70 patriotas saharauis, de los 163 detenidos, ingresó la pasada semana por la noche, en las mazmorras de la tristemente célebre Cárcel Negra de El Aaiún, según un comunicado de la fiscalía marroquí. Entre ellos está Mohamed Bourial, el que era de facto el líder del campamento de protesta de Agdaym Izik, erigido en las afueras de la capital de la República Saharauí y desmantelado por las milicias ocupantes marroquíes. Los cargos son del mismo estilo y argumento, que los que usaban las tropas nazis cuando ocupaban a los países vecinos a Alemania. En Uruguay esto se vivió a principios del siglo XIX, cuando la ocupación de las tropas portuguesas
En total la fiscalía presentó al juez instructor a 77 saharauis, pero éste dejó en libertad sin cargos a siete. Imputó a otros 70, por los presuntos delitos cometidos pero no todos serán juzgados por la misma jurisdicción. Seis han sido presentados ante la justicia militar y entre ellos figura Mohamed Bourial.
Hasta ahora desconocido, Bourial fue adquiriendo peso en el comité que dirigía el campamento. En la madrugada del 8 de noviembre, cuando las fuerzas marroquíes parecían preparar el asalto, la joven guardia saharaui quiso anticiparse al ataque y pillar por sorpresa a los antidisturbios. Bourial se lo impidió alegando que su movimiento era pacífico y ellos acataron sus órdenes.
Junto con Bourial también deberá responder de los cargos de "constitución de banda criminal para perpetrar actos criminales contra las personas, participación en secuestros y torturas (...)", Naama Asfari, un intelectual saharaui casado con una francesa y residente en París que decidió apoyar la protesta y se trasladó a Agdaym Izik.
Si Bourial, Asfari y otros cuatro inculpados son finalmente juzgados por un tribunal militar, será la primera vez que esto suceda durante el reinado de Mohamed VI.
En octubre de 2009 siete activistas saharauis que regresaban de un viaje a Argel y a los campamentos de refugiados de Tinduf fueron detenidos en Casablanca y presentados ante un tribunal militar, pero éste se declaró incompetente y ahora están siendo juzgados por una corte penal civil.
De los otros 64 saharauis que ingresaron en la cárcel la mayoría (54) fueron apresados en el campamento y en los posteriores disturbios en El Aaiún mientras que otros diez lo fueron durante los enfrentamientos con las fuerzas del orden en el puerto situado a 25 kilómetros de la capital. Se las acusa de perpetrar "actos vandálicos" y de "desobediencia y violencia contra funcionarios".
El Ministerio del Interior marroquí indicó a mediados de semana que 163 personas habían sido detenidas de las que, según la fiscalía, 70 están ya en la saturada Cárcel Negra y otras siete en libertad.
Queda por tanto pendiente la suerte de otros 86 detenidos. En los círculos independentistas de la capital del Sáhara se asegura que el número de desaparecidos o detenidos es mucho más elevado que el indicado por los marroquíes.
La policía marroquí sigue practicando registros buscando a los supuestos responsables de la revuelta y de los activistas extranjeros que la apoyaron.
Saharauis: cómo mantener la dignidad en el infierno
por Paco Nadal
Hace unos años tuve la oportunidad de visitar los campos de refugiados saharauis en Tinduf. Acompañaba a una ONG asturiana formada por profesores para escribir un reportaje sobre las actividades que estaban llevando a cabo en varias escuelas de los campamentos.
Era una de esas mini-ONG, con más voluntad que medios, cuya totalidad de afiliados cabía en un taxi. Habían conseguido que un ayuntamiento de una de las principales ciudades asturianas les donara un autobús urbano, viejo y descatalogado y con él, viajando por carretera, pretendíamos llegar hasta Tinduf para entregarlo a las autoridades saharauis.
Pero el autobús era tan, tan viejo, que gastaba más aceite que gasoil y se rompía cada 100 kilómetros (me pregunté muchas veces por la hipocresía de las administraciones públicas que donan chatarra o humo, inservible luego para el fin buscado, pero que contribuye a engordar listados de ayuda solidaria en los informes anuales y a lavar así sus conciencias; pero esa es otra historia).
El caso el que el vehículo murió definitivamente en un punto intermedio del desierto argelino y nosotros tuvimos que refugiarnos dos días con una guarnición del ejército de ese país hasta que un par de Land-Rover del Polisario vinieron a buscarnos y con ellos, pero sin la ayuda solidaria, llegamos a Tinduf, donde los miembros de la ONG iban a desarrollar un programa de cooperación en escuelas durante un mes.
El primer sentimiento que te asalta al llegar a los campamentos es el horror. El horror de pensar que hay seres humanos obligados a vivir desde hace 35 años en un pedregal calcinado y desértico. La hamada, la zona más dura, inhóspita y estéril del desierto del Sahara. Un infierno donde nadie querría pasar más de 24 horas.
Luego otra palabra te sustituye a la anterior: dignidad. La dignidad de un pueblo para organizarse en semejantes circunstancias.
Aunque no es una Arcadia feliz y existen desigualdades sociales y problemas internos, los saharauis han logrado instalar granjas de pollos, servicios médicos, un sistema de distribución de los alimentos de la ayuda internacional, hospitales, escuelas, oftalmólogos, pequeños negocios de comestibles y tabaco y transporte público en un paisaje lunar donde nada levanta más de un palmo de la calcinada tierra. Un ejemplo de supervivencia en la nada más absoluta.
Marruecos lamentablemente está en manos de una monarquía absolutista y medieval. Ya se que por desgracia la realpolitik juega a su favor.
Pero ¿qué cantidad de veneno estamos obligados a tragar con tal de no irritar a una dictadura, por muy vecina y estratégica para nuestros intereses que sea?
Fuente:El País de Madrid
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