Pero el profundo reconocimiento no llegó solo de los suyos.
Las condolencias que llovieron la tarde el viernes desde los despachos
de los políticos alemanes de todos los colores resaltaban de forma casi
idéntica como hizo Merkel, los dos grandes logros de la vida de Kohl: su
doble faceta al timón de Europa y de su propio país.
“La unificación de nuestro país y de nuestro continente estará para siempre asociada a su nombre”, ha dicho el excanciller alemán Gerhard Schroeder, el hombre que derrotó a Kohl en las urnas en 1998.
Kohl, probablemente el jefe de Estado más relevante de la Europa de la postguerra, el que quería crear los Estados Unidos de Europa, ha visto sin embargo cómo en sus últimos años el continente sufre fuertes sacudidas. Cómo Gran Bretaña decide seguir su camino y cómo las fuerzas eurófobas arrecian en el continente.
En los últimos tiempos, Helmut Kohl aparecía poco en público, pero el año pasado, después del Brexit, el ex canciller habló a través del popular diario Bild, con el que mantenía una estrecha relación y que este viernes anunció su fallecimiento. Dijo que no hacía falta correr, que no había que atosigar a Gran Bretaña, que había que dejarles tiempo para reflexionar. Tenía entonces 86 años, estaba enfermo y le preocupaba el rumbo de Europa. Pensaba que la Unión tenía que “dar un paso atrás antes de dar dos hacia delante”, para que todos los Estados fueran capaces de digerir los cambios monumentales que atraviesa Europa, dijo entonces a Kai Diekmann, autor de las memorias del excanciller.
Kohl deja una Europa inmersa en una crisis de identidad sin precedentes, con fuerzas centrípetas que pelean por derrumbar la creación de Helmut Kohl y la moneda única que impulsó tambaleándose. Pero también una Europa que empieza a redefinirse y a recobrar tímidamente la autoestima y en la que Alemania ejerce un poder que en tiempos de Kohl no hubiera sido fácil de digerir.
Pero en Alemania, Kohl ha sido sobre todo el padre de la reunificación, que sobre todo los ciudadanos de cierta edad y del Este recuerdan con eterno agradecimiento. El entonces candidato democristiano llegó a la cancillería en 1982 casi de carambola y gracias a una moción de confianza. Entonces muchos le consideraban un hombre provinciano sin mucho futuro. Años más tarde, la caída del muro y la trabajosa costura de las dos Alemanias acompañadas de su instinto político le encumbraron y acabó convirtiéndose en “el canciller eterno”, como le llamó Der Spiegel.
Casi tres décadas después, Alemania es hoy un país fuerte y cohesionado, en el que su discípula Merkel aspira a igualar el dilatado mandato de su descubridor. “Mi chica”, como la llamaba Kohl, fue la que le destronó pidiendo su cabeza a raíz de un escándalo de corrupción electoral a finales de los años 90. La identidad de los donantes nunca fue desvelada por Khol y tal vez ahora ya nunca se vaya a saber.
El rencor, fruto del apuñalamiento de la pupila, no parecía del todo controlado, cuando años más tarde, Kohl acusó a Merkel de “cargarse su Europa”, a raíz de la crisis del euro en 2011. Pero la historia no se detiene y años más tarde, su chica ha logrado convertir a Alemania en una isla de estabilidad y prosperidad. Se propone además refundar la Unión de la mano de Francia; resucitar la Europa fuerte, unida y libre de guerras con la que siempre soñó Helmut Kohl.
“La unificación de nuestro país y de nuestro continente estará para siempre asociada a su nombre”, ha dicho el excanciller alemán Gerhard Schroeder, el hombre que derrotó a Kohl en las urnas en 1998.
Kohl, probablemente el jefe de Estado más relevante de la Europa de la postguerra, el que quería crear los Estados Unidos de Europa, ha visto sin embargo cómo en sus últimos años el continente sufre fuertes sacudidas. Cómo Gran Bretaña decide seguir su camino y cómo las fuerzas eurófobas arrecian en el continente.
En los últimos tiempos, Helmut Kohl aparecía poco en público, pero el año pasado, después del Brexit, el ex canciller habló a través del popular diario Bild, con el que mantenía una estrecha relación y que este viernes anunció su fallecimiento. Dijo que no hacía falta correr, que no había que atosigar a Gran Bretaña, que había que dejarles tiempo para reflexionar. Tenía entonces 86 años, estaba enfermo y le preocupaba el rumbo de Europa. Pensaba que la Unión tenía que “dar un paso atrás antes de dar dos hacia delante”, para que todos los Estados fueran capaces de digerir los cambios monumentales que atraviesa Europa, dijo entonces a Kai Diekmann, autor de las memorias del excanciller.
Kohl deja una Europa inmersa en una crisis de identidad sin precedentes, con fuerzas centrípetas que pelean por derrumbar la creación de Helmut Kohl y la moneda única que impulsó tambaleándose. Pero también una Europa que empieza a redefinirse y a recobrar tímidamente la autoestima y en la que Alemania ejerce un poder que en tiempos de Kohl no hubiera sido fácil de digerir.
Pero en Alemania, Kohl ha sido sobre todo el padre de la reunificación, que sobre todo los ciudadanos de cierta edad y del Este recuerdan con eterno agradecimiento. El entonces candidato democristiano llegó a la cancillería en 1982 casi de carambola y gracias a una moción de confianza. Entonces muchos le consideraban un hombre provinciano sin mucho futuro. Años más tarde, la caída del muro y la trabajosa costura de las dos Alemanias acompañadas de su instinto político le encumbraron y acabó convirtiéndose en “el canciller eterno”, como le llamó Der Spiegel.
Casi tres décadas después, Alemania es hoy un país fuerte y cohesionado, en el que su discípula Merkel aspira a igualar el dilatado mandato de su descubridor. “Mi chica”, como la llamaba Kohl, fue la que le destronó pidiendo su cabeza a raíz de un escándalo de corrupción electoral a finales de los años 90. La identidad de los donantes nunca fue desvelada por Khol y tal vez ahora ya nunca se vaya a saber.
El rencor, fruto del apuñalamiento de la pupila, no parecía del todo controlado, cuando años más tarde, Kohl acusó a Merkel de “cargarse su Europa”, a raíz de la crisis del euro en 2011. Pero la historia no se detiene y años más tarde, su chica ha logrado convertir a Alemania en una isla de estabilidad y prosperidad. Se propone además refundar la Unión de la mano de Francia; resucitar la Europa fuerte, unida y libre de guerras con la que siempre soñó Helmut Kohl.
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