El Primer Ministro británico, David Cameron, ha clausurado el congreso del Partido Conservador con una férrea defensa de lo que llama la big society (la gran sociedad), núcleo de su ideario personal. Y quizás con el tiempo su intervención se convierta en texto de referencia, para comprender su pensamiento político profundo.
Pero las bases conservadoras, que no parecen acabar de entender el concepto ni verle mucha utilidad política, han recibido las palabras de su líder con una frialdad pasmosa. Nadie hubiera dicho que estaban escuchando por primera vez en 13 años a un primer ministro de sus propias filas.
Cameron, que se encaramó al liderazgo en buena parte gracias a su facilidad para conectar con el público cara a cara, nunca ha llegado a conectar con sus bases. Sólo sus ataques al Partido Laborista o sus referencias a Europa o a las viejas figuras tories han provocado entusiasmo.
El resto se ha reducido a aplausos de cortesía aquí o allá. Incluso la ovación final, con el público puesto en pie como mandan los cánones, se ha parecido más al final de un concierto de música que a la aclamación a un recién elegido primer ministro. Quizás porque el escenario era el auditorio de Birmingham.
¿Tiene todo eso alguna importancia? Quizás acabe siendo mera anécdota, pero denota cierta desconexión entre el primer ministro y las bases conservadoras.
Es como si, una vez que los tories han llegado al poder -aunque sea en coalición con los liberales-demócratas - los militantes se ven liberados de la obligación de apoyar a su líder y muestran sus verdaderos sentimientos hacia él: más indiferencia que pasión.
Es también un síntoma de reticencia no sólo a su idea-fuerza de la gran sociedad, sino a los intentos del Gobierno por repartir el coste del ajuste presupuestario entre todas las clases sociales, incluyendo no sólo a los ricos, sino a la clase media, granero de la militancia tory.
Es posible que el verdadero problema haya sido el hecho de que Cameron no dijera prácticamente nada que la audiencia no hubiera oído ya durante la todavía reciente campaña electoral o en las semanas previas al congreso. Su justificación de gobernar en coalición, la buena sintonía con Nick Clegg, el desbarajuste económico heredado del laborismo, la urgencia del ajuste presupuestario.
Y, sobre todo, la defensa de la gran sociedad con el muy poco imaginativo lema de "Tu país te necesita". Aunque no ha faltado alguna frase de nuevo cuño, como cuando proclamó: "Ahora somos los radicales".
La idea de la gran sociedad se sintetiza en la creencia de que el Estado está para ayudar al ciudadano, pero este a su vez ha de ayudar al Estado, es decir, a la sociedad.
"Hay demasiada gente que piensa que, como ha pagado sus impuestos, el Estado se lo ha de hacer todo. Pero la ciudadanía no es una transacción: tú pagas impuestos y recibes servicios. Es una relación: tú eres parte de algo más grande que tú mismo y es importante lo que tú piensas, sientes y haces", ha explicado el líder conservador.
"Seamos sincero. El desbarajuste en que se encuentra este país no es sólo culpa de los laboristas", ha advertido a las bases. No porque hayan hecho algo bien, sino porque "el estado de nuestra nación no se determina sólo por lo que hace el Gobierno y quienes lo rigen; lo determinan millones de acciones individuales, aquello que cada uno de nosotros decide hacer o no hacer", ha dicho.
Y ha puesto ejemplos: "Sí, los laboristas no regularon la City como debían; pero no forzaron a los bancos a correr riesgos enormes con el dinero de otra gente. Sí, los laboristas minaron el sentido de responsabilidad de la gente; pero no fueron ellos quienes destrozaban el centro de nuestras ciudades los viernes por la noche o se sentaban en el sofá de casa esperando los subsidios del Estado", ha explicado gráficamente mientras el público le premiaba con un gélido silencio.
El mismo silencio con el que han recibido su afirmación de que "no hay otra manera responsable" de hacer las cosas que reducir el déficit.
O cuando ha dicho que hay que hacerlo de forma justa y eso significa "pedir a los que tienen más ingresos que carguen con una parte mayor del fardo que los que tienen menos ingresos".
El silencio le ha acompañado incluso mientras recitaba el último folio de su discurso, casi siempre el clímax que eleva la temperatura ambiental.
Hasta que por fin ha acabado, con el lema del congreso: "Trabajemos juntos en el interés nacional". Entonces han aplaudido, sí, puestos en pie. Quizás porque por fin había acabado todo y ya podían volver a casa.
Fuente:El Pais de Madrid
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