Ahora, el PSOE quedará bajo la tutela de una gestora hasta un próximo congreso. Antes, otro comité federal decidirá si se facilita o no la investidura de Rajoy, otro momento crítico para el PSOE. Javier Fernández, presidente de Asturias, será propuesto para dirigir la gestora
Once horas después de que llegaran a la sede federal del PSOE los más de 270 miembros que componen el comité federal, el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, anunciaba su dimisión tras perder la votación sobre su propuesta de celebrar de inmediato unas primarias para elegir al nuevo líder socialista. Se sentía desautorizado y cuestionado por buena parte del partido y apostó por el todo o nada. O se convertía en el líder revalidado para llevar adelante su intento de conseguir una mayoría de gobierno para España o abandonaba. Y perdió.
A este resultado se hubiera llegado casi quince minutos después de que empezara la reunión sin tener que esperar a las 20.21, momento de votación, para constatar que no tenía la mayoría. 107 delegados estuvieron con él, frente a los 132 que votaron en contra.
Lejos de llegar a este resultado de una manera natural, con el lógico enfrentamiento entre sectores, todo fue bronco. Por sorpresa, Sánchez y el resto de los miembros de la ejecutiva que seguían con él, después de la dimisión de 17 ejecutivos el pasado miércoles, decidieron llamar a votar en una urna que estaba detrás de un panel. Para los críticos se trataba de una maniobra poco clara y ajena al deseo de una mayoría de votar a mano alzada. Los gritos, los llantos, y las imprecaciones de decenas de miembros del comité federal hicieron recapacitar a Sánchez, que paró la votación.
Antes, la presidenta de Andalucía, Susana Díaz, enormemente afectada, pidió calma y que se permitiera votar a mano alzada. Para los ganadores, Sánchez y su equipo habían tratado todo el día de impedir que se votara, incluso aunque ellos hicieron una concesión: aceptar que el equipo de Sánchez votara a pesar de que desde la dimisión el miércoles de la mitad más uno de los miembros de la ejecutiva, no les reconocían ya su legitimidad.
Los números arrojaron la realidad: que los críticos tenían la mayoría, como siempre habían sostenido. Un minuto después, Sánchez anunciaba su dimisión, y mostraba su orgullo por militar en el PSOE.
Con la salida de Sánchez de la sala los ganadores, capitaneados por los presidentes autonómicos de ese sector seis de siete, empezaron a poner en marcha la gestora que se hará cargo del partido de manera inmediata. Al tiempo, y ya por última vez, Pedro Sánchez, se dirigió a la sala de conferencias de prensa para despedirse de los medios de comunicación y dar una breve pincelada política, pero cargada de intención. Como ya hiciera el día anterior, vinculó el éxito del sector crítico, si se producía, a abrir una nueva etapa en el PSOE que conduciría a la abstención del partido en una eventual votación en la investidura de Mariano Rajoy para que alcance la presidencia del gobierno.
“Hoy se ha producido un debate muy intenso”, señalo Sánchez. Lo que tanto irritó el día anterior al sector ganador lo reiteró. “Lo propuse para dirimir dos cuestiones: el liderazgo, y la investidura. Yo quería votar no a Rajoy y formar un gobierno alternativo a Mariano Rajoy y como dije si no prosperaba mi propuesta no podría administrar una decisión que no compartía. Desgraciadamente no ha salido vencedora mi propuesta y dimito”. Eso sí, después de dejar en el ambiente que los ganadores quieren facilitar el gobierno al PP, hizo un llamamiento “a los socialistas con carnet o sin carnet que estén orgullosos de “militar en el PSOE”. La comisión gestora contará con el apoyo “leal” de Pedro Sánchez.
Aún tiene muchas oportunidades el secretario general dimitido de demostrar esa lealtad, ya que tendrá que mostrar su apoyo o desacuerdo a las decisiones que vaya tomando la gestora que ostente el poder del PSOE hasta la próxima convocatoria de un congreso.
Los modelos que se enfrentaron, aunque apenas hubo ocasión de debatir sobre ellos, muestran un cisma rotundo en el PSOE. Sánchez, a pesar de sus últimas declaraciones respecto a que ha contado con la lealtad de sus compañeros “en muchos momentos”, se ha quejado de que no se ha sentido en absoluto apoyado por buena parte de los dirigentes territoriales. El enfrentamiento con la presidenta de Andalucía, Susana Díaz, ha sido intenso e incesante casi desde el principio del mandato de Sánchez. La incomunicación del exsecretario general con los representantes del poder institucional de su partido se ha intensificado día a día.
La preocupación de los líderes territoriales estaba precisamente en este hondo enfrentamiento que ha quebrado la unidad de este partido centenario y, sobre todo, ha dividido a los militantes socialistas. El ambiente de tensión dentro y fuera del PSOE vivido el sábado fue la muestra de la honda fractura que vive este partido. Las últimas acciones de Sánchez y su equipo para “impedir” que hubiera alguna votación no ayudaron a empezar a restañar las heridas. En el equipo de Sánchez tampoco olvida los sinsabores que le han hecho pasar desde que resultó elegido. Ahora, le toca a la gestora empezar el camino de la reconciliación, y todos miran a Javier Fernández, presidente de Asturias, aunque en un horizonte cercano vislumbran a Susana Díaz.
Once horas después de que llegaran a la sede federal del PSOE los más de 270 miembros que componen el comité federal, el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, anunciaba su dimisión tras perder la votación sobre su propuesta de celebrar de inmediato unas primarias para elegir al nuevo líder socialista. Se sentía desautorizado y cuestionado por buena parte del partido y apostó por el todo o nada. O se convertía en el líder revalidado para llevar adelante su intento de conseguir una mayoría de gobierno para España o abandonaba. Y perdió.
A este resultado se hubiera llegado casi quince minutos después de que empezara la reunión sin tener que esperar a las 20.21, momento de votación, para constatar que no tenía la mayoría. 107 delegados estuvieron con él, frente a los 132 que votaron en contra.
Lejos de llegar a este resultado de una manera natural, con el lógico enfrentamiento entre sectores, todo fue bronco. Por sorpresa, Sánchez y el resto de los miembros de la ejecutiva que seguían con él, después de la dimisión de 17 ejecutivos el pasado miércoles, decidieron llamar a votar en una urna que estaba detrás de un panel. Para los críticos se trataba de una maniobra poco clara y ajena al deseo de una mayoría de votar a mano alzada. Los gritos, los llantos, y las imprecaciones de decenas de miembros del comité federal hicieron recapacitar a Sánchez, que paró la votación.
Antes, la presidenta de Andalucía, Susana Díaz, enormemente afectada, pidió calma y que se permitiera votar a mano alzada. Para los ganadores, Sánchez y su equipo habían tratado todo el día de impedir que se votara, incluso aunque ellos hicieron una concesión: aceptar que el equipo de Sánchez votara a pesar de que desde la dimisión el miércoles de la mitad más uno de los miembros de la ejecutiva, no les reconocían ya su legitimidad.
Los números arrojaron la realidad: que los críticos tenían la mayoría, como siempre habían sostenido. Un minuto después, Sánchez anunciaba su dimisión, y mostraba su orgullo por militar en el PSOE.
Con la salida de Sánchez de la sala los ganadores, capitaneados por los presidentes autonómicos de ese sector seis de siete, empezaron a poner en marcha la gestora que se hará cargo del partido de manera inmediata. Al tiempo, y ya por última vez, Pedro Sánchez, se dirigió a la sala de conferencias de prensa para despedirse de los medios de comunicación y dar una breve pincelada política, pero cargada de intención. Como ya hiciera el día anterior, vinculó el éxito del sector crítico, si se producía, a abrir una nueva etapa en el PSOE que conduciría a la abstención del partido en una eventual votación en la investidura de Mariano Rajoy para que alcance la presidencia del gobierno.
“Hoy se ha producido un debate muy intenso”, señalo Sánchez. Lo que tanto irritó el día anterior al sector ganador lo reiteró. “Lo propuse para dirimir dos cuestiones: el liderazgo, y la investidura. Yo quería votar no a Rajoy y formar un gobierno alternativo a Mariano Rajoy y como dije si no prosperaba mi propuesta no podría administrar una decisión que no compartía. Desgraciadamente no ha salido vencedora mi propuesta y dimito”. Eso sí, después de dejar en el ambiente que los ganadores quieren facilitar el gobierno al PP, hizo un llamamiento “a los socialistas con carnet o sin carnet que estén orgullosos de “militar en el PSOE”. La comisión gestora contará con el apoyo “leal” de Pedro Sánchez.
Aún tiene muchas oportunidades el secretario general dimitido de demostrar esa lealtad, ya que tendrá que mostrar su apoyo o desacuerdo a las decisiones que vaya tomando la gestora que ostente el poder del PSOE hasta la próxima convocatoria de un congreso.
Los modelos que se enfrentaron, aunque apenas hubo ocasión de debatir sobre ellos, muestran un cisma rotundo en el PSOE. Sánchez, a pesar de sus últimas declaraciones respecto a que ha contado con la lealtad de sus compañeros “en muchos momentos”, se ha quejado de que no se ha sentido en absoluto apoyado por buena parte de los dirigentes territoriales. El enfrentamiento con la presidenta de Andalucía, Susana Díaz, ha sido intenso e incesante casi desde el principio del mandato de Sánchez. La incomunicación del exsecretario general con los representantes del poder institucional de su partido se ha intensificado día a día.
La preocupación de los líderes territoriales estaba precisamente en este hondo enfrentamiento que ha quebrado la unidad de este partido centenario y, sobre todo, ha dividido a los militantes socialistas. El ambiente de tensión dentro y fuera del PSOE vivido el sábado fue la muestra de la honda fractura que vive este partido. Las últimas acciones de Sánchez y su equipo para “impedir” que hubiera alguna votación no ayudaron a empezar a restañar las heridas. En el equipo de Sánchez tampoco olvida los sinsabores que le han hecho pasar desde que resultó elegido. Ahora, le toca a la gestora empezar el camino de la reconciliación, y todos miran a Javier Fernández, presidente de Asturias, aunque en un horizonte cercano vislumbran a Susana Díaz.
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