Una vez fuera, le comentó que sentía la necesidad de hacer valer los “estándares” del restaurante, como “honestidad, compasión y cooperación” y que, por ese motivo, le pedía por favor que se marchara del local. Sanders, según la versión que ha dado la restauradora al diario The Washington Post, lo aceptó con cordialidad. Ella y sus acompañantes se marcharon. El restaurante les comunicó que no tenían que pagar.
El altercado revela la enorme polarización política en Estados Unidos de América en el año y medio de presidencia de Trump. Y ocurrió solo tres días después de que la secretaria de Seguridad Interior, Kirstjen Nielsen, fuera abucheada por un pequeño grupo de manifestantes en un restaurante de Washington a raíz de la polémica política, que fue derogada el miércoles, de separar a padres e hijos inmigrantes tras cruzar ilegalmente la frontera desde México.
Sanders confirmó este sábado el incidente en Lexington. Dijo que se la invitó a marchar “porque trabaja” para el presidente y que se fue “educadamente”. “Sus acciones dicen mucho más sobre ella que sobre mí. Siempre hago lo mejor que puedo para tratar respetuosamente a la gente, incluyendo a aquellos con los que no estoy de acuerdo, y continuaré haciéndolo”, escribió en su cuenta de Twitter en alusión a la propietaria del restaurante.
“Este parece el momento en nuestra democracia en que la gente tiene que tomar acciones incómodas y defender su moral”, justificó Wilkinson este sábado en declaraciones al Post. Aseguró que no suele ser partidaria de la confrontación, pero que, en su decisión, pesó el hecho de que Sanders trabaja para una Administración que considera “inhumana y sin ética”. Y, pese a la polvoreda levantada, asegura que habría actuado de la misma manera: “Habría hecho lo mismo otra vez. Simplemente sentimos que hay momentos en que la gente tiene que vivir por sus convicciones. Este pareció ser uno de ellos”.
La propietaria contó al diario que alrededor de las 8 de la noche del viernes recibió una llamada del chef del restaurante explicándole que Sanders estaba en el pequeño establecimiento, que tiene capacidad para 26 personas. Le contó que los trabajadores “estaban un poco preocupados” y que querían saber qué debían hacer. Ella le respondió que se iba a desplazar al restaurante.
Una vez allí, les comunicó: “Decidme qué queréis que haga. Le puedo pedir que se marche”, dijo. Y la respuesta fue: “Dijeron que sí”. Entonces, decidió acercarse a la mesa de Sanders. Uno de los motivos subyacentes, explicó, es que varios de sus trabajadores son homosexuales y sentían que el Gobierno de Trump ha sido intolerante con el colectivo LGTB con decisiones como el veto a transgéneros en el Ejército.
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