Hay jugadores que, en cuanto llegan a un club, enseguida se cosen el escudo en la piel, con hilo y aguja y como Johnny Rambo se zurcía las heridas en tiempos de guerra. Meten goles y prestos, se dejan adorar por la parroquia, besan la enseña del equipo y de paso, su propio ombligo. Así da inicio un reciente artículo del diario el Mundo de España referido al excelente deportista uruguayo Diego Forlán.
Al otro lado de la demagogia, hay futbolistas que no regalan gestos, que se defienden a sí mismos por encima de todo, siempre vistos con recelo por su afición porque no declaran lo que no sienten.
Profesionales intachables para algunos, ya que cumplen su cometido con nota; mercenarios para otros, porque no regalan los oídos a una parroquia ansiosa de mitos y declaraciones de amor.
El fútbol es una cosa rara y los futbolistas también. Y Diego Forlán no es una excepción.
El uruguayo es un tipo peculiar, malquerido en el Vicente Calderón. Su relación con la afición del Atlético de Madrid es tortuosa y los socios viven divididos en torno a su figura. Jamás un jugador que dio tanto fue tan recriminado por el sector integrista de la parroquia.
El uruguayo presenta una hoja de servicios inigualada en la historia del club.
Resumiendo: mejor jugador del reciente Mundial de Sudáfrica, Bota de Oro en 2009 con 32 goles y goleador insaciable que, entre otros, anotó los goles definitivos que dieron al Atlético la Europa League, ante Liverpool y Fulham.
Forlán declaró su amor al club con goles y con un despliegue físico terrible, a veces ganando partidos él solo.
Pero nunca salió a los medios y dijo a viva voz: "Amo al Atlético de Madrid por encima de todas las cosas". Y eso es algo que la afición, al menos el sector más pasional, no perdona.
El último capítulo ha ocurrido esta semana, a raíz de unas supuestas declaraciones de Diego Forlán en la que se decía aseguraba: "Si llegara una buena oferta, me iría del Atlético".
Unas palabras desmentidas posteriormente o mejor dicho matizadas por el propio jugador, quien asegura que sólo se iría si la oferta fuera irrechazable, tanto para él como para el club.
Enrique Cerezo también salía al quite: "Diego está contento y feliz en España, hace tiempo que ha renovado con nosotros y buscar tres pies al gato ahora no tiene sentido, no es bueno ni para el jugador ni para nadie, todo es mentira".
Los dirigentes rojiblancos tienen claro que Diego Forlán es un tipo peculiar, individualista, que no se implica en las actividades colectivas más allá de lo imprescindible. El portugués Simao es el único amigo que se le conoce en el vestuario.
Cuesta un mundo hacerle aparecer en las cenas del equipo. Y así sucesivamente.
Pero por el contrario, se le reconoce que jamás llegó tarde o borracho a un entrenamiento o nunca dejó de vaciarse en el terreno de juego o de jugar infiltrado si era preciso.
Se reconoce su profesionalidad al tiempo que se subraya que es un tipo que se defiende a sí mismo por encima de todo, y después, a quien le paga.
Pero un sector de la afición sigue sin perdonar esa frialdad emotiva del uruguayo y menos aún, que flirteara con el Real Madrid, por el que a punto estuvo de fichar hace dos veranos cuando Florentino ponía 36 millones de euros encima de la mesa.
Y a partir de ahí la relación se ha complicado hasta derivar en un amor regañado.
Si Forlán mete goles, perfecto, de hecho no son pocos los aficionados rojiblancos que mencionan el gol del 'cacha' al Liverpool como su momento de éxtasis futbolístico, por encima incluso del gol de Iniesta en la final del Mundial.
Pero en cuanto aparece un Forlán desacertado, nervioso o esquivo, se activa el sector más contestatario del Calderón.
El pasado año, al final, el delantero estalló y tras marcar ante el Athletic, se encaró a la grada al grito de: ¿Y ahora qué? ¡Chupádmela!.
El Vicente Calderón no es la ópera, tampoco presume de ello -en realidad nigún estadio es una ópera: ninguna afición canta a coro el 'Libiamo' de 'La traviata' con el marcador 0-0 en el minuto 20 de la segunda parte- y en el Manzanares se tiende a preferir la implicación demagógica de un Juanma López o un Cholo Simeone, a la estalactita emocional de tipos como Diego Forlán, por muchos goles que meta o por mucho talento que saque de la chistera.
Al regreso de los encuentros internacionales, el 'cacha' volverá al estadio de su equipo -que no de sus amores- para un nuevo veredicto parcial, ante el Getafe.
En principio, los dirigentes del Atlético piensan que terminará su contrato, que finaliza en 2013, si no ocurre nada raro. Pero ya se sabe que el fútbol es extraño.
Fuente:El Mundo
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