La habitación de Rahaf Mohammed en su casa en Ha’il, una región de Arabia Saudí donde se enseña la versión wahabista del islam —en la que silbar, por ejemplo, está prohibido— tenía la ventana siempre cerrada y las cortinas corridas para que ningún hombre pudiera verla desde el exterior. “La luz del Sol jamás tocó las paredes de mi cuarto”, explica en su libro Rebelde (Península).