En Santa Catalina todos saben quién fue Sergio Lemos. Fue el que, cuando iba en su moto, normal, como cualquier joven de su barrio, la policía lo mató.Por algún motivo –porque había un pozo lleno de agua, o porque se asustó, o porque quiso evadir a la policía– Lemos aceleró después de que un agente gritara alto, alto, alto, tres veces.