Mientras el frío se impregnaba en los huesos y sus pies descalzos se ensuciaban en las calles de tierra del barrio El Dorado cercano a la ciudad de Progreso, Juanita Pérez, siendo una niña, saciaba su hambre con las frutas podridas que los feriantes desechaban. Ahora es directora de una escuela en Progreso (Canelones) y vestida con una túnica reluciente, sonríe para la foto que le toma El Observador en la escuela de la zona donde se crió. Sonríe con la alegría de sentirse como en su casa, porque ante la miseria de su realidad y la indiferencia de sus padres, el aula se convirtió en hogar. Con tiza en mano, frente a una pizarra y a metros de un busto de José Pedro Varela, lo explica mejor: “Soy una hija de la educación”.