Iván Fedorov pasó seis días en un pequeño habitáculo dentro de la prisión local de Melitópol, escuchando cómo torturaban a otros detenidos y desconectado por completo del resto del mundo. Su obligación era salir ahí y reconocer la adhesión de su ciudad a la Federación Rusa, pero él no dejaba de negarse. Fedorov tuvo suerte. Su secuestro fue registrado por cámaras de seguridad, el presidente Zelenski denunció la maniobra inmediatamente e incluso un grupo de eurodiputados exigió a Rusia su liberación. Otros no tuvieron esa suerte y están muertos.