La nueva legislación es vista como una consagración de la discriminación por parte de la izquierda, los ciudadanos árabes de origen palestino (20 % de los 8,7 millones de israelíes), drusos (2 %), cristianos (2 %) y pequeños colectivos como los circasianos (caucásicos).
“Venimos desde la región del Carmelo [norte de Israel] para defender nuestra identidad drusa y el derecho a ser iguales. No queremos ser ciudadanos de segunda clase”, advertía Kian Kiwa, un ingeniero de 41 años, junto a su familia. La bandera multicolor de esta comunidad iluminaba la fachada de la sede del Ayuntamiento de Tel Aviv, que preside la plaza que lleva el nombre del primer ministro asesinado en ese mismo lugar en 1995.
Los más de 130.000 drusos de Israel, minoría étnica y religiosa que se extiende también por Líbano y Siria, han protagonizado en gran medida la movilización al considerarse relegados después de haberse sentido integrados en el Estado hebreo —en cuyo Ejército sus hombres se alistan— desde su fundación hace ahora 70 años. Tres oficiales drusos han presentado ya la dimisión ante el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas en rechazo a la norma.
Caracterizada tanto por su lealtad al país en el que se asientan como por el secretismo de sus ritos de culto, anclados en la reencarnación, la comunidad drusa israelí estuvo representada en la tribuna de oradores de la masiva concentración de protesta por el jeque Muafak Tarif. El máximo líder espiritual druso apeló a la unidad frente a “una ley que pone en peligro la plena igualdad de una parte de los ciudadanos”.
Rafi Maan, de 67 años y profesor universitario de Comunicación, reconocía que había venido a expresar su solidaridad como judío con las minorías amenazadas de quedar legalmente relegadas. "Las protestas actuales tienen la misma entidad que la movilización social de 2011", aseguraba.
El jefe del Gobierno, Benjamín Netanyahu, se enfrentó el jueves en público con el prestigioso general (r) druso Amal Asaad, a quien acusó de haber defendido en Facebook que la nueva legislación ha introducido el apartheid en Israel y lo ha convertido en un “Estado racista”.
Los más de 130.000 drusos de Israel, minoría étnica y religiosa que se extiende también por Líbano y Siria, han protagonizado en gran medida la movilización al considerarse relegados después de haberse sentido integrados en el Estado hebreo —en cuyo Ejército sus hombres se alistan— desde su fundación hace ahora 70 años. Tres oficiales drusos han presentado ya la dimisión ante el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas en rechazo a la norma.
Caracterizada tanto por su lealtad al país en el que se asientan como por el secretismo de sus ritos de culto, anclados en la reencarnación, la comunidad drusa israelí estuvo representada en la tribuna de oradores de la masiva concentración de protesta por el jeque Muafak Tarif. El máximo líder espiritual druso apeló a la unidad frente a “una ley que pone en peligro la plena igualdad de una parte de los ciudadanos”.
Rafi Maan, de 67 años y profesor universitario de Comunicación, reconocía que había venido a expresar su solidaridad como judío con las minorías amenazadas de quedar legalmente relegadas. "Las protestas actuales tienen la misma entidad que la movilización social de 2011", aseguraba.
El jefe del Gobierno, Benjamín Netanyahu, se enfrentó el jueves en público con el prestigioso general (r) druso Amal Asaad, a quien acusó de haber defendido en Facebook que la nueva legislación ha introducido el apartheid en Israel y lo ha convertido en un “Estado racista”.
El incidente forzó la ruptura de una reunión entre miembros del Gobierno y representantes drusos para negociar un estatuto legal especial de esta comunidad étnica y religiosa.
En la tribuna situada al pie de la sede del Ayuntamiento de la capital económica y cultural de Israel se encontraban también los antiguos jefes del Shin Bet (servicio interior de seguridad del Estado) Yuval Diskin y Ami Ayalon y el ex director del Mosad (espionaje exterior) Tamir Pardo, junto al alcalde de Tel Aviv, el veterano laborista Ron Huldai, y la popular presentadora de televisión Lucy Aharish, miembro de la minoría árabe israelí, cuya lengua materna —que también es la de los drusos— ha dejado de ser cooficial con la nueva legislación.
“Esta ley abre la puerta a la discriminación”, aseguraba en medio del gentío el piloto de la compañía aérea El-Al Asahf, de 45 años, quien prefirió no facilitar su apellido. “Los intereses electorales de Netanyahu han desatado una movilización de una magnitud que no se recuerda desde las protestas sociales de 2011 en Tel Aviv”, apostillaba, rodeado por su esposa y sus dos hijos pequeños.
Recursos ante el Supremo
“La ley de Estado nación es la peor que se ha aprobado en los 70 años de historia de Israel”, proclamó esta semana ante la prensa en Jerusalén el diputado de centro-izquierda Saleh Saad, uno de los tres parlamentarios drusos que han recurrido la norma al Tribunal Supremo. El Partido Meretz, de la izquierda pacifista, también ha instado su completa derogación ante la justicia.
Con el voto a favor de 62 de los 120 escaños, la Kneset sancionó el pasado 19 de julio que el derecho a la autodeterminación en Israel pasa a estar reservado en exclusiva al pueblo judío. El reconocimiento de la igualdad entre todos los ciudadanos proclamada en la declaración de independencia de 1948 está ahora ausente en la nueva ley fundamental del Estado.
En la tribuna situada al pie de la sede del Ayuntamiento de la capital económica y cultural de Israel se encontraban también los antiguos jefes del Shin Bet (servicio interior de seguridad del Estado) Yuval Diskin y Ami Ayalon y el ex director del Mosad (espionaje exterior) Tamir Pardo, junto al alcalde de Tel Aviv, el veterano laborista Ron Huldai, y la popular presentadora de televisión Lucy Aharish, miembro de la minoría árabe israelí, cuya lengua materna —que también es la de los drusos— ha dejado de ser cooficial con la nueva legislación.
“Esta ley abre la puerta a la discriminación”, aseguraba en medio del gentío el piloto de la compañía aérea El-Al Asahf, de 45 años, quien prefirió no facilitar su apellido. “Los intereses electorales de Netanyahu han desatado una movilización de una magnitud que no se recuerda desde las protestas sociales de 2011 en Tel Aviv”, apostillaba, rodeado por su esposa y sus dos hijos pequeños.
Recursos ante el Supremo
“La ley de Estado nación es la peor que se ha aprobado en los 70 años de historia de Israel”, proclamó esta semana ante la prensa en Jerusalén el diputado de centro-izquierda Saleh Saad, uno de los tres parlamentarios drusos que han recurrido la norma al Tribunal Supremo. El Partido Meretz, de la izquierda pacifista, también ha instado su completa derogación ante la justicia.
Con el voto a favor de 62 de los 120 escaños, la Kneset sancionó el pasado 19 de julio que el derecho a la autodeterminación en Israel pasa a estar reservado en exclusiva al pueblo judío. El reconocimiento de la igualdad entre todos los ciudadanos proclamada en la declaración de independencia de 1948 está ahora ausente en la nueva ley fundamental del Estado.
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