El capitalismo vive en una profunda crisis, lo cual no quiere decir que tienda a desaparecer. Seguramente algunos de sus rasgos básicos se van a mantener por mucho tiempo. Hoy existe una cierta supremacía de lo financiero sobre lo productivo. Las grandes empresas transnacionales obtienen mayores beneficios en inversiones especulativas de carácter financiero, que en sus propias actividades productivas. Los ajustes económicos de los últimos 8 años en la Unión Europea son una buena demostración, ya que predomina la atención a la deuda sobre el crecimiento y el empleo. Los ajustes profundizan problemas económicos y sociales. Probablemente la situación de Grecia sea el mejor ejemplo de lo retrógrado de dichas políticas.
El gabinete de Trump es un buen ejemplo del poder de lo financiero, donde el Departamento del Tesoro está dirigido por un miembro de Goldman Sachs. ¿Cómo enfrentar este capitalismo financiero tan predominante en la política económica de los países desarrollados? Es muy difícil de prever. Tal vez, la potencia de China en el futuro pueda influir en este predominio financiero. Han creado dos grandes bancos para competir con los organismos financieros internacionales donde predominan los EE UU. Han hecho préstamos importantes Brasil, Ecuador, Venezuela y Argentina.Y frente al proteccionismo que plantea el gobierno actual de los EE UU, aparece China en la conferencia de Davos con un fuerte discurso de liberalismo comercial. Mientras tanto el poder de lo financiero seguirá pesando y profundizando nuevas crisis.
Trump plantea que se pierden empleos por las relaciones comerciales y desea imponer cierto grado de proteccionismo, pero es evidente que los avances tecnológicos han sido más importantes en estas pérdidas de empleo en la economía de los EE UU. Pero además los aumentos de productividad que surgen de los cambios tecnológicos son apropiados en su totalidad por los propietarios del capital, manteniendo estables los salarios reales en las últimas décadas.
Sin duda, este es otro elemento central que profundiza sensiblemente las mayores desigualdades, las protestas y el desencanto en los países desarrollados. Junto a estos avances tecnológicos se crean permanentemente nuevos bienes y se profundiza la cultura consumista que se universaliza en el mundo internacional.
Otro elemento central del capitalismo actual es el gran poder que desarrollan las grandes empresas transnacionales que introducen las innovaciones y dominan en el comercio internacional. El gobierno de Trump las induce a invertir en los EE UU pero son las que han generado diversas cadenas de valor, con participación de distintos países, que les permite bajar costos y que en algún momento pueden llegar a enfrentarse a las políticas proteccionistas.
En esencia poder de las grandes empresas financieras, continuidad de los avances tecnológicos y mantenimiento de la cultura consumista, gran poder de las grandes empresas transnacionales, difícil de revertir en el futuro próximo. Pero también elevado desempleo abierto, subempleo y precario, sin aumentos de los salarios reales, lo que afecta muy especialmente a las generaciones más jóvenes.
Esto significa también la continuidad del descontento, las protestas sociales, la discriminación social, los ataques a los inmigrantes. Estos descontentos y desencantos eran normalmente aprovechados por grupos políticos y sociales de izquierda. La gran novedad de estos tiempos es que las protestas son aprovechadas por los partidos de extrema derecha. El triunfo del Brexit en el Reino Unido, el de Trump en los EE UU, la derrota de Rienzi en Italia, y los avances de los partido de extrema derecha en Francia, Austria, Holanda y Alemania son nuevos signos de la época.
La izquierda radical y moderada pierde espacios en el actual mundo desarrollado. El socialismo no se vislumbra en el horizonte. Es importante realizar autocrítica. Podemos combinar el juego del mercado y la presencia e intervención del Estado, pero no sabemos cómo resolver los problemas que genera la gran concentración de la propiedad privada. No alcanza ni con las empresas del Estado, ni las cooperativas, ni la propiedad social, ni las autogestionadas. Pueden significar avances progresistas pero no están en condiciones de competir con las grandes empresas transnacionales.
Tenemos una historia de ser muy críticos del capitalismo. Pero no tenemos paradigmas para sustituirlo. Es muy importante soñar, acercarse a las utopías, pero también es muy relevante ser muy realistas, y analizar la realidad como se presenta y no como desearíamos que fuera. En países de la América Latina tenemos que ser muy autocríticos de gobiernos progresistas, que tuvieron procesos de corrupción, que no tuvieron estrategias de desarrollo, que no supieron insertarse en el mercado internacional con rubros de alta y media tecnología. Probablemente los actuales gobiernos de Argentina, Brasil y México fracasarán. Pero no nos sirven las experiencias de Cuba, Venezuela y Nicaragua con distintos tipos de problemas.
La izquierda uruguaya en el gobierno está mejor que otras experiencias regionales. El Frente Amplio como partido no tiene dirección. Se requieren transformaciones vitales en su actual composición orgánica. El poder del equipo económico instalado en el Ejecutivo es muy relevante. Pero ¿por qué no se puede discutir cambios impositivos que mejoren la distribución del ingreso sin afectar los niveles de inversión privada? Están ocurriendo cierres de empresas industriales. ¿ Qué responsabilidad tendrá el elevadlo atraso cambiario en el cierre de dichos establecimientos?
Se volvió a usar la política cambiaria para enfrentar la inflación, según la reciente declaración del Ministro de Economía y Finanzas. Pero ello afecta a las exportaciones, sobre todo las de mayor valor agregado y a la producción interna, que no puede competir con el abaratamiento de las importaciones.
La política económica se centra en la prioridad exclusiva del déficit fiscal y la inflación que no hay que descuidar. Pero una cosa es cuidar. Otra cosa es que sean objetivos prioritarios y exclusivos. Seguiremos reflexionando.
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