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miércoles, 24 de mayo de 2017

F. FAIG: EL PARTIDO NACIONAL HA QUEDADO ATADO A ARGUMENTOS DE PEQUEÑOS MONAGUILLOS QUE REPITEN COMO LOROS LA CONSIGNA CATOLICA DE MODA

En una columna de opinión, el periodista y docente universitario Francisco Faig fue muy duro en sus críticas al Partido Nacional por su continuo alineamiento tras las posiciones de la Iglesia Católica. El periodista y docente universitario Francisco Faig, militante del Partido Nacional, columnista habitual del diario El País, publicó una columna en La Democracia en la que es sumamente crítico con el partido, al que le recrimina su alineamiento tras posiciones de la Iglesia Católica y en particular del cardenal Sturla, sin tener en cuenta que son una colectividad política y que por tal condición deben representar a la ciudadanía y no a intereses o convicciones personales.

La reflexión del articulista viene a cuento del reciente debate sobre la correspondencia o no de instalar una figura de la Virgen María en la Rambla del Buceo, que fuera rechazada en votación en la Junta Departamental.

"Me interesa reflexionar sobre el vínculo entre Partido Nacional e Iglesia Católica, o para ser más específico, entre numerosos dirigentes del partido y [el] discurso de la Iglesia sobre los asuntos de sociedad y en particular sobre este tema de la Virgen en la rambla (aunque antes podría tomarse como ejemplo la argumentación de unos y otros sobre la despenalización del aborto o sobre el matrimonio entre homosexuales por ejemplo)", sostiene Faig, para afirmar a continuación que cuando se representante político se representa a la ciudadanía en una lógica política..

Para resaltar esto, y la separación entre el Estado y las doctrinas religiosas, Faig trae a cuento una anécdota de 1974, cuando en Francia se aprobó la ley de aborto. "Cuando en Francia en 1974 se legalizó el aborto, el presidente era católico. Recibió una carta de una autoridad católica que solicitaba que desde su condición de presidente- católico se opusiera a la ley. El presidente francés le respondió que él era católico sí, pero que Francia no era un Estado religioso y que él debía de actuar en tanto presidente de Francia y dejar de lado sus convicciones personales religiosas", dice.

El referente nacionalista criticó la "estupidez colectiva", que "a veces es tal, que con el paso del tiempo en vez de reivindicar la modernidad e inteligencia de la concepción laica del Uruguay que viene de 1919, en la que participó activamente el Partido Nacional, se termina alineado tras los argumentos de Sturla por ejemplo, que son los del activo Estado Vaticano y su religión católica".

Avisa Faig que "el Partido Nacional peligra así de quedar atado entonces a argumentos de pequeños monaguillos aplicados que repiten como loros la consigna religiosa católica de moda. Y es una doble tontería".

Es duro también al criticar la actitud de quienes privilegian su condición de católicos por encima de la de blancos y para qué fueron electos: "Es infame a esta altura de la modernidad de Occidente que el blanco y católico privilegie su dimensión de católico para pasar a ser representante político de la Iglesia Católica dentro de un partido, en vez de privilegiar la dimensión política que es la que le da la legitimidad de su elección como representante y dejar pues de lado su fe personal en las decisiones que toma en tanto representante del pueblo", afirma.

Sostiene que lo alejado del votante de esa postura quedó demostrado con la despenalización del aborto. "Con el tema de la despenalización del aborto, una buena cantidad de dirigentes blancos se embarcaron tras muchos de los miserables argumentos de la Iglesia Católica en este tema. Cuando llegó el momento de que los uruguayos (y los blancos) votaran, la contundencia de las urnas los dejó en menos del 10% del total, de forma de dejar en claro que no representaron a sus votantes sino que se encerraron en una perspectiva religiosa sectaria y muy minoritaria"

La columna completa

Empecemos por lo obvio que importa dejar claro de entrada: en Uruguay, no hay discriminación contra ninguna religión; cada uno es libre de profesar con tranquilidad la que le venga en gana; la instalación o no de una imagen de la Virgen María en la rambla no iba a cambiar absolutamente nada a la libertad de cultos que existe en el país.

De todo el tema de la Virgen que concitó cierta atención me interesa reflexionar sobre el vínculo entre Partido Nacional e Iglesia Católica, o para ser más específico, entre numerosos dirigentes del partido y discurso de la Iglesia sobre los asuntos de sociedad y en particular sobre este tema de la Virgen en la rambla (aunque antes podría tomarse como ejemplo la argumentación de unos y otros sobre la despenalización del aborto o sobre el matrimonio entre homosexuales por ejemplo).

Cuando uno es representante político lo que representa es a la ciudadanía en una lógica política. Es decir que los temas han de analizarse y resolverse privilegiando cuestiones que hacen a argumentos políticos en el sentido amplio, que hacen a la polis, a lo terrenal, a la convivencia del aquí y ahora y sus perspectivas futuras. Cuando uno hace política entonces, no debe privilegiar sus convicciones personales- religiosas como principal argumento político.

¿Por qué? Porque en la república vivimos con separación entre cuestiones religiosas y cuestiones políticas; porque lo político está al libre arbitrio de la construcción de los hombres y lo religioso por lo general está prefijado desde perspectivas dogmáticas; porque el Partido Nacional no tiene definición religiosa alguna sino que alberga en su seno gentes de distintos credos que participan y votan a ese partido ateniéndose a cuestiones políticas y no a principios y argumentos religiosos.

Dicho lo cual es claro que pueden coincidir las opiniones de un político con las de un sacerdote sobre temas de sociedad. Pero lo que no puede pasar es que los sacerdotes lideren cuestiones políticas y que los políticos definan sus argumentos como calcados de los que predican los sacerdotes.

Una anécdota viene a cuento, lejana. Cuando en Francia en 1974 se legalizó el aborto, el presidente era católico. Recibió una carta de una autoridad católica que solicitaba que desde su condición de presidente- católico se opusiera a la ley. El presidente francés le respondió que él era católico sí, pero que Francia no era un Estado religioso y que él debía de actuar en tanto presidente de Francia y dejar de lado sus convicciones personales religiosas.

El planteo del presidente francés hoy en día para mucho blanco parecería desacertado. Sin embargo, cuando se define la Constitución de 1919 que es la que da marco general a la laicidad abstencionista que es la nuestra desde aquel entonces, y que prescribe que el Estado nada tiene que apoyar a ninguna religión, entre quienes promovieron esa disposición hubo notorios blancos y católicos.

La estupidez colectiva a veces es tal, que con el paso del tiempo en vez de reivindicar la modernidad e inteligencia de la concepción laica del Uruguay que viene de 1919, en la que participó activamente el Partido Nacional, se termina alineado tras los argumentos de Sturla por ejemplo, que son los del activo Estado Vaticano y su religión católica. Se termina así defendiendo una especie de nueva laicidad, llamada "positiva", que lo que procura es hacer ganar espacio a la religión católica por doquier, y sobre todo allí donde la historia de la modernidad le ha hecho perder protagonismo, como es notoriamente el caso del Uruguay (¡por mérito también del Partido Nacional!).

El Partido Nacional peligra así de quedar atado entonces a argumentos de pequeños monaguillos aplicados que repiten como loros la consigna religiosa católica de moda. Y es una doble tontería. Primero, porque desde el punto de vista conceptual lo político debe correr por un lado y lo religioso por el otro. Es infame a esta altura de la modernidad de Occidente que el blanco y católico privilegie su dimensión de católico para pasar a ser representante político de la Iglesia Católica dentro de un partido, en vez de privilegiar la dimensión política que es la que le da la legitimidad de su elección como representante y dejar pues de lado su fe personal en las decisiones que toma en tanto representante del pueblo.

Segundo y más grave en una perspectiva práctica- electoral: es de una enorme miopía llevar adelante esta posición política, porque con ella el Partido Nacional no crece electoralmente. Por el contrario, centenares de miles de blancos votantes que no sienten ni tienen por qué sentir la religiosidad como la vive y siente el católico practicante, se ven de esta forma relegados, no representados, dejados de lado por un conjunto de dirigentes que prefieren sus convicciones religiosas a la obligación que impone la representación política.

Lo más triste es que todo esto ya lo vivimos y fue hace poco. Con el tema de la despenalización del aborto, una buena cantidad de dirigentes blancos se embarcaron tras muchos de los miserables argumentos de la Iglesia Católica en este tema. Cuando llegó el momento de que los uruguayos (y los blancos) votaran, la contundencia de las urnas los dejó en menos del 10% del total, de forma de dejar en claro que no representaron a sus votantes sino que se encerraron en una perspectiva religiosa sectaria y muy minoritaria.

No hay ningún problema en ser blanco y católico. El problema es que al momento de actuar en política se olvide el dirigente de ser blanco, y por tanto abstencionista en materia religiosa y respetuoso de la dimensión individual e íntima de estos asuntos que es propia de cada uno, y pase a ser antes que nada y sobre todo un católico que quiera imponer su convicción religiosa al resto de la sociedad.

Porque hay blancos protestantes, ateos, musulmanes, animistas, politeístas o tantas otras cosas; y porque muchos de ellos y muchos católicos además seguramente no estaban de acuerdo con que se instalara una Virgen en el buceo, los argumentos de los representantes blancos que estuvieran de acuerdo con esa instalación debían de ser argumentos políticos y propios. Debían al menos explicarnos a todos con argumentos políticos y que fueran discutidos con seriedad dentro del Partido Nacional, por qué es que el Partido Nacional debía abandonar su vieja tradición laica de 1919. Lo otro, lo que muchos hicieron que fue repetir y hacer propias las consignas de la Iglesia Católica vociferadas sobre todo por el Cardenal Sturla, fue una falta de respeto por la diversidad y por la historia del Partido Nacional.



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