Fue un acto lucido, cargado de pompa y boato militar, y probablemente ideado para impactar visualmente en los medios de comunicación occidentales. En enero pasado, el general Jalifa Haftar, cabecilla de una de las facciones enfrentadas en Libia, aterrizó a bordo de un helicópero en la cubierta del portaaviones 'Almirante Kuznetsov', que regresaba a Rusia tras haber participado en el asedio militar que propició la caída de los barrios rebeldes de Alepo a manos del régimen sirio.