Hete aquí una región, el Alto Karabaj, a la que durante años se le ha dicho que sus habitantes están de más en la tierra en la que crecieron, en la que nacieron y murieron sus antepasados. Un lugar en el que han echado raíces. Y entonces, una sombría mañana, una lluvia de cohetes cae sobre las escuelas, los hospitales y las iglesias de Khanabat, Kornidzor y, por supuesto, de Stepankert, la capital. Se contabilizan los muertos (son más de 1.000).