Muchos usamericanos comparan la trascendencia del fallo en Obergefell versus Hodges, que reconoció en el nivel federal el derecho constitucional al matrimonio entre personas del mismo sexo, con la de Roe versus Wade, que reconoció el derecho al aborto. Algunos, como el arzobispo de Louisville, Kentucky, y presidente de la Conferencia Estadounidense de Obispos Católicos, lo hacen para demolerlo.
"Más allá de lo que pueda declarar una mayoría estrecha de la Corte Suprema en este momento de la historia, la naturaleza del ser humano y del matrimonio permanece sin cambio, e imposible de cambiar", declaró monseñor Joseph E. Kurtz. "Así como Roe versus Wade no resolvió la cuestión del aborto hace cuarenta años, Obergefell versus Hodges no resuelve la cuestión del matrimonio hoy. Ninguna de esas decisiones se enraízan en la verdad, y como resultado ambas terminarán por fracasar."
A tres meses de la visita oficial del Papa Francisco (quien en enero dijo en Filipinas: "La familia está amenazada por los esfuerzos crecientes de algunos por definir la institución del matrimonio"), monseñor Kurtz fue más allá: "Hoy la Corte se equivoca otra vez. Es profundamente inmoral e injusto que el gobierno declare que dos personas del mismo sexo pueden constituir un matrimonio".
Sin embargo, en Estados Unidos de América, donde el catolicismo no es una religión mayoritaria (existen 446 obispos, activos y retirados y funcionan 195 diócesis y arquidiócesis para unos 70 millones de creyentes, en una población mayormente protestante y evangélica), otras voces resuenan dentro del mismo espectro.
El cardenal de Boston, Sean O'Malley —uno de los consejeros distinguidos del Papa Francisco— dijo que lo entristecía la decisión de la Corte Suprema, pero el padre jesuita James Martin escribió en su muro de Facebook al conocerse el fallo: "La Iglesia Católica debe hacer un trabajo mucho mejor para enseñar lo que dice el catecismo: que deberíamos tratar a nuestros hermanos y hermanas GLBT con 'respeto, sensibilidad y compasión'; pero Dios quiere más. Dios quiere que amemos".
Para 6 de cada 10 usamericanos, la decisión del Tribunal Superior fue una noticia extraordinaria: un logro mayúsculo tras una lucha por reparar una situación anómala que afecta a la comunidad GLBT y sus hijos. El fallo —más reñido que el de Roe versus Wade: 5-4 contra 7-2— se acomoda a un clima social que apoya el matrimonio entre personas del mismo sexo: según una encuesta del Pew Research Center de mayo pasado, el 57 % está a favor, un aumento desde el 36 % que apoyaba este contrato en 2005 y un 27 % que lo aprobaba en 1996.
Para el presidente Barack Obama, que 3 años atrás se manifestó por primera vez a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo, fue un hecho histórico: "Hemos hecho nuestra unión un poco más perfecta".
Para los religiosos en general fue una afrenta a la Constitución y a sus credos, basadas en lo que consideran una cierta demagogia de la Corte Suprema. Sobre este punto, The New York Times señaló que "las encuestas indican que la mayoría de los estadounidenses aprueban el matrimonio entre personas del mismo sexo". El tema de la afrenta es menos argumentable: la admisión del derecho no obliga a las iglesias a celebrar matrimonios que escapen a su definición de esa institución.
Y para los católicos en particular es un tema delicado a 3 meses de la visita del Papa Francisco, quien participará del encuentro en Filadelfia sobre —tan luego— la familia. Un día antes de que se conociera el fallo, el Servicio de Información del Vaticano anunció que se había celebrado la Presentación del VIII Encuentro Mundial de las Familias que se celebrará en Filadelfia del 22 al 27 septiembre sobre el tema: "El amor es nuestra misión: La familia plenamente viva".
El problema es que, en el siglo XXI, se discute de qué se habla cuando se habla de familia. Porque como indicó otra medición del Pew Research Center, en los Estados Unidos los jóvenes (la generación de los Millennials) apoyan el matrimonio entre personas del mismo sexo en un 73 % y las personas sin religión en un 85 %, mientras que los católicos lo apoyan en una cifra menor, pero aún importante: 56 %.
El pasado 26 de junio la Corte Suprema de los Estados Unidos de América afirmó la legalidad del matrimonio entre personas del mismo sexo, y se sumó a los 20 países en 5 continentes que reconocen ese contrato entre dos adultos libres, entre ellos Irlanda, de profunda raíz católica. Doce años antes, en uno de los 14 estados que no permitían esa unión —Texas— las relaciones sexuales de gays y lesbianas y el conjunto de género GLBT, eran un crimen según la ley.
La opinión pública cambió velozmente en estas cuestiones que tienen que ver con la intimidad pero también con derechos como los beneficios impositivos, el acceso a la salud o la paternidad. Y así fueron cambiando las leyes, con excepción de esos catorce estados del Sur y el Oeste Medio (Georgia, Ohio, Texas, Arkansas, Michigan, Nebraska, Alabama, Kentucky, Louisiana, Missisipi, la mayor parte de Missouri, Dakota del Norte, Dakota del Sur y Tennessee), conservadores y/o atrasados en la economía y aspectos sociales básicos como el racismo.
Algunos de ellos anunciaron que acatarían la decisión. Excepto Louisiana, Missisipi y Texas, que desafiarán al máximo tribunal con todos los recursos legales y burocráticos a mano.
En Louisiana, por ejemplo, el fiscal general Buddy Caldwell declaró que el texto de la Corte Suprema no indica que su aplicación sea inmediata.
El juez Anthony Kennedy escribió el texto que aprobaron 5 de los 9 jueces (Ruth Bader Ginsburg, Stephen Breyer, Sonia Sotomayor y Elena Kagan).
"Ninguna unión es más profunda que el matrimonio, porque contiene los ideales superiores del amor, la fidelidad, la devoción, el sacrificio y la familia", escribió Kennedy. La esperanza de la comunidad GLBT es "no ser condenados a vivir en soledad, excluidos de una de las instituciones más antiguas de la civilización. Piden dignidad igualitaria ante los ojos de la ley. La Constitución les garantiza ese derecho".
Antonin Scalia fue la voz cantante de la minoría (que compuso con John Roberts, Clarence Thomas y Samuel Alito): "El meollo de la decisión de hoy no me resulta de importancia personal inmensa. Pero lo que realmente deja estupefacto es la arrogancia que refleja el golpe judicial de hoy".
Kennedy escribió también: "El derecho de las parejas del mismo sexo a casarse es parte de la libertad que promete la Catorceava Enmienda". Roberts le respondió: "Celebren la oportunidad de una nueva manifestación de compromiso a una pareja. Celebren la disponibilidad de nuevos beneficios. Pero no celebren la Constitución. No tiene nada que ver".
Scalia dio una respuesta sardónica a una de las frases más emotivas de Kennedy: "La naturaleza del matrimonio consiste en que, mediante su lazo duradero, dos personas juntas pueden encontrar otras libertades, como la expresión, la intimidad y la espiritualidad. Esto es verdadero para todas las personas, cualquiera sea su orientación sexual". Dijo el juez que votó en contra: "La Corte Suprema de los Estados Unidos ha descendido desde el razonamiento legal disciplinado de John Marshall y Joseph Story a los aforismos místicos de la galletita de la suerte".
El 52 % de los usamericanos GLBT solteros dicen que les gustaría casarse, según una encuesta del Pew Research Center; el 15 % prefiere mantenerse alejado del contrato, pero la tercera parte (33 %) no sabe si quiere o no quiere.
Sobre esa realidad, DignityUSA, la organización de católicos GLBT, celebró la decisión de la Corte Suprema. Su directora ejecutiva, Marianne Duddy-Burke, dijo: "Como católicos, festejamos el incremento de justicia que conlleva esta decisión. Nos alegramos con todas las parejas y familias que podrán acceder a las protecciones legales que el matrimonio les brindará".
Además de reconocer la importancia de que la Corte Suprema no discriminara una forma de amor de otra, Duddy-Burke destacó: "Los católicos hemos estado en la vanguardia de los esfuerzos para ganar la igualdad matrimonial durante más de una década. Nuestro compromiso con los valores del amor, la inclusión, la familia y la justicia han inspirado a millones de católicos —tanto heterosexuales como GLBT— para trabajar por este día, aun cuando algunos líderes de nuestra Iglesia nos han enseñado a luchar contra esto. Es maravilloso ver hoy la afirmación de los valores verdaderos de nuestra fe y nuestro país".
Christopher Hale, director ejecutivo de Católicos Aliados por el Bien Común y co-fundador de Millennial, escribió en Time: "La Iglesia se opone al matrimonio homosexual, y es probable que eso no cambie bajo el Papa Francisco, el alborotador. Pero también debemos reconocer que este momento es de una gran alegría para muchos católicos, homosexuales y heterosexuales.
En la historia reciente, muchos católicos destacados han dicho que han escuchado la voz de Jesús, que les dice que el amor entre dos personas del mismo sexo no es pecaminoso sino sagrado, santificado y bendecido".
Tras señalar que "Dios tiene una opción preferencial por los pobres y una inclinación por los excluidos", Hale definió: "Debemos ser una Iglesia que escucha antes de hablar. El año pasado el Papa Francisco dijo: 'Debemos prestar oídos al latido de esta era y detectar el rastro de la gente de hoy, para impregnarnos de sus alegrías y sus esperanzas, sus penas y sus angustias".
El Papa, y los estadounidenses católicos y no católicos, saben que la gente de menos de 50 años han crecido asistiendo a la desestigmatización de las parejas del mismo sexo, al menos en la ciencia, los medios y la política. Para ellos, un mensaje opuesto significa —en este país donde el Vaticano es un estado respetado, pero no aglomera a la mayoría religiosa— una contradicción insalvable, cuando no intolerancia o prejuicio.
Russell Shaw, columnista de la web católica Our Sunday Visitor, llamó al dictamen de la Corte Suprema "el descubrimiento de un derecho constitucional antes desconocido al matrimonio entre personas del mismo sexo". Más interesante, meses atrás habló del escenario que el Papa Francisco se encontraría al llegar a los Estados Unidos a fines de septiembre:
"¿Debería el Papa decir algo sobre estos temas de alto voltaje? Dadas las circunstancias, ¿cómo podría evitarlo responsablemente? Pero si dice algo, ¿qué debería ser?".
Una situación de conflicto intensificado —en parte por la negación de la doctrina católica, en parte por el riesgo de que quienes se manifiesten activamente contra el matrimonio entre personas del mismo sexo enfrenten cargos de prejuicio— es la que Francisco encontrará al llegar a los Estados Unidos, advirtió Shaw, en un viaje que despierta gran atención de medios y personas. "Es difícilmente probable que este pontífice sin pelos en la lengua pueda evitar decir algo sobre lo que sucede, aún si quisiera hacerlo",
Francisco —ubicó Shaw— ha hablado contra el matrimonio entre personas del mismo sexo y a favor de la libertad religiosa, "pero su viaje a los Estados Unidos sucede apenas días antes de que se sumerja en un sínodo mundial de obispos en Roma, en el cual uno de los principales temas de debate parece ser si y cómo la Iglesia extenderá nuevos gestos amistosos hacia los homosexuales".
El fallo de la Corte Suprema de los Estados Unidos ha recibido las previsibles críticas de los católicos con puestos de poder: monseñor Kurtz recordó que "el único significado del matrimonio es la unión de un hombre y una mujer, y otros obispos, como Thomas J. Tobin, de la diócesis de Providence, Rhode Island, han dicho que miles de tribunales pueden avalar el matrimonio entre personas de un mismo sexo, pero seguirá siendo "moralmente equivocado" y "un revés al plan divino para la familia humana".
Sin embargo, como cabeza del estado del Vaticano, cuando Francisco llegue a los Estados Unidos de América encontrará un panorama de la fe católica mucho más heterogéneo que en Filipinas —o su América Latina de origen, por caso— y la gran incógnita de hoy es cómo abordará esa complejidad.
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