Uno puede simplemente apelar a la definición técnica de qué es una dictadura y compararlo con otros gobernantes que detentaron el poder, por ejemplo el chileno Augusto Pinochet, que gobernó con mano de hierro entre 1973 y 1990. En término de plazos, Pinochet fue un dictadorzuelo al lado de Castro. En realidad, es difícil encontrar un dictador que alcance, en todos los sentidos, la estatura de Fidel. Hay veces que las cosas son tan enormes que no atinamos a verlas en toda su dimensión.
Como Pinochet, como la mayoría de los dictadores, Castro mantuvo encerrados por años a personas por solo pensar diferente, torturó, hizo caso omiso a cooperar con las organizaciones de Derechos Humanos, ejecutó adversarios y amigos tras juicios sumarísimos, persiguió e impidió la prensa libre y evitó un sistema de justicia independiente, entre otras medidas y características.
Uno puede quedarse con esta postal o tratar de entender qué lleva a la Wikipedia a mencionar a Pinochet como dictador y a Castro como estadista o a calificar a Cuba como una "democracia popular".
Uno puede quedarse con esta postal o tratar de entender por qué el gobierno uruguayo decretó duelo nacional, por qué millones de proclamados demócratas ensalzan a Fidel como un héroe, por qué para tantos es un déspota admisible.
Incluso quienes admiten que el gobierno de Cuba es una dictadura, tienen una larga lista de peros con los cuales matizan esta condición y en algunos casos la consienten directamente.
Fidel (el personaje de marras tuvo el suficiente "ángel" como para que a un dictador se lo mencione confianzudamente por su nombre de pila) no derrocó a una democracia como Pinochet sino a una dictadura.
Fidel no se amparó en los Estados Unidos como hizo Pinochet, sino que plantó bandera a pocos kilómetros de la frontera de la potencia mundial. Es David contra Goliat. Y el torpe bloqueo estadounidense fue siempre un argumento a favor del régimen cubano. Y Cuba siempre apoyó a los débiles incluso con la vida de sus hombres, que fueron a pelear al África y por eso Nelson Mandela no dudó nunca en aparecer sonriendo al lado del dictador cubano.
Y la revolución cubana fue la motivación y el faro que iluminó a millones en todo el mundo. Fue el foco, y Regis Debray, y un mix con el mayo francés, y fue juventud, y rebeldía, y yanquis go home, y fueron los intelectuales americanos y europeos, desde García Márquez a Simón de Beauvoir.
Fue la llama que contribuyó a que en América Latina la guerra fría fuera un incendio y en su caldo se cocinara ideológica y organizativamente buena parte de la dirigencia del partido hoy gobernante en Uruguay. ¿Cómo no declararse en duelo?
Cientos dieron su vida en Uruguay detrás de sus ideas inspiradoras. Cientos recibieron instrucción militar para dar su vida por esas ideas. Cientos fueron recibidos en la isla cuando con sus vidas quebradas huyeron del país.
Castro es también Camilo Cienfuegos y el Che Gevara, cuya "entrañable transparencia" fue la imagen más famosa y global entre la de todos los revolucionarios de todos los tiempos. La imagen del Che, y con él la de Cuba y con la de Cuba la de Fidel, no sólo se transformó en referencia de socialismo, revolución y antimperialismo sino también de juventud, rebeldía y misticismo.
Cuba, y con ella Castro, es la del sistema educativo y/o sanitario que no deja atrás a nadie, envidia para millones que en otras partes carecen de ello.
Sí, luego estuvo el hambre que pasaron los cubanos de a pie (que no los gerifaltes del partido único) por la resistencia del régimen a abrir su economía, estuvieron los balseros enfrentando a los tiburones del Caribe por escapar de la isla, estuvo el comprobado vínculo con el narcotráfico, las innegables fortunas personales de los Castro, el descenso moral de una revolución que se inició criticando los prostíbulos del régimen de Fulgencio Batista y terminó aceptando que sus doctoras e ingenieras se convirtieran en "jineteras" que canjeaban con turistas sexo por bienes de consumo.
Y estuvieron las purgas de los jóvenes y los rebeldes. Y estuvo la censura de la que no se salvó ni la revolucionaria nueva trova.
La decadencia moral y económica, el fin del proyecto del hombre nuevo, el despertar del sueño revolucionario devenido en pesadilla, la resaca de ron del gobierno de los pobres.
Pero en Uruguay y en el mundo Cuba, o sea la revolución, o sea Castro, dejaron estampada en la piel de millones "una flor con una espina", símbolo de "la sociedad del pan y las rosas", que con el tiempo se convirtió en una herida.
Algunos se arrancaron la piel a jirones y se pasaron al bando de quienes, sin ambages, ven a la revolución como una dictadura; otros se taparon ese tatuaje indeleble y siguieron sus vidas sin poder sustituir las ilusiones rotas por unas nuevas que le permitan terminar de admitir que por décadas vivieron en el limbo de un imposible; y, por fin, están los que armados solo con retazos de ideología mantienen levantada una bandera demasiado pesada para enarbolarla sin que se note el esfuerzo.
Uno puede pensar que Cuba es una dictadura y plantarse sin más. O puede pensarlo y, sin justificarlo, tratar de entender al otro, entender que Castro fue más que Castro, que Cuba es más que Cuba y que pocas cosas hay más dolorosas que un sueño roto.
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