La escolar paquistaní Malala Yousafzai recrea en su autobiografía, aparecida este martes, el momento en que un talibán intento matarla con un disparo en la cabeza por defender la educación de las niñas.
Co-escrita por la periodista británica Christina Lamb, “I Am Malala: The Girl Who Stood Up for Education and was Shot by the Taliban” (“Soy Malala: la niña que se alzó por la educación y fue disparada por los talibanes”), detalla el terror que sintió la niña, ahora de 16 años, cuando dos hombres subieron a un autobús el 9 de octubre de 2012 y uno de ellos le disparó en la cabeza.
“Mis amigos dicen que disparó tres tiros, uno tras otro”, escribió Malala, que suena como una de las favoritas para recibir el premio Nobel de la paz este viernes.
“Cuando llegamos al hospital, mi pelo largo y el regazo de Moniba (una compañera de clase) estaban llenos de sangre”.
El libro describe el brutal dominio de los talibanes en el paquistaní valle de Swat, en el noroeste, a mediados de los 2000; su aspiración a entrar algún día en política e incluso el breve coqueteo de su padre con el fundamentalismo islámico cuando era joven.
Malala vive ahora en Birmingham, la segunda ciudad de Inglaterra, adonde fue trasladada para ser tratada, y en el libro narra la nostalgia de su país y sus dificultades para integrarse en la vida inglesa.
Además, se confiesa fanática del joven cantante canadiense Justin Bieber y de la serie literaria y cinematográfica de vampiros “Twilight” (“Crepúsculo”).
Malala se convirtió en una figura pública al defender el derecho de las niñas a la educación después de que los talibanes se hicieran con el control de Swat en 2007, prohibiéndoles ir a la escuela y llegando a bombardear colegios.
En la obra describe cómo recibió amenazas de muerte antes de los atentados. “Por la noche esperaba a que todos se durmieran”, escribe. “Entonces revisaba cada puerta y ventana”.
“No sé porqué, pero oír que era un objetivo no me preocupaba. Me parecía que todo el mundo sabe que morirá un día”.
“Así que tenía que hacer lo que quisiera”.
Malala narra los castigos públicos de los talibanes, su prohibición de la televisión, el baile y la música, y la decisión de la familia de huir del valle con casi un millón de personas en 2009, en plenos combates entre los islamistas y el ejército paquistaní.
Más tarde recuerda la batalla librada por los cirujanos para salvarle la vida y el miedo que le invadió al despertar en un hospital a miles de kilómetros de su casa.
La niña alaba a su padre Ziauddin Yousafzai, por poner en marcha su propia escuela y por arriesgar su vida criticando a los talibanes, y rechaza airadamente las críticas que lo describen como “un padre de una campeona de tenis”, según la descripción de la hija.
Malala explica que su padre consideró sumarse a la yihad contra los soviéticos que invadieron Afganistán en 1979 y es consciente de que ella, como su padre, son muy criticados en su país porque los consideran instrumentos de Occidente.
Malala narra su sorpresa al ver a hombres y mujeres juntos en cafés y tiendas de Birmingham. Le está costando hacer amigos y habla a menudo con sus amigas del Swat usando Skype.
Cita como inspiración a Benazir Bhutto, la ex primera ministra paquistaní asesinada, y afirma su determinación de volver algún día a su país y convertirse en política.
“Me salvé por una razón: para usar mi vida ayudando a la gente”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario