Durante casi 31 años, el cuerpo desfigurado de una niña hallada muerta, con signos de extrema violencia, en una zanja al borde de la autopista A10 a la altura de Blois, en el centro de Francia, no tuvo nombre. Ni justicia. Sin una sola pista acerca de su identidad o de la de sus asesinos, el caso de la que pasó a conocerse como “la pequeña mártir de la A10” se convirtió en uno de los grandes misterios judiciales del país. Hasta ahora en que gracias a una prueba fortuita de ADN, sus padres y presuntos responsables de su muerte han sido hallados y puestos en manos de la justicia. Se trata, según ha confirmado la fiscalía de Blois este jueves, de dos sexagenarios de origen marroquí.
De lo poco que pudieron establecer los forenses al analizar el cuerpo de la pequeña hallado por dos agentes de mantenimiento de la autopista el 11 de agosto de 1987, era que la niña, cuyo cuerpo había sido tirado envuelto en una manta a la zanja, tenía entre tres y cinco años y había sido víctima de maltratos desde hacía mucho tiempo. Su cadáver presentaba señales de quemaduras de plancha, fracturas mal curadas y cicatrices de mordeduras humanas realizadas por una mujer, según los expertos. El juez de instrucción de Blois encargado del expediente llegó a considerar que se trataba “prácticamente de un caso de antropofagia con eliminación de carne”, recuerda la Agencia France Presse. No hubo una causa única de su muerte, sino que la niña habría muerto a raíz de los largos maltratos que padeció durante su corta vida, según el diario Le Parisien.
Las autoridades francesas realizaron un despliegue inédito hasta entonces para intentar averiguar la identidad de la víctima y cualquier pista sobre los responsables de su muerte. Visitaron casi 65.000 escuelas e interrogaron a 6.000 médicos y auxiliares de escuelas infantiles, en un intento de intentar identificar a la niña. Se envió un aviso a más de 30 países y los carteles con su fotografía junto con los pocos datos que se tenían de ella —que medía 95 centímetros, pesaba 20 kilos, tenía el pelo castaño y ondulado y los ojos marrones, que podía ser de origen magrebí— fueron colgados en todos los espacios públicos del país.
Sin éxito. Nadie denunció su desaparición ni reclamó su cuerpo, nadie dijo conocerla y su cuerpo fue enterrado en un cementerio cerca del famoso castillo de Chambord bajo una tumba blanca acompañada de varias estatuillas de ángeles y una breve inscripción: “A la memoria de la pequeña desconocida de la A10”. Diez años más tarde, en octubre de 1997, la justicia acabó sobreseyendo el caso, en vista de la ausencia total de pistas. Pero seis meses de que el caso prescribiera oficialmente, en 2007, el fiscal de Blois, Frédéric Chevallier, decidió reabrirlo e introdujo en el fichero nacional la muestra de ADN que había sido tomada de la manta en la que había aparecido envuelta la pequeña. Ese gesto acabaría abriendo la llave del misterio, pero todavía habría que esperar más de una década. En 2012, se lanzó un nuevo llamamiento a posibles testigos, bajo la —vana y finalmente frustrada— esperanza de que alguien relacionado con el caso y cargado de remordimientos se atreviera a dar por fin el paso que no había dado años atrás y revelara al menos la identidad de la pequeña. Pero el caso siguió siendo un enigma.
En 2016, un hombre fue detenido por un caso de violencia. Se tomó su ADN y también fue introducido en el fichero nacional. El año pasado, se realizó un nuevo cotejo —el primero, infructuoso, había sido en 2008— del ADN de la niña. Y, de pronto, apareció una coincidencia con la muestra del hombre detenido un año atrás. La investigación concluyó que se trataba de su hermano. Siguiendo esta pista, los agentes llegaron hasta sus padres, una pareja de origen marroquí que llevaba separada desde 2010. La policía comprobó que tenían registrados siete hijos, pero que uno de ellos, una niña, Ynass, nacida en 1983, no había vuelto a ser censada desde hacía décadas.
Los padres fueron arrestados el martes y este jueves comparecieron ante un juez de instrucción, que ha ordenado su detención preventiva. En rueda de prensa, el fiscal Chevallier explicó que los padres han dado versiones diferentes de lo sucedido. El padre, de 66 años, "dijo que vivió un infierno con su esposa, que ella era violenta con él y con las tres hijas que tenían, que él vivía dominado por su mujer y que un día, cuando entró a casa, se encontró con el cuerpo sin vida de la niña". Metió a toda la familia en el coche rumbo a Marruecos y, "temprano en la mañana" del 11 de agosto de 1987, dejó "abandonada en la autopista" a su hija muerta. La madre, de 64 años y que siempre hizo creer que su hija desaparecida de pronto vivía en Marruecos con familiares, ha variado en los últimos días su versión, según el fiscal. Si bien primero mantuvo que su hija seguía viva, tal como contó durante casi 31 años a sus conocidos, ante el juez acabó reconociendo que su hija había fallecido, pero si bien admitió que "podría haber sido violenta con Ynass", rechazó ser la responsable de su muerte. Ambos han sido imputados por cargos de muerte, ocultación de cadáver y violencia contra un menor de menos de 15 años.
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