo diferente, se fortalece, quedando única, una visión económica del mundo que se plantea como nuevo dogma lo que hasta ahora había sido cuestionado, ya es evidente que el sistema capitalista es la única y oficial religión, una vez más los viejos tópicos que han condicionado la historia de la humanidad, siempre lo mismo “aunque no lo entiendas debes creer en ello”, es dogma de fe.
Las reglas de juego medio se mantienen pero se cambian los árbitros, los Estados son arrinconados como tales siendo sustituidos por Organismos Internacionales sin competencias ni poderes concretos, donde los puestos ejecutivos son cubiertos con los políticos afines al sistema, que a cambio de imagen, reputación y retribución poco o nada deben hacer mas.
Claro es que, fiel al dogma de no injerencia estatal, se consolidan las Agencias Internacionales de riesgo, que serán las garantes y prudentes vigilantes del sistema, controlando y auditando toda actuación, garantizando en suma la pulcritud y veracidad de sus informes.
Se omite un pequeño fallo y es que las agencias dependen y cobran de sus clientes, con lo que la imparcialidad y exactitud de sus informes, en principio, parece prudente poner en tela de juicio.
El mercado comienza a desarrollar, en unos casos, y a perfeccionar en otros, derivados y más derivados financieros, opacos en su inmensa mayoría con resultados tan inesperados como escandalosos, que nadie cuestiona.
Quien se atreve a dudar de los genios emergentes, que agencia es capaz de decir a su cliente que el riesgo es mayor, o que su calificación es menor.
Además se tiene la bendición de todos los santones, tocados por la gracia de la sabiduría en todos los campos de las finanzas. Al fin y al cabo las grandes directrices de política económica funcionan con las reglas de siempre.
Desde Nueva York a Londres, pasando por los mercados asiáticos y europeos se contempla con indisimulado orgullo el devenir de los mercados, la ganancia rápida.
Sociedades sin base real alguna, irrumpen en los mismos, sus cotizaciones crecen exponencialmente, la ingeniería es la ingeniería. Las bolsas son compañeras inseparables en los medios de comunicación; todo el mundo cree entender de ellas.
Comienza a calar en las mentes aquello de; ¿si no paras de trabajar?, ¿Cuándo tienes tiempo para ganar dinero?
La trampa de la pirámide funciona a pleno rendimiento, necesita que acudan a la misma, ingentes cantidades de aspirantes a dinero fácil, para que los de siempre puedan seguir obteniendo los resultados calculados. En la cúspide de la misma no se vislumbran “pillos”, son sabios, son gurú, son la élite del éxito, encarnan los nuevos altares, quien se atreve a cuestionarlo.
De vez en cuando alguien se pregunta, ¿si las bolsas son mercados financieros que facilitan a las empresas capital y estas obtienen cuentas de resultados en torno al 20 %, como es posible obtener ganancias, de en muchos casos superiores al 100 %?
¡Que ignorante eres!, como se nota que no conoces el funcionamiento de los mercados, ¿Cómo puedes atreverte a cuestionar la sabiduría y conocimientos de los grandes genios de este mundo? Es la economía, imbécil, parodiando la frase de Clinton a Bush en la campaña 1992.
Como no todo puede ser maravilloso indefinidamente, empiezan a sonar pequeñas alarmas a las que nadie hace caso, rápidamente son interpretadas como la ratificación de ir por la buena senda, pequeñas excepciones que utilizamos para confirmar la regla.
Siempre mirándonos el ombligo desechamos que el mundo globalizado e ínter comunicado lo es en su conjunto y no solo en la parte desarrollada del mismo.
El 85 % de su población no es tenida en cuenta para nada, al fin y al cabo si aceptamos como premisa que el capitalismo surge en los alrededores del cincuencento italiano y que la revolución industrial lo hace a finales del siglo XVIII, apenas ha dado tiempo, en la larga historia de la humanidad a pergeñar las reglas de juego.
Mientras han funcionado para una parte del mundo, para que pensar en cambiarlas, además es que acaso alguien demandaba desde la otra parte lo contrario.
La sumisión y la ignorancia, junto a la incomunicación siempre ayudaron a mantener el milagro que permitía mantenerlos al margen del reparto entre los elegidos.
El sistema, que acepta como parte del mismo los dientes de sierra en su funcionamiento, no se plantea sus carencias, ya hemos dicho antes que sus principios son sagrados e inmutables.
Sus crisis cíclicas, son eso mismo cíclicas y como tales asumibles y aceptadas como parte del juego. Siempre las hubo y siempre las habrá, desde la llamada crisis de los Tulipanes en 1637 a la más conocida, el famoso crack de 1929, que logró tambalear y poner en jaque al sistema.
Las colas de entonces no eran del subsidio de paro, eran con un recipiente en la mano para comer. Las masas, en su conjunto, tenían poco que perder, pues las diferencias sociales eran abismales. Los capitales, en síntesis, pugnaban por te arruinas tu y me aprovecho yo.
La economía apenas estaba ínter relacionada por no decir autárquicamente estructurada, y el mundo se encontraba compartimentado con economías de subsistencias.
Acababa de producirse la caída de un Imperio, el británico que daba paso al siguiente, curiosamente se han ido dando en la historia en periodos de cien años.
Es por ello, que al localizarse el epicentro de dicha crisis en Nueva York, lugar emergente del nuevo imperio, fueron probadas las recetas del sistema en plan laboratorio, y como el mismo defiende, en casos así y solo en casos así, apelando al Estado para sacar las castañas del fuego.
Consistió, por un lado en mantener el control de las masas y por otro experimentando, por primera vez en la vida del sistema tanto con los fondos disponibles del mismo, como con aquellos que hiciera falta imprimir, con grandes inversiones públicas en infraestructuras.
Objetivo potenciar el consumo, principalmente interno que permitiera volver a poner en marcha la entonces incipiente actividad comercial e industrial.
Nunca sabremos si habrían sido suficientes, por si solas, las medidas adoptadas de no haber surgido la devastadora guerra mundial, con las consecuentes guerras menores que nos han ido acompañando hasta nuestros días y que lamentablemente sirvieron para mermar el paro y potenciar tanto el consumo como la ingente reconstrucción que siguió.
Lo cierto es que pudo venderse que el sistema se puso a prueba y funcionó. Después, las “pequeñas crisis” acontecidas se han superado, como siempre, soportándolas las grandes masas, puesto que el sistema siempre ha recurrido a la misma receta. Estado, tienes que intervenir, eso sí cuando se arregle te apartas y vuelves a dejarme a mí.
Pero he aquí, que el sistema capitalista maravilloso, una vez vencidos sus complejos y liberado de sus miedos y controles se decide a funcionar en todo su esplendor.
Se olvida, como siempre que funcionaba basado en ignorar la existencia de la mayor parte de población del planeta y pone su producción al ciento por ciento, creyendo inagotable la capacidad de consumo del 15 % de la población sobre la que se sustenta.
Actúa como si nada hubiese cambiado, no tiene en cuenta ni la globalización ni la falta de preparación de nuevos mercados consumidores. Se sigue centrando en su mismo entorno, para que cambiar si nos ha ido bien.
Es incapaz de apreciar que el sistema funcionaba, mejor o peor, entre otras cosas porque producía riqueza, si digo bien producía riqueza, ya que en su misma codicia y sin darse cuenta cayó en la trampa de empezar a producir dinero y solo dinero, empleando para ello dinero. Es decir pasó de utilizarlo como medio para intercambiar las cosas a producto final en sí mismo.
Parecerá un disparate, pero parémonos a pensar. Hemos creado tal ingeniería financiera que no necesitamos producir bienes para obtener plusvalías capitalizando sus beneficios. Nos basta, y evidentemente es muchísimo más rentable producir dinero y solo dinero para acumular el mismo.
Pensemos en la cantidad de derivados sobre derivados. Pensemos en los paquetes inventados de titulaciones. Pensemos en la espiral alcista que se produce en cada transacción de estas. ¿En base a qué?, ¿que valor real tienen en origen y cuál es el que se maneja en sus estadios finales? Estamos especulando con humo, ni siquiera existe fuego.
No es de recibo que pueda ganarse más dinero en una transacción telefónica, que en toda una vida trabajando. Algo falla.
Mientras el sistema, en su digamos concepción original, consiste en mantener, desarrollar e incrementar una sociedad de consumo. Una sociedad que está obligada a consumir, si no lo hace se viene abajo. No importa qué, tienes que consumir permanentemente.
Compraras un coche para ti, otro para tu pareja, otro para tu hijo, etc., cuando todos tenemos coche, tenemos que cambiarlo, cada vez con más frecuencia. Cuando no lo hagamos, tendrá problemas el concesionario y despedirá a empleados, el siguiente paso en la cadena será en la fábrica de producción, que empezará restringiendo turno primero, para terminar despidiendo o cerrando.
Lo mismo podemos aplicar a cualquier otro artículo o producto que necesitemos o pensemos que necesitamos. Terminaremos con un televisor hasta en el balcón y el cuarto de baño, y así indefinidamente.
Lamentablemente, lo mismo cabe aplicar a toda producción, incluso de armamento, quien trabaja en la industria armamentística, justificará la misma, pues de lo contrario piensa que perderá su empleo.
Como convencer a quien el sistema sitúa fabricando armas, de no hacerlo por que causan muertes. Buscará mil interpretaciones defendiendo su trabajo, a cual más peregrina, pero las defenderá convencido y con ardor. Te dirá, cuando no tenga que decir, que es necesario mantener la seguridad y defensa.
Sobra intentar entrar a debate, porque nos es debate de ideas, lo es de razón de ser. Ciertos planteamientos y conceptos se llevan genéticamente, son la impronta de una sociedad extraña que hemos ido acuñando por conveniencia inducida.
El sistema está tan ciego y tan creído en sí mismo, que ni siquiera es capaz de ver, que, aunque solo sea por mera conveniencia, necesitaría desarrollar a la población olvidada para hacerla consumista, si, aunque parezca demagógico.
En definitiva, y aunque resulte hipócrita, serviría para mejorar y elevar sus condiciones de vida al acercarlos a los nuestros.
Pero claro, debemos tener en cuenta que en la situación actual no es posible si no es renunciando, nuestro privilegiado mundo, a parte de prebendas adquiridas. Tenemos que concienciarnos que la tarta ha de ser más repartida, aún corriendo el riesgo de quedarnos sin ella. Tal vez la solución sea galletas para todos.
Necesitamos ayudar a desarrollar el mundo subdesarrollado, en un horizonte de 100 años vista, como mera subsistencia y para tener el tiempo suficiente en cambiar los sistemas productivos actuales a otros más racionales y humanizados.
Continuamente escuchamos la misma cantinela, primero era, tenemos que potenciar el I+D, ahora ha pasado al I+D+I y mañana será el I+D+I+C ó H ó B; cualquier mensaje sirve para ilusionar.
Siendo cierto y asumible a día de hoy que estamos de acuerdo en avanzar en lo anteriormente expuesto, no lo debe ser menos el no despertar falsas expectativas o al menos excesivas expectativas.
Nuestros niveles de desempleo, que son brutales e inasumibles por injustos e insolidarios, creemos solucionarlos mágicamente ¿solo con esto? Acaso no existen niveles alarmantes de paro en los países más desarrollados en I+D+I.
Podemos estar de acuerdo que estar en ello, supondrá no descabalgarse en demasía de otros países que lo tienen y de los que lo sigan, pero, lamentablemente, no será la panacea de solución a un problema que tiene raíces más profundas de las analizadas.
Ponderemos, solo a modo de ejemplo, que tenemos un gravísimo problema de empleo, y eso contando con solo un 15 % de la población total a considerar a futuro. Que para mas abundamiento las esperanza de vida aumenta de forma exponencial.
En nuestro llamado mundo civilizado paso a ser, en los primeros 10.000 años de existencia de la especie humana de unos 40 años y en los últimos 100 años a 80 años, es decir en el último siglo se ha logrado doblar la edad media conseguida en 100 siglos anteriores.
Estos datos, y la mayoría de variables que se manejan, se refieren, como es fácil deducir a nuestro privilegiado mundo, basado en un 15 % de la población del planeta, el resto nunca es tenido en cuenta en pie de igualdad.
Extrapolemos paulatinamente lo que supondrá la incorporación del 85 % de población, siempre olvidada y pensemos en sus consecuencias.
REVOLUCION FINANCIERA CAPITULO 2
DONDE ESTAMOS
Indudablemente podríamos seguir, analizando mil y un factores más hasta situarnos en el presente actual, pero, de momento, baste lo anteriormente expuesto a modo de síntesis de dónde venimos, y pasemos a intentar ver cuál es nuestra situación actual y cuál debiera ser el camino a seguir a partir de ahora.
De lo contrario, entraremos en la misma dinámica que nos rodea. Se hacen pormenorizados análisis de la situación en base a estadísticas y datos, totalmente contrastados; siguiendo unos parámetros previamente definidos y académicamente incuestionables que terminan con un diagnostico respetable y documentado, pero que a nuestro modesto entender no suelen aportar nada más, a veces nada menos, que una visión más o menos real de una verdad absoluta e inamovible, con lo que nos planteamos reiteradamente un problema con falsa posición y a partir de esto nos es posible encontrar solución alguna.
No se cuestionan alternativas al sistema y se sigue manteniendo que siempre se ha salido de las distintas crisis y esta no va a ser una excepción, que mas tarde o más temprano se saldrá.
Además, podrá aducir que en su pugna con el sistema extinto, es evidente que salió claro vencedor, luego es el válido, no tiene alternativa.
Nuestra hipótesis parte de que, queramos verlo o no, el mundo financiero que conocíamos ha cambiado. El mundo conocido hasta mediados del año 2007 no existe, se ha producido una revolución económica y la cercanía a la misma no nos permite verla.
Posiblemente, con perspectiva de futuro, será dentro de algunos años cuando se acepte lo acontecido.
Los economistas, entonces podrán hacer lo que hacen hoy y siempre, analizar datos, compararlos y llegar a conclusiones de qué y cómo se produjo y donde estaremos entonces. Tampoco debemos exigirles más, la titulación no conlleva bola de cristal alguna, ni formación profética. El futuro siempre será eso, futuro.
Tal vez lo único que deberíamos pedirles es la humildad en reconocer que su formación y capacidad llega hasta saber analizar e interpretar como nadie los datos y variables de campo científicamente obtenidos, dejando como meras y personales proyecciones a futuro sus hipótesis y avisando que el acierto o fallo de las mismas no dejan de ser meras coincidencias, tan respetables y refutables como cualquier otra, vengan de donde vengan.
Una parte importante de falta de soluciones, entendemos, surgen de la premisa de analizar los problemas de hoy y al proyectarlos a futuro intentar buscar soluciones con soluciones también de hoy.
Los problemas que vislumbramos a largo plazo es posible que en muchos casos tengan solución que conocemos, pero no lo es menos que en su momento tendrán otro tipo de solución que hoy ignoramos.
Nuestro conocimiento se basa, en la mayoría de los casos en teorías probadas y que aceptamos como axiomas, pero nuestra mente debe estar siempre inquieta y abierta a otras hipótesis, solo así hemos conseguido avanzar en nuestro escaso conocimiento adquirido.
Daría por saber el 1 % de lo que no sé, el 100 % de lo que conozco.
Los mismos economistas, los mismos gurú y santones del mundo financiero, los mismos reputados Organismos e Instituciones internacionales, las mismas Agencias de Riesgo, que hasta mediados del año 2007 vaticinaban y auguraban un crecimiento envidiable de la economía, que ni vieron venir la crisis, ni acertaron en sus vaticinios y es más con su exceso de optimismo, su falta de profesionalidad y su ineptitud, cuando no vergonzante dependencia clientelil, potenciaron la magnitud del desastre, hoy son quienes, sin ningún tipo de rubor auguran y vaticinan todo lo contrario, y es más, en el caso de las Agencias de Riesgo, se atreven a valorar y censurar actuaciones de Gobiernos e Instituciones.
¿Por qué ahora vamos a creer en ellos? Deberían haber pedido perdón y en el mejor de los supuestos haber buscado responsabilidades, depurándolas al máximo.
Solo valen sus consejos a los de siempre, a quienes con su cerril e intransigente visión política, su insolidaridad y avaricia son capaces de todo antes que ceder un mínimo de privilegios, oligárquicamente obtenidos y cruentamente en muchos casos defendidos.
Son los mismos causantes del problema, una mínima parte de la población, un escaso uno por ciento de la población del planeta, que poseen, generación en generación, del capital y los medios de producción, quienes hoy, vuelven a presentarse como solución a los problemas por ellos creados, utilizando y movilizando todos los medios a su alcance, muy poderosos por cierto, desde centros de opinión, medios de comunicación y partidos políticos, desde los que inciden electoralmente sobre estratos bastantes amplios de la ciudadanía, aprovechándose de su buena fe.
Pero decíamos que vamos a centrarnos en nuestro tiempo para intentar aportar soluciones e ideas a futuro, y vamos a hacerlo:
Partimos de una premisa que creemos poco cuestionable. Vivimos en un mundo globalizado en todas sus facetas, ninguna aldea se puede aislar de su dependencia global, por tanto los problemas y soluciones, en mayor o menos medida nos conciernen a todos y lamentablemente no vemos que nadie pueda escapar a esto por sí solo.
Ante un mundo que cambia, la primera reacción suele ser anclarse al pasado, aferrarse a formulas antes probadas y este es el primer error de partida; surgen voces, con mejores o peores intenciones de llamada para atrás.
Las llamadas al nacionalismo a ultranza, al proteccionismo, al cierre de fronteras, a buscar culpabilidad en el otro, el que viene a cambiar mi forma de vida, en definitiva la vuelta al populismo de fácil calado en una población cada vez mas amedrentada, intenta convencernos en volver al pasado para arreglar el futuro.
Habíamos dicho antes que curiosamente los Imperios que en el mundo han sido, con pocas excepciones (como por ejemplo el Romano) han durado una centuria, y si analizamos la historia, siempre en su último tercio se fueron marcando grietas que anunciaban su periodo de decadencia y sustitución.
Ante dichos síntomas, también resalta una curiosidad, nunca optaron por intentar pactar y compartir, simplemente aguantaron hasta caer.
Debiéramos todos aprender de ello, pues la humanidad no parece querer incidir en soluciones violentas, aunque a veces resulte difícil de entender observando nuestro entorno y las tensas relaciones a lo largo y ancho del orbe. Pero hemos dicho que queremos intentar avanzar en el camino de nuevas opciones y vamos allá.
Para todos debe ser una obviedad que la ultima locomotora económica del mundo moderno, hasta nuestros días, ha sido EE.UU. El problema es que, además y en función de ello, tenía que ser gendarme y juez.
Ello viene, históricamente, minando y lastrando su capacidad financiera de forma cada vez más apremiante.
Es normal por eso, que hubiera una especie de acuerdo tácito de orden internacional en cuanto a que su moneda, el dólar, fuese y sea el patrón de referencia.
Pero claro, ya que la actividad bélica hay que financiarla, con todo lo que ello comporta, entre otras y como la parte más triste y cruel la de pérdidas humanas, que menos que hacer la vista gorda al real valor de su moneda.
Se calcula que la cantidad de dólares falsos nunca bajó del 25 % sobre el circulante en cada momento. Si añadimos los cuantiosos gastos militares y aeroespaciales, no nos será difícil comprender que el déficit lleve años superando récord; para el año 2010, los más optimistas, calculaban 1,56 billones de dólares (10,60 % del PIB), la realidad superó el 13 % del PIB.
Y saben cómo se logra cuadrar el círculo para aguantar año tras año, pues es fácil, la vieja fórmula pero al revés. Siendo la moneda de referencia y cambio no debo devaluar, tengo que demostrar fortaleza, bueno pues le doy a la maquinilla y arreglado.
Al fin y al cabo es la teoría del helicóptero de Keynes con la variante de lanzarlos sobre todo el mundo en vez de sobre Nueva York. No se nota y quien lo note que me pida explicaciones que le diré, “de acuerdo, pero a partir de ahora pon tu también guardias y pólvora”.
PINCELADA EUROPEA
Mientras esto sucede así, al otro lado del Atlántico, tibiamente, el puzle Europeo empieza a entender aquello de la unión hace la fuerza, y a regañadientes, pero apremiados por los tiempos, deciden integrarse, principalmente como zona común económica, con proyección de futuro y he aquí que deciden crear una moneda única. Nace el euro al que, desde el otro lado del Atlántico, se le augura un corto recorrido una vez pase la bonanza y llegue la primera crisis, por lo que, bueno, que funcione.
Pronto es notorio lo evidente, la unión hace que la zona pueda ser la primera potencia comercial en su conjunto.
Llegada la crisis y descartadas las primeras tentaciones de algunos países de volver a las monedas nacionales para la vieja fórmula de devaluar, se comprueba cómo, a pesar de todo, la moneda sirve de formidable paraguas para el conjunto, y algunos miembros del grupo no integrados en la moneda empiezan a ver ineludible adoptarla cuanto antes, aun cuando la situación actual los hace mantenerse a la espera.
Ciertos países, caso Reino Unido, ante la importancia aportada a su PIB por su City Financiera, ante el desarme que supondría renunciar a su capacidad de emisión de moneda, ante la enorme presión de poderes facticos, mantienen una difícil situación de impasse.
Aunque su sector empresarial necesita las mismas reglas de juego que sus colegas del resto europeo, la situación actual les favorece e intentan torpedear el cambio de reglas de juego financieras que irían contra los intereses de su City.
No aceptan el cambio de regulación en derivados financieros y mucho menos en tasas que graven la actividad que entienden ir contra su propia City.
El problema lo tendrían si la UE, cambiase su apoyo incondicional al sistema bancario de inversión prescindiendo de ellos, algo inevitable de persistir en su postura.
Los intereses del continente europeo no pueden plegarse por más tiempo a las ventajas de Londres. La decisión final no podrá ser otra que la plena integración.
De continuar como siempre, como su propia geografía insular y deambular en solitario se les plantearía a medio plazo una situación insostenible.
Pero he aquí, que de nuevo la vieja Europa resurge de sus cenizas y comienzan a supurar viejas heridas, nunca debidamente curadas, que vuelven a cuestionar la mayor.
Con razonamientos miopes y nacionalistas a ultranza, como siempre, se es incapaz de buscar soluciones supranacionales que garanticen los propios intereses localistas.
La moneda, se introduce sin la infraestructura necesaria que la defienda. Priman dogmas inculcados traumáticamente de generación en generación, y vuelven a anteponerse viejos prejuicios de dominación zonal.
Cada vez que en el viejo continente se ha querido ir a uniones de conjunto, se ha intentado imponer una bandera partidista, nunca una común.
Remontándonos solo dos siglos, pasamos de Napoleón, seguimos con la barbarie de dos guerras con la misma nación y nos encontramos en el presente, parece que repitiendo errores. Eso sí, el avance es que mientras hasta ahora, las soluciones se intentaban imponer por la fuerza de las armas, hoy se intenta por la fuerza del dinero, pero en definitiva, seguimos erre que erre, persistiendo en el error.
Como es posible tal ceguera, como es posible no entender que una moneda común es incompatible con una política local compartimentada por zonas. Que tiene que ocurrir para ver algo tan elemental.
La Unión Europea tiene que ceñirse a aquellos países que adopten el euro, no es posible compaginar dentro de la zona los intereses de miembros con otra moneda diferente.
Ello hará que aquellos estados que actualmente se mueven a conveniencia propia tengan que pensar en intereses comunes como forma de potenciación propia.
Con esta premisa los integrantes de la zona que siguen manteniendo su moneda verán las ventajas en sumarse a la común antes que aislarse del conjunto, por muy difícil que los intereses en juego actualmente les haga pensar lo contrario.
La fuerza y privilegio de los estados modernos es su capacidad para fabricar moneda. Es imprescindible disponer de banco emisor que pueda actuar como tal. Su limitación es la negación del propio valor de la moneda.
Tener un Banco Central Europeo limitado a vigilar unas sacrosantas y arbitrarias cifras de inflación y deuda, con funciones de lobby bancario, es cazar leones con perdigones, tiene que actuar como prestamista de último recurso.
No se puede continuar con el juego de intereses que supone entregar dinero por parte del BCE a los bancos privados, con el aval del propio Estado, al 0'75 % para que estos vuelvan a prestar al mismo comprándole bonos al 6%. Esto no es regla de oferta demanda, esto es subvención encubierta privilegiada.
Es imposible financiar la economía real en estos términos. Y es imposible romper el círculo vicioso que supone "yo como Estado te avalo, tu banco como ganas sin riesgo me ayudas comprándome bonos".
La banca privada pierde su razón de ser, su existencia se apoya en la financiación de la economía real empleando criterios supuestamente profesionales, gestionando y dirigiendo fondos, ahorros y recursos privados a la obtención de creación de riqueza de donde, independientemente obtener beneficios en su actividad posibilita el desarrollo de un bien común.
Ningún Estado, para financiarse, necesita intermediario alguno, dispone de la vía impositiva de la que soberanamente se dota.
El Estado está permanentemente refinanciando la misma deuda, aplazándola en el tiempo incrementada con nuevos intereses, sin posibilidad a futuro de reembolso pues no hay producción y por tanto no se generan nuevos ingresos.
En su agobio financiero agota su propia capacidad de endeudamiento avalando al sector bancario, no olvidemos que privado, conminando a dirigir hacia el mismo la financiación obtenida y no exigiendo la derivación de la misma al sector productivo que le permitiría refinanciarse vía impuestos al incrementar su PIB, incidiendo en la creación de empleo.
Tenemos que decidir que debe prevalecer, si la conveniencia de unos pocos estados o la de la mayoría de los que conforman la unión.
Curiosamente a esos pocos estados, con proyección a futuro, le interesa lo mismo que a la mayoría, pero la falta de visión y cortedad de miras, les hace mantenerse con la venda cortoplacista.
Alemania, que acepto la creación del BCE porque se aseguraba su control, se plantea, para que cuestionar nada, cuando me financio prácticamente al cero por ciento.
Como voy a poner en peligro la entrada de circulante, al considerárseme país refugio, que me permite cubrir las inversiones fallidas y además sin coste.
Cuando quieran ver que por mucho que exporten no habrá quien le compre, ni internamente dentro del área por falta de consumo, ni fuera de la misma por exceso de costos, pues no olvidemos que en los mercados emergentes sustituyen la producción que importaban por producción propia a unos costes con los que no es posible competir, puede ser que sea demasiado tarde.
Anteponen cualquier opción a la crisis interna euro al pago preferente de sus riesgos, libremente asumidos por rentabilidad.
Su sector bancario vio rentable invertir en lo que denominan banca periférica en proporciones elevadas, anteponiendo la alta rentabilidad prevista a la supuesta prudencia y rigor siempre considerado germánico.
Ante tamaño error basan toda su estrategia en desviar la atención a la magnitud de su problema a los países donde están ubicados los bancos deudores de ellos, imponiendo draconianas medidas de austeridad difíciles, cuando no imposibles, de asumir.
En su ceguera y huida hacia adelante empujan al abismo a amplias capas de población a quienes se les intenta presentar culpables de despilfarros por vivir por encima de sus posibilidades, intentando calar el mensaje de su certeza y por tanto necesidad de redención.
Curioso maniqueísmo que hace recaer la redención del causante en el más débil.
Con estas premisas se permite al BCE, el apoyo a la banca endeudada porque ello beneficia a la banca acreedora. Eso sí, con la condición que la deuda sea considerada publica avalando el Estado.
Alemania no puede seguir acomplejada y marcada por el pasado. ¿Como es posible que recuerden tan machaconamente la híper inflación de 1923 y se olviden tan fácilmente de por qué llego al poder Hitler en 1933?
Con su maniqueísmo y egocentrismo están consiguiendo que cale en la población europea un sentimiento de frustración que las distancia del ideal compartido inicialmente para una plena integración.
Cuidado, porque el caldo de cultivo populista se está cociendo y sus consecuencias podrían ser devastadoras.
Europa, de nuevo en la misma encrucijada del pasado, tiene que definirse por sí misma y en su conjunto. Tiene que saber acotar intereses partidistas potenciando los comunes.
Las opciones empiezan a estar muy claras; o ciertos países continúan a lo suyo terminando a futuro como cabezas de ratón, u optan por una decidida integración de corte federal con todas sus consecuencias, formando parte al mismo futuro de cuerpo de león.
No obstante, a pesar de lo expuesto, todo lo anterior solo será, de implementarse, un paso más hacia adelante, pues, como terminaremos de ver la reforma del sistema que nos rige solo puede solucionarse a nivel global.
Es más adoptando las medidas y reformas enunciadas a nivel europeo, se podrá apreciar de forma nítida a nivel mundial la gravedad y necesidad de cambio necesario.
Europa, hoy, es la excusa de otras zonas para mantener la venda en los ojos ante lo evidente.
Resolver la incógnita que plantea ante el mundo, hará que este, vuelva la vista y se aplique en la resolución del problema sistémico que lo atenaza.
Fuente: El Pais M.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario