En los límites de un parque industrial en Quincy, al sur de Boston, pasando un lote de subastas de coches usados y una fábrica de quesos cerrada, hay una bodega plagada de cámaras de seguridad y llena de actividad. Hasta hace poco, la estructura de tabiques de hormigón albergaba a un florista al mayoreo, a un cortador de granito y a una imprenta de pantallas. Hoy, a un solo inquilino: Ermont, una operación de marihuana medicinal.